Archivo:Espana Agricultura-en-el-siglo-XVII 1600-1699 mapa 15364 spa.jpg
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Autor | Atlas Nacional de España (ANE) |
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Anchura | 1555 px |
Altura | 1141 px |
Bits por componente |
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Composición de pixel | RGB |
Orientación | Normal |
Número de componentes | 3 |
Resolución horizontal | 150 ppp |
Resolución vertical | 150 ppp |
Software usado | Adobe Photoshop CS5 Windows |
Fecha y hora de modificación del archivo | 15:33 7 mar 2019 |
Versión de Exif | 2.21 |
Comentarios de usuario | Más del 90% de la población durante toda la Edad Moderna continuó empleada en actividades vinculadas con el campo. No sólo se trata sólo del trabajo específicamente campesino, sino también de toda la producción auxiliar del trabajo agrario: herrería, carpintería, talabartería, calderería, cestería, cerámica, cría de animales de tiro, de carga o de carne… todo ello es lo que permite seguir todavía atribuyendo a la sociedad del Antiguo Régimen, el carácter de “abrumadoramente” rural. Por ello, el periodo que veremos iniciarse a finales del XVIII, recibe la denominación de “Revolución”, con referencia a la industria.La agricultura que se desarrolló durante dicho período siguió siendo de subsistencia y, en consecuencia, estuvo, sobre todo, orientada a satisfacer las demandas más esenciales de la población y, en mucha menor medida, aunque también, a surtir de materias primas a determinadas industrias de transformación, muchas de ellas de transformación también para la subsistencia, como el pan, o el vino, o el aceite, pero que se comercializan también como se venía haciendo de manera secular. El hecho de que muchas labores transformadoras tuvieran lugar en el propio hogar, no es obstáculo para las manifestaciones de determinada producción industrial, de la que pueden ser paradigma la bodega, la almazara y el molino. De la misma manera, tampoco debemos olvidar el cultivo de plantas que no están enfocadas a la subsistencia humana, sino a la producción material, como el esparto, el cáñamo (muy utilizado para velas y cordajes) o el lino; es también muy destacable, para la industria de los tintes, el cultivo del índigo (añil) y de la rubia (usada para tintes rojos y para farmacia). En el mapa sólo hemos destacado la barrilla (un arbusto usado para la fabricación de vidrio, la producción de sosa para jabones o hasta para medicamentos reguladores de la tensión arterial) y la morera (un árbol cuyas hojas son el alimento único de los gusanos para la industria textil sedera). De la barrilla diremos que es muy conocida por tratarse de esos redondos arbustos espinosos que en las películas del oeste ruedan por el polvoriento paisaje.Durante el siglo XVII la actividad agrícola va a conocer, en determinados territorios, signos inequívocos de cambios, y no ciertamente positivos, respecto a la realidad del quinientos. Así, la sucesión de malas cosechas, la despoblación de los campos, la mala situación económica de muchos campesinos, la ausencia de novedades técnicas que favoreciesen un incremento de la producción, el predominio del sistema bienal y el recurso al barbecho, etc. se erigieron como rasgos definitorios de la agricultura del seiscientos en amplias zonas de la península, hasta el punto de que, para estos espacios, bien podríamos calificar esta época como una ápoca de retroceso. Sin embargo, hubo también avances y progresos generales y también en determinadas zonas. Entre las principales novedades positivas que se produjeron en dicha centuria cabe destacar la paulatina sustitución de los bueyes por mulas para el laboreo de las tierras, así como la introducción, primero en la zona asturiana, luego en la zona gallega y finalmente en otras zonas de la franja cantábrica, del maíz, produciéndose así la denominada “revolución del maíz o revolución amarilla”. Esta planta, originaria de América, se reveló como extraordinariamente adaptable al noroeste y el norte peninsulares, espacios en los que se puede decir que no se manifestó la crisis sino, por el contrario, un evidente progreso agrario.Si bien la producción agrícola, en general, descendió, lo cierto es que esa caída no fue igual ni poseyó las mismas dimensiones en todas las regiones. La evolución más negativos se registró en la España interior, pudiéndose determinar para sus territorios un desplome generalizado de la producción que se atisba desde finales del siglo XVI y se intensifica durante la primera mitad del XVII y años inmediatamente posteriores. Unos rasgos distintos son los que presentó el espacio andaluz, donde, si bien se detectaron también señales inequívocas de crisis, la recuperación, en la segunda mitad de centuria, puede calificarse de bastante sólida. Una mayor intensidad, pero también una mayor precocidad, caracterizaron la recuperación que se vivió en los espacios mediterráneos: Cataluña, Valencia, Murcia y Mallorca, donde se fueron adoptando toda una serie de cultivos que resultaron rentables y comerciales. En algunos de estos territorios, la expulsión de los moriscos (primeros años del siglo) tuvo una repercusión fundamental en el trabajo del campo que afectó a los cultivos de arroz y las huertas, que pudo superarse ampliamente en la segunda mitad de la centuria. Un último modelo es el que se desarrolló en la franja septentrional, donde la fase depresiva tuvo, en líneas generales, una menor intensidad y duración, así como una mayor recuperación, favorecida por la implantación del maíz. En cuanto a los cultivos, además de la introducción de los ya señalados cabe destacar el predominio que mantuvieron los cereales, y especialmente el trigo, que acapararon buena parte de la producción. Incluso, en territorios como Murcia se produjo una intensificación de la roturación en zonas de secano. En otros casos, a pesar de la introducción de nuevos cultivos se preservó el desarrollo de la producción cerealística, como sucedió en Canarias donde, a mediados del siglo XVI, la caña de azúcar fue sustituida por el viñedo sin reducirse el cultivo de los cereales. Sin embargo, y a pesar de todo, fue necesario, de cara al abastecimiento de cereales, recurrir a su importación. Especial relevancia tuvo también la ampliación de espacios y la renovación técnica en otros cultivos seculares, como el de la vid y el olivo, cuya expansión se produjo, sobre todo, en la segunda mitad de la centuria. |
Espacio de color | Sin calibrar |
Fecha y hora de la digitalización | 11:24 30 may 2018 |
Fecha en la cual fueron modificados por última vez los metadatos | 16:33 7 mar 2019 |
Id. único del documento original | uuid:5b4c373c-4277-4e2b-a75a-6fc57408fe0d |
Título breve |
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Palabras clave | producción en la edad moderna |
Versión IIM | 52 606 |