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Revisión del 15:28 16 feb 2022
La pandemia COVID-19 en España. Primera ola: de los primeros casos a finales de junio de 2020
Monografías del Atlas Nacional de España. Nuevo contenido
Estructura temática > La pandemia COVID-19 en España > Recursos movilizados
La movilización de recursos con vistas a luchar contra la pandemia COVID-19 resulta muy difícil de cuantificar y, por tanto, reflejar de manera objetiva en los gráficos y mapas de esta monografía. Lo es por la gran diversidad de agentes que participaron en esta movilización, la heterogeneidad de las acciones y la condición de las mismas, unas veces tangible y, otras, intangible; prueba de ello fue, por ejemplo, el significativo movimiento de solidaridad que se vivió en los momentos más duros de la primera ola de la pandemia y que el lector puede apreciar en la muestra que se presenta en el tema Acciones Solidarias.
En este tema se fija la atención en dos aspectos que, como se acaba de decir, en manera alguna, agotan la movilización habida; tómense, por tanto, como ejemplos demostrativos. En primer lugar, se exhiben algunos indicadores del esfuerzo añadido en el campo sanitario y colaborativo con éste. A continuación, se reseña la participación de las Fuerzas Armadas que tuvo su marco de actuación en la llamada Operación Balmis. Únase a lo anterior el texto que presenta la experiencia vivida en el Hospital Clínico Universitario Lozano Blesa.
Como se ha indicado al comienzo de este tema, no existe, y resulta muy difícil concebir su posible existencia, un registro fehaciente de la movilización de nuevos recursos habida durante la primera ola de la pandemia con el fin de luchar contra el virus y mitigar su impacto. El esfuerzo económico de las administraciones públicas, la generosa disponibilidad de los profesionales de la sanidad pública y privada, la colaboración de empresas y entidades privadas, materializada en donaciones, y las iniciativas particulares o comunitarias venidas desde el seno mismo de la sociedad constituyeron eslabones decisivos en la construcción de una respuesta que demostró ser enormemente eficaz.
Un primer indicador que muestra el cambio ocurrido en los hospitales fue la mayor disponibilidad de camas en las Unidades de Cuidados Intensivos (UCI), representado por comunidades autónomas en el mapa Evolución de la dotación de camas UCI durante la primera ola de la pandemia. Si se atiende al comienzo de 2020 como referencia, la suma total de camas en UCI sin neonatos, incluyendo los puestos de críticos que disponían de respirador y los que no, se había multiplicado por 2,5 a primeros de abril para el conjunto de la sanidad pública y privada en España. Pasado el momento de afección máxima de la pandemia dentro de la primera ola, se produjo una disminución de este importante recurso a principios de junio, aun así, se contaba con un 78% más que a comienzos de año.
Al margen de la intensificación del uso de la infraestructura hospitalaria existente en la sanidad pública y privada se realizaron acciones de gran calado con el fin de ampliar la capacidad de acogida a un creciente número de personas contagiadas con necesidad de ingreso hospitalario. La vía utilizada fue la medicalización de un número importante de plazas de hotel y la construcción de hospitales de campaña. En el mapa Camas en hoteles medicalizados durante la primera ola de la pandemia se muestra el resultado de una de estas acciones por la que se habilitaron un importante número de camas en centros no sanitarios.
Las diferentes comunidades autónomas desplegaron acciones muy importantes para multiplicar su capacidad de asistencia para enfermos con necesidad de hospitalización. A modo de ejemplo, se puede citar a la Comunidad de Madrid que, por razón de la especial incidencia de la pandemia, habilitó, entre el 23 de marzo y el 1 de mayo de 2020, las instalaciones de IFEMA como hospital de campaña, en donde se atendió a cerca de 5.000 pacientes en los pabellones 5 y 7 y trabajaron incansablemente más de 1.200 profesionales sanitarios. Junto a ello, se vivió un intenso movimiento solidario, nacido de la iniciativa social. Las redes sociales sirvieron, una vez más, para canalizar demandas y ofrecimientos; es muy ilustrativo el flujo de mensajes en Twitter que hacían referencia al movimiento solidario desplegado en este hospital de campaña de IFEMA, como se aprecia en el gráfico del mismo nombre.
HOSPITAL CLÍNICO UNIVERSITARIO «LOZANO BLESA» La experiencia vivida en el hospital Clínico Universitario Lozano Blesa de Zaragoza no es fácil de sintetizar. El hospital abarca una amplia área sanitaria con población muy castigada por la COVID-19 y con numerosas residencias de ancianos en su ámbito de referencia. El primer caso se identificó en el hospital el 3 de marzo de 2020. En enero, ya se había constituido en el hospital el Grupo COVID formado por profesionales de los servicios de Medicina Preventiva, Prevención de Riesgos Labores, Urgencias, Microbiología, Medicina Interna, Enfermedades Infecciosas y Cuidados Intensivos, junto con representantes de la dirección médica y de enfermería del centro. Este grupo elaboró un Plan de Contingencia cuyas previsiones quedaron superadas. Se cuidó especialmente que la movilización desencadenada tuviera su apoyo en un doble componente, humano y técnico. En relación al primero, hay que destacar la profesionalidad de todos los trabajadores, sanitarios y no sanitarios. Médicos, enfermeros, técnicos de laboratorio y otros muchos profesionales trabajaron hasta la extenuación en turnos dobles, horas extraordinarias, etc. No es fácil olvidar la cara de los profesionales con las marcas de presión de los equipos de protección. Su trabajo no hubiese sido posible sin otros muchos profesionales, como los servicios técnicos que controlan los circuitos de ventilación o el personal de limpieza, cuyo esfuerzo ha sido encomiable, entre otros. Desde el punto de vista técnico se tomaron las decisiones más oportunas, a la vez que se vivía un inestimable aprendizaje. El sistema sanitario no estaba preparado para un fenómeno de tal magnitud, ni tan mantenido en el tiempo. No obstante, se multiplicó el esfuerzo para adaptar el hospital desde el punto de vista estructural, de equipamiento y organizativo. En un tiempo récord se creó una nueva área de cuidados intensivos, se adaptó el Bloque Quirúrgico para acoger a pacientes COVID y a pacientes operados no COVID. La zona de hospitalización se reorganizó con áreas exclusivas para pacientes COVID; en urgencias se estableció un circuito independiente para los posibles pacientes infectados. En relación a los recursos humanos, se intensificaron las medidas de protección, definiendo los escenarios posibles en el centro y los equipos de protección a portar; junto a todo lo anterior, se cuidó muy específicamente la formación del personal en protección. Se extendieron a todo el hospital las denominadas Precauciones Universales Ampliadas, con el fin de proteger a otros pacientes y a los profesionales del propio hospital. Las dinámicas de trabajo se modificaron y profesionales que nunca habían trabajado juntos formaron equipos multidisciplinares; fue realmente gratificante ver cómo neurólogos, alergólogos, hematólogos, anestesistas… trabajaban codo con codo con los internistas e intensivistas. |
Operación Balmis
La intervención de las Fuerzas Armadas (FAS) en la lucha contra la pandemia COVID-19 ha sido un ejemplo de lo que alguien pudiera llamar nuevas misiones de los Ejércitos y la Armada como instrumento clave en la resolución de cualquier tipo de crisis. Realmente ésta y el resto de las misiones asignadas a la FAS no son nuevas ya que están perfectamente definidas en la LO 5/2005 de la Defensa Nacional, donde en su artículo 15.3, claramente se expone: «Las Fuerzas Armadas, junto con las Instituciones del Estado y las Administraciones públicas, deben preservar la seguridad y bienestar de los ciudadanos en los supuestos de grave riesgo, catástrofe, calamidad u otras necesidades públicas, conforme a lo establecido en la legislación vigente». Sin embargo, aparte de las intervenciones de la Unidad Militar de Emergencias (UME) y del 43 Grupo del Ejército del Aire y puntualmente intervenciones menores de algunas unidades, la primera vez que las FAS en pleno asumen este cometido ha sido como parte del esfuerzo global de España para vencer a la COVID-19. La Operación Balmis, que ha contado con la participación de más de 188.000 militares, ha supuesto el mayor esfuerzo de las FAS en tiempo de paz de la historia.
El empleo de las FAS en la lucha contra la pandemia hay que enmarcarlo dentro del RD 463/2020, de 14 marzo, del estado de alarma. En cuanto se recibieron las directivas políticas se decidió iniciar una operación militar al uso y, por tanto, bajo la estructura operativa de las FAS. El Mando de Operaciones y el Estado Mayor Conjunto iniciaron el planeamiento y, prácticamente de forma simultánea, la ejecución de la Operación Balmis, denominada así en honor del médico militar que en el siglo XIX llevó las vacunas de la viruela a América en una iniciativa imaginativa y eficaz.
La clave del éxito de la Operación residió en varios factores, pero sin duda un elemento esencial fueron las premisas que se adoptaron para su planeamiento y ejecución: unidad de mando, la mayor simplificación posible de la cadena de mando y la agilidad de trámite de los apoyos desde las solicitudes de asistencia hasta su realización. Todos los medios disponibles trabajaron a las órdenes del Mando de Operaciones (MOPS) estructurados en cinco Mandos Componentes (Tierra, Mar, Aire, Emergencias y Sanidad Militar), incluso la logística de la operación se centralizó.
Las solicitudes de apoyos, a través de los delegados del gobierno que las enviaban a los ministerios delegados para la gestión de la crisis, se adelantaban directamente al MOPS. Estos apoyos se validaban, asignaban y ordenaban en un proceso sistemático y a la vez sencillo que permitía la rápida ejecución de las peticiones. Se contemplaron básicamente cuatro grandes áreas de apoyo: logístico, sanitario, seguridad e infraestructuras. Al amparo de estas áreas se agruparon las tareas más habituales: desinfecciones, traslado de enfermos, construcción de hospitales de campaña, transporte de equipo sanitario por vía aérea y terrestre y presencia para contribuir a la seguridad. Esta última tarea fue de las primeras en reducirse, dado el grado de aceptación de las instrucciones de confinamiento por parte de la población; de todos modos, se mantuvieron patrullas de presencia para apoyar a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado hasta prácticamente el final de la operación en control de fronteras y seguridad de infraestructuras críticas.
La tarea más triste para los soldados fue el traslado y custodia de fallecidos a los depósitos temporales que hubo que habilitar por razón de que, en un cierto periodo, se desbordó la capacidad de los servicios funerarios. En un principio la UME fue la unidad encargada de esta misión, uniéndose, posteriormente, otros componentes. Las intervenciones en las residencias de mayores fueron una de las tareas más habituales (5.301) y más críticas, dada la vulnerabilidad de nuestros mayores y la forma en que se vieron afectadas en los primeros momentos. Las desinfecciones fueron las actividades más solicitadas (11.061) aunque en los momentos finales también se formó en esta tarea a organismos civiles que podían tomar el relevo de unidades militares.
El transporte es otra de las actividades a resaltar, especialmente en los primeros momentos cuando aviones militares participaron en el traslado de material sanitario desde China a territorio nacional. Es de destacar también el apoyo a los bancos de alimentos que emplearon medios militares para la distribución de comida a las personas más necesitadas.
En la construcción de infraestructuras temporales sanitarias es preciso destacar el apoyo al montaje y la operación del hospital de campaña en IFEMA, en la Comunidad de Madrid, y en el de la Feria de Muestras de Barcelona. En el capítulo de apoyo sanitario, mencionar que toda la red permanente hospitalaria militar con los hospitales militares Gómez Ulla en Madrid y el Hospital General de la Defensa de Zaragoza dedicaron sus esfuerzos a la atención de pacientes afectados por el virus. En el Centro de Farmacia de la Defensa se elaboraron productos para la lucha contra el virus, sobre todo mascarillas una vez recibidas las maquinas adquiridas en China. La escasa dotación de las plantillas del Cuerpo Militar de Sanidad no permitió un apoyo más significativo en este campo, pero se pudieron suplir algunas deficiencias en algunos puntos de España con la presencia de buques de la Armada con capacidad hospitalaria, en concreto el Galicia estuvo atracado en Ceuta y en Melilla para suplementar la capacidad hospitalaria de esas dos ciudades autónomas.
Las intervenciones de las Fuerzas Armadas en la Operación Balmis se produjeron en todo el territorio nacional sin distinción de comunidades autónomas, en un esfuerzo total por salvar vidas y aliviar el sufrimiento de la sociedad española. Es de destacar que se desarrolló sin merma de las misiones permanentes de las FAS ni de las misiones en el exterior. Estas últimas, vieron reducidos sus efectivos temporalmente al disminuir la actividad en sus lugares de despliegue por la COVID-19, pero la vigilancia marítima y la vigilancia y el control del espacio aéreo en territorio nacional no sufrieron menoscabo alguno.
Para las Fuerzas Armadas, la Operación Balmis ha sido un enorme motivo de satisfacción porque ha permitido que desarrolle la función para la que están entrenados y especialmente cualificados, en apoyo directo al bienestar y la seguridad de la población.
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