Archivo:Espana Huelgas-y-conflictos-sociales-en-la-primera-mitad-del-siglo-XX 1900-1949 mapa 15906 spa.jpg

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Autor	Atlas Nacional de España (ANE)
Anchura	1182 px
Altura	875 px
Bits por componente	8 8 8
Composición de pixel	RGB
Orientación	Normal
Número de componentes	3
Resolución horizontal	150 ppp
Resolución vertical	150 ppp
Software usado	Adobe Photoshop CS5 Windows
Fecha y hora de modificación del archivo	15:33 7 mar 2019
Versión de Exif	2.21
Comentarios de usuario	El origen del movimiento obrero guarda, en el caso español, una serie de particularidades ligadas al lento crecimiento económico y el predominante peso del mundo rural, así como a la fuerte incidencia que en el mundo económico y social ejercen la aristocracia y el clero.A mediados del siglo XIX las personas obreras de la industria y la minería difícilmente llegaban a las 200.000 en España, estando la mitad de ellas, por otra parte, vinculadas al sector textil catalán. Más importancia tenía el proletariado agrícola, que superaba en este caso las 200.000 personas asalariadas (muchas de ellas estacionales), ligadas a las grandes explotaciones agrarias latifundistas de cultivo extensivo y escasa necesidad de mano de obra permanente. Estas condiciones particulares mantenidas secularmente, se vieron afectadas por la incidencia brutal que supuso la entrada del nuevo sistema económico laboral de libre mercado que, sobre una población creciente, generó unas condiciones de vida dramáticas, con largos periodos de paro y salarios que situaban a las familias obreras al borde de la miseria. Pero a principios del siglo.XX estas condiciones, propias del siglo anterior, no presentaban mejoras sustanciales. España continuaba siendo un país eminentemente agrario, empleando este sector a más del 66% de la población activa, mientras que la actividad industrial se concentraba en el sector textil catalán y en la siderurgia asturiana y vizcaína. Poco habían variado respecto al periodo anterior, además, las condiciones de vida de la población obrera y jornalera a pesar de las reformas laborales que se sucedieron en los primeros años del siglo, siempre ligadas a unas traumáticas luchas obreras que habían ido cobrando importancia progresiva. Es así como a lo largo del primer tercio del siglo XX las organizaciones sindicales y partidos obreros experimentan un aumento extraordinario. La primera organización que se extiende es el anarcosindicalismo: la Confederación Nacional del Trabajo (CNT) pasa de 15.000 a 700.000 personas afiliadas en el corto periodo de 1914 a 1919, con un gran desarrollo en Cataluña y, después, en Andalucía. La Unión General de Trabajadores (UGT) pasa de un escueto número de 3.355 militantes en 1889 (había sido fundada un año antes) a casi un millón y medio en 1933, y el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) supera en 1932 los 70.000 militantes, habiendo más que duplicado su número en los últimos diez años y encontrándose extendido por toda la península a partir de pequeños focos en Andalucía, Extremadura, Madrid, el Levante y Asturias. No suele destacarse la importancia de organizaciones campesinas, como la Federación Nacional de Trabajadores de la Tierra (FNTT) que formaba parte de la UGT, con fortísima presencia en Andalucía, tanta que, con 100.000 personas afiliadas, duplicaba en 1932 al resto de España; ello puede explicar la gran incidencia de la huelga campesina del 34. En lógico paralelo al auge del asociacionismo, las reivindicaciones y protestas se dispararon desde principios de siglo, y si en 1916 el número de huelgas llegaba a 237, en 1920 se superaron las mil. Uno de los acontecimientos más importantes de estos años fue la primera gran huelga general revolucionaria de 1917, de fuerte incidencia en las zonas mineras, llevada a cabo en el contexto reaccionario de las Juntas de Defensa (asociaciones de jefes y oficiales militares), y el descontento por la guerra de Marruecos. Si bien la huelga no pudo alcanzar sus objetivos, la unión de la UGT y la CNT dejó clara la importancia que el movimiento obrero y asociacionista había alcanzado en España. El saldo fue de sesenta y cinco muertos, más de un centenar de heridos y millares de detenidos.Durante los años de la dictadura de Primo de Rivera la conflictividad social se ve reducida, en parte por la política de socialistas y anarquistas de no enfrentarse directamente con el Régimen dictatorial e incluso, en el caso de la UGT, colaborar con él. Así, hasta 1929, en que la dictadura desaparece, no se alcanzan cotas de huelgas y manifestaciones similares a las de 1920. Pese a las ilusiones y expectativas levantadas, tampoco la segunda república pudo sofocar el descontento obrero y social; y la difícil situación económica, unida a los enfrentamientos políticos y la insatisfacción por la lentitud de la puesta en práctica de las reformas más reivindicadas, fue generando niveles crecientes de conflictividad que desembocaron, tras la victoria conservadora en las elecciones de 1933, en las huelgas campesinas de junio y en la revolución de octubre (huelga general revolucionaria que pretendía estallar en toda España) de 1934. En este último caso, y aunque sólo llegó a cuajar en Asturias bajo la iniciativa del Sindicato Minero de la UGT, el costo humano fue tremendo, con más de 1.300 muertos y cerca de 3.000 heridos; a lo que hay que sumar la violencia de las represalias tras la derrota de la revolución, con detenciones y encarcelamientos masivos que alcanzaron a 30.000 personas.
Espacio de color	Sin calibrar
Fecha y hora de la digitalización	09:04 12 jul 2018
Fecha en la cual fueron modificados por última vez los metadatos	16:33 7 mar 2019
Id. único del documento original	uuid:b8739be0-4020-4fde-bff3-a67342faf353
Título breve	España. Huelgas y conflictos sociales en la primera mitad del siglo XX. 1900-1949. Mapa
Palabras clave	huelgas anteriores a la guerra civil
Versión IIM	34 280