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Como ya se demostró hace más de cien años, la cartografía médica es una herramienta fundamental para la visualización de los procesos de difusión de las enfermedades, la gestión de las crisis epidemiológicas y la toma de decisiones. Los estudios clásicos sobre salud pública y ciudad recuperan un espacio que hasta hace poco parecía impensable introducir en el debate urbano del siglo XXI. La pandemia de la COVID-19 obliga a una reformulación de los estudios urbanos, recuperando antiguos debates que propicien la reflexión sobre problemas urbanos no satisfactoriamente superados. Entre ellos, los referidos a las desigualdades en la ciudad. La enfermedad, precisamente, se está mostrando como un indicador principal y muy expresivo de las desigualdades urbanas. El descuido sistemático de las necesidades humanas universales de refugio, salud y seguridad parece que están provocando que los barrios con rentas más bajas sean desproporcionadamente más vulnerables, en este caso, a la pandemia COVID-19, no sólo en términos de salud, sino también en pérdida de renta, aumento del desempleo, menor protección social, etc. El incremento de la pobreza y el aumento multiescalar de la desigualdad socioespacial cristalizan en lo que se viene a denominar injusticia espacial. No resulta arriesgado manifestar, aunque sea como hipótesis plausible, que la pobreza y precariedad están provocando más contagios y víctimas entre los más vulnerables.
La vulnerabilidad en Barcelona y Madrid castigan especialmente a las periferias urbanas, sobre todo aquellas construidas durante el desarrollismo (1960-1970), con alta presencia de vivienda social, altas densidades y que sirven como lugar de residencia de población inmigrante (primero de la emigración interior y más recientemente de la extranjera laboral). En Barcelona, la fractura social se percibe en un norte y sur mucho más vulnerables frente al oeste más privilegiado. En Madrid, la relación es claramente sur-norte. En los dos casos, la baja vulnerabilidad es característica común en los espacios centrales (ensanches y centros históricos).
En estos últimos, los índices elevados se reducen a puntuales reductos de áreas todavía no rehabilitadas o gentrificadas, como por ejemplo el Raval en Barcelona. En definitiva, la detección de estos contrastes en Madrid y Barcelona parece que han podido favorecer, en general, la existencia de una relación directa entre altas tasas de vulnerabilidad y la incidencia acumulada por la COVID-19. La distribución de la vulnerabilidad en Barcelona, a partir del índice elaborado, dibuja una ciudad con unas tasas elevadas que se concentran, por un lado, en las barriadas populares del norte municipal (Torre Baró, Ciutat Meridiana, Canyelles, les Roquetes) y algunas del nordeste, como Bon Pastor –secciones con destacada presencia de población trabajadora e inmigrante– y, por otro, en un extenso territorio del sur de la ciudad que se corresponde con la zona portuaria y la Barceloneta. En estos territorios se supera la incidencia acumulada de 500 casos por 100.000 habitantes (febrero-junio 2020) e incluso, en algunos, se alcanza el máximo considerado (1.000 casos). Por su parte, los indicadores de vulnerabilidad más baja se localizan en las secciones censales de la zona oeste, desde Pedralbes y Sarriá, pasando por buena parte de las secciones del Eixample, hasta la primera línea litoral, altamente revalorizada (desde la Vila Olímpica del Poblenou hasta Diagonal Mar i el Front Marítim del Poblenou). A la vista de los datos acumulados de COVID-19, son las áreas de más baja incidencia del municipio, mayoritaria-
mente con una tasa por debajo de 500 casos.
Esta dualidad social es igualmente percibida en el municipio de Madrid. Las secciones censales periféricas del sur, originalmente obreras e industriales, obtienen los índices de vulnerabilidad más altos, en secciones censales localizadas en Vicálvaro, Villa de Vallecas, Villaverde, Puente de Vallecas y Carabanchel. Estos barrios se sitúan dentro de distritos con una alta incidencia acumulada en términos absolutos, aunque no siempre registran las tasas relativas (por 100.000 habitantes) más elevadas. Por su parte, la vulnerabilidad más baja se localiza en el norte, ensanche y la mayor parte del centro histórico; parte sur de Fuencarral-El Pardo, Moncloa-Aravaca, Chamartín, Salamanca, Centro, Retiro, Hortaleza, buena parte de Ciudad Lineal, etc. Aunque, en general, éstas son las áreas con menor incidencia, existen algunas excepciones como es el caso de Retiro.
En suma, las dos cabeceras del sistema urbano español tienen importantes problemas de vulnerabilidad. La situación actual demuestra que las mejoras urbanas de las últimas décadas se fundamentaron sobre bases y estructuras débiles y sobre un modelo de ciudad desigual políticamente aceptada. Primero, la crisis de 2008 y las denominadas políticas poscrisis ahondaron las desigualdades internas en unas ciudades que ya tenían importantes problemas de cohesión social. Posteriormente, la crisis relacionada con la COVID-19 puede provocar un aumento del desequilibrio señalado en relación a la vulnerabilidad. Habría que iniciar nuevas investigaciones al respecto, pero existe el riesgo de que la vulnerabilidad detectada en los espacios más precarios se expandiese a ámbitos que hoy están habitados por clases medias y aparentemente bien integrados en la ciudad.
 
{{ANEAutoria|Autores= Rubén C. Lois González}}
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[[Categoría:La pandemia COVID-19 en España]]
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