Diferencia entre revisiones de «Evolución de la representación cartográfica de España»
Línea 1: | Línea 1: | ||
+ | {{ANEEtiqueta | ||
+ | |||
+ | |palabrasclave= | ||
+ | |||
+ | |descripcion=Página de Evolución de la representación cartográfica de España | ||
+ | |||
+ | |url=http://atlasnacional.ign.es/images/thumb/b/bb/Espana_Tabula-Moderna-Hispaniae_1482_imagen_16114_spa.jpg/307px-Espana_Tabula-Moderna-Hispaniae_1482_imagen_16114_spa.jpg | ||
+ | |||
+ | }} | ||
{{ANENavegacionSubcapitulo|seccion=[[Conocimiento_geográfico_y_cartografía|Conocimiento geográfico y cartografía]]|capitulo=[[Representación_cartográfica_del_conocimiento_geográfico|Representación cartográfica del conocimiento geográfico]]|subcapitulo=Evolución de la representación cartográfica de España}} | {{ANENavegacionSubcapitulo|seccion=[[Conocimiento_geográfico_y_cartografía|Conocimiento geográfico y cartografía]]|capitulo=[[Representación_cartográfica_del_conocimiento_geográfico|Representación cartográfica del conocimiento geográfico]]|subcapitulo=Evolución de la representación cartográfica de España}} | ||
Revisión del 08:40 10 abr 2019
Estructura temática > Conocimiento geográfico y cartografía > Representación cartográfica del conocimiento geográfico > Evolución de la representación cartográfica de España
La representación de España ha participado, desde de sus inicios, del desarrollo cartográfico liderado desde Europa Occidental. En las primeras relaciones de medidas astronómicas de posiciones terrestres realizadas por Ptolomeo, en los albores de la era cristiana, aparecen puntos y asentamientos en la península ibérica. Los navegantes, en el Mediterráneo del medievo, construyeron y consignaron los perfiles costeros en portulanos y cartas de navegación. Posteriormente, la revolución de la imprenta y la era de los descubrimientos coincidieron con la época de mayor apogeo del imperio hispánico, lo que propició la mejora del conocimiento de la posición geográfica de España en el mundo y la difusión de su representación.
Entre los diferentes factores que han contribuido a la evolución de la representación de España cabe destacar la escasa variación a lo largo del tiempo tanto de su geografía física como de su geografía política. El perfil de España está indisolublemente asociado al de la península ibérica, istmo continental incluido. El 80% del perímetro español, con las islas comprendidas en el cómputo, es costero y el resto está formado casi en su totalidad por dos fronteras terrestres inusualmente antiguas y estables, con algunas salvedades, en el contexto europeo: la portuguesa, de origen medieval, y la francesa, fijada en el siglo XVII . Desde las primeras representaciones de las que se dispone es fácilmente reconocible el perfil español.
La vocación marinera y tradición comercial propiciada por este amplio litoral exigió la mejora técnica en la medida de la posición geográfica y el perfeccionamiento continuo de la cartografía costera, especialmente con el paso de las aguas tranquilas y bien conocidas del Mediterráneo a los grandes océanos. Sin embargo, la expansión atlántica, la competencia por las rutas comerciales y la lucha por el control de los nuevos hallazgos auparon el conocimiento geográfico a la categoría de información estratégica por parte de la monarquía y, por tanto, se restringió tanto el acceso como su difusión. Muchos proyectos cartográficos quedaron circunscritos a los círculos de poder o, directamente, sepultados en archivos.
Una consecuencia, entre otras, de esta decisión fue la ausencia de publicaciones cartográficas en la España peninsular en la época de los Austrias. En contraste, primero en los Países Bajos y posteriormente en Francia, se llevó a cabo una importante actividad editorial de impresión de mapas y atlas durante los siglos XVI y XVII. Las representaciones cartográficas de la monarquía hispánica durante el Barroco fueron realizadas en gran medida por autores extranjeros, con un fin netamente comercial. Se trata de cartografía a escalas pequeñas y medias, de la Península y de sus regiones, y de ciudades, muy ornamentada y que no exige una gran precisión en los datos. De hecho, es habitual la copia entre ediciones de la información meramente geográfica, por lo que los errores e inexactitudes se transmiten con facilidad.
Durante el siglo XVIII se quiso reactivar la elaboración de un mapa de España por parte de la Corona atendiendo los preceptos ilustrados: base geodésica, toma de datos exhaustiva, representación según normas, etc. Se reglamentó la producción cartográfica militar, que formó parte de la formación impartida en las escuelas de la Armada, de Ingeniería Militar y de Artillería. Se participó en algunos de los proyectos científicos más relevantes del momento y se mandó jóvenes estudiantes a los principales centros de producción cartográfica. Sin embargo, no hubo algo parecido al deseado mapa de España hasta el trabajo realizado por Tomás López, una iniciativa personal realizada durante la segunda mitad del siglo XVIII de la que se obtuvo un Atlas elogiado por su acabado y denostado por su precisión.
Los primeros trabajos basados en medidas geométricas se deben, una vez más, a los marinos, quienes introdujeron los métodos más modernos en los levantamientos de la costa española, que concluyeron con el Atlas Hidrográfico de Vicente Tofiño, a finales del siglo XVIII.
Durante la ocupación napoleónica y la guerra de la Independencia se publicaron diversos mapas generales de España por parte de franceses y británicos. Entrado el siglo XIX, la necesidad de un mapa basado en una red geodésica propició diversos proyectos que no fructificaron en un clima político cambiante, con escasos recursos e institucionalmente débil. Los únicos trabajos que culminaron con éxito fueron iniciativas personales, como son la Carta de Galicia de Domingo Fontán o el incompleto Atlas de España por parte de Francisco Coello.
La empresa tomó fuerza con la Ley de Medición del Territorio de 1859. Proporcionó los recursos necesarios para encarar la construcción de la red geodésica. También se quiso elaborar, de forma simultánea, un catastro parcelario y un mapa topográfico. El proyecto no cuajó. Para ello se tuvo que esperar a la creación del Instituto Geográfico en 1870 y la definición del Mapa Topográfico Nacional a escala 1:50.000.
Primeras imágenes de España. Portulanos y Geografía de Ptolomeo
Los periplos de los geógrafos griegos, que narran un viaje de circunnavegación, fueron los primeros en recoger noticias sobre la forma de España. En el siglo V a. C., Piteas descubrió el ángulo noroeste peninsular y su relato se conserva en las obras de Estrabón y Plinio. Eratóstenes lo recopiló en su Geografía, con datos muy precisos para España. Polibio recorrió la Galia, España y Libia, aportando más información, aunque con algunos errores. Estrabón hizo viajes y escribió una Geografía en diecisiete libros. El tercero está dedicado a Iberia. La idea de que la forma de España era similar a la de una piel de toro extendida se inspira en Posidonio, pues Estrabón no conoció Iberia. De su mapa de España –con las provincias romanas: Bética, Lusitania y Tarraconensis–, se conservan diseños del siglo XVIII en la Real Academia de la Historia para sus trabajos de geografía antigua.
Claudio Ptolomeo, sabio astrónomo, matemático y geógrafo, vivió en Alejandría hacia 100-170 y fue el bibliotecario de la famosa Biblioteca. En su tratado Geografía recopila los conocimientos de Hiparco, Estrabón y Marino de Tiro. Por primera vez describe un sistema de reticulado geográfico con meridianos de longitud y paralelos de latitud de unos 8.000 lugares del mundo conocido, ordenados por continentes, con diferentes proyecciones, por eso se denominó «geografía matemática», aunque contenía importantes errores. Trata de generalidades, de la construcción de globos y de la proyección de mapas. Contiene 27 mapas (mapamundis, continentales y regionales). Los mapas se transmitieron a partir de una versión dibujada unos años después de la muerte de Ptolomeo, que copiaron los códices griegos de finales del siglo XIII. Ptolomeo proporciona instrucciones para dibujar los mapas con suficientes coordenadas y referencias. El segundo mapa de Europa es el de Hispania con su organización administrativa en el siglo II: las tres provincias romanas y sus ciudades. El perfil está deformado de oeste a este y la latitud es más correcta.
La cartografía patrística medieval de Occidente fue difundida por Osorio e Isidoro. El mapamundi de forma circular de T en O (Orbis Terrarum), con Asia, África y Europa, se incorporó a las obras de san Isidoro y al Comentario al Apocalípsis de San Juan, de Beato de Liébana. En las copias de los siglos X al XIII se distinguen varios tipos. Jerusalén aparece en el centro rodeada de las tierras apostólicas; de forma esquemática se reconocen algunos lugares de Hispania, en donde predicó el apóstol Santiago. Esta familia de mapas evolucionó a formas ovaladas o rectangulares. Así, el mapamundi del Beato de Burgo de Osma (1086) representa las cabezas de los doce apóstoles colocadas en las tierras de su predicación.
La cartografía musulmana del siglo XII, particularmente la de El Idrisi, basada en las obras de Ptolomeo, superó a la patrística en precisión e información geográfica. Su Tabula Rogeriana (1154) representa la península ibérica con el perfil algo deformado.
Las cartas de navegación se transformaron a finales del siglo XII. Los marinos observaban su rumbo mediante la brújula y no necesitaban las cuadrículas graduadas que habían desarrollado los geógrafos de la Antigüedad. Los libros portulanos indicaban rumbos entre puertos, derrotas, distancias, relieve de las costas, vientos, corrientes, etc. Estos datos se dibujaron sobre un pergamino y así se formaron las cartas náuticas, de navegación o de marear, conocidas con el nombre de portulanos. Contienen redes de vientos o rumbos, que arrancan de puntos (nudos), situados sobre un círculo o corona de vientos. De cada nudo salen de 18 a 32 vientos prolongados, que se entrecruzan en todas las direcciones formando una red con aspecto de araña. Una rosa central se enlaza mediante líneas de vientos a otras rosas dispuestas en polígonos de 8 a 16 lados. A partir de unos puntos conocidos, mediante intersecciones, se obtenía la posición de otros desconocidos. La ruta trazada sobre el mapa proporcionaba el rumbo y la escala lineal, las distancias entre puertos en leguas marinas. La toponimia costera está escrita en sentido perpendicular al contorno de la Península. El interior está vacío u ornado con motivos iconográficos, banderas y topónimos de ciudades, especialmente en los ejemplares regalados a un monarca, noble o prelado. Las cartas náuticas corrigen el error de Ptolomeo de la longitud del Mediterráneo y su diseño se aproxima a la realidad. Sus autores fueron pisanos, genoveses y mallorquines. En Mallorca se hicieron dos tipos de cartas: las de uso exclusivo de la navegación y las náutico-geográficas, a las que se añadieron datos geográficos, flora, fauna y leyendas explicativas para recreo y formación de sus destinatarios. El más célebre es el Atlas catalán (1375), de Abraham y Fajuda Cresques, padre e hijo, encargado por el rey de Aragón Pedro IV el Ceremonioso. Su hijo, el infante Juan, se lo regaló al rey de Francia Carlos VI. También es importante la carta portulana del Mediterráneo de Gabriel de Vallseca (1439), que perteneció a Américo Vespucio. En los portulanos de las escuelas cartográficas catalano-mallorquina, italiana y portuguesa, y en las cartas de navegación del Atlántico se encuentran, pues, las primeras imágenes de la península ibérica, con la silueta exterior correctamente trazada.
Hispania moderna (Geografía, 1456)
Este mapa se añadió al códice de la Geografía de Ptolomeo del cardenal gerundense Joan Margarit y Pau, embajador de los Reyes Católicos y humanista. En Paralipomenon Hispaniae Libri Decem, Margarit concibió Hispania como una realidad histórica, cuando se preparaba la unión de Castilla y Aragón. El mapa se diseñó en Italia. A mediados del siglo XV, Nicolaus Germanus, Pietro del Massaio y Hugo Comminelli formaron los mapas modernos de la península ibérica y de otros países europeos. El de Margarit ofrece novedades. Se inspira en un portulano de la escuela catalano-mallorquina, según lo expresa en Paralipomenon: «nuestra medida está contada por prueba, según la carta de los navegantes». El litoral está bien trazado y los Pirineos orientados (E-O). Las distancias entre puntos, marcadas con líneas rectas, unen lugares de la costa y del interior con medidas. El norte de África contiene líneas hacia Hispania, con fines comerciales y políticos. Recuerda al mapa impreso Spagna con le distancie de loci, del Museo Correr de Venecia. |
Hasta mediados del siglo XV no se conocen mapas generales de España con topónimos y accidentes geográficos. Los primeros se añadieron a la Geografía de Ptolomeo, traducida del griego al latín por Jacobo Angelo de Scarperia, con dedicatoria al papa (1406-1410). Ptolomeo da unas pautas para diseñar los veintisiete mapas con suficientes coordenadas y referencias a los lugares, graduación, altura y proyecciones cilíndrica o trapezoidal. Así lo hicieron, hacia 1415, los humanistas Francesco di Lapacino y Domenico di Leonardo Boninsegni, tomando como modelo un códice griego. En principio, los mapas fueron acogidos con admiración porque presentaban detalles del mundo conocido. Sin embargo, en los portulanos se mostraba una imagen más actual que la que contenía la Tabula Europa de Ptolomeo. Por eso, sus propietarios quisieron añadir, junto a los mapas tradicionales, otros modernos, llamados Tabulae novae. Los más tempranos son los de la península ibérica, Italia, Francia, norte de Europa y Tierra Santa. Se trata de las primeras representaciones de mapas regionales contemporáneos inspirados en portulanos y en noticias de viajeros diplomáticos y peregrinos, que contribuyeron a identificar la toponimia y los accidentes geográficos del interior. En la primera mitad de siglo debió existir un mapa modelo de Hispania, diseñado en Florencia a partir de diversas fuentes de origen hispano (se menciona uno en el legado de bienes del humanista florentino Niccolò Niccoli, fallecido en 1437). De él se hicieron copias para añadir a los códices y ediciones de la Geografía de los siglos XV y XVI. Sus autores fueron Pietro del Massaio, pintor florentino, con su colaborador Hugo Cominelli, miniaturista de Mezières; Dominus Nicolaus Germanus y Henricus Martellus Germanus. Ofrecen una imagen de conjunto parecida, tomada de esa fuente común: proyección plana en los mapas antiguos y modernos, los cuales carecen de escala, y regletas graduadas para el cálculo de latitudes y longitudes; cartelas de los títulos rotuladas en letras mayúsculas. Los mapas no son iguales porque los cartógrafos personalizaron el diseño de los accidentes geográficos, la traza del perfil de la costa, el curso de los ríos, la representación del relieve, la toponimia y la ornamentación de las cartelas. Los mapas más antiguos se conservan en los códices de las bibliotecas Nacional de Francia, Universitaria de Salamanca y del Vaticano. El primero, de Pietro del Massaio, fue comprado por Alfonso V de Aragón y I de Nápoles en 1456. El segundo perteneció al cardenal Juan Margarit y Pau (1456) y los de la Biblioteca Vaticana a Niccolo Perotti, arzobispo de Siponto (1469) y a Federico de Montefeltro, duque de Urbino (ca. 1470).
Dominus Nicolaus Germanus diseñó unos mapas más atractivos, cambiando la delimitación de los contornos de los países y océanos, el tipo de montañas y lagos, etc. En la tercera recensión de la Geografía se formuló el mapa de España con las fronteras políticas y los nombres de sus reinos. Se actualizó la información política y geográfica con la unión de los reinos de Castilla y Aragón (1479) para representar el mapa de España del reinado de los Reyes Católicos. Por eso, Hispania está rotulada en mayor tamaño. En la cuadrícula se incorporaron los climas y grados. Por confusión, las Azores se sitúan en Finisterre. Sus códices sirvieron de modelo a la edición xilográfica de Ulm (1482, reimpresa en 1486). En ella, los nombres de los reinos de Hispania se marcan en diferentes colores. Ese mismo año de 1482 vio la luz en Florencia, en la Geografía en verso de Francesco Berlinghieri, el mapa Hispania Novella, grabado sobre plancha de cobre. El estilo del diseño es diferente, mejorando el perfil litoral, y la información geográfica similar, con los topónimos traducidos al castellano. Las sucesivas ediciones de la Geografía hasta la primera mitad del siglo XVI se inspiraron en los incunables. La romana de 1507, la de Venecia (1511), que introduce mejoras y moderniza el mapa de Hispania; la de Estrasburgo (1513), inspirada en la de Ulm, con nuevos datos geográficos; las de Estrasburgo de 1522 y 1525 siguen a las ediciones florentina (1482) y romana (1507-1508), con algunas variantes, que se vuelven a repetir en las de Miguel Servet 1535 (Lyon) y 1541 (Lyon-Vienne).
Siglo XVI: grandes proyectos oficiales. Cartografía de divulgación
Carlos V y Felipe II se interesaron por las matemáticas y la astronomía y promovieron trabajos cartográficos oficiales. Los dedicados a la descripción geográfica y al levantamiento del mapa general de España, con mediciones geodésicas y observaciones astronómicas, fueron encomiables por el esfuerzo de los matemáticos y cosmógrafos que asumieron tales empresas con los mejores medios disponibles. Ambos monarcas compartían la idea de que para gobernar el Imperio había que conocerlo y dibujarlo en mapas. El miedo a que el mapa y las descripciones cayesen en manos de países enemigos, justifica su escasa difusión.
Hernando Colón, el hijo menor de Cristóbal Colón, asumió la Descripción y Cosmografía de España (1517-1523). Viajó por España y contó con emisarios y corresponsales que le facilitaron información geográfica y estadística. Con su trabajo y notas de campo iba a dibujar el mapa de España situando lugares mediante sus coordenadas. El proyecto quedó interrumpido en 1523.
Entre 1538-1539, Carlos V encargó a su cosmógrafo, Alonso de Santa Cruz, la formación del mapa de España a partir de otro trabajo de campo exhaustivo. Las minutas de los mapas regionales y la del mapa general se reunieron en el denominado Atlas del Escorial. En 1554 se abandonó, quedando en un estado avanzado. Antes de 1550 formó unas «cartas grandes de España». Al año siguiente explicaba al Rey que tenía «hecha una España del tamaño de un gran repostero», con las divisiones de los reinos, sus ciudades, villas, lugares, montes y ríos. En el inventario de sus papeles figura una descripción de España en pergamino de más de dos metros. Ambos mapas se encuentran en paradero desconocido.
Hacia 1552, Felipe II encomendó a Pedro Esquivel, profesor de matemáticas de la Universidad de Alcalá, la Descripción geográfica de España con mediciones geodésicas y observaciones astronómicas de las ciudades y pueblos para el levantamiento del mapa de España. Esquivel usó una variante de los métodos topográficos descritos en la Cosmografía de Pedro Apiano. A su muerte, en 1564, el trabajo quedó paralizado y el mapa no se dibujó. Su libreta de campo se conserva en la Biblioteca Real de Estocolmo. Contiene muchas observaciones angulares, más de 8.000 localidades, distancias y accidentes geográficos.
En 1575, Felipe II mandó formar las Relaciones topográficas de los pueblos de España y enviar unos cuestionarios a los corregidores y jueces. Tampoco se pudieron completar. Los manuscritos se guardan en la Biblioteca de El Escorial.
La carencia de matemáticos y navegantes con formación científica era tan evidente que, en 1582, Felipe II, aconsejado por Juan de Herrera, creó la Academia de Matemáticas, nombrando al portugués Juan Bautista Labaña catedrático para la enseñanza de matemáticas, cosmografía y topografía. En 1607, los diputados del reino de Aragón encargaron a Labaña la formación del mapa de Aragón, a partir de trabajos de campo para obtener datos exactos. Labaña utilizó los instrumentos y el método de Pedro Esquivel.
Cartografía de divulgación
Mapas de España exentos impresos en Italia
En Italia, Francia y en los Países Bajos se abrieron mapas de España en planchas de madera o cobre en formato mural. Otros mapas, en menor tamaño, con las mismas técnicas de impresión, se fueron agregando a las ediciones de la Geografía de Ptolomeo, junto a los mapas antiguos, bajo el nombre de Tabulae novae: el mapamundi actualizado con los Descubrimientos, los mapas de los continentes y los de los principales países del mundo. Así se transformó en un atlas moderno. Poco después fue reemplazado por los atlas de Gerard Mercator y Abraham Ortelius.
Atlas de El Escorial
En la Biblioteca del Monasterio de El Escorial se conserva un mapa manuscrito de la península ibérica en hojas encuadernadas formando un volumen, con valiosa información geográfica y cartográfica. Por esa razón se denominó Atlas de El Escorial. Fue encomendado a Alonso de Santa Cruz, cosmógrafo de Carlos V, entre 1538-1539, y en él trabajó hasta 1554. Consta de 20 hojas de mapas regionales, a escala 1:400.000, más otra hoja con un mapa índice general, a escala 1: 2.600.000. Este último contiene una retícula numerada para localizar las hojas y fue diseñado a partir de los mapas regionales. Se representan 16 poblaciones importantes, el relieve, los ríos, las costas y las fronteras. El conjunto del Atlas abarca más de 9.000 elementos geográficos con topónimos y unas 8.300 localidades. Según Crespo Sanz, en las latitudes se aprecia un error sistemático y en las longitudes algunas deformaciones. Contiene mucha información geográfica, especialmente en la zona de Castilla, a una escala muy detallada, superando los mapas de la época. Si se juntan las hojas se obtiene una superficie de cuatro metros cuadrados. La minuta se halla en avanzado estado de formación y, en algunas notas, se indican modificaciones o adiciones. Por razones políticas y estratégicas, el manuscrito se guardó en la Biblioteca de Palacio y apenas influyó en los mapas posteriores. |
El mapa exento de España más antiguo es el de Giovanni Andrea Vavassore Nova Descriptio Hispaniae, abierto en cuatro hojas sobre plancha de madera (Venecia,1532). El único ejemplar conservado se encuentra en la Houghton Library de la Universidad de Harvard. En 1544 se abrió en Venecia el de Giacomo Gastaldi, La Spana, sobre seis planchas de cobre. Gastaldi fue el mejor cartógrafo veneciano del momento, ingeniero, con buenos conocimientos matemáticos, que recibió documentación y datos geográficos de Diego Hurtado de Mendoza, embajador de Carlos V. En 1551, el dominico fray Vincenzo Paletino de Curzola, cosmógrafo, abrió, sobre seis planchas de madera, Spagna con le distantie de li loci.
En la cartela explica cómo corrigió los mapas de sus predecesores y mejoró la imagen de la Península, añadiéndole la información que él mismo recogió en su viaje por España. Por su calidad fue el mapa más plagiado por italianos y flamencos en varios formatos (Hieronymus Cock, Thomas Geminus, Mateo Pagano y otros). El mapa de Cock, Nova Descriptio Hispaniae, se grabó en Amberes (1553) siendo el primero de España publicado en Flandes. El de Geminus, Nova Descriptio Hispaniae, se abrió en Londres (1555) y está dedicado a Felipe II y María Tudor. Posiblemente fue un encargo real para mostrar España a sus súbditos ingleses. Supera a los anteriores porque dispuso de mejor información y quizás emplease datos del Atlas de El Escorial. La situación de los pueblos es más real y la toponimia ha mejorado. Otros cartógrafos grabaron el mapa de Hispania a menor escala: Vincenzo Luchini, Hispaniae Descriptio (Roma, 1559) y Pyrro Ligorio, Nova totius Hispaniae Descriptio (Roma, 1559). Los de Dominicus Zenoi, Hispaniae Descriptio y Paulo di Forlani Veronese, Spagna, abiertos en Venecia (1560), copian a Luchini.
En conclusión, estos mapas son muy parecidos y se aprecian algunas diferencias en los perfiles, en los topónimos, en la traza de accidentes geográficos y en los ornamentos de las cartelas y de los mares.
Abraham Ortelius (1527-1598)
La primera edición en español, Theatro de la Tierra Vniversal, traducida del latín por fray Balthazar Vicentius, franciscano, fue impresa en Amberes por Cristóbal Plantino (1588). Está dedicada al príncipe don Felipe de Austria. Ortelius figura en el frontispicio con el título de cosmógrafo de Felipe II. La traducción permitió a los coleccionistas españoles la lectura de los textos que acompañan a los 100 mapas, viajar visualmente por el mundo y conocer el imperio del Rey. Hasta 1612 se hicieron 31 ediciones. El mapa de España de la primera edición se basa en fuentes italianas: los mapas de Vicentius Consulensis (edición de Mateo Pagano, 1588), Thomas Geminus (1555) y Carolus Clusio (que mejora los topónimos). A ellas se añaden, en 1573, el mapa de España de Giacomo Gastaldi y el de Pedro de Medina (1560). En la edición de 1584, el de Henricus Coquus. El título es ilustrativo: «Regi Hispaniae post Omnium Editiones Locupletissima Descriptio. Completísima: Descripción del Reino de España después de las ediciones de todos». En la plancha original se hicieron modificaciones y mejoras a las sucesivas ediciones (1573, 1588, 1592 y 1598). En la de 1588, por desgaste de la plancha, se volvieron a grabar la toponimia y los elementos ornamentales, y se hicieron adiciones. Muestra una imagen renovada de España ornada con iconografía flamenca. |
Los mapas de España en los atlas de las escuelas flamenca y holandesa
A partir de 1570, los atlas flamencos desplazaron a los mapas murales de España grabados en Italia. Los grandes centros geográficos se encontraban en la provincia de los Países Bajos perteneciente a la Corona española y que se conocía con el término de Flandes (actuales reinos de Bélgica y Países Bajos, Ducado de Luxemburgo y parte de Francia). Los mapas generales y regionales se abrían en Amberes, la ciudad más floreciente, y se publicaron en los atlas de Abraham Ortelius, Mercator-Hondius y Gerard de Jode. Sus mapas, muy ornamentados, circularon por las cortes europeas. Esta recopilación de autores y grabadores ha permitido el conocimiento de algunos mapas y planos de los que hoy no se conservan sus originales sueltos.
Gerard Kremer Mercator (1512-1594), natural de Flandes, fue el cartógrafo oficial de Carlos V y el más importante recopilador y editor de mapas, que combinó con la investigación y la crítica geográfica para dibujar y grabar sus mapas. Asumió la edición corregida de la Geografía de Ptolomeo y la formación de un Atlas que presentaba su visión del mundo, publicándola por tomos desde 1585. El título rinde homenaje a Atlas, legendario rey de Mauritania, sabio astrólogo y estudioso de la esfera terrestre, al que se supone artífice del primer globo y se le representa como un gigante que soporta la bóveda celeste sobre sus hombros. Aparece en la portada del segundo tomo (1589). Este término se perpetuó hasta nuestros días y es la primera vez que se denomina atlas a una colección de mapas encuadernados con un formato uniforme. A su muerte, su hijo Rumold reunió los materiales y publicó Atlas sive cosmographicae meditationes de fabrica mvndi et fabricati figvra (1595). La obra se completó en 1602.
Theatrum Orbis Terrarum es el primer atlas geográfico universal moderno. La primera edición (1570) está dedicada a Felipe II, rey de España y de los Países Bajos. El mismo año se hicieron otras tres tiradas y en 1571 una segunda edición ampliada. El título es adecuado al contenido: Theatrum es el lugar donde puede verse todo el globo terrestre. En él reunió los mejores mapas por continentes, países y regiones, con una estructura parecida a la Geografía de Ptolomeo. Contiene 73 mapas compilados de 87 cartógrafos, que figuran en las cartelas y en una relación alfabetizada de autores con sus obras, siendo el primer repertorio de fuentes editado en un atlas. Los mapas fueron redibujados por Ortelius en formato homogéneo y grabados por Frans Hogenberg. Los ejemplares se iluminaron a la aguada. En la presentación, Ortelius dice: «cualquier cosa que leyéremos, teniendo delante de los ojos estas cartas como unos espejos de las cosas, queda más impreso en la memoria». Se elogia a los habitantes y sus costumbres y a los monumentos de los lugares; se citan autores clásicos y cronistas. Su finalidad es instruir al lector en su viaje visual por el mapa. Por primera vez aparece un frontispicio ilustrado con las alegorías de los continentes. Su trabajo fue muy reconocido en Europa.
En 1578, Gerard de Jode publicó en Amberes Speculum Orbis Terrarum. Para sus mapas usó planchas italianas. En él incluyó Nova Descriptio Hispaniae, de Pirro Ligorio, con el escudo imperial, mejoró la información de las regiones, incorporó topónimos y adornó la costa con navíos, monstruos y peces.
Siglo XVII: España en los atlas
En 1622 se emprendió otro proyecto oficial para la formación del mapa de España, bajo la dirección de Juan Bautista Labaña, catedrático de la Academia de Matemáticas, con la ayuda del portugués Pedro Texeira y de los ingenieros militares Gabriel de Santa Ana y Pedro Fernández Manjón. Texeira trabajaría en la descripción de las costas y los puertos; los demás, en el interior de la Península. Al principio se hicieron mediciones en el interior con métodos topográficos. Sin embargo, la muerte de Labaña (1624) y la de su sucesor Cedillo (1625), al igual que la de Santa María limitaron el proyecto a las costas y puertos para proteger la Península de los enemigos y facilitar la salida de las mercancías. Texeira asumió el trabajo y recorrió el litoral de España para dibujar y preparar la Descripción de España y de las costas y puertos de sus reinos, con dedicatoria a Felipe IV (1634), siendo el proyecto cartográfico más importante del siglo. Contiene 87 hojas grandes con mapas y escudos pintados sobre vitela. El texto explicativo de los mapas, a diferencia de los atlas del siglo XVI comentados, se halla en otro libro manuscrito. Se hicieron tres ejemplares manuscritos del Atlas y de la descripción. Del primero, conocido como Atlas del rey Planeta, se conserva un ejemplar en la Biblioteca Nacional de Viena. Al comienzo incorpora un mapa de la Península a doble página, con escala gráfica y cuadrícula de latitudes. Le siguen los mapas regionales o de provincias con los detalles de las costas y puertos. Del texto descriptivo se conservan tres copias (Biblioteca Nacional de España, Biblioteca Nacional de Viena y British Library). En los archivos de la Universidad de Uppsala se guarda un Compendium Geographicum, con un mapamundi, un mapa de España y seis mapas de las costas cantábrica y gallega, que es un adelanto del trabajo definitivo que Texeira preparó (ca. 1625) para el marqués de Leganés para que le ayudase en el cobro de los emolumentos que no recibía. El mapa de España es inferior en calidad y número de datos. El del Atlas presenta el diseño definitivo fruto de nueve años de trabajo de campo, combinados con la consulta de fuentes para las zonas que no se pudieron reconocer, y tres años dedicados al dibujo de los mapas. Destacan los núcleos de población, la precisión de la topografía y red fluvial, la organización administrativa, la silueta del litoral, la proyección plana y los elementos decorativos y náuticos.
Ambos mapas de España superan los demás manuscritos e impresos que circularon por Europa durante ese siglo. Sin embargo, como ocurrió con los precedentes proyectos oficiales del mapa de España, la política de sigilo, hizo que no se difundiese esta imagen, quedando los originales en manos del monarca.
La imagen de España configurada a partir de la Geografía de Ptolomeo y de los atlas de Mercator y Ortelius continuó difundiéndose por Europa en los grandes atlas de la escuela holandesa.
En 1604, las planchas de cobre de Mercator fueron adquiridas por el grabador Jodocus Hondius. En pocos años, con la ayuda de sus hijos Jodocus II y Henricus, pudo continuar el Atlas de Mercator añadiéndole 36 mapas. El Atlas sive Cosmographicae Meditationes de Fabrica Mundi fue editado por Cornelis Claeszoon (Amsterdam, 1606). También se denomina Atlas Mercator-Hondius. El mapa de España fue dibujado por Jodocus Hondius I y grabado por Petrus Kaerius. Se inspira en Ortelius. Sus costas han sido rectificadas y su estilo recuerda las cartas náuticas. A su muerte, sus hijos Jodocus II y Henricus continuaron publicando el Atlas de Mercator hasta 1619. Diez años después, en 1629, al fallecer
Jodocus II, se pusieron a la venta parte de las planchas de grabado. Las compró Willem Janszoon Blaeu, grabador e impresor de mapas y globos, con formación en matemáticas, geografía y astronomía. Henricus y su cuñado Johannes Janssonius formaron un nuevo Atlas. Las dos casas de Hondius-Janssonius y la de Willem Janszoon Blaeu (cambió su nombre a Willem Blaeu para diferenciarlo del de su rival Janssonius), con sus hijos Joan y Cornelis, con sede en Amsterdam, compitieron duramente durante años preparando sus respectivos atlas.
En 1605, Willem Janzsoon Blaeu (Guiglielmus Janssonius) abrió Nova Regni Hispaniae Descriptio. Por primera vez se insertan, en los cuatro ángulos del mapa, vistas de las ciudades de Toledo, Valladolid, Sevilla y Lisboa. Sobre la cartela se alza el escudo de España flanqueado por dos leones y coronado por los atributos reales. A la izquierda caminan un caballero y una dama con trajes de época. Las viñetas se inspiran en las vistas de Civitates Orbis Terrarum de Georg Braun y Franz Hogenberg. Se publicó como mapa exento y los datos geográficos se inspiran en el de fray Vincenzo Paletino de Curzola.
En parecido estilo, pero más rico en viñetas y ornamentos, Henricus Hondius abrió Nova Hispaniae Descriptio (ca. 1610). El mar se orna con rosa de vientos, rumbos y navíos. Por los cuatro lados del mapa, se orna con vistas de ciudades en cartelas ovaladas y figuras masculinas y femeninas representativas de tres estamentos sociales: nobles, comerciantes y campesinos, cobijadas en rectángulos con leyendas explicativas en latín. Las cuatro ciudades importantes: Lisboa, Toledo, Sevilla y Valladolid se sitúan en la parte inferior, en mayor tamaño, enmarcadas por un medallón con el busto de Felipe III. Otras seis vistas de ciudades: Alhama, Granada, Bilbao, Burgos, Vélez Málaga y Écija, en menor tamaño, se sitúan en la parte superior del mapa. Esta tradición ornamental será continuada en Amsterdam por Jansson, Visscher, Danckerts y Speed. En 1631, Henricus Hondius abrió otro mapa, rectificando la información geográfica de Cataluña. La cartela se sitúa encima de los Pirineos y el escudo de armas de Felipe III en la parte inferior. Del mismo año es el de Willem Janszoon Blaeu publicado en Appendix Theatri A. Ortelii et Atlantis G. Mercatoris. En este, la cartela se sitúa sobre los Pirineos y el escudo de armas en el borde inferior derecho. Los Blaeu continuaron publicando grandes atlas durante el siglo XVII: Theatrum Orbis Terrarum sive Atlas Novus de Willem (1630) y Atlas Maior o Geographia Blaviana, de Joan, siendo este el mayor y más bello editado en 11 volúmenes (1662) con todo tipo de detalles, gran calidad en el grabado, estampación y coloreado manual. El mapa de España de ambos: Regnorum Hispaniae nova Descriptio es de la misma plancha y solo se cambia el nombre del editor Guilielmus y Ioanum. Se inspira en el mapa mural de Petrus Kaerius.
Entre los últimos mapas con información geográfica actualizada, destacamos el mapa Parte Orientale della Spagna. Parte Occidentale della Spagna, del franciscano Vincenzo M. Coronelli, publicado en Atlante Veneto (Venecia, 1690-1696). Otro grabador, Frederick de Witt, compró planchas de las casas Hondius-Janssonius y las pocas que se salvaron del incendio (1672) del establecimiento Blaeu, y las retocó.
Los mapas de España impresos en atlas durante este siglo se formaron a partir del comercio de las planchas de las principales familias de cartógrafos, a las que se fueron practicando retoques para corregir o actualizar la información geográfica y mejorar su aspecto artístico, cambiando cartelas y elementos decorativos. Por eso, apenas se aprecian cambios y a veces es difícil reconocer autorías y fechas. Sin embargo, muchos mapas perdidos se conocen de los ejemplares impresos en los atlas de los siglos XVI y XVII. Ninguno de estos mapas logró superar, en calidad y precisión, al mapa manuscrito de Pedro Texeira.
Siglo XVIII: ilustración y conocimiento del territorio
Las escuelas cartográficas europeas continuaron produciendo mapas de España durante el siglo XVIII a partir de las planchas de los editores de atlas. Los errores en la traza, ubicación de lugares y accidentes geográficos no se corrigieron. Con la llegada al trono de Felipe V, los cartógrafos franceses se volcaron en la edición de mapas. Nicolás de Fer, geógrafo del rey de España, formó un mapa general de España con fines propagandísticos, en diferentes versiones adornadas con retratos reales, cartelas con dedicatorias, escudos y escenas de victorias. Estos mapas alcanzaron prestigio, pero no cubrieron las necesidades de la administración borbónica. El monarca fundó instituciones científicas para fomentar la producción cartográfica en España: el Cuerpo de Ingenieros Militares, las Academias de Artillería de Ocaña y Segovia y la Academia de Guardiamarinas de Cádiz. Muchos de sus oficiales asumieron expediciones científicas y levantamientos cartográficos. Así, en 1734, Jorge Juan y Antonio de Ulloa fueron elegidos para participar en la expedición francesa para medir, cerca del polo y del ecuador, dos arcos de meridiano de un grado, observando cadenas de triángulos a lo largo de los meridianos y comparando las medidas. Se organizaron dos expediciones a Laponia y Perú dirigidas por Maupertius y La Condamine respectivamente. El resultado, publicado por la Academia de Ciencias de París en 1738, confirmó la tesis de Newton sobre el achatamiento polar de la Tierra, en contra de la teoría de la Academia de Ciencias de París y de los Cassini, que defendían su alargamiento por los polos. Los dos marinos españoles colaboraron con eficacia en trabajos geodésicos y militares.
Felipe V quería tener un mapa topográfico de España basado en una red geodésica como el mapa general de Francia, encomendado por su abuelo Luis XIV a los cartógrafos Jacques Cassini y su hijo César François. Los Cassini midieron cadenas de triángulos a lo largo de los meridianos y paralelos, cuyos vértices formarían el esqueleto del levantamiento topográfico. En 1747, César François comenzó el dibujo del mapa a escala 1:86.400, que fue terminado por su hijo Jacques Dominique en 1789.
Para cumplir los deseos del monarca, el marqués de la Ensenada, encargó a los padres jesuitas Carlos Martínez y Claudio de la Vega, profesores del Colegio Imperial de Madrid, el levantamiento de un mapa general de España, detallado y exacto, a partir de un conjunto de operaciones geométricas realizadas en las Audiencias del Reino. El mapa se formó entre 1739 y 1743 y está dedicado al marqués de la Ensenada. Consta de 36 hojas a escala 1:440.000. Le falta Galicia, Asturias, León, una parte de Castilla la Vieja y las islas Baleares y Canarias, que no se pudieron dibujar por la carencia de observaciones astronómicas y de buena cartografía de esas zonas. El trabajo de campo fue reducido y las observaciones astronómicas imprecisas, sin paralelos ni meridianos y con mayor uso de la cartografía regional existente. En él se indican divisiones territoriales creadas por el Decreto de Nueva Planta y los límites de reinos y provincias. Una copia del manuscrito, montado sobre tela, se guarda con los fondos de la Real Sociedad Geográfica en la Biblioteca Nacional de España. El mapa no cumplió las necesidades del Estado y quedó interrumpido.
Al regresar de la expedición a Perú, Jorge Juan permaneció un año en París aprendiendo la técnica de levantamiento de los Cassini. En España preparó un detallado plan para la península ibérica basado en una red geodésica y topográfica similar al mapa de Francia. Las Reglas o Instrucciones para su formación fueron redactadas por Jorge Juan y Antonio de Ulloa hacia fines de 1749 y comienzos de 1750. Una ordenanza dirigida a los Intendentes (1749) disponía que los ingenieros formasen mapas de las provincias y, si tuviesen dificultades, las consultasen a Jorge Juan y a Antonio de Ulloa. En junio de 1751, siendo director de la Real Compañía de Guardias Marinas, Jorge Juan presentó el presupuesto del proyecto a la Secretaría de Estado y del Despacho Universal de Marina. El Método de levantar y dirigir el mapa o plano general de España, con reflexiones a las dificultades que pueden ofrecerse, por Jorge Juan, capitán de navío de la Real Armada fue acogido favorablemente. Le acompañan unas Reflexiones sobre el método de levantar el mapa general de España. El marqués de la Ensenada lo impulsó con interés porque deseaba que España tuviese un mapa nacional a la altura del que tenían otros países europeos. El mapa, a escala 1:100.000, sería levantado por los métodos más modernos y asumido por el Estado, siendo muy valioso para la confección del catastro en el reino de Castilla y el fomento de la economía y de las comunicaciones. Los instrumentos necesarios se fabricaron en París y Londres.
El Secretario de Estado se lamentaba de que los únicos mapas generales que había impresos contenían muchos errores por haber sido abiertos por holandeses, franceses o italianos, debido a la carencia de buenos grabadores y cartógrafos españoles. Por eso, en 1752, envió a París como pensionistas reales a los geógrafos Tomás López y Juan de la Cruz Cano y Olmedilla para perfeccionarse en el dibujo y grabado de mapas, estudiar geografía y trabajar en el levantamiento del mapa de España. Les acompañaron los grabadores Manuel Salvador Carmona y Alonso Cruzado. Durante ocho años, los pensionistas aprovecharon las enseñanzas de sus maestros. Tomás López estudió geografía en el colegio de Mazarin y asistió al estudio de Jean Baptiste Bourguignon d’Anville, prestigioso geógrafo del rey francés.
Los trabajos de medición para el mapa de España se pusieron en marcha. En la correspondencia del Viaje de las Antigüedades de España de Luis José Velázquez (1752-1765), promovido por la Real Academia de la Historia y financiado por Fernando VI, consta que el ministro Ensenada encargó a Velázquez la formación de los mapas de Extremadura y Andalucía para incorporarlos al proyecto oficial. Velázquez tenía buenos conocimientos geográficos y cartográficos. Por su cuenta había preparado unas Reglas para la formación de un mapa general de España, al que acompañan unas noticias de los mapas generales y particulares, antiguos y modernos, que había impresos y manuscritos hasta su tiempo. En 1753 terminó el mapa de Extremadura con dedicatoria al marqués de la Ensenada. Después preparó el de Andalucía con la misma dedicatoria, cuya terminación coincidió con la destitución del ministro en julio de 1754. Los mapas se encuentran en paradero desconocido. El proyecto oficial de Ensenada fue abandonado. Hasta finales del siglo XIX no sería ejecutado.
Una vez más España se quedó sin mapa topográfico y los ilustrados continuaron lamentándose de esa carencia. Así, en 1757, fray Martín Sarmiento reclamaba un mapa «de gran magnitud que se hiciese, se abriese y se estampase en España» por españoles, con los lugares situados según las medidas geográficas de longitud y latitud para señalar en él un sistema de caminos reales dirigidos desde Madrid, que se le había encomendado, porque los que se compraban a los extranjeros tenían «mil errores». A los mapas de Nicolás de Fer sucedieron los de otros cartógrafos franceses durante el reinado de Fernando VI.
Así, el de los reinos de España y Portugal de Pedro Gendron (1757), inspirado en el de Robert Vaugondy, al que acompaña un cuadro de texto con una síntesis geográfica y un listado de su organización administrativa.
Al regresar a Madrid en 1760, Tomás López asumió, en su estudio particular, la formación de los mapas de los reinos y provincias de España. Quería hacer un «Atlas Universal de todo el Mundo», después de completar el de las provincias de España. Su método de trabajo denominado de gabinete, como el de su maestro D’Anville, permitía hacer muchos mapas sin moverse del estudio. Necesitaba consultar buenas fuentes geográficas y cartográficas. En este sentido, Tomás López fue un privilegiado porque la protección de los reyes y ministros le abrieron las puertas de los mejores archivos oficiales y particulares. En los primeros mapas firmaba como «pensionista de Su Majestad en la Corte de París». Desde 1770 lo hizo con el título de «geógrafo de los dominios de Su Majestad», lo que le permitió hacer mapas de los reinos y provincias de España, de territorios hispánicos del Nuevo Mundo y de asuntos históricos y bélicos de actualidad. Para obtener información geográfica e histórica de primera mano, recurrió a un método muy difundido por los ilustrados: la carta circular y el interrogatorio, del que también se sirvieron las instituciones y organismos oficiales. Así lo habían hecho el ministro Ensenada para obtener las Respuestas de Única Contribución y la Real Academia de la Historia para hacer un Diccionario geográfico-histórico de España. Su origen se remonta a las conocidas Relaciones de los pueblos de España mandadas hacer por Felipe II. A ellas tuvo acceso Tomás López.
Dos años después de su muerte, en 1804, sus hijos reunieron los mapas y publicaron el Atlas Geográfico de España, que comprende el mapa general del Reino y los particulares de sus provincias. López fue el primer cartógrafo español que hizo los mapas de los reinos y provincias de España y de los dominios en América para formar el primer atlas completo de España. No eran los mapas científicos con principios geodésicos, levantamientos topográficos y mediciones sobre el terreno, que venían reclamando los ilustrados y los oficiales de la armada. El general de España y los de reinos y provincias tenían muchos errores en el emplazamiento de pueblos y accidentes geográficos, debido a la falta de mediciones astronómicas. Por eso, en 1783, bajo la iniciativa del conde de Floridablanca, Carlos III encomendó a Vicente Tofiño de San Miguel, director de la Escuela de Guardiamarinas de Cádiz, el levantamiento de la Carta esférica de las costas de España.
Contó con financiación oficial y la colaboración de alumnos y oficiales de la Academia. Para hacer los levantamientos utilizando el método geodésico, la costa se dividió en ocho sectores y se hicieron mediciones con técnicas modernas: determinaciones astronómicas, sondas, uso de bases de comprobación, etc. Los trabajos se ejecutaron entre 1783 y 1788. Había que levantar cartas de las costas para facilitar la navegación y conocer la traza correcta de la Península, que se había ido deformando en los mapas grabados en Europa, e incluso en el de Tomás López (1770). La dirección de los trabajos de grabado, estampación e impresión se encomendó a José de Vargas Ponce. En 1787 se publicó el Derrotero de las costas de España en el Mediterráneo y su correspondiente de África y el primer tomo del Atlas. En 1789, el Derrotero de las costas de España en el Océano Atlántico, y de las Islas Azores ó Terceras y el segundo tomo del Atlas. El mismo año se reunieron los dos tomos en un volumen bajo el título Atlas marítimo de España. Por su perfección técnica y su calidad en el grabado fue el mejor trabajo cartográfico del siglo. Tomás López lo consultó para mejorar la primera edición de su mapa general de España (1770), que ofrecía algunas deformaciones en el recorte de la costa. En la nueva edición (1792) corrigió el diseño de la Península, islas y frontera de África a partir de «las exactísimas cartas esféricas del Océano y Mediterráneo» de Vicente Tofiño.
El levantamiento topográfico del mapa de España seguía siendo objetivo prioritario de los ilustrados. En la presentación del Nomenclátor (1789) se requería el mapa para racionalizar la división territorial. Se planteó en varias ocasiones, pero no se puso en práctica. En 1796 se creó el Cuerpo de Ingenieros Cosmógrafos del Estado y a él se encomendó su ejecución. Diversas circunstancias políticas dificultaron su puesta en práctica. Así finalizaba el siglo con el magnífico trabajo de cartografía náutica de la Península y el mapa general de España corregido por Tomás López en el perfil costero, pero insuficiente por la inexactitud de su interior.
Siglo XIX: proyectos institucionales científicos
Los primeros proyectos para contar con un mapa de España geométricamente correcto y con un contenido riguroso y exhaustivo no cuajaron hasta mediados del siglo XIX. Durante el siglo XVIII, como ya hemos visto, hubo diferentes propuestas y se participó en algunos trabajos de importancia, tales como la medida del arco de meridiano en Perú, llevada a cabo por La Condamine entre 1736 y 1744 o la medida del meridiano de Dunkerque a Barcelona, realizada a finales de siglo. Cabe citar, sin embargo, el excelente Atlas hidrográfico de las costas de España (1789) de Vicente Tofiño, resultado de un levantamiento completo de la costa española empleando los mejores instrumentos y técnicas del momento. Su trabajo se utilizó como base para muchos de los mapas que se utilizaron a partir de entonces. El marino Felipe Bauzá, al frente de la Dirección de Hidrografía, propuso continuar con la construcción de una carta geométrica del interior de España pero los acontecimientos políticos de principios de siglo frustraron su iniciativa.
Durante la guerra de la Independencia trabajaron en España cartógrafos militares ingleses y franceses. Con los datos recopilados y los obtenidos mediante itinerarios, reconocimientos y levantamientos sobre el terreno, mejoró la precisión y el contenido de los mapas de España que se publicaron en ambos países. Un buen ejemplo es el Mapa Civil y Militar de España y Portugal (Paris, 1840), a escala 1:750.000, de A. Donnet.
Tras las Cortes de Cádiz de 1812 y la paulatina ruptura con el Antiguo Régimen, se intensificó la necesidad de elaborar un mapa de España como los ya planteados. Al interés militar y científico esgrimido por los ilustrados se añadió el hecho de que la aplicación de las políticas decimonónicas, especialmente las liberales, requerían de un conocimiento geográfico lo más exacto posible para aplicar sus reformas administrativas, evaluar los recursos naturales disponibles y llevar a cabo un reparto de las cargas fiscales de forma equitativa. Sin embargo, la inestabilidad política y la debilidad institucional que caracterizó la primera mitad del siglo XIX frustraron las diferentes iniciativas que fueron emprendidas. En este marco, cabe destacar algunas iniciativas personales relevantes: la Carta geométrica de Galicia (París, 1845), a escala 1:100.000, de Domingo Fontán, basada en una red geodésica; y el Atlas de España y sus posesiones de ultramar (1847-1870, incompleto), a escala 1:200.000, de Francisco Coello.
La construcción y medida de la red geodésica española se inició en 1853 como resultado de la creación de la Dirección de la Carta Geográfica de España. En 1858 se midió la base central de la triangulación en Madridejos (Toledo), la red de primer orden se concluyó en 1915, la de segundo orden en 1927 y la de tercer orden en 1930. Cabe citar aquí, entre otros, el papel desempeñado por Carlos Ibáñez e Ibáñez de Íbero, quien llevó a cabo los enlaces de la Península con las islas Baleares y con Argelia.
En 1859 se promulgó la ley de Medición del Territorio con el objetivo de levantar el mapa de España y establecer un catastro general. Francisco Coello ideó un plan de trabajos para realizar ambas tareas de forma simultánea, mediante un levantamiento topográfico-catastral a escala 1:2.000. Los primeros trabajos se llevaron a cabo en la provincia de Madrid, primero por la Comisión de Estadística y después por la Junta General de Estadística. Entre 1861 y 1869 se levantaron miles de minutas, las conocidas como Hojas kilométricas, de poco más de 100 municipios. El proyecto acabó siendo descartado por demasiado costoso, complejo y lento.
La alternativa consistió en la creación, en 1870, del Instituto Geográfico, con la finalidad de continuar con los trabajos geodésicos en marcha y confeccionar el Mapa Topográfico Nacional (MTN) a escala 1:50.000, dejando para más adelante la elaboración del catastro. El mapa de España consistió en una colección de hojas para el territorio peninsular y las islas Baleares. Cada hoja cubría 20’de longitud por 10’de latitud, con origen de longitudes en el meridiano de Madrid, origen de altitudes el del nivel medio del mar en Alicante, elipsoide de referencia de Struve y proyección poliédrica de Tissot. El relieve era representado por curvas de nivel cada 20 metros. Como primer sistema de reproducción se utilizó la litografía a cinco colores: azul para la hidrografía, verde para cultivos y vegetación, siena para el relieve, rojo para las construcciones y carreteras y negro para los límites administrativos, vértices geodésicos, ferrocarriles, resto de red viaria y la rotulación. Las primeras hojas se publicaron en 1875 y la última de la primera edición no apareció hasta 1968.
El principal artífice del proyecto MTN y primer director del Instituto Geográfico fue Ibáñez de Íbero. Para la parte correspondiente al levantamiento topográfico se optó por tomar el municipio como unidad de trabajo. Para cada uno se llevaba a cabo el deslinde de su término jurisdiccional; se observaba una red topográfica de triangulación; se elaboraba una minuta con la planimetría y otra con la altimetría, ambas a escala 1:25.000; y se levantaban las poblaciones de más de 10 viviendas a escala 1:5.000 y 1:1.000. Los trabajos topográficos se llevaron a cabo con brújulas para los itinerarios, teodolitos para triangulaciones y poligonales, niveles para las nivelaciones y cintas métricas para detalles y puntos destacados. Todas las medidas se consignaban en cuadernos especialmente diseñados para contenerlos y llevar a cabo los cálculos necesarios, según las instrucciones impartidas el mismo año 1870. Las minutas de planimetrías, altimetrías y planos de población se hallan en el Archivo Técnico del actual Instituto Geográfico Nacional y constituyen una rica fuente de información, tanto por la extensión como por el detalle, de la geografía española. Sin embargo, las características técnicas del proyecto variaron con el tiempo, por lo que no se puede considerar completamente homogéneo. A finales del siglo XIX sólo se había trabajado en la mitad sur de España.
En cuanto a la cartografía temática, cabe destacar el interés mostrado por disponer de un mapa geológico. En 1850 se creó la Comisión del Mapa Geológico de España y pronto empezaron a publicarse mapas provinciales con escalas entre 1:100.000 y 1:400.000. En 1864 Amalio Maestre publicó el primer mapa geológico de España a escala 1:2.000.000 y la primera edición del conjunto mural del mapa geológico peninsular a escala 1:400.000 fue de 1889. En otras materias, se pueden citar, por parte de instituciones públicas, la Carta de los ferrocarriles de España y carreteras de 1º, 2º y 3º (1876), a escala 1:1.000.000, y la Carta general de obras públicas de España (1882), que consta de 16 hojas a escala 1:500.000. De entre las iniciativas privadas destacamos la Colección de Mapas Especiales de España (1859-1860) de Miguel de Avellana, y el Atlas geográfico descriptivo de la Península Ibérica, Baleares y Canarias y Posesiones de Ultramar (1880), de Emilio Valverde.
También hubo una importante aportación militar a la cartografía española. Tanto Coello como Ibáñez de Íbero fueron militares. En 1863, el Cuerpo de Estado Mayor inició la formación del Mapa Itinerario Militar de España a escala 1:500.000, que publica el Depósito de la Guerra en 1865 en 20 hojas. A partir de 1869 se inició el Mapa Itinerario a 1:200.000, del que a finales de siglo sólo se publicaron 22 hojas de las 65 proyectadas.
Siglo XX: representación contemporánea de España
Durante el primer tercio de siglo el proyecto MTN avanzó con paso firme pero lento, lastrado por los pocos recursos disponibles y con la presión de elaborar el catastro. En 1906 se aprobó la Ley del Catastro, que planteó su formación en dos fases, una primera de avance catastral, que permitiría una evaluación por municipios de la riqueza territorial, y una segunda de catastro parcelario. La parte cartográfica de los trabajos le fue encomendada al Instituto Geográfico, que los estuvo realizando hasta 1971.
La dictadura de Primo de Rivera quiso impulsar el proyecto y en 1923 se creó el Consejo Superior Geográfico, bajo el mando del Estado Mayor del Ejército, para definir las necesidades cartográficas del país y coordinar su producción. El Depósito de la Guerra pasó a colaborar tanto en el MTN como en el catastro. Cabe destacar aquí la creación, el año 1927, del Servicio Hidrográfico de la Armada dentro del Observatorio de Marina. En 1931, con la República, se revertió a la situación anterior y se continuó con el avance catastral.
La marcha de los trabajos se benefició de algunas mejoras técnicas. A partir de 1915 se sustituyó en el Instituto Geográfico la impresión litográfica por el uso de técnicas fotomecánicas para el heliograbado en cobre, lo que impulsó la edición del MTN. También se fueron incorporando las técnicas fotogramétricas, con las que se había experimentado desde finales del siglo XIX y durante la guerra de Marruecos. En 1920 se creó el Servicio Geográfico y Laboratorio Meteorológico de Aviación Militar y en 1927 se fundó la Compañía Española de Trabajos Fotogramétricos Aéreos (CETFA), la primera empresa privada en España dedicada a vuelos con fines cartográficos. En el Instituto Geográfico se había incorporado la fotogrametría terrestre en 1914 para los trabajos topográficos y en 1934 se inició el uso de la fotogrametría aérea para el levantamiento del MTN.
Por otro lado, durante este periodo se completó la red geodésica en las islas Canarias, que se enlazó con el continente africano en 1928, y en 1924 se terminó la nivelación de precisión en la Península.
Al comienzo de la guerra civil, el MTN impreso cubría aproximadamente la mitad del territorio. Por parte del Depósito de la Guerra, el Mapa Militar Itinerario de España a escala 1:200.000 estaba completo pero era una edición anticuada y sin altimetría. Se había emprendido su modernización en 1929 y sólo contaba con cuatro hojas impresas. El Mapa Militar de España a escala 1:100.000, empezado en 1915, no llegaba al 10% de cobertura. Con tan escasa información, ambos ejércitos hicieron un gran esfuerzo para obtener y utilizar cartografía a escala 1:50.000. En el bando republicano se actualizaron los fondos del Instituto Geográfico para la elaboración de una edición especial. En el bando nacional se contó con la ayuda de Alemania, que proporcionó copias del MTN hasta entonces publicado; con la ayuda de Italia, que desplazó una Sección Topocartográfica con capacidad para elaborar e imprimir planos; y con los fondos de la Confederación Hidrográfica del Ebro. Se editaron varias series. La más completa fue la denominada Mapa Nacional, que cubría las zonas de mayor interés militar.
Tras la contienda se recuperó la figura del Consejo Superior Geográfico para coordinar los trabajos del Instituto Geográfico, del Servicio Geográfico del Ejército (evolución del Depósito de la Guerra) y del Servicio Cartográfico del Aire. Además, en 1943, se creó el Instituto Hidrográfico de la Marina para acometer las necesidades en cartografía náutica. Utilizando las minutas a escala 1:25.000 del MTN, el Servicio Geográfico del Ejército debía formar y publicar el Plano Director de la cartografía militar a escala 1:25.000 y el Mapa Militar de Mando a escala 1:100.000. El Instituto Geográfico continuó con el catastro y la formación del MTN a escala 1:50.000, que debía publicar en versión civil y en versión militar (incluía, superpuesta, la cuadrícula Lambert reglamentaria en el Ejército). El Consejo Superior Geográfico designaba las zonas de trabajo de campo para cada institución. El impulso dado a la producción fue importante pero no supuso la culminación del MTN por diferentes razones: no se contó con los recursos necesarios tras la guerra civil y se priorizó la actualización de algunos territorios, por consideraciones estratégicas, en detrimento de concluir las zonas sin mapa.
Durante la segunda guerra mundial, España fue considerada como un posible escenario de operaciones militares. Alemanes, británicos y americanos elaboraron, preventivamente, cartografía de detalle del territorio español reutilizando el corte del MTN y apoyándose en las hojas publicadas que habían recopilado. Tras la guerra, el Army Map Service americano desarrolló la proyección UTM como cuadrícula militar uniforme para todo el mundo y tomó la decisión de acometer la tarea de recopilar y armonizar la información topográfica de su zona de influencia en Europa Occidental. Entre 1948 y 1950 se compensó en un solo bloque la red geodésica fundamental española. La Fuerza Aérea americana llevó a cabo los primeros vuelos fotogramétricos completos de España en 1945-1946 (Serie A), en 1956-1957 (Serie B) y en 1970-1971 (Serie C). Entre 1950 y 1980 el organismo americano imprimió más de 1.000 hojas de la serie M781.
La colaboración entre Servicio Geográfico del Ejército y el Instituto Geográfico quedó suspendida en 1966 y la última hoja de la primera edición del MTN se publicó en 1968. En esos momentos, la institución militar había terminado el Mapa Militar Itinerario con altimetría a escala 1:200.000, el Mapa de Mando a escala 1:100.000 y había formado 1.750 hojas del Plano Director a escala 1:25.000 siguiendo el Reglamento de Cartografía Militar de 1933. En 1968 reorganizó su producción, que pasó a estar formada por seis series, escalonadas entre la escala 1:800.000 (Serie 8C) y la 1:25.000 (Serie 5V). La serie L, que corresponde a la escala 1:50.000, constó de 1.081 hojas impresas entre 1967 y 1986.
El Instituto Geográfico basó por entero la actualización del MTN en las fotografías aéreas proporcionadas por los americanos, con las que se formaron las minutas a escala 1:40.000. Sin embargo, poco después se decidió dirigir los esfuerzos de la institución a la elaboración del Mapa Topográfico Nacional a escala 1:25.000, primero como una serie complementaria, después ya como serie básica, de forma acorde con lo que se estaba llevando a cabo en el resto de países occidentales. La primera hoja se publicó en 1971. Hasta 1985 su formación fue analógica.
El catastro rústico recibió un importante impulso en 1941 y a finales de los años cincuenta casi la totalidad del territorio estaba cubierta, aunque con diferentes calidades. A mediados de los años sesenta se abordó el catastro urbano, que pocos años después se transfirió al Ministerio de Hacienda.
El sistema geodésico de referencia oficial en España se fue perfeccionando de forma paulatina durante la segunda mitad del siglo XX. La última actualización fue en 2007, con la implantación del sistema ETRS89, que incorpora medidas globales realizadas con técnicas de posicionamiento por satélite. En 1970 se adoptó la proyección UTM, el meridiano de Greenwich como origen de longitudes y parámetros de referencia comunes con el resto de Europa Occidental.
El desarrollo del Estado de las autonomías en España en los años ochenta introdujo nuevos productores institucionales de series topográficas a escalas 1:10.000 y 1:5.000. En 1986 se publicó la Ley de Ordenación de la Cartografía para su coordinación, actualizando y reorientando el papel del Consejo Superior Geográfico, convertido en organismo civil, y estableciendo nuevos instrumentos, tales como el Registro Central de Cartografía y el Plan Cartográfico Nacional. Por otro lado, la incorporación de España a la Comunidad Económica Europea ha llevado a colaborar con diferentes proyectos relacionados con la armonización de datos geográficos, que culminaron en 2010 con la Ley sobre las Infraestructuras y los Servicios de Información Geográfica en España. Además, esta ley renueva conceptualmente la de 1986, distinguiendo entre datos de referencia y datos temáticos, y estableciendo el papel desempeñado por los diferen-tes productores. Entre ellos cabe citar, como esenciales para conocer los diferentes aspectos territoriales de España, el catastro elaborado por la Dirección General del Catastro (salvo en los territorios forales); el Mapa Geológico de España a escala 1:50.000 (MAGNA) elaborado por el Instituto Geológico y Minero de España; la cartografía náutica elaborada por el Instituto Hidrográfico de la Marina; la información medioambiental recopilada por el Ministerio de Agricultura y Pesca, Alimentación y Medioambiente, etcétera.
Desde el punto de vista productivo, cabe destacar el papel preponderante que han ido adquiriendo las imágenes aéreas y espaciales. Entre 1977 y 1983 se llevó a cabo el llamado Vuelo Interministerial o del IRYDA a escala 1:18.000 todavía en blanco y negro. El color fue introducido a partir del vuelo de costas de 1989-1991, realizado a escala 1:5.000. A partir de 1999 se llevan a cabo periódicamente vuelos fotogramétricos sobre todo el territorio nacional y a partir de 2004 se digitaliza completamente el proceso, desde la toma de imágenes aéreas hasta la obtención de ortofotografías digitales. Una evolución paralela siguió la teledetección, especialmente a partir de la serie de satélites LANDSAT desarrollados por la NASA. El primero se puso en órbita en 1972 y proporcionó las primeras imágenes de detalle de España desde el espacio.
La informatización ha cambiado completamente la elaboración de información geográfica. Su introducción ha sido paulatina desde los años ochenta y en la primera mitad de los noventa aparecieron publicadas las primeras hojas así formadas. Por otro lado, cabe añadir el gran impacto que está teniendo el uso de internet, ya entrado el siglo XXI, como canal de difusión e intercambio de información geográfica. La representación de España nunca ha sido tan precisa ni ha estado tan al alcance de todos como en la actualidad.
En la página Libros Digitales del ANE puedes descargar la obra completa España en mapas. Una síntesis geográfica.