Discusión:Población, poblamiento y comorbilidad

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La pandemia COVID-19 en España. Primera ola: de los primeros casos a finales de junio de 2020

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Población y poblamiento

En este capítulo se abordan tres cuestiones que, en principio, pueden afectar al comportamiento y evolución de una pandemia, en este caso la producida por COVID-19. Son, por ello, características previas a su llegada. Por un lado, están algunos rasgos demográficos y la estructura del hábitat, por otro, el padecimiento de algunas afecciones o enfermedades por parte de la población que pudieran ser factores de riesgo para una determinada pandemia. La población y poblamiento se trata en primer lugar y, a continuación, se estudian las comorbilidades.

Resulta plausible pensar que la magnitud del censo de personas que habita en los asentamientos humanos, la condición de su composición por edades, la densidad ocupacional en los hogares, la esperanza de vida en buena salud y el tipo de poblamiento son características que pueden influir en que los efectos sanitarios de la pandemia vayan a ser más o menos acusados. No son, obviamente, los únicos factores que explican el mayor o menor grado de incidencia de esta, ni siquiera puede que sean los más importantes, pero se configuran como el marco de acogida de aquella y pueden favorecer u obstaculizar su difusión.

A 1 de enero de 2020, España tenía empadronados 47.450.795 habitantes y registraba una densidad media de 93,6 hab./kmx2. Es el cuarto país de la Unión Europea por su volumen demográfico y ocupa el puesto decimoséptimo por densidad de población. En España, la distribución espacial de la población es muy contrastada entre una periferia peninsular e insular con mayor densidad y un interior con un tejido social más débil a excepción de la aglomeración madrileña o algún otro enclave como Zaragoza o Valladolid.

Un segundo contraste espacial de notable significación es el que muestra nuestro país en el desigual peso de la población asentada en municipios rurales y urbanos. El criterio utilizado para la representación de esta variable con el fin de discernir una de otra es el que estableció la Ley del Desarrollo Rural de 2007 al considerar municipios rurales aquellos que cuentan con menos de 5.000 habitantes (ver mapa Población rural). Bien se sabe que fijarse en un único criterio como el citado, que atiende tan solo a la magnitud cuantitativa, puede resultar insuficiente para un cabal discernimiento; no obstante, sí puede ser una primera aproximación suficientemente válida. Para el conjunto de España, 5.690.617 habitantes viven en los 6.827 municipios con esta condición, lo que supone un 12% del total de la población española y un 84% de sus municipios.

En este caso, la disparidad territorial es menos marcada, aunque sigue notándose la diferencia entre un interior peninsular más pobre en población rural en términos absolutos, aunque no es así en términos porcentuales respecto al total de población provincial, que es claramente notable. Galicia destaca por su singularidad al registrar valores altos en los dos indicadores citados, el peso en términos absolutos y relativos. Téngase en cuenta que, como se ha indicado antes, el criterio es puramente estadístico y no funcional. No son pocos los municipios a los que se les ha atribuido la condición de rural, aunque su población, sin embargo, no desempeña una actividad económica ligada a lo rural, sino que más bien está directamente relacionada con sectores económicos de la industria o los servicios. A este respecto, cabe señalar numerosos casos en los territorios turísticos o en el ámbito periurbano.

En el mapa que representa la Macrocefalia urbana se pueden constatar tres hechos notables. En primer lugar, queda bien dibujado el arco mediterráneo, desde Andalucía occidental a Cataluña, con una cierta preponderancia de municipios primados con una población cuantiosa y, en menor medida, el litoral atlántico gallego, cornisa cantábrica y los archipiélagos balear y canario; en el interior peninsular destacan Madrid, Valladolid y Zaragoza. En segundo lugar, se percibe un claro contraste entre la parte central de la Meseta norte y el conjunto de la Meseta sur, siendo más significativa la presencia de ciudades primadas más populosas en la primera. Por último, cabe señalar que el peso porcentual de la población en el municipio más habitado es más importante, además de en Madrid, en el interior de la mitad septentrional de España, hecho que denota una primacía más acusada en estos ámbitos, frente a un mayor equilibrio en la distribución espacial de la población en el resto. Hay que destacar que tan sólo en Asturias, Cádiz y Pontevedra la ciudad más poblada no es la capital provincial, sino las ciudades de Gijón, Jerez de la Frontera y Vigo, respectivamente.

A los rasgos propios de la distribución de la población y grado de concentración humana que se acaban de describir, cabe añadir ahora tres aspectos estructurales de notable importancia: la composición por edades, la importancia de los hogares con mayor densidad ocupacional y la esperanza de vida en buena salud.

España tiene un perfil demográfico claramente envejecido. El peso de los sectores de población mayor, los que tienen 85 o más años, alcanza un 3,3%, cifra significativamente alta; los grupos de edad más jóvenes, los de menos de 15 años, suponen, en su conjunto, un 14,4%, hecho que manifiesta una base notoriamente estrecha. En los tres mapas que reflejan el comportamiento de esta variable en las provincias españolas se pueden ver los grandes contrastes espaciales que caracterizan a nuestro país. Para su representación se ha hecho un agrupamiento que incide en una mayor desagregación en el tramo de edades avanzadas.

En el primero de los mapas, el que cartografía el volumen y peso de la población de menos de 60 años, destaca el noroeste peninsular con algunas provincias con menos del 65% de sus habitantes en este grupo; por el contrario, en el centro, sur y este de la Península los valores son más altos con algunas provincias por encima del 75%. Una imagen contrapuesta ofrecen los mapas que representan el peso de la población mayor donde se percibe claramente el mayor envejecimiento demográfico del noroeste peninsular frente al resto.

Por último, dos rasgos que merece la pena destacar son la proporción de hogares con cinco personas o más y la esperanza de vida en buena salud. En cuanto al primero, destacan las provincias de Almería y Murcia con cifras que rondan el 9%, mientras que en el otro extremo algunas provincias de la Meseta septentrional, las provincias de la raya de Portugal, desde Ourense a Cáceres y Asturias bajan hasta el 4%. Las cifras del resto del país son similares a la media nacional.

Para cartografiar la Esperanza de vida en buena salud se utiliza la comunidad autónoma como unidad espacial de análisis y se tiene en cuenta un doble matiz: los años de vida saludable al nacer y los que se estima como tales a partir de los 65 años. En el primer caso, una gráfica muestra la evolución desde 2007 a 2018 con perfiles muy dispares que no permiten deducir comportamientos espaciales bien definidos; en el segundo caso, parece detectarse una mayor extensión de la vida saludable después de los 65 años en el interior y noroeste peninsular, País Vasco y Baleares frente al resto.

Mucho más ilustrativos para los efectos que ahora interesan son los cuatro mapas que aluden al poblamiento; es decir, a la forma en que están implantados los asentamientos en el territorio. En España, frente a la extraordinaria proliferación de núcleos habitados en el noroeste peninsular y la cornisa cantábrica, se distingue el resto del territorio con un número ostensiblemente inferior de asentamientos en cada provincia, aunque un análisis más detenido nos podría demostrar que en su interior se dan, a su vez, matices diferenciales entre ámbitos de mayor proliferación de aldeas, caseríos o lugares habitados y otros con menor implantación (ver mapa de Entidades de población). La población en diseminado –aquella que habita en núcleos al margen del que hace de cabeza municipal– alcanza también valores altos en Galicia, aunque también muestra un peso significativo en la fachada mediterránea. Las razones concurrentes en estos dos entornos pueden ser, obviamente, distintas, así como su origen en el tiempo.

En suma, frente a una mayor dispersión del hábitat en la periferia, bien que sea por motivos geográficos, históricos o funcionales, aparece un interior peninsular con una mayor concentración, si bien con diferencias significativas entre la Meseta septentrional, con núcleos más cercanos unos a otros, aunque de menor tamaño, y la meridional que manifiesta un menor número de asentamientos, guardando una mayor separación entre ellos y con términos municipales más extensos.

De una presentación más generalista, que ha tenido por unidad de análisis a la provincia, se desciende ahora a un mayor detalle con el municipio como referencia espacial. En efecto, el mapa de Densidad de asentamientos a nivel municipal vuelve a mostrar los esperados contrastes entre el noroeste peninsular y la cornisa cantábrica, por un lado, y el resto, por otro, aunque la finura del análisis descubre ámbitos con notable densidad de lugares habitados como es el caso de la Cataluña central y septentrional, la periferia de la aglomeración madrileña, el área central de Salamanca y algunas áreas de la Comunitat Valenciana, el sureste murciano, la Andalucía oriental y algunas islas del archipiélago canario.

El mapa de Población en diseminado por municipio vuelve a mostrar un fuerte contraste entre la periferia –notablemente en Galicia, el occidente asturiano, País Vasco, noroeste de Navarra, Maestrazgo turolense/valenciano y una extensa franja desde la Marina alicantina hasta Cádiz y el interior peninsular con valores elevados en la primera y menores en el segundo, hecho directamente ligado a una mayor dispersión del hábitat en aquella y con una significación mayor de la concentración de la población en las capitales municipales en el resto.


Comorbilidad


Perfiles de vegetación

Una cliserie es la sucesión de distintas asociaciones vegetales determinadas por la variación climática en sentido altitudinal o latitudinal. Los ejemplos adjuntos corresponden a una selección de sucesiones altitudinales de paisajes vegetales españoles. La mayoría corresponden a síntesis de montañas o macizos; dos conciernen a paisajes más detallados, el litoral dunar y lacustre y la ribera fluvial. En la representación gráfica se ha primado el elemento comunicativo, por lo que han sido necesarias una selección y generalización de la realidad. Las comunidades y paisajes vegetales son plasmados mediante dibujos que simbolizan especies abundantes o significativas de cada nivel o piso de vegetación. Prevalecen dos variables visuales: la forma y el color. La forma evoca al aspecto de la planta y el color tiene un significado bioclimático. Los colores cálidos se emplean para la vegetación mediterránea (en amarillo, naranja y marrón) y los fríos para la eurosiberiana (en verde y azul violáceo) y boreoalpina (en violeta); el bosque de ribera se expresa en azul.