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En España, la distribución territorial de la actividad económica está marcada por contrastes muy acusados. Una serie de espacios concentran una parte muy importante de la actividad económica. Se trata de las principales áreas urbano-metropolitanas y de espacios económicos de especialización industrial o en servicios turísticos que han ido adaptando con éxito su base económica a condiciones cambiantes de competitividad, dejando el resto del territorio como auténticos desiertos demográficos y con escasa actividad económica. Esta estructura territorial ha venido conformándose a lo largo de un extenso proceso de desarrollo, que abarca los dos últimos siglos, a medida que iban surgiendo, a diferentes escalas y con diferente intensidad, espacios regionales más dinámicos que han ido concentrando la población y la actividad económica.
La reciente crisis económica no ha alterado, en lo fundamental, estas estructuras territoriales básicas, pero sí que está produciendo cambios acelerados en la composición sectorial de la actividad que parecen ir en la línea de una profundización en las especializaciones más exitosas preexistentes, y en las que existe una clara ventaja comparativa. Al desplome generalizado del sector de la construcción le acompaña un progreso imparable de la terciarización, aunque con diferentes perfiles regionales], y una profundización en la desindustrialización, si bien algunas aglomeraciones industriales se muestran mucho más resilientes que otras. Este conjunto de procesos en marcha determina trayectorias regionales muy diferentes, hasta el punto que la salida de la reciente crisis se está produciendo a diferentes velocidades.
La cartografía realizada en este apartado se refiere a un momento crítico de la gran recesión (2012); como es sabido la recuperación de los años posteriores ha mostrado valores más positivos que, no obstante, no suponen un cambio en los perfiles de la distribución espacial.
Producto Interior Bruto y Valor Añadido Bruto
PIB y VAB Producto Interior Bruto (PIB): Es el valor total de los bienes y servicios producidos en el territorio de un país en un periodo determinado. Valor Añadido Bruto (VAB): Es la diferencia entre la producción y los consumos intermedios y mide el valor adicional creado por un proceso de producción. |
La distribución espacial del Producto Interior Bruto (PIB) en España (2012) responde a patrones que resultan suficientemente conocidos, no solamente para los especialistas sino también para el gran público. Primero, la concentración de la producción en el litoral mediterráneo (desde Girona hasta Cádiz), que se configura como primer ámbito geoeconómico del país merced a una estructura productiva diversificada, donde participan una agricultura de fuerte orientación comercial, una industria que combina complejos productivos articulados en torno a grandes factorías con distritos industriales de pequeñas y medianas empresas, y una actividad turística muy asentada en el tiempo y difundida a lo largo de su litoral. Segundo, la relevancia que aún conserva la cornisa cántabro-atlántica (desde Gipuzkoa hasta Pontevedra), a pesar de los intensos procesos de reconversión industrial registrados entre 1975 y 1995, aproximadamente, que redujeron su capacidad instalada en sectores intensivos en capital (siderurgia, astilleros), pero impulsaron también una trayectoria de modernización técnica con efectos apreciables sobre su posición relativa en el mapa económico español. Tercero, la capacidad de Madrid y su región metropolitana para sostener en el tiempo una senda de crecimiento económico que, hasta el momento, se ha adaptado con éxito –al menos cuantitativo– a los diferentes ciclos económicos que ha atravesado España desde el final de la guerra civil. Cuarto, la limitada contribución al PIB nacional de las provincias interiores, donde solamente destacan los casos de Zaragoza, Sevilla o Valladolid, que se benefician de sus ciudades capitales, apoyadas en una base industrial más o menos sólida heredada en parte de la política de polos de desarrollo de la década de los sesenta, de su alta accesibilidad (ferrocarril, autovías o autopistas) en distintos corredores viarios (Ebro, Guadalquivir, diagonal castellana) y de su condición de capitales autonómicas.
Durante los años de crisis económica más severa, entre 2010 y 2012, sin embargo, se aprecian tendencias de corto recorrido que merece la pena considerar. En un marco general de decrecimiento, las provincias que consiguieron generar tasas acumuladas positivas son pocas (seis, en concreto), pero se ratifica la citada vitalidad de Madrid y su área de influencia más inmediata, sobre todo a lo largo del corredor del Henares hasta Guadalajara, para conseguir un comportamiento económico favorable.
La distribución provincial del Valor Añadido Bruto (VAB) en 2012 se corresponde básicamente con el del PIB, pero en el mapa Valor Añadido Bruto por rama de actividad se dispone, además, de datos sobre su composición sectorial en cada provincia. En una visión de conjunto, se aprecia con nitidez el alto grado de terciarización alcanzado por la economía provincial. Comercio, servicios a las empresas y Administración pública representan entre dos tercios y tres cuartos del VAB en la práctica totalidad de los casos. La industria manufacturera retiene, parcialmente, su aportación relativa a la riqueza provincial en aquellos territorios de impronta fabril que han sido capaces de reestructurar sus bases transformadoras, destacando casos como Gipuzkoa, Álava, Navarra, La Rioja y Burgos, que conforman un nodo continuado y bien definido, sin olvidar Barcelona, Castellón y Valencia, una segunda zona relevante. Es obvio que Madrid tiene un peso notable en la industria nacional por el mero tamaño de su economía, pero el arraigo de esta actividad en la región ha disminuido en porcentaje por la acusada competencia de otras actividades menos intensivas en consumo de suelo y más ligadas a la economía del conocimiento. A pesar de su indudable trascendencia en el funcionamiento de toda sociedad, el sector primario logra una escasa representación, salvo en Andalucía, Castilla-La Mancha y Región de Murcia.
Esta estructura productiva es la consecuencia de tendencias de largo plazo cuya representación para las dos últimas décadas (ver gráfico Evolución del VAB por ramas de actividad) muestra el sostenido avance absoluto de los servicios comerciales y no comerciales, frente a la estabilidad de los sectores primario y minero-energético, el moderado crecimiento de la industria manufacturera y el auge y posterior desplome del negocio de la construcción. En perspectiva provincial, la colección de mapas de detalle para el período 2007-2012 apuntala estas líneas maestras. Los servicios, en su conjunto, crecen en la práctica totalidad del territorio nacional, justamente lo contrario de lo que sucede con el sector de la construcción, afectado tanto por la reducción drástica de la demanda residencial (sobre todo interna, aunque también procedente de compradores extranjeros) como por la caída de la contratación de obra pública derivada de las políticas de disminución del déficit público. La industria, tanto manufacturera como extractiva y energética, muestra un comportamiento muy heterogéneo y no sujeto a argumentos geográficos claros, mientras el sector primario muestra una evolución general regresiva, salvo en casos puntuales. Al calcularse estos porcentajes de crecimiento sobre valores nominales, la distinta evolución sectorial de los precios introduce distorsiones que exigen cierta cautela al interpretar los mapas presentados.
Empleo
El análisis de la distribución geográfica del empleo en España, así como de su composición sectorial, guarda una estrecha correspondencia con lo antedicho sobre el PIB y el VAB. Solamente las diferencias intersectoriales en la productividad aparente del trabajo (cociente entre el valor de la producción y el número de trabajadores o, de forma más precisa, el número de horas trabajadas) introducen contrastes entre las estructuras de ambas variables, contrastes que se abordarán en párrafos posteriores.
Las personas empleadas, que representa el mapa Empleo por rama de actividad, vuelven a disponerse a lo largo de un corredor litoral mediterráneo generador de puestos de trabajo, que contrasta con la escasa ocupación laboral registrada en el interior peninsular (y que resulta particularmente acusada a lo largo de la frontera hispano-portuguesa entre Ourense y Badajoz), excepción hecha de la metrópoli madrileña y del valle del Ebro (Álava, Navarra, La Rioja, Zaragoza). La cornisa cantábrica, por su parte, se distingue otra vez como contrapeso parcial a la concentración del empleo en el este y el sur del país, a la que tampoco son ajenos los dos archipiélagos.
El mencionado diferencial de productividad explica que la composición sectorial del empleo muestre una representación relativa mayor de determinadas actividades menos intensivas en capital, caso de la Administración pública y de los servicios asociados a ella (enseñanza, sanidad, asistencia social). Madrid destaca de forma patente en esta rama, lo mismo que otras provincias que albergan las sedes de los gobiernos autonómicos de comunidades pluriprovinciales, caso de Sevilla, Valencia, A Coruña (con Santiago de Compostela), Álava o Zaragoza. El relevante papel del sector público en el mantenimiento del empleo se aprecia con claridad especial en provincias poco pobladas del interior peninsular (Salamanca, Albacete, Badajoz…) y también en otras con crónicos problemas de desempleo y subempleo, caso de Cádiz, Córdoba o Jaén. El sector primario también aparece ahora con mayor nitidez que en el caso del VAB y demuestra su papel no simplemente abastecedor de alimentos y materias primas agrarias, sino también –y sobre todo– de factor de anclaje de la población en el territorio, entendido como un espacio extenso y no solamente como una red de ciudades. Provincias como Almería, Murcia, Huelva, Córdoba, Jaén, Granada, las dos extremeñas, Lleida, Lugo, A Coruña y Pontevedra albergan todavía notables contingentes de empleados en agricultura, ganadería, explotación forestal o pesca, en el caso de las provincias litorales.
En el caso contrario, las actividades mineras, energéticas y de suministro de agua y gas, bien visibles en el mapa del VAB por su elevada productividad aparente, desaparecen prácticamente del mapa del empleo, salvo en casos puntuales ligados al efecto estadístico que genera la localización de las sedes sociales de las compañías abastecedoras (casos de Madrid, Sevilla o Bizkaia), o a la pervivencia de comarcas especializadas en la minería, como sucede en León o Asturias, pese al crónico declive de sus cuencas de carbón como consecuencia de la competencia de mineral extranjero y de las políticas de transición hacia un modelo energético menos dependiente de los combustibles fósiles.
Los mapas de detalle sectorial que cartografían la variación del empleo provincial entre 2007 y 2012 son bien expresivos de la desigual aportación de las principales ramas de la economía española a la grave situación del mercado español de trabajo, derivada de la crisis del complejo inmobiliario-financiero desatada en 2008. En veinte de las cincuenta provincias se destruyó más de la mitad del empleo en el sector de la construcción, mostrando los archipiélagos, la fachada mediterránea en su práctica integridad, el valle del Ebro y Madrid un comportamiento comparativamente peor que el promedio nacional. La industria manufacturera ha sido incapaz de compensar esta sangría laboral, sin que se aprecie un patrón geográfico definido en el balance de pérdidas y ganancias de empleo, más allá de que las provincias que crean puestos de trabajo en la manufactura figuran entre las menos industrializadas y pobladas del país, por lo que variaciones positivas absolutas muy leves pueden justificar alzas porcentuales relativamente llamativas. A la inversa, las provincias más industrializadas pierden efectivos en el sector de manera evidente, como en Barcelona, Valencia, Gipuzkoa y Bizkaia.
Durante el período considerado, al menos, corresponde a los servicios, de manera muy destacada, y al sector primario y extractivo, de forma más limitada, el papel de factores de corrección de la principal y más severa manifestación de la incapacidad del modelo productivo español para cumplir su función de proporcionar a la ciudadanía un medio estable de acceso a las rentas. El saldo laboral del sector terciario es positivo en todas las provincias excepto Segovia, aunque la calidad de estos puestos de trabajo sea puesta en entredicho de forma prácticamente unánime. El empleo se duplicó en las ramas energético-extractivas y aumentó casi un 60% en el sector primario.
En la página Libros Digitales del ANE puedes descargar la obra completa España en mapas. Una síntesis geográfica.