Diferencia entre revisiones de «Discusión:Sociedad en Europa»
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A finales del primer cuarto del siglo XXI, en un contexto de cambio climático, globalización económica, innovaciones tecnológicas y agudización de los conflictos geopolíticos, la sociedad española atraviesa transformaciones aceleradas y decisivas. El presente tema ofrece datos y análisis sobre cuatro de los principales vectores que convergen en este proceso de transformación: los cambios en el mercado de trabajo y en la relación de la sociedad con la actividad económica; la pugna por la paridad de género, la prestación de los cuidados y la aparición de nuevas formas de convivencia; la persistencia de las desigualdades y la vulnerabilidad que de estas se deriva para parte importante de la población; las actitudes políticas y el comportamiento electoral de la ciudadanía. Las transformaciones en curso responden a tendencias comunes, en buena medida, al conjunto de los países europeos, por lo que al iniciar el recorrido sobre los principales rasgos y la problemática de la sociedad española resulta conveniente mostrar las coincidencias y especificidades entre la sociedad española y el entorno europeo en su conjunto.<br> | A finales del primer cuarto del siglo XXI, en un contexto de cambio climático, globalización económica, innovaciones tecnológicas y agudización de los conflictos geopolíticos, la sociedad española atraviesa transformaciones aceleradas y decisivas. El presente tema ofrece datos y análisis sobre cuatro de los principales vectores que convergen en este proceso de transformación: los cambios en el mercado de trabajo y en la relación de la sociedad con la actividad económica; la pugna por la paridad de género, la prestación de los cuidados y la aparición de nuevas formas de convivencia; la persistencia de las desigualdades y la vulnerabilidad que de estas se deriva para parte importante de la población; las actitudes políticas y el comportamiento electoral de la ciudadanía. Las transformaciones en curso responden a tendencias comunes, en buena medida, al conjunto de los países europeos, por lo que al iniciar el recorrido sobre los principales rasgos y la problemática de la sociedad española resulta conveniente mostrar las coincidencias y especificidades entre la sociedad española y el entorno europeo en su conjunto.<br> | ||
El primer vector de transformación social en Europa es hoy, sin duda, el conjunto de cambios que se están produciendo en el mercado laboral. La integración e interdependencia de la economía europea respecto a las dinámicas económicas globales han provocado una notabilísima reducción de la población dedicada a actividades agrarias (que en 2022 representan solo el 3,5% de los ocupados en la UE) y la pérdida de buena parte del empleo industrial (que supone solo el 17,9% del total). La terciarización de la economía se acompaña además de su digitalización, con notables repercusiones sobre la ocupación. Finalmente, la flexibilización de las regulaciones laborales ha resultado en la precarización del empleo y el incremento del trabajo por cuenta propia, con los consiguientes efectos sobre los ingresos y las condiciones de vida. Este marco, dificulta notablemente al análisis tradicional de las sociedades a partir de la definición de clases o grupos sociales, caracterizados por el acceso a la propiedad de medios de producción y el ejercicio de trabajo asalariado. Por otra parte, debe tenerse en cuenta que la relación de la población con la actividad económica no es homogénea en toda la UE: mientras los países centroeuropeos y bálticos presentan tasas de actividad de la población muy elevadas (superiores al 80%) los países mediterráneos tienen tasas notablemente inferiores. España, con una tasa de actividad del 74% se sitúa en una posición intermedia, cercana a la media europea del 74,5%.<br> | El primer vector de transformación social en Europa es hoy, sin duda, el conjunto de cambios que se están produciendo en el mercado laboral. La integración e interdependencia de la economía europea respecto a las dinámicas económicas globales han provocado una notabilísima reducción de la población dedicada a actividades agrarias (que en 2022 representan solo el 3,5% de los ocupados en la UE) y la pérdida de buena parte del empleo industrial (que supone solo el 17,9% del total). La terciarización de la economía se acompaña además de su digitalización, con notables repercusiones sobre la ocupación. Finalmente, la flexibilización de las regulaciones laborales ha resultado en la precarización del empleo y el incremento del trabajo por cuenta propia, con los consiguientes efectos sobre los ingresos y las condiciones de vida. Este marco, dificulta notablemente al análisis tradicional de las sociedades a partir de la definición de clases o grupos sociales, caracterizados por el acceso a la propiedad de medios de producción y el ejercicio de trabajo asalariado. Por otra parte, debe tenerse en cuenta que la relación de la población con la actividad económica no es homogénea en toda la UE: mientras los países centroeuropeos y bálticos presentan tasas de actividad de la población muy elevadas (superiores al 80%) los países mediterráneos tienen tasas notablemente inferiores. España, con una tasa de actividad del 74% se sitúa en una posición intermedia, cercana a la media europea del 74,5%.<br> | ||
− | La pugna por el cambio de la posición de las mujeres en la sociedad supone otro poderoso vector de transformación en la estructura y las relaciones sociales. Por una parte, se ha producido una masiva incorporación de las mujeres en el mercado laboral, de tal modo que la ''Tasa de ocupación femenina en la Unión Europea'' (es decir, el porcentaje de mujeres en edad de trabajar que efectivamente lo hace) supera ya el 70% del mercado laboral en la mayor parte de regiones de la UE. Sin embargo, se observan de nuevo destacadas diferencias territoriales. Las regiones con una tasa superior a la media europea (64,9%), se encuentran sobre todo en Alemania, Austria y los Países Bajos, mientras algunas regiones del sur de Europa, situadas en Rumania, Grecia, el ''Mezzogiorno'' italiano y el sur de España, presentan tasas mucho más bajas, inferiores, incluso al 40%. España, en su conjunto, presenta una tasa del 59,5%, algo inferior a la media europea. Se aprecia, sin embargo, una destacada dualidad entre las comunidades del norte del país (como Cataluña, Aragón, País Vasco, Navarra, Galicia, Castilla y León y Madrid), que presentan tasas similares a las de las regiones francesas o a las del norte de Italia, y las comunidades del sur (como Andalucía, Extremadura o Castilla-La Mancha) con porcentajes claramente inferiores. La creciente incorporación de las mujeres al mercado laboral ha puesto en evidencia la importancia y el volumen de las tareas de cuidado que estas han ejercido tradicionalmente, entre las que destacan las labores domésticas y la atención a menores, ancianos y personas enfermas. El hecho de que la prestación de los cuidados recaiga de manera muy mayoritaria sobre las mujeres representa una sobrecarga para ellas, limita sus posibilidades laborales y es una de las causas de la persistente brecha salarial entre hombres y mujeres.<br> | + | La pugna por el cambio de la posición de las mujeres en la sociedad supone otro poderoso vector de transformación en la estructura y las relaciones sociales. Por una parte, se ha producido una masiva incorporación de las mujeres en el mercado laboral, de tal modo que la ''[[:Archivo:Europa_Tasa-de-ocupacion-femenina-en-la-Union-Europea_2022_mapa_18933_spa.jpg|Tasa de ocupación femenina en la Unión Europea]]'' (es decir, el porcentaje de mujeres en edad de trabajar que efectivamente lo hace) supera ya el 70% del mercado laboral en la mayor parte de regiones de la UE. Sin embargo, se observan de nuevo destacadas diferencias territoriales. Las regiones con una tasa superior a la media europea (64,9%), se encuentran sobre todo en Alemania, Austria y los Países Bajos, mientras algunas regiones del sur de Europa, situadas en Rumania, Grecia, el ''Mezzogiorno'' italiano y el sur de España, presentan tasas mucho más bajas, inferiores, incluso al 40%. España, en su conjunto, presenta una tasa del 59,5%, algo inferior a la media europea. Se aprecia, sin embargo, una destacada dualidad entre las comunidades del norte del país (como Cataluña, Aragón, País Vasco, Navarra, Galicia, Castilla y León y Madrid), que presentan tasas similares a las de las regiones francesas o a las del norte de Italia, y las comunidades del sur (como Andalucía, Extremadura o Castilla-La Mancha) con porcentajes claramente inferiores. La creciente incorporación de las mujeres al mercado laboral ha puesto en evidencia la importancia y el volumen de las tareas de cuidado que estas han ejercido tradicionalmente, entre las que destacan las labores domésticas y la atención a menores, ancianos y personas enfermas. El hecho de que la prestación de los cuidados recaiga de manera muy mayoritaria sobre las mujeres representa una sobrecarga para ellas, limita sus posibilidades laborales y es una de las causas de la persistente brecha salarial entre hombres y mujeres.<br> |
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− | El tercer factor que incide de manera decisiva en la evolución de las sociedades europeas contemporáneas es la persistencia e incluso el agravamiento de las desigualdades sociales. En su conjunto, las sociedades europeas son unas de las más igualitarias del mundo. Según los datos del [https://wir2022.wid.world/ World Inequality Report], para el año 2022, el 10% de la población más rica percibe el 53,2% de los ingresos y detenta la propiedad del 75,8% de la riqueza global, mientras que el 50% más pobre percibe solo el 7,6% de los ingresos y concentra apenas el 1,7% de la riqueza. En cambio, en la UE el 10% más acomodado y el 50% más desfavorecido concentran, respectivamente, el 35,5% y el 18% de los ingresos, y el 59,7% y el 3,2% de la riqueza. Sin embargo, el retroceso del estado del bienestar y el predominio de las políticas neoliberales han producido un repunte de las desigualdades. Estas resultan más acusadas en los países del este de Europa, que en los del centro y los escandinavos. Como se puede observar en el mapa ''[[:Archivo: | + | El tercer factor que incide de manera decisiva en la evolución de las sociedades europeas contemporáneas es la persistencia e incluso el agravamiento de las desigualdades sociales. En su conjunto, las sociedades europeas son unas de las más igualitarias del mundo. Según los datos del [https://wir2022.wid.world/ World Inequality Report], para el año 2022, el 10% de la población más rica percibe el 53,2% de los ingresos y detenta la propiedad del 75,8% de la riqueza global, mientras que el 50% más pobre percibe solo el 7,6% de los ingresos y concentra apenas el 1,7% de la riqueza. En cambio, en la UE el 10% más acomodado y el 50% más desfavorecido concentran, respectivamente, el 35,5% y el 18% de los ingresos, y el 59,7% y el 3,2% de la riqueza. Sin embargo, el retroceso del estado del bienestar y el predominio de las políticas neoliberales han producido un repunte de las desigualdades. Estas resultan más acusadas en los países del este de Europa, que en los del centro y los escandinavos. Como se puede observar en el mapa ''[[:Archivo:Europa_Indicador-de-desigualdad-de-ingresos-en-la-Union-Europea_2020_mapa_18940_spa.jpg|Indicador de desigualdad de ingresos en la Unión Europea]]'', mientras Suecia y Finlandia presentan un coeficiente de desigualdad de ingresos inferior a 0,280 (en términos de índice de Gini), en el otro extremo Letonia, Lituania, Rumania y Bulgaria superan el 0,340. España, con un índice de 0,330 se sitúa entre los países más desiguales de Europa, muy por encima de la media de la UE (0,300) y en una situación próxima a la de Italia (0,331) y Portugal (0,327). La persistencia de estas desigualdades comporta que un 16,7% de la población de la UE se encuentre en situación de riesgo de pobreza o de exclusión social, porcentaje que se incrementa hasta el 26,3% en el caso de España. Las situaciones de pobreza y de privación material afectan, en particular, a hogares monoparentales (encabezados mayoritariamente por mujeres) y a población joven, anciana e inmigrada.<br> |
− | Las problemáticas del mercado laboral, la equidad de género y las desigualdades sociales y territoriales se encuentran en el origen del cuarto vector de cambio social analizado: la insatisfacción de una parte relevante de la población con respecto a las instituciones y el sistema político. En un contexto en el que tienden a imponerse los valores de la individualización y la competencia, el descontento se refleja, en primer lugar, en la limitada falta de participación en asociaciones o entidades sociales, particularmente a los grupos más desfavorecidos; en segundo lugar se manifiesta también en el comportamiento electoral, a través de la abstención, o ya sea a través del voto a opciones políticas extremas. La ''Participación electoral en las elecciones al Parlamento Europeo'' de junio de 2024 constituyen una buena muestra de ello, pues apenas alcanzó el 51,1% en el conjunto de la UE (49,2% en España). Asimismo, se produjo un incremento destacado del denominado voto euroescéptico y de extrema derecha. El porcentaje de este tipo de voto ha ido incrementándose en los últimos años, especialmente en las regiones más alejadas de los centros metropolitanos. Así, en las elecciones europeas de junio de 2024 una fuerza política perteneciente a esta corriente ha sido la opción más votada en Francia, Austria, Italia, Bélgica y Hungría. Asimismo, han obtenido un apoyo elevado en Países Bajos, Polonia, República Checa y Alemania. En España el porcentaje de este tipo de voto es relativamente menor, pese a que se observan desigualdades notables en su distribución territorial.<br> | + | Las problemáticas del mercado laboral, la equidad de género y las desigualdades sociales y territoriales se encuentran en el origen del cuarto vector de cambio social analizado: la insatisfacción de una parte relevante de la población con respecto a las instituciones y el sistema político. En un contexto en el que tienden a imponerse los valores de la individualización y la competencia, el descontento se refleja, en primer lugar, en la limitada falta de participación en asociaciones o entidades sociales, particularmente a los grupos más desfavorecidos; en segundo lugar se manifiesta también en el comportamiento electoral, a través de la abstención, o ya sea a través del voto a opciones políticas extremas. La ''[[:Archivo:Europa_Participacion-electoral-en-las-elecciones-al-Parlamento-europeo_2024_mapa_19166_spa.jpg|Participación electoral en las elecciones al Parlamento Europeo]]'' de junio de 2024 constituyen una buena muestra de ello, pues apenas alcanzó el 51,1% en el conjunto de la UE (49,2% en España). Asimismo, se produjo un incremento destacado del denominado voto euroescéptico y de extrema derecha. El porcentaje de este tipo de voto ha ido incrementándose en los últimos años, especialmente en las regiones más alejadas de los centros metropolitanos. Así, en las elecciones europeas de junio de 2024 una fuerza política perteneciente a esta corriente ha sido la opción más votada en Francia, Austria, Italia, Bélgica y Hungría. Asimismo, han obtenido un apoyo elevado en Países Bajos, Polonia, República Checa y Alemania. En España el porcentaje de este tipo de voto es relativamente menor, pese a que se observan desigualdades notables en su distribución territorial.<br> |
En su conjunto, el marco europeo representa, pues, para la sociedad española un ámbito económico crecientemente integrado, una referencia cultural ineludible y un proyecto político en evolución. Constituye asimismo un motivo de reflexión sobre la difícil compatibilidad entre la democracia política y la existencia de altos niveles de desigualdad social y territorial. | En su conjunto, el marco europeo representa, pues, para la sociedad española un ámbito económico crecientemente integrado, una referencia cultural ineludible y un proyecto político en evolución. Constituye asimismo un motivo de reflexión sobre la difícil compatibilidad entre la democracia política y la existencia de altos niveles de desigualdad social y territorial. | ||
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Revisión actual del 06:34 16 oct 2024
España en mapas. Una síntesis geográfica
Compendios del Atlas Nacional de España. Nuevo contenido
Estructura temática > Población, poblamiento y sociedad > Sociedad > Sociedad en Europa
A finales del primer cuarto del siglo XXI, en un contexto de cambio climático, globalización económica, innovaciones tecnológicas y agudización de los conflictos geopolíticos, la sociedad española atraviesa transformaciones aceleradas y decisivas. El presente tema ofrece datos y análisis sobre cuatro de los principales vectores que convergen en este proceso de transformación: los cambios en el mercado de trabajo y en la relación de la sociedad con la actividad económica; la pugna por la paridad de género, la prestación de los cuidados y la aparición de nuevas formas de convivencia; la persistencia de las desigualdades y la vulnerabilidad que de estas se deriva para parte importante de la población; las actitudes políticas y el comportamiento electoral de la ciudadanía. Las transformaciones en curso responden a tendencias comunes, en buena medida, al conjunto de los países europeos, por lo que al iniciar el recorrido sobre los principales rasgos y la problemática de la sociedad española resulta conveniente mostrar las coincidencias y especificidades entre la sociedad española y el entorno europeo en su conjunto.
El primer vector de transformación social en Europa es hoy, sin duda, el conjunto de cambios que se están produciendo en el mercado laboral. La integración e interdependencia de la economía europea respecto a las dinámicas económicas globales han provocado una notabilísima reducción de la población dedicada a actividades agrarias (que en 2022 representan solo el 3,5% de los ocupados en la UE) y la pérdida de buena parte del empleo industrial (que supone solo el 17,9% del total). La terciarización de la economía se acompaña además de su digitalización, con notables repercusiones sobre la ocupación. Finalmente, la flexibilización de las regulaciones laborales ha resultado en la precarización del empleo y el incremento del trabajo por cuenta propia, con los consiguientes efectos sobre los ingresos y las condiciones de vida. Este marco, dificulta notablemente al análisis tradicional de las sociedades a partir de la definición de clases o grupos sociales, caracterizados por el acceso a la propiedad de medios de producción y el ejercicio de trabajo asalariado. Por otra parte, debe tenerse en cuenta que la relación de la población con la actividad económica no es homogénea en toda la UE: mientras los países centroeuropeos y bálticos presentan tasas de actividad de la población muy elevadas (superiores al 80%) los países mediterráneos tienen tasas notablemente inferiores. España, con una tasa de actividad del 74% se sitúa en una posición intermedia, cercana a la media europea del 74,5%.
La pugna por el cambio de la posición de las mujeres en la sociedad supone otro poderoso vector de transformación en la estructura y las relaciones sociales. Por una parte, se ha producido una masiva incorporación de las mujeres en el mercado laboral, de tal modo que la Tasa de ocupación femenina en la Unión Europea (es decir, el porcentaje de mujeres en edad de trabajar que efectivamente lo hace) supera ya el 70% del mercado laboral en la mayor parte de regiones de la UE. Sin embargo, se observan de nuevo destacadas diferencias territoriales. Las regiones con una tasa superior a la media europea (64,9%), se encuentran sobre todo en Alemania, Austria y los Países Bajos, mientras algunas regiones del sur de Europa, situadas en Rumania, Grecia, el Mezzogiorno italiano y el sur de España, presentan tasas mucho más bajas, inferiores, incluso al 40%. España, en su conjunto, presenta una tasa del 59,5%, algo inferior a la media europea. Se aprecia, sin embargo, una destacada dualidad entre las comunidades del norte del país (como Cataluña, Aragón, País Vasco, Navarra, Galicia, Castilla y León y Madrid), que presentan tasas similares a las de las regiones francesas o a las del norte de Italia, y las comunidades del sur (como Andalucía, Extremadura o Castilla-La Mancha) con porcentajes claramente inferiores. La creciente incorporación de las mujeres al mercado laboral ha puesto en evidencia la importancia y el volumen de las tareas de cuidado que estas han ejercido tradicionalmente, entre las que destacan las labores domésticas y la atención a menores, ancianos y personas enfermas. El hecho de que la prestación de los cuidados recaiga de manera muy mayoritaria sobre las mujeres representa una sobrecarga para ellas, limita sus posibilidades laborales y es una de las causas de la persistente brecha salarial entre hombres y mujeres.
El tercer factor que incide de manera decisiva en la evolución de las sociedades europeas contemporáneas es la persistencia e incluso el agravamiento de las desigualdades sociales. En su conjunto, las sociedades europeas son unas de las más igualitarias del mundo. Según los datos del World Inequality Report, para el año 2022, el 10% de la población más rica percibe el 53,2% de los ingresos y detenta la propiedad del 75,8% de la riqueza global, mientras que el 50% más pobre percibe solo el 7,6% de los ingresos y concentra apenas el 1,7% de la riqueza. En cambio, en la UE el 10% más acomodado y el 50% más desfavorecido concentran, respectivamente, el 35,5% y el 18% de los ingresos, y el 59,7% y el 3,2% de la riqueza. Sin embargo, el retroceso del estado del bienestar y el predominio de las políticas neoliberales han producido un repunte de las desigualdades. Estas resultan más acusadas en los países del este de Europa, que en los del centro y los escandinavos. Como se puede observar en el mapa Indicador de desigualdad de ingresos en la Unión Europea, mientras Suecia y Finlandia presentan un coeficiente de desigualdad de ingresos inferior a 0,280 (en términos de índice de Gini), en el otro extremo Letonia, Lituania, Rumania y Bulgaria superan el 0,340. España, con un índice de 0,330 se sitúa entre los países más desiguales de Europa, muy por encima de la media de la UE (0,300) y en una situación próxima a la de Italia (0,331) y Portugal (0,327). La persistencia de estas desigualdades comporta que un 16,7% de la población de la UE se encuentre en situación de riesgo de pobreza o de exclusión social, porcentaje que se incrementa hasta el 26,3% en el caso de España. Las situaciones de pobreza y de privación material afectan, en particular, a hogares monoparentales (encabezados mayoritariamente por mujeres) y a población joven, anciana e inmigrada.
Las problemáticas del mercado laboral, la equidad de género y las desigualdades sociales y territoriales se encuentran en el origen del cuarto vector de cambio social analizado: la insatisfacción de una parte relevante de la población con respecto a las instituciones y el sistema político. En un contexto en el que tienden a imponerse los valores de la individualización y la competencia, el descontento se refleja, en primer lugar, en la limitada falta de participación en asociaciones o entidades sociales, particularmente a los grupos más desfavorecidos; en segundo lugar se manifiesta también en el comportamiento electoral, a través de la abstención, o ya sea a través del voto a opciones políticas extremas. La Participación electoral en las elecciones al Parlamento Europeo de junio de 2024 constituyen una buena muestra de ello, pues apenas alcanzó el 51,1% en el conjunto de la UE (49,2% en España). Asimismo, se produjo un incremento destacado del denominado voto euroescéptico y de extrema derecha. El porcentaje de este tipo de voto ha ido incrementándose en los últimos años, especialmente en las regiones más alejadas de los centros metropolitanos. Así, en las elecciones europeas de junio de 2024 una fuerza política perteneciente a esta corriente ha sido la opción más votada en Francia, Austria, Italia, Bélgica y Hungría. Asimismo, han obtenido un apoyo elevado en Países Bajos, Polonia, República Checa y Alemania. En España el porcentaje de este tipo de voto es relativamente menor, pese a que se observan desigualdades notables en su distribución territorial.
En su conjunto, el marco europeo representa, pues, para la sociedad española un ámbito económico crecientemente integrado, una referencia cultural ineludible y un proyecto político en evolución. Constituye asimismo un motivo de reflexión sobre la difícil compatibilidad entre la democracia política y la existencia de altos niveles de desigualdad social y territorial.
CEDRIC HUGREE, ÉTIENNE PENISSAT y ALEXIS SPIRE (2020). Social Class in Europe: New Inequalities in the Old World. London: Verso.
LOMAZZI, V., y I. CRESPI (2019). Gender Mainstreaming and Gender Equality in Europe. Policies, Culture and Public Opinion. Bristol: Policy Press.
MARTIN HEIDENREICH (2022). Territorial and Social Inequalities in Europe. Challenges of European Integration. Cham: Springer.
ANDRÉS RODRÍGUEZ-POSE, LEWIS DIJKSTRA y HUGO POELMAN (2023). The geography of EU discontent and the regional development trap. Luxembourg: Publications Office of the European Union.
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