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La batalla de Guadalete, en la que el último rey visigodo, Don Rodrigo, es derrotado en una expedición del caudillo musulmán Tariq, inicia la fulminante campaña que alcanza ese mismo año la capital, Toledo. Y en sucesivas cabalgadas, a través de la red viaria hispanorromana, en poco tiempo quedan sometidos los distintos territorios de la aristocracia hispanovisigoda o episcopales. Mediante pactos de sumisión, algunos grandes señores se mantienen, caso del conde Teodomiro (Tudmir, en Murcia) o el de la familia del conde Casio que, islamizada como Banu Quasi, se mantiene en el valle medio del Ebro. | La batalla de Guadalete, en la que el último rey visigodo, Don Rodrigo, es derrotado en una expedición del caudillo musulmán Tariq, inicia la fulminante campaña que alcanza ese mismo año la capital, Toledo. Y en sucesivas cabalgadas, a través de la red viaria hispanorromana, en poco tiempo quedan sometidos los distintos territorios de la aristocracia hispanovisigoda o episcopales. Mediante pactos de sumisión, algunos grandes señores se mantienen, caso del conde Teodomiro (Tudmir, en Murcia) o el de la familia del conde Casio que, islamizada como Banu Quasi, se mantiene en el valle medio del Ebro. |
Revisión del 08:26 13 mar 2019
Estructura temática > Historia > Referencias históricas > Edad Media
Llamamos Edad Media en la Península a un periodo histórico que va desde la batalla de Guadalete (711) hasta el mítico 1492: conquista de Granada, descubrimiento de América, primera gramática de la lengua –obra de Nebrija–, y expulsión de los judíos. Se discute, de todas formas, sobre si la etapa protagonizada por Isabel y Fernando (1469-1517) ya no se puede considerar medieval sino propia de la Edad Moderna, el subsiguiente periodo. Por otro lado, la historiografía tradicional denomina Reconquista a estos ochocientos años entendidos como una lucha permanente por la «recuperación de España», idea acuñada por los mozárabes que huían desde el sur peninsular islamizado a las tierras cristianas del norte.
La batalla de Guadalete, en la que el último rey visigodo, Don Rodrigo, es derrotado en una expedición del caudillo musulmán Tariq, inicia la fulminante campaña que alcanza ese mismo año la capital, Toledo. Y en sucesivas cabalgadas, a través de la red viaria hispanorromana, en poco tiempo quedan sometidos los distintos territorios de la aristocracia hispanovisigoda o episcopales. Mediante pactos de sumisión, algunos grandes señores se mantienen, caso del conde Teodomiro (Tudmir, en Murcia) o el de la familia del conde Casio que, islamizada como Banu Quasi, se mantiene en el valle medio del Ebro.
La celeridad de la conquista impidió una ocupación efectiva de muchos territorios. Y así, el noble visigodo Pelayo, acogido por la tribu cántabra de los vadinienses, acaudilló una legendaria resistencia en los Picos de Europa, donde se produce el episodio de Covadonga (722). El reino de Asturias será la referencia territorial para los cristianos no sometidos, con sucesivas capitales en Cangas de Onís (siglo VIII) y Oviedo (siglo IX). Covadonga es magnificada por las crónicas altomedievales cristianas (y minimizada por las musulmanas) como el hito inicial de la Reconquista.
La Península se ha convertido en un emirato (territorio militar y administrativo) del califato de los Omeyas en Damasco, que renunciarán a una mayor expansión por occidente (Al-Ándalus) tras ser vencidos por los francos de Carlos Martel en Poitiers (732).
Triunfante la rebelión de los Abbasíes contra los Omeyas (750), un joven príncipe huye por el norte de África hasta Córdoba, proclamándose emir… pero independiente de Bagdad, la nueva capital del califato abbasí: es Abd-el-Rahmán I, que inaugura la dinastía de los Omeyas hispanomusulmanes en el 756.
Mientras tanto, entre los siglos VIII y IX, el reino astur se extiende a este y oeste. Nacen nuevos focos de resistencia (reino de Pamplona, condados de Aragón, Sobrarbe, Ribagorza…). Carlomagno, rey de los francos y emperador desde el 800, interpondrá ante los musulmanes una Marca Hispánica (espacio de comarcas feudatarias) en el sudeste pirenaico. A finales del siglo IX estos condados catalanes se librarían de la dependencia franca: Pallars, Urgell, Ampurias, Gerona, Barcelona…
España islámica
La España islámica, que surgió al proclamarse califa Abd-el Rahman III, permaneció estable durante los tres siglos del emirato independiente de Bagdad (756-912) y del califato de Córdoba (929-1031), ambos representados en los mapas del mismo nombre. El califato llevó a su cénit al islam peninsular y frenó a los reinos del norte. Su canto del cisne fue el gobierno del valido del califa Hisham II, Almanzor (976-1002), terror de los cristianos. Ambos mapas muestran las kuras, o provincias, que en las zonas fronterizas tenían un carácter militar, al modo de marcas.
Presencia musulmana en España (711-1492)
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En la España cristiana, trasladada la corte a León por Ordoño II (914), se formó el reino Astur. El condado de Pamplona se convertiría también en reino. En el centro pirenaico siguen los condados de Aragón, Sobrarbe y Ribagorza. Y entre estos y el mar, se consolidan los condados catalanes particularmente Urgel y Barcelona (dinastía Berenguer).
La muerte de Almanzor (1002) precipitó la implosión del califato que, en contraste con el proyecto cristiano unificador de Sancho III el Mayor de Navarra, se fragmenta en reinos independientes: las taifas. Las más extensas serán las fronterizas: Badajoz, Toledo y Zaragoza. Las demás son pequeñas… pero pronto descollarán las de Sevilla y Valencia. Y, con ellas, las de Málaga, Granada y Almería, el futuro reino de Granada. Obligados a pagar altas parias (tributos), a los reyes cristianos, y tras la pérdida de Toledo (1085), apelarán a la ayuda de imperios norteafricanos.
Al morir Sancho III el Mayor de Navarra (1035), había dejado a dos hijos los condados de Castilla y de Aragón, transformados en reinos. En el oeste, Fernando I de Castilla unirá su reino y el de León. Su hijo Alfonso VI será el conquistador de Toledo (1085). En el este, Alfonso I de Aragón conquista Zaragoza (1118); y el pacto matrimonial del conde Ramón Berenguer IV de Barcelona con la reina niña Petronila (1137), unirá los condados catalanes al emergente reino aragonés.
Conquistadas por los reyes cristianos (siglos XII y XIII), las taifas se incorporarán con personalidad propia, y con ella resonarán en los títulos de los monarcas cristianos, que lo serán también del Algarve, Toledo, Badajoz, Murcia, Jaén, Valencia y Mallorca…
España cristiana
El ensayo de un islam hispánico, desaparecido el Califato, aunque generó un rico y floreciente periodo cultural y en muchos casos también económico, resultó imposible ante la incontenible presión de los reinos cristianos. Los reyes taifas apelan, sucesivamente, a la ayuda de dos belicosos movimientos fundamentalistas que surgieron en el norte de África: los almorávides (siglos XI-XII) y los almohades (siglos XII-XIII). Pero durante estos casi tres siglos los dos imperios norteafricanos no fueron sino una supraestructura, más militar y menos política, con la que convivían las aristocracias hispanomusulmanas. Grandes victorias almorávides (Sagrajas y Uclés) y almohades (Alarcos), no invirtieron la situación peninsular.
Y es que cuando Alfonso I de Aragón, tras conquistar Zaragoza, vence a los almorávides en Cutanda y cuando Alfonso VI de Castilla aguanta las embestidas contra Toledo, se pudo predecir que la configuración cristiana iba a consolidarse. La prueba de fuego vendría con la invasión almohade. El rey castellano Alfonso VIII con la ayuda de portugueses, navarros y aragoneses, órdenes militares y caballeros de toda Europa es ya capaz de infligir al islam su más espectacular derrota: la de las Navas de Tolosa (1212). Y, a su vez, Alfonso IX de León, su yerno, y el único que no había acudido a la convocatoria de cruzada para las Navas, se apodera de toda Extremadura. El Islam hispánico es sentenciado definitivamente, excepto un acosado reino de Granada. El reino de León, menos en dos breves periodos (1035-1037 y 1065-1072) había constituido una sola monarquía. Entre los siglos XII y XIII, la división en dos reinos duraría desde 1157 hasta 1230, fecha en la que Fernando III (hijo de Alfonso IX y Berenguela de Castilla) une definitivamente las dos coronas, lo que se traduce en una expansión inmediata por el valle del Guadalquivir hasta las costas atlánticas, y por levante hasta las costas mediterráneas. En este espacio iba a colisionar con Aragón, donde Jaime I venía avanzando al sur del Ebro por todo el litoral, en paralelo con Fernando III, espacio en debate por los constantes tratados de futuros límites, prueba de la secular planificación de la Reconquista.
Además de las Navas, otra batalla había marcado un giro importante en la Edad Media peninsular: la de Muret, tras la cual la corona aragonesa, ceñida desde 1137 por la dinastía catalana de los Berenguer, renuncia a los espacios nordpirenaicos (lo que vendrá a reconocer el tratado de Corbeil de 1258, entre Jaime I de Aragón y Luis IX de Francia), y se vuelca hacia el sur, como se ha visto, cerrando su expansión peninsular. Pero, inmediatamente, iniciará la mediterránea.
Jaime I, igual que Luis IX, organiza una cruzada, aunque fracasa. En 1282, tras las vísperas sicilianas, Pedro III de Aragón se corona rey de Sicilia. En 1304 los almogávares, llamados por el emperador de Bizancio, vencen a los turcos en Asia Menor y se apoderan de Atenas. En 1323 Jaime II inicia la conquista de Cerdeña. En 1352, la escuadra catalana derrota a los genoveses en pleno Bósforo. En 1442, Alfonso V conquista Nápoles…
Los cinco reinos: Castilla y Aragón se han consolidado definitivamente. Navarra, tras su exitosa participación en las Navas, se queda más en retaguardia. Portugal se convierte en un reino tras la victoria de Alfonso Enriquez, en Ourique; sus fronteras (reconocidas en el tratado de Zamora) serán las más antiguas de Europa. Y Granada, el quinto reino, pervivirá entre constantes recortes de sus fronteras. Castilla ha de hacer frente en el Salado y Palmones a la invasión norteafricana de los benimerines; luego se dedicará, con las conquistas de Tarifa, Algeciras y Gibraltar, a la apertura del estrecho. Y después, bajo el gobierno de la dinastía Trastámara, entronizada tras una guerra civil (1336-1339), a acosar más aún las fronteras nazaríes tomando Zahara (1407), Antequera (1410) y Archidona (1462).
Repoblaciones
Siglos VIII-IX Con los avances hacia el sur era preciso poblar el nuevo territorio. Al principio, algunos campesinos, los foramontanos, bajaban del norte y ocupaban esas tierras vacías; algunos monjes (mozárabes) subían también huyendo de los musulmanes y levantaban un monasterio. Fue la presura astur-leonesa y la aprisio subpirenaica. Siglos X-XI Para legalizar las ocupaciones e incentivar la repoblación los reyes fomentaron los concejos, concediendo cartas pueblas, o fueros con privilegios para los que poblaran un lugar. Siglos XII-XIII Las invasiones norteafricanas fueron respondidas por las órdenes militares, que obtuvieron en recompensa extensos territorios. Siglos XIII-XV Las ciudades conquistadas sufren repartimientos, entregas de casas y huertos como botín a los participantes en la campaña. Y la nobleza recibió a su vez enormes latifundios. |
Pactos de ocupación territorial y distribución del poder (siglos XII-XV)
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