Diferencia entre revisiones de «Actividades agrarias»
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Se puede afirmar que el secano ha sido, sin ninguna duda, la forma de aprovechamiento labrado de la tierra de mayor tradición histórica y la de mayor extensión superficial en España. Están asociados en buena parte estos secanos con el concepto de trilogía mediterránea, donde se integran como cultivos fundamentales los cereales de invierno (trigo y cebada), el olivo y la vid, si bien entre los cultivos leñosos ocupan amplios espacios (en algunos casos están en franco avance territorial) otras especies como el almendro. | Se puede afirmar que el secano ha sido, sin ninguna duda, la forma de aprovechamiento labrado de la tierra de mayor tradición histórica y la de mayor extensión superficial en España. Están asociados en buena parte estos secanos con el concepto de trilogía mediterránea, donde se integran como cultivos fundamentales los cereales de invierno (trigo y cebada), el olivo y la vid, si bien entre los cultivos leñosos ocupan amplios espacios (en algunos casos están en franco avance territorial) otras especies como el almendro. | ||
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Pero el mundo de los secanos es mucho más complejo que lo que pudiera deducirse de estos rasgos básicos, pues intrínsecos con los cultivos esenciales van un conjunto de técnicas o sistemas de cultivo que, a la larga, amplían y diversifican el espectro agrario de dichos secanos. Nos referimos a la práctica del barbecho y rotación de cultivos, que introducen variedad y diversidad, con la presencia de las leguminosas y algunas forrajeras; en este mismo sentido, el aprovechamiento ganadero de los residuos de las cosechas (rastrojos) abre un espacio híbrido entre secanos y ganadería extensiva con el que, en determinados aspectos, conviene contar. | Pero el mundo de los secanos es mucho más complejo que lo que pudiera deducirse de estos rasgos básicos, pues intrínsecos con los cultivos esenciales van un conjunto de técnicas o sistemas de cultivo que, a la larga, amplían y diversifican el espectro agrario de dichos secanos. Nos referimos a la práctica del barbecho y rotación de cultivos, que introducen variedad y diversidad, con la presencia de las leguminosas y algunas forrajeras; en este mismo sentido, el aprovechamiento ganadero de los residuos de las cosechas (rastrojos) abre un espacio híbrido entre secanos y ganadería extensiva con el que, en determinados aspectos, conviene contar. |
Revisión del 10:54 6 oct 2023
España en mapas. Una síntesis geográfica
Compendios del Atlas Nacional de España. Nuevo contenido
Estructura temática > Actividades productivas y económicas > Actividades agrarias y pesqueras > Actividades agrarias
La ocupación del suelo y la explotación de cuanto sobre él se extiende y desarrolla, orientada a la producción de alimentos y a la obtención de productos diversos, forma parte de lo que denominamos «actividades agrarias», desarrolladas en el campo (del latín ager, agri). En este concepto se contabilizan usos muy diversos: desde el cultivo y la recolección de cereales, leguminosas o leñosos, hasta el aprovechamiento de los pastos, así como de los productos derivados de los animales, pasando por la explotación de leñas y maderas de las formaciones arbóreas; son los «productos de la tierra». En la contabilización más extendida de los datos de estas actividades ha sido usual incluir también todo lo relacionado con la pesca y otras formas más recientes de explotación relacionadas con ella, como la acuicultura (técnicas del cultivo de especies acuáticas). Actividades agrarias y pesqueras han constituido, pues, un tipo específico en la clasificación de actividades económicas. El propósito de este capítulo es poner de relieve la diversidad geográfica y paisajística en que se traducen, sobre distintas unidades territoriales (provincias y comunidades autónomas), las principales características que definen todo este variado elenco de formas de utilización socioeconómica, a las que siempre se ha encuadrado dentro de las denominadas «actividades primarias» o «del sector primario», haciendo uso de variables e indicadores representativos (de estructura, de superficie, de producción, etc.). En definitiva, un resumen significativo y sintético de la geografía de las actividades agrarias y de la actividad pesquera y acuícola en España. La estructura de este capítulo recoge una secuencia temática de epígrafes relacionados que abarcan desde los aspectos más estructurales y demográficos, que están en la base de estas actividades y las condicionan (explotaciones agrarias, trabajadores y población activa vinculada a estos sectores), hasta los relacionados con distintas ocupaciones del suelo y su extensión (superficie agraria útil y categorías más amplias de usos, en secano y en regadío), con la superficie forestal y su diferenciación, con la explotación ganadera (prados y pastizales y peso de los distintos tipos de ganadería), o con la dimensión ya más productiva, diferenciada en agrícola y ganadera que cuantifica la cantidad obtenida de los distintos cultivos y alimentos (cereales, hortalizas, vino, carne, huevos….). De igual manera, parece importante dedicar una particular atención al interés que existe por otros cultivos, algo más especiales, y de cierta demanda y extensión más destacados en los últimos años (como son los derivados de la agricultura ecológica, orgánica o biológica, más respetuosa con el medio ambiente; también los cultivos genéticamente modificados –o transgénicos, también biotecnológicos–, como por ejemplo el maíz o el algodón; y asimismo, los cultivos forzados o intensivos, no estacionales, de rápido desarrollo, como pueden ser los cultivos en invernadero). Cierra el capítulo el repaso a las dimensiones más destacadas de la actividad pesquera y la acuicultura.
Población activa y explotaciones agrarias
La población activa que reúne el sector agrario y la actividad pesquera en España está en el umbral del millón de personas; es Andalucía la que mayores valores alcanza, seguida más de lejos ya por la Región de Murcia, ambas castillas, Galicia y la Comunitat Valenciana, aunque también es la andaluza la región donde el paro de esta población es más elevado (mapa Población activa en el sector agrario). Una población activa donde la proporción de asalariados ha ido creciendo frente al progresivo descenso de trabajadores independientes, hasta situarse las cifras en un entorno muy próximo a un 60% y 30% del total, respectivamente (gráfico Evolución de la población ocupada en el sector agrario). Este descenso ha sido importante, igualmente, en el grupo de población activa agraria vinculada a la ayuda familiar, aunque su volumen porcentual ha sido siempre mucho más bajo, sin llegar a superar el 10% del total desde principios de este siglo. Asimismo, ha de señalarse que existe un contraste geográfico notable, marcado en líneas generales por la divisoria del Sistema Central, entre las comunidades autónomas situadas al norte y al sur de la misma. Son estas últimas, precisamente, aquellas en las que el trabajo eventual de la población activa agraria está mucho más extendido y es nuevamente la comunidad andaluza la que alcanza los valores más destacados, frente a Extremadura, Castilla-La Mancha, Región de Murcia o la Comunitat Valenciana, si bien en el este y sudeste de España el tipo de trabajo eventual presenta diferencias con el de las otras regiones señaladas. La base territorial de la actividad agraria alcanza sus dimensiones más importantes, sobre todo, allí donde se extienden dehesas y latifundios, en las provincias extremeñas y castellano-manchegas, así como en algunas andaluzas y en Salamanca (mapa Superficie de las explotaciones agrícolas según tamaño). Un volumen de explotaciones, por otra parte, que ha ido disminuyendo en número y superficie (gráfico Evolución del número y superficie de las explotaciones agrícolas) y en cuya estructura interna dominan en número las más reducidas (se acercan a las tres cuartas partes del total las de menos de 10 hectáreas), si bien, como ya se ha comentado, son las de más de 50 ha las que mayor superficie concentran (holgadamente más de la mitad). En las regiones del norte y este de España es donde esta última categoría detenta la menor representatividad de superficie.
Usos y ocupación del suelo El mapa de Ocupación del suelo se ajusta bastante bien a las condiciones ecológicas del territorio (véase capítulos 3, 4 y 5). Bosques diversos y amplias superficies cubiertas por matorral en las zonas montañosas y húmedas, sobre todo de la mitad norte (a excepción de los pinares de pino piñonero al sur del Duero), donde también progresan los prados y pastizales orientados a los usos ganaderos; en las dos submesetas se hacen muy presentes los cultivos de secano, mientras que los regadíos ocupan una parte importante del valle del Ebro, de otros valles (Guadalquivir, Guadiana, Tajo, Duero) y de otras zonas periféricas (este y sur) y las zonas mixtas se extienden por el oeste ibérico. A lo largo de estos dos últimos decenios ha sido constante y relativamente sostenido el ritmo de crecimiento de la superficie geográfica ocupada por los usos forestales, producto también de los procesos de forestación apoyados, entre otras razones, en las ayudas y fondos europeos encaminados a este aprovechamiento. De este modo, esta forma de ocupación copa prácticamente un 40% de la superficie geográfica total de España. Son, especialmente, las provincias y comarcas de algunos de los principales sistemas montañosos de todo el país, aunque no en su totalidad, las áreas donde mayor representación territorial alcanzan (montañas galaico-leonesas, montaña cantábrica, cordillera ibérica y montaña pirenaica, más particularmente); también algunas zonas adehesadas de Extremadura y Castilla-La Mancha; e igualmente en ambos archipiélagos (Baleares y Canarias, en este último caso en las islas occidentales) los usos forestales están bastante representados espacialmente. El conjunto formado por las provincias gallegas, la región asturleonesa, así como las provincias del Pirineo central y la zona extendida por Guadalajara, Cuenca y Teruel, es donde los valores porcentuales son más altos. De todas estas áreas, las masas forestales de coníferas se localizan preferentemente en diferentes núcleos de la mitad oriental: montañas vascas, determinados espacios de la cordillera ibérica –extremos de la misma-, así como en las sierras jienenses y a lo largo de la cordillera central, donde el pino silvestre y el pinaster son las especies representativas; también al sur del Duero, aunque en este caso son las masas de pino piñonero las que densifican el paisaje forestal. Los bosques de frondosas, por su parte, se extienden preferentemente por el noroeste y el norte de la Península, es donde alcanzan mucha mayor presencia, si bien no están ausentes tampoco de otras áreas, pero con una representatividad diferente. Al contrario que en los usos forestales, en todo lo que lleva recorrido el siglo XXI ha sido muy escasa, aunque ligeramente decreciente, la variación de la extensión alcanzada tanto por los cultivos, como por los prados y pastizales. Los primeros, consiguen una amplia representación paisajística en varias provincias del sur de España (depresión bética), al igual que en algunas del centro de las cuencas del Ebro y del Duero. Llegan a tener una presencia bastante dominante (más de la mitad de la superficie geográfica) en Valladolid, Palencia, Sevilla, Zaragoza, Toledo y Córdoba, seguidas por otras cercanas a estas. La representatividad o peso relativo de prados y pastizales, por su parte, tiende a ser mayor en la zona asturcantábrica (norte de España) y en algunas provincias del centro-oeste (Cáceres, Salamanca y Ávila, también Badajoz, aunque con un peso menor), si bien la riqueza y composición florística, así como la adaptación a las condiciones climáticas, difieren en ambos casos. Constituyen la base territorial en la que se sustentan los aprovechamientos ganaderos. |
Superficie agraria utilizada
El Censo Agrario entiende por Superficie Agraria Utilizada (SAU) el conjunto de la superficie de tierras labradas y tierras para pastos permanentes.
Las tierras labradas, por su parte, reciben cuidados culturales, sea cual fuere su aprovechamiento y la fecha en que se haya realizado dentro del año agrícola. Comprenden distintas ocupaciones: cultivos herbáceos (tierras aradas o cultivadas con regularidad, generalmente por el sistema de rotación de cultivos; incluyen cereales, cultivos forrajeros, hortalizas, flores y plantas ornamentales, semillas y plántulas destinadas a la venta y otros cultivos herbáceos) barbechos (tierras que han permanecido en descanso durante el curso de la campaña, sin ningún cultivo, pero que han recibido algunas labores), huertos familiares (superficies destinadas al cultivos de productos agrarios hortofrutícolas -incluida la patata-, cuya producción se dedica principalmente al autoconsumo en la explotación) y cultivos leñosos (cítricos, frutales, bayas, olivar, viñedo, viveros de cultivos leñosos no forestales, cultivos leñosos en invernadero y otros cultivos permanentes). El Censo Agrario entiende por tierras para pastos permanentes las no incluidas en la rotación de cultivos, dedicadas de forma permanente (por un periodo de cinco años o más) a la producción de hierba, ya sea cultivada o natural, pudiendo usarse estas superficies para pastos o segarse para ensilado o heno. Comprenden, a su vez, diversos tipos: a) prados o praderas permanentes: tierras dedicadas permanentemente a la producción de hierba, características de zonas con cierto grado de humedad y cuyo aprovechamiento prioritario se realiza mediante siega; pueden ser normalmente usadas para pastoreo intensivo;
b) otras superficies utilizadas para pastos: terrenos no comprendidos en el apartado anterior, siempre que se hayan utilizado como pasto para el ganado, situados frecuentemente en suelos de mala calidad -zonas accidentadas o a gran altitud-, no mejorados normalmente. En general, esta superficie se destina a pasto extensivo, no toleran una alta densidad de ganado y no acostumbran a segarse. Incluyen las dehesas a pastos y también el erial y el matorral, cuando sobre ellos se ha realizado algún aprovechamiento ganadero, así como áreas segadas no pastadas que sean de un alto valor natural y estén situadas en zonas geográficas protegidas.
c) prados permanentes y pastos que ya no se utilizan a efectos de producción, se mantienen en buenas condiciones agrarias y medioambientales y tienen derecho a un régimen de ayudas.
La distribución geográfica de la SAU en España ofrece unos resultados bastante acomodados, nuevamente, a las condiciones ecológicas del territorio. Su extensión abarca, sobre todo, los espacios más llanos, abiertos y sedimentarios de las regiones interiores (cuenca del Duero, cuencas del Tajo y del Guadiana, valle del Ebro y valles interiores del Sistema Ibérico), parte de las regiones de la fachada mediterránea oriental (una estrecha franja ajustada al litoral desde el sur de Cataluña hasta el sur de la provincia de Valencia, que luego se ensancha más en el sudeste, en la región de Murcia y por los valles que la atraviesan –Segura, Guadalentín–), el valle del Guadalquivir (prolongado hacia el oeste por las cuencas del Tinto y el Odiel y hacia el este-sudeste por las del Guadalete y Barbate), las hoyas o depresiones intrabéticas de Andalucía oriental y también por una buena parte de Mallorca (el Plá y el Llevant). En el gráfico Evolución de la superficie agrícola utilizada se aprecia que, en cifras absolutas, son algo más de 26 millones de hectáreas la extensión que tiene la SAU. Ambas castillas, Andalucía, Aragón, Extremadura y Cataluña son las comunidades que sobrepasan el millón de hectáreas cada una, lo que representa algo más de la mitad de la superficie geográfica (51,8%), umbral porcentual que sobrepasan Extremadura y Castilla y León (más del 60% cada una), Andalucía, La Rioja y Castilla-La Mancha (mapa Superficie agrícola utilizada). Por el contrario, no llegan al tercio o lo alcanzan muy ajustadamente la mayor parte de las comunidades del norte de España, así como las de la fachada mediterránea oriental (a excepción de Murcia). Estas diferencias se refuerzan todavía más a escala provincial, más detallada, donde son tres provincias castellano-leonesas vinculadas a Tierra de Campos (Valladolid, Zamora y Palencia) en las que la SAU representa en torno a las tres cuartas partes de la superficie geográfica, mientras que en una mayoría de las del norte está en el entorno de una cuarta parte tan solo. La composición interna de la SAU es, igualmente, contrastada. Precisamente, en las comunidades cántabro-atlánticas es donde domina la extensión de la tierra para pastos permanentes (con valores que en el sector central o asturcantábrico llegan a la práctica totalidad de la SAU); la distribución es más equilibrada en Badajoz, parte de las provincias de Castilla y León y La Rioja y se apoya en los cultivos (con valores del 80 al 90%) en Illes Balears, Valencia y Castilla-La Mancha. La superficie cultivada en España ha ido descendiendo significativamente desde el último decenio del siglo XX, si bien es cierto que mientras la ocupada por los cultivos de regadío se ha incrementado ligeramente, la de secano ha retrocedido mucho más. Hoy son casi 17 millones de hectáreas las que alcanzan las tierras cultivadas (sobrepasaron ligeramente los 20 millones en 1990), una tercera parte de la superficie geográfica de España, siendo la mayor parte cultivos herbáceos (52,8 % de la superficie cultivada), que ocupan casi el doble que los cultivos leñosos (29,1%). Los barbechos y otras tierras no ocupadas suponen el 18% restante, valor tampoco desdeñable. La superficie de prados y pastizales, por su lado, no ha variado mucho en los últimos años y equivale a casi una quinta parte de la superficie geográfica nacional. Incluye, aunque a partes desiguales, la extensión que alcanzan los pastizales (que es la más representada y equivale casi a un 63,5%), la de los prados naturales (un 11,5%) y la de «erial a pastos» (también para aprovechamiento ganadero, si bien más temporal), que es de una cuarta parte. Desde el año 2008 este último aprovechamiento se contabiliza como superficie de prados y pastizales, a diferencia de años anteriores, que estaba incluido en «otras superficies», lo que explica la variación observada en los gráficos de evolución de las superficies. Por encima de una cuarta parte de la superficie geográfica ocupada por prados y pastizales sobresalen las comunidades del norte, más orientadas tradicionalmente a la ganadería (Asturias 39,8% y Cantabria el 49,2%), pero asimismo Canarias, casi con un 37,8% (por la amplia extensión del erial, razón que explica también que la provincia de Almería sea la segunda provincia española con más representatividad de esta ocupación), La Rioja (zona donde históricamente los ganados trashumantes han pastado todo el borde serrano meridional de esta región), Extremadura y Castilla y León (con valores muy elevados en las provincias de Ávila y Salamanca).
Secano
Se entiende como secano la tierra de labor que no tiene riego y que sólo participa del agua llovediza. Conviene precisar también, para evitar posibles lugares comunes con zonas de erial, que hablar de secanos significa la existencia de una actividad agraria concreta, sea del tipo que sea. Se puede afirmar que el secano ha sido, sin ninguna duda, la forma de aprovechamiento labrado de la tierra de mayor tradición histórica y la de mayor extensión superficial en España. Están asociados en buena parte estos secanos con el concepto de trilogía mediterránea, donde se integran como cultivos fundamentales los cereales de invierno (trigo y cebada), el olivo y la vid, si bien entre los cultivos leñosos ocupan amplios espacios (en algunos casos están en franco avance territorial) otras especies como el almendro.
Pero el mundo de los secanos es mucho más complejo que lo que pudiera deducirse de estos rasgos básicos, pues intrínsecos con los cultivos esenciales van un conjunto de técnicas o sistemas de cultivo que, a la larga, amplían y diversifican el espectro agrario de dichos secanos. Nos referimos a la práctica del barbecho y rotación de cultivos, que introducen variedad y diversidad, con la presencia de las leguminosas y algunas forrajeras; en este mismo sentido, el aprovechamiento ganadero de los residuos de las cosechas (rastrojos) abre un espacio híbrido entre secanos y ganadería extensiva con el que, en determinados aspectos, conviene contar. Sin embargo, el secano viene experimentando desde mediados del pasado siglo un manifiesto retroceso superficial, como se aprecia en el gráfico Evolución de la superficie de secano; retroceso que en muchos casos no va asociado exclusivamente al avance y auge del regadío, sino que tiene mucho que ver con el abandono de la labranza en determinadas tierras que, en pura lógica, son las menos productivas. Ello, sin embargo, no puede hacer ignorar la importancia que, incluso en estos casos de retroceso, los secanos han tenido en nuestra historia agraria y su importante contribución económico-social y cultural en buena parte de España. Con todo, las tierras de secano ocupan prácticamente el 78 % del total de las tierras labradas en España, resultado de situaciones regionales particularizadas en las que el secano puede estar explicado por factores climáticos positivos (la abundante humedad ambiental hace innecesario el riego), o por la causa contraria: situaciones ambientales que imposibilitan el riego. Por una causa o por otra, el hecho es que la proporción de los secanos en el conjunto de las tierras labradas llega a alcanzar más del 90% en algunos territorios (A Coruña, Lugo, Asturias, Cantabria y Ávila) y prácticamente en solo dos casos (Alicante y Valencia) queda por debajo de la mitad (mapa Superficie de secano según grupos de cultivo). Sobre este escenario se imponen, como protagonista fundamental y aprovechamiento más generalizado, los cultivos herbáceos, a cuya superficie, en muchos casos, habría que añadir los barbechos que suelen ir asociados a las técnicas productivas habituales tendentes a hacer compatibles producción continuada y conservación de los suelos. También ocupan un lugar significativo dentro de los secanos españoles los cultivos leñosos, que adquieren un especial significado en la Comunitat Valenciana (casi 70% del total de los secanos), Andalucía (52,2%), Murcia (49,3%), La Rioja (42,1%), etc. En el polo opuesto, los leñosos de secano están prácticamente ausentes (y por razones bien diferentes) en Cantabria (4,3% del total) y Castilla-León (2,8%). La situación esbozada es el resultado de una evolución temporal cuya constante más rotunda es la continua disminución de la superficie ocupada con cultivos de secano. De un total de alrededor de 17 millones de hectáreas constatados en 1990, en el año 2018 esta superficie quedó reducida a 12,9 millones, lo que supone una disminución de un 24,12%. Esta pauta evolutiva se muestra generalizada en los distintos aprovechamientos del secano español, pues los cultivos herbáceos perdieron 2 millones de hectáreas, los barbechos descendieron en 1,25 millones y, finalmente, los cultivos leñosos de secano descendieron en unas 709 mil hectáreas. En la evolución de las tierras de secano en España ha influido de manera determinante la estructura del mercado, que sitúa en una posición de desventaja comparativa formas de producción agraria que, por su naturaleza, requieren periodos de producción largos. En cualquier caso, por su posición en el contexto de un desarrollo sostenible y de preservación de la biodiversidad, los secanos deben dejar de ser vistos como un residuo agrario testimonial y arcaico del pasado, y pasar a su consideración como un fragmento irrenunciable de nuestra cultura y patrimonio, fundamentado durante siglos como base del suministro de alimentos de la población y cuya conservación es, en algunos casos, garantía y aval frente a la desertización, tanto vegetal como demográfica.
Regadío
Entendido como la superficie cultivable que se beneficia, mediante el uso de diversas técnicas, de un suministro artificial de agua, es un paisaje agrario sustancialmente relacionado con la historia, la economía, y la política agraria e hidrológica de nuestro país. España, como otros países mediterráneos, cuenta con una apreciable presencia del regadío, pues ha favorecido, mediante una histórica intervención humana, el desarrollo de una agricultura intensiva que, entre otras facetas, ha reducido las limitaciones de la aridez y la irregularidad pluviométrica. Una intervención humana que ha propiciado la construcción de territorios y paisajes que, a veces, remontan sus orígenes a la agricultura clásica o andalusí; a las inquietudes regeneracionistas de finales del XIX; a las políticas reformistas del franquismo; o, más recientemente, a los planes de modernización del regadío. Aunque en el Anuario Estadístico de España de 1858 se mencionaba la presencia de 1.142.000 ha de regadío en España, cifra a todos luces excesiva, seguramente porque en esta superficie estarían incluidos los pastos y prados naturales con regadío eventual, la información estadística de Obras Públicas para 1895/96, más ajustada presumiblemente a la realidad, cifraba la superficie regada nacional en unas 900.000 ha, entre las que destacan especialmente las 236.000 ha de la cuenca del Ebro. La Junta Consultiva Agronómica cifraba en 1918 el regadío nacional en 1.366.300 ha; cifra que desde entonces no ha dejado de aumentar, a la par que se incorporaban nuevos cultivos y se implantaban sistemas de regadío más eficientes. Más de cien años después, en 2018 y según el Anuario de Estadística del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación (MAPA), la superficie regada nacional ocupa 3.796.682 ha, en su mayoría con aguas superficiales. Una extensión que significa una multiplicación por 2,8 respecto al año 1918, y que supone en la actualidad el 22,6% de la extensión cultiva da del país, el 7,5% de su superficie geográfica y una repercusión económica en torno al del 35% del Producto Bruto Agrícola nacional. A ese incremento superficial, también se ha sumado una considerable inversión tecnológica, especialmente en el campo del uso del regadío localizado. Así, mientras en 1918 la inmensa mayoría del regadío nacional utilizaba el sistema de gravedad, en 2015 este escenario se ha invertido. Hoy el sistema de riego más extendido, gracias a la creciente importancia del regadío de frutales y olivares, es el localizado, que representa prácticamente la mitad de la superficie total regada. Le sigue el tradicional sistema de gravedad, con el 26,9% de la extensión total; la aspersión, con el 15,3%; y los conocidos como sistemas automotrices, con algo más del 8%. Unas cifras que, sin duda, demuestran la verdadera revolución tecnológica conocida por este sector en las últimas décadas, así como la progresiva reducción de sus consumos hídricos. En lo que respecta a la distribución del regadío por provincias (mapa Superficie de regadío según grupos de cultivo), las provincias que encabezan las estadística son Sevilla, Jaén, Zaragoza, Huesca, Ciudad Real y Murcia, todas ellas con cifras superiores al 5% de la superficie regada total de España. Le siguen en importancia Valencia, Albacete, Lleida y Badajoz; representan más de la mitad de la superficie regada española. En cuanto a los sistemas de riego empleados, la superficie regada por gravedad se localiza mayoritariamente en Aragón, Andalucía, Castilla y León y Cataluña; el riego por aspersión presenta una mayor concentración territorial que el de gravedad, con cifras mayoritarias en Castilla y León, Aragón, Castilla-La Mancha y Andalucía; mientras que la superficie regada automotriz se distribuye sobre todo por Castilla y León y Castilla-La Mancha. Finalmente, el riego localizado, más propio de cultivos leñosos, se encuentra especialmente en Andalucía, gracias a la notable expansión del regadío olivarero, Por lo que se refiere a los grupos de cultivos con mayor superficie de regadío, a la cabeza se sitúan los cereales (27,7% del total de la superficie regada), seguidos por el olivar (20,6%), el viñedo (10%), los frutales no cítricos (8%) y los frutales cítricos (7,6%). El riego por gravedad se utiliza para los grupos de cereales y forrajeras, así como para los tradicionales huertos familiares. El olivar y el viñedo se riegan casi únicamente con riego localizado, siendo también el sistema más usual en el cultivo de frutales, así como en el sector de las hortalizas o los cultivos de invernadero. El riego por aspersión y automotriz está especialmente reservado para los tubérculos, las leguminosas y los cultivos industriales.
Agricultura ecológica
La agricultura ecológica, también llamada biológica u orgánica, se encuentra regulada en España desde 1989. Su superficie ha registrado un incremento constante y notable desde 1991, al pasar de 4.235 hectáreas a 2.346.506,51 ha en 2018, lo que representa casi el 9% de Superficie Agraria Útil (SAU). España ocupa el primer lugar en superficie de agricultura ecológica de la UE y el cuarto a nivel mundial. Este notable incremento se ha visto favorecido por las ayudas europeas y por el cambio en los hábitos de consumo. Las CC.AA. de Andalucía, Castilla-La Mancha, Cataluña, Región de Murcia y Comunitat Valenciana, todas ellas con más de 100.000 ha. (Andalucía aglutina un poco más de un millón de hectáreas) concentran el 83% de esta superficie. Desde el punto de vista de los aprovechamientos, la mitad de los 2,3 millones de hectáreas se destina a pastos y prados permanentes, una cuarta parte a cultivos de tierras arables con los cereales para la producción de grano como cultivo mayoritario (unas 205.000 ha) y la otra cuarta parte a cultivos permanentes, donde sobresale el olivar (200.128 ha), los frutos secos (168.255 ha) y el viñedo (113.418 ha).
Cultivo de maíz genéticamente modificado
Los cultivos transgénicos, biotecnológicos o genéticamente modificados (OGM) son aquellos a los que se les ha modificado el ADN de las plantas mediante técnicas de ingeniería genética. A escala europea, España concentra el 95% de la superficie destinada a estas producciones. La superficie de cultivo de maíz genéticamente modificado ascendía en 2018 a 115.246 ha, con una tendencia regresiva desde 2016 cuando se alcanzó la máxima superficie cultivada (129.081 ha). En Europa, la normativa que regula estos cultivos solo hace posible el cultivo de una variedad vegetal transgénica, el maíz MON-810. Los datos sobre este cultivo por comunidades autónomas muestran una gran concentración territorial. Casi el 85% de la superficie cultivada se localiza en Aragón (44.932 ha), Cataluña (38.752 ha) y Extremadura (14.138 ha). Las exigencias legales impuestas por la Unión Europea, las campañas de oposición lideradas por grupos ecologistas y el escaso apoyo social a estos de cultivos determinan que represente el 35,7% de su superficie total, si bien con diferencias significativas entre regiones.
Cultivos forzados
Un cultivo protegido o forzado es aquel que pasa parte o todo su ciclo de producción en un ambiente donde se ha modificado el microclima que rodea a la planta. Esta superficie incluye estructuras de protección fija (invernaderos y macrotúneles) y no permanentes (acolchados, pequeños túneles y enarenados). Su introducción se sitúa a principios de la década de los años sesenta del siglo XX, cuando el Instituto Nacional de Colonización (INC) incorporó la técnica de los enarenados. En España, en 2019, unas 74.000 hectáreas regadas se cultivan en ambiente controlado bajo determinadas cubiertas. De estas, dos tercios se localizan en Andalucía. Del tercio restante, por orden de importancia, se sitúan Murcia (4.271 ha) y Canarias (2.067 ha). A nivel provincial destacan las provincias de Almería (45.680 ha), Huelva (6.877 ha), Granada (5.918 ha) y Murcia. Desde el punto de vista de los aprovechamientos predominan los cultivos hortícolas (tomate, pimiento, pepino, judía verde, fresa, melón, sandía, berenjena, calabacín y lechuga, en orden descendiente de importancia).
Prados y pastizales
Las zonas que presentan como uso principal los pastos suponen en la actualidad cerca del 19% de la superficie nacional. En realidad, se trata de formaciones notablemente diversas tanto desde el punto de vista florístico como de su funcionalidad dentro de los sistemas agrarios. Es indudable que existe un vínculo entre este tipo de cubierta del suelo y los usos pecuarios, hasta el punto de que en buena medida el mantenimiento de prados y pastizales es básicamente posible gracias al pastoreo más o menos reiterado. En los últimos decenios la extensión ocupada por estos herbazales se ha mantenido bastante constante, pero con una tendencia general ligeramente decreciente en el conjunto del país. Esta situación está relacionada con los procesos de abandono o extensificación que están teniendo lugar en muchas zonas rurales, en los que estas superficies actúan frecuentemente como un paso intermedio entre los terrenos cultivados y los de carácter más montaraz, aunque es evidente que también algunos antiguos pastizales, ante la falta de presión ganadera y manejo humano, se embastecen y se ven invadidos por el matorral. El peso superficial de las zonas donde predominan los pastos es especialmente pequeño en Illes Balears, provincias de Cataluña y la Comunitat Valenciana, Murcia, Cuenca y Albacete, lo que parece bastante congruente con la idea preconcebida que tenemos de territorios que pueden tener dificultades para ser la base de la actividad ganadera (mapa Superficie con uso principal pastos). Por el contrario, las provincias que presentan porcentajes más elevados de prados y pastizales sobre el total de superficie geográfica delatan, de alguna manera, la diversidad mencionada más arriba: en Ávila, Almería, Cantabria, Teruel, Salamanca, Zamora, Cáceres y Las Palmas estos terrenos suponen más del 30% de su respectiva extensión, pero obviamente representan ámbitos contrastados en lo que respecta a las condiciones naturales, la estructura de las explotaciones agrarias o las posibles modalidades pecuarias. En la España atlántica los prados que se localizan normalmente por debajo de los 600 metros de altitud; son los terrenos pratenses de mayor calidad y producción, que suelen recibir uno o varios cortes a lo largo del año. A mayor altitud en la montaña cantábrica y en los Pirineos, los prados de siega de los valles húmedos también presentan buenos rendimientos, pero sólo suelen segarse una o, a lo sumo, dos veces al año. Por su parte en las áreas supraforestales aparecen los pastos de altura, tradicionalmente aprovechados por la ganadería trashumante en distintos sistemas montañosos durante la época de verano. En muchos lugares estas fórmulas históricas de pastoreo o se han debilitado notablemente o han desaparecido y han sido sustituidas por modelos en los que el ganado se mueve en un radio menor y las especies utilizadas son también distintas de lo que era habitual. Las dehesas o montes pastados son seguramente el espacio ganadero actual de mayor continuidad espacial, extensión y personalidad; su capacidad productiva es modesta si excluimos las riberas más húmedas, pero es el conjunto que soporta la parte más importante de la ganadería extensiva, situándose a lo largo de todo el occidente hispano, desde el sur de la provincia de Zamora hasta la baja Andalucía. Si las dehesas no son sólo pastizales, sino también montes, matorrales y tierras de labor, asimismo hay otros espacios ganaderos, normalmente temporales, en los que los pastizales son insuficientes para el mantenimiento de los animales y son complementados con las rastrojeras, los barbechos y los posíos. Así, en algunas zonas agrícolas los terrenos que no convenía arar por exceso de humedad (navas o valles entrepañados) o por su escaso potencial se mantuvieron como prados y eriales, y han sido el tradicional sostén del ganado de labor y, sobre todo, de los rebaños de ovino que aprovechaban la derrota de mieses. En algunos lugares de clima semiárido y suelos mediocres las dificultades para llevar a cabo cualquier otra alternativa condujeron a la configuración de terrenos cubiertos por pastizales pobres xerofíticos como los espartizales o atochares, albardinales y, en las zonas de mayor humedad edáfica, lastonares. Se trata de los pastizales menos productivos y de un tipo de espacio ganadero en realidad marginal por su carácter extremadamente extensivo.
Superficie forestal
En la actualidad, alrededor del 55% del territorio nacional se considera terreno forestal. De estos 28 millones de hectáreas, más de 18 millones están ocupadas por montes arbolados y el resto por zonas de arbolado disperso, matorrales, pastizales y otras formaciones. España es así, dentro de la Unión Europea, el segundo país con mayor superficie forestal, únicamente superado por Suecia, y el cuarto si tenemos en cuenta la ocupación forestal en relación con su territorio, por detrás nuevamente de Suecia, Finlandia y Eslovenia. Esta singularidad hispana se relativiza si consideramos la superficie forestal per cápita, ya que en ese caso España es dentro de la Unión el noveno país, en todo caso ligeramente por encima de la media europea. Esta situación actual es en buena medida resultado de la recuperación en los montes que se produce a partir de mediados del siglo XX, apoyada en el abandono de la agricultura marginal y en un relajamiento de la presión sobre los recursos forestales, como consecuencia de la generalización como fuentes de energía de la electricidad y los combustibles fósiles. De esta manera, la superficie forestal presenta una tendencia positiva en los últimos 50 años, con un incremento medio anual de cerca de 1.700 km2. Además, los terrenos arbolados crecen a mayor ritmo que el conjunto de la superficie forestal, de forma que en la actualidad representan más del 71% de esta, cuando no llegaban al 50% en los años 60 del siglo pasado. Este incremento de la superficie forestal y los cambios cualitativos ocurridos en ella suponen un enorme desafío para su gestión, si tenemos en cuenta el vaciamiento demográfico de una buena parte del mundo rural y lo que eso implica en términos de merma en el manejo de esas áreas. Tampoco se debe olvidar la invasión puntual, en el tiempo y en el espacio, por parte de la población urbana de ese territorio, con necesidades, exigencias y concepciones singulares, así como valorar la situación de cambio global, que amplifica los riesgos de estas masas vegetales desde distintas perspectivas. La localización del espacio forestal se explica fundamentalmente por el uso secular del suelo, que a su vez ha estado condicionado por el relieve; la fisiografía explica, pues, mejor que las cuestiones socioeconómicas o demográficas, la configuración geográfica del ámbito forestal y lo acontecido durante las últimas décadas ha profundizado aún más esta lógica. En consecuencia, no existe una relación directa, por ejemplo, entre el grado de desarrollo económico y la superficie forestal absoluta o relativa de cada zona. Así, si el País Vasco y Cataluña son las comunidades autónomas con el mayor porcentaje de superficie arbolada respecto a la geográfica, Canarias y el Principado de Asturias presentan los valores relativos más altos de superficie forestal total. No puede extrañar, por tanto, que los terrenos montaraces sean en lo fundamental un atributo de las áreas serranas, con la excepción notable de choperas y fresnedas, por un lado, y de los montes adehesados que tapizan las penillanuras. De hecho, las dehesas son la formación montaraz que globalmente presenta en España una pendiente media más baja (5,7%), mientras que el resto de unidades que distingue el proyecto Corine Land Cover, y que exhiben una identidad forestal, se asientan sobre zonas con pendientes claramente superiores, siempre por encima del 12%. Aunque de forma menos clara, también hay una cierta asociación entre la altitud y las áreas forestales, que siempre aparecen en sus valores medios, por encima de los suelos de uso agrícola, y eso a pesar de la importancia agraria que tienen en nuestro país las mesetas. Por lo que se refiere a la composición y estructura de los montes, la superficie arbolada se clasifica en frondosas o coníferas cuando el porcentaje de ocupación en la masa es superior o igual al 70%, y, en caso de no ser así, se considera mixta. Pues bien, en España las frondosas suponen el 55,5% del total arbolado; estos porcentajes se elevan considerablemente en algunas CC.AA., como Extremadura , Principado de Asturias y Cantabria, donde alcanzan una proporción en torno al 90% de la superficie arbolada; en el caso extremeño esto se explica fundamentalmente por la influencia de las dehesas, como ocurre en otras áreas del occidente ibérico. Por el contrario, y como se puede ver en el mapa Superficie forestal arbolada por tipo de vegetación dominante, las coníferas predominan en la zona oriental, y así se supera el 78% de la superficie forestal arbolada en la Comunitat Valenciana y el 90% en la Región de Murcia. Por último y por lo que hace referencia a las masas boscosas de tipo mixto, las mayores extensiones de este tipo se encuentran en el norte, en concreto, en la zona pirenaica, en Galicia y en Cataluña.
Es preciso recordar que en los bosques españoles existe una notable diversidad, que se evidencia, por un lado, en la cantidad de especies presentes, pero también cuando se atiende a la variedad de sus montes arbolados. Y de hecho la información que nos proporciona el último Inventario Forestal Nacional subraya que algo más del 80% de nuestros montes están constituidos por dos o más especies de árboles. En todo caso los encinares son los montes más comunes en nuestro país; si los consideramos juntamente con las dehesas (que en su mayor parte son encinares), suponen alrededor del 27% de la extensión arbolada. Las siguientes formaciones en importancia son los pinares de carrasco, negral y albar, que conjuntamente significan el 24,5% de esos montes arbolados. Como hemos comentado, la evolución positiva de la superficie arbolada se debe fundamentalmente a la dinámica natural, ya que la política de repoblación forestal, que en buena medida se lleva a cabo con financiación autonómica, no presenta la amplitud que tuvo en la segunda mitad del siglo XX. En el gráfico Evolución de las repoblaciones forestales se aprecia cómo, en los últimos veinte años, la tendencia del esfuerzo repoblador es claramente menguante, desde un total nacional que se situaba anualmente cerca de las 130.000 ha a las poco más de 10.000 ha de los últimos años. Esta evolución es bastante común a las diferentes regiones españolas, aunque algunas comunidades autónomas septentrionales (Principado de Asturias, Cantabria, el País Vasco y Navarra) escapan a este comportamiento. El mapa Repoblaciones forestales muestra que la principal característica de la actual política forestal es el énfasis en la utilización de especies protectoras en algunos territorios, donde son las únicas especies de repoblación (sur de España, Madrid y Huesca) o representan porcentajes de superficie repoblada muy elevada (Segovia, Soria, Álava, Gipuzkoa y Burgos). También destaca la importancia del esfuerzo repoblador en antiguas tierras agrícolas, sobre todo en Asturias y en la cuenca del Duero. En los últimos años ha vuelto a tomar impulso la forestación con especies productoras, lo que resulta especialmente patente en las provincias más septentrionales. Hay una gran variedad de especies utilizadas en la forestación, tanto en el caso de montes productores como en el de montes protectores.
Ganadería
La actividad ganadera aporta en España alrededor del 40% de la producción final agraria. Esto se debe al importante crecimiento durante el último tercio del siglo XX de la cabaña ganadera, que en la última década permanece estable alrededor de los 16 millones de unidades ganaderas (ganado bovino, ovino, caprino y porcino). Este balance ha sido posible gracias al incremento del porcino, ya que el ovino perdió, especialmente durante los años de la crisis económica, buena parte de sus efectivos; mientras tanto el vacuno y caprino mantienen unos volúmenes bastante estables. Esta evolución ha venido acompañada de cambios cualitativos que no sólo afectan a la composición de la cabaña, sino especialmente a los tipos de ganadería o de prácticas pecuarias. Así, conviven en España una ganadería con base territorial, es decir, que aprovecha en alguna medida los recursos pastables (porcino ibérico, vacuno extensivo de carne, ovino y caprino extensivos y semiextensivos) y otra de lógica industrial, ya que los animales son mantenidos con alimentos importados, y la ubicación de estas explotaciones no está vinculada a las condiciones naturales; esta ganadería intensiva está representada fundamentalmente por el porcino blanco, el ganado aviar y el bovino de engorde. Esta dualidad se refleja en la localización de las actividades ganaderas de manera dispar y aparentemente paradójica. Las grandes concentraciones de ganadería industrial las encontramos en Aragón, Cataluña, Murcia, Comunitat Valenciana, Toledo y Segovia, mientras que la ganadería extensiva domina en la franja occidental del país, donde coinciden en diferentes proporciones vacuno extensivo, ovino y porcino ibérico, y también, para el vacuno, en Galicia y la cornisa cantábrica. Esta dualidad resulta en todo caso más compleja de lo que parece; si el caprino sigue teniendo una implantación básicamente meridional, eso no significa que no existan explotaciones intensivas con escasa base territorial; algo parecido podemos decir de algunas explotaciones de ovino, especialmente las de vocación lechera. Y en la situación contraria nos encontramos con la creciente importancia de la cría campera de gallinas ponedoras, que empieza a tener un cierto peso en Galicia, Asturias y León, como respuesta a una demanda de consumidores preocupados por el bienestar animal y por las producciones ecológicas.
Producciones agrícolas
La distribución geográfica que arrojan las diferentes producciones agrarias, tanto las de cultivos concretos (agrícolas) como las obtenidas de la ganadería, apuntan en más de un caso a una clara especialización geográfica o regional. Respecto a las primeras, destacan entre otras las de los cereales para grano, subdivididos, a su vez, en cereales de invierno (cebada, trigo, avena, centeno), de primavera (maíz, arroz, sorgo, mijo) y otros. El mapa Producción de cereales grano refleja el dominio de los cereales de invierno frente a los otros dos tipos. El destino mayoritario de esta producción es el grano (cerca de tres cuartas partes), que proviene casi toda de los cereales de invierno, mientras que la paja representa algo más de una cuarta parte, también toda ella proveniente de estos cereales de invierno, y lo destinado a biocombustible es muy poco (cerca de un 1% y la mayor parte es de los cereales de primavera). De los distintos cereales considerados es la cebada la que alcanza un peso productivo mayor a escala nacional, con un 40% de toda la de los cereales para grano, seguida del trigo (30%) y, algo más alejada ya, la producción de maíz (con una quinta parte prácticamente del total). Las comunidades autónomas más productoras de estos cereales son, fundamentalmente, regiones interiores (ambas castillas y Aragón, que producen cerca del 70% de todo lo de España), a las que les siguen Andalucía, Cataluña y Extremadura. La producción de cebada se concentra en un 80% en las dos castillas y Aragón, mientras que por provincias son las de Cuenca y Valladolid las más destacadas (casi un millón de toneladas cada una), seguidas de Burgos, Palencia, Zamora, Lleida y Albacete. En cuanto al trigo, es también Castilla y León la dominante (44% de toda la producción nacional), pero Andalucía ocupa el segundo lugar, seguida de Castilla-La Mancha y Aragón. Por provincias, la de Burgos (que supera el millón de toneladas) es la más destacada, seguida de Palencia y de Sevilla. La producción de arroz es, mayoritariamente, andaluza (42% del total), concentrada básicamente en Sevilla; le siguen Extremadura (poco más de una quinta parte, casi toda en Badajoz), Cataluña (casi toda en Tarragona) y la Comunitat Valenciana (la provincia de Valencia es la que detenta todo). Y algo más del 60% de la producción de maíz proviene de tres comunidades: Castilla y León (León, Zamora y Salamanca aportan el 85% de toda la producción regional), Aragón (dos tercios de su producción provienen de Huesca) y Extremadura (dos tercios de la misma concentrados en Badajoz). La especialización productiva regional es muy explícita también en otras producciones. En la de hortalizas (mapa Producción de hortalizas) domina el sudeste ibérico (provincias de Murcia y Almería y Badajoz), seguidas ya más lejanamente por provincias como Granada, Ciudad Real y Albacete; en casi todas ellas la producción principal son las hortalizas de fruto. También la producción de frutales cítricos (mapa Producción de frutales cítricos) reafirma la especialización geográfica de dos focos: regiones del levante español (Comunitat Valenciana y Región de Murcia) y provincias de Andalucía occidental (Sevilla sobre todo, pero también Huelva y Córdoba). En los frutales no cítricos (mapa Producción de frutales no cítricos) es la zona geográfica del valle medio y bajo del Ebro (provincias de Lleida, Huesca y Zaragoza) junto con Murcia son los núcleos más destacados, si bien también las provincias de Albacete y Valencia tienen peso y, significativamente, la provincia de Santa Cruz de Tenerife. Por su parte, la producción patatera (mapa Producción de patatas) tiende a concentrase geográficamente en lo que puede denominarse el cuadrante noroccidental de España, con la cuenca del Duero, Galicia, La Rioja y País Vasco como territorios donde la producción alcanza mayores volúmenes. En estas áreas domina la patata tardía y de media estación, mientras que en los otros núcleos del sur (Sevilla, Cádiz), sudeste (Murcia), Valencia e Illes Balears, -estos dos últimos de menor producción-, la patata extratemprana tiene mayor presencia.
La aludida pauta geográfica de especialización/concentración se puede observar también en la producción de vino (mapa Producción de vino), en donde a las denominaciones de origen se unen algunas provincias en particular: La Mancha, la de mayor cantidad de hectolitros producidos, con Ciudad Real y Toledo como máximos exponentes; La Rioja, las catalanas Penedès y Priorat, Badajoz en Tierra de Barros, Valladolid dentro de Ribera del Duero, Pontevedra dentro de Rías Baixas, etc. Lo mismo cabe afirmar acerca del olivar (mapa Producción de aceituna y aceite de oliva virgen), con la producción de aceituna y aceite liderada por Andalucía (más del 80% de la producción de toda España), especialmente por Jaén (44% de toda la producción española y poco más de la mitad de la andaluza), seguida de Córdoba (una quinta parte de la producción nacional y un cuarto de la regional) y, ya más alejadas, Sevilla, Granada, Málaga y las provincias castellano-manchegas de Ciudad Real y Toledo y la extremeña de Badajoz.
Producciones ganaderas
La evolución durante los últimos quince años de las principales producciones ganaderas presenta en general un sentido creciente, en paralelo en buena medida con las tendencias de la cabaña ganadera, aunque es verdad que en algunos casos ese incremento se ha producido gracias a una mejora en la productividad, como ha ocurrido claramente en el caso del vacuno de leche. El gráfico Evolución de la producción de leche muestra que, mientras la producción de leche de cabra y de oveja se mantiene estable desde hace bastante tiempo en torno a los 500 millones de litros, la leche de vaca ya supera los 7.000 millones de litros anuales. La producción global de carne superficie (gráfico Evolución de la producción de carne) también se ha incrementado, gracias sobre todo al porcino y también, aunque en menor medida, a la carne de pollo, mientras que la procedente de las restantes ganaderías se mantiene estable desde principios del presente siglo. Por último, la producción de huevos no presenta una tendencia clara y se mantiene alrededor de los 1.100 millones de docenas anuales (gráfico Evolución de la producción de huevos de gallina). La distribución territorial de estas producciones repite en buena medida el reparto geográfico de los efectivos ganaderos, aunque se aprecia un sobrepeso más acusado en las áreas de la ganadería industrial.
Denominación y código de las comarcas agrarias
Almería I Los Vélez II Alto Almanzora III Bajo Almanzora IV Río Nacimiento V Campo de Tabernas VI Alto Andarax VII Campo de Dalías VIII Campo de Nijar y Bajo Andarax Cádiz I Campiña de Cádiz II Costa Noroeste de Cádiz III Sierra de Cádiz IV La Janda V Campo de Gibraltar Córdoba I Los Pedroches II La Sierra III Campiña Baja IV Las Colonias V Campiña Alta VI Subbética Granada I La Vega II Guadix III Baza IV Huéscar V Iznalloz VI Montefrío VII Alhama VIII La Costa IX Las Alpujarras X Valle de Lecrín Huelva I La Sierra II Andévalo Occidental III Andévalo Oriental IV La Costa V Condado-Campiña VI Condado Litoral Jaén I Sierra Morena II El Condado III Sierra de Segura IV Campiña del norte V La Loma VI Campiña del Sur VII Mágina VIII Sierra de Cazorla IX Sierra Sur Málaga I Norte o Antequera II Serranía de Ronda III Centro-Sur o Guadalorce IV Vélez Málaga Sevilla I Sierra Norte II La Vega III El Aljarafe IV Las Marismas V La Campiña VI Sierra Sur VII Estepa ARAGÓN Huesca I Jacetania II Sobrarbe III Ribargorza IV Hoya de Huesca V Somontano VI Monegros VII La Litera VIII Bajo Cinca Teruel I Cuenca del Jiloca II Serranía de Montalbán III Bajo Aragón IV Serranía de Albarracín V Hoya de Teruel VI Maestrazgo Zaragoza I Ejea de los Caballeros II Borja III Calatayud IV La Almunia de Doña Godina V Zaragoza VII Caspe ASTURIAS, PRINCIPADO DE Asturias I Vegadeo II Luarca III Cangas de Narcea IV Grado V Belmonte de Miranda VI Gijón VII Oviedo VIII Mieres IX Llanes X Cangas de Onís BALEARS, ILLES Illes Balears I Ibiza II Mallorca III Menorca CANARIAS Las Palmas I Gran Canaria II Fuerteventura III Lanzarote Santa Cruz de Tenerife I Norte de Tenerife II Sur de Tenerife III La Palma IV La Gomera V El Hierro CANTABRIA Cantabria I Costera II La Liébana III Tudanca - Cabuérniga IV Pas - Iguña V Asón VI Reinosa CASTILLA Y LEÓN Ávila I Arévalo-Madrigal II Ávila III Barco de Ávila-Piedrahíta IV Gredos V Valle del Bajo Alberche VI Valle del Tiétar Burgos I Merindades II Bureba-Ebro III La Demanda IV La Ribera V Arlanza VI Pisuerga VII Los Páramos VIII Arlanzón León I El Bierzo II Montaña de Luna III Montaña de Riaño IV La Cabrera V Astorga VI Tierras de León VII La Bañeza VIII El Páramo IX Esla - Campos X Sahagún Palencia I El Cerrato II Campos III Saldaña - Valdavia IV Boedo - Ojeda V Guardo VI Cervera VII Aguilar Salamanca I Vitigudino II Ledesma III Salamanca IV Peñaranda de Bracamonte V Fuente de San Esteban VI Alba de Tormes VII Ciudad Rodrigo Segovia I Cuéllar II Sepúlveda III Segovia Soria I Pinares II Tierras Altas y Valle del Tera III Burgo de Osma IV Soria V Campo de Gómara VI Almazán VII Arcos de Jalón Valladolid I Tierra de Campos II Centro III Sur IV Suroeste Zamora I Sanabria II Benavente y los Valles III Aliste IV Campos - Pan V Sayago VI Bajo Duero CASTILLA-LA MANCHA Albacete I La Mancha II La Manchuela III Sierra de Alcaraz IV Centro V Almansa VI Sierra de Segura VII Hellín Ciudad Real I Montes Norte II Campo de Calatrava III La Mancha IV Montes Sur V Los Pastos VI Campo de Montiel Cuenca I La Alcarria II Serranía Alta III Serranía Media IV Serranía Baja V La Manchuela VI Mancha Baja VII Mancha Alta Guadalajara I La Campiña II La Sierra III Alcarria Alta IV Molina de Aragón V Alcarria Baja Toledo I Talavera II Torrijos III La Sagra - Toledo IV La Jara V Montes de Navahermosa VI Monte de los Yébenes VII La Mancha CATALUÑA/ CATALUNYA Barcelona I Berguedà II Bages III Osona IV Berguedà V Selva VI Anoia VII Alt Penedès VIII Vallès oriental VIII Maresme IX Vallès occidental X Baix Llobregat XI Barcelonès XII Garraf Girona I Cerdanya II Ripollès III Garrotxa IV Alt Empordà V Baix Empordà VI Gironès VII Selva VIII Cerdanya X Pla de l’Estany XI Osona Lleida I Val d’Aran II Pallars Sobira III Alt Urgell IV Conca V Solsonès VI Noguera VII Alt Urgell VIII Segarra IX Segrià X Garrigues XI Cerdanya XII Alta Ribagorça XIII Pallars Jussà XIV Berguedà XV Urgell XVI Pla d’Urgell Tarragona I Terra Alta II Ribera d’ Ebre III Baix Ebre IV Montsià V Conca de Barberà VI Priorat VII Baix Camp VIII Baix Penedès IX Alt Cap X Tarragonè COMUNITAT VALENCIANA Alacant/Alicante I Vinalopó II Muntanya III Marquesat IV Central V Meridional Castelló/ Castellón I Alt Maestrat II Baix Maestrat III Llanos centrales IV Penyagolosa V Litoral Nord VI La Plana VII Alto Palancia València/ Valencia I Rincón de Ademuz II Alt Túria III Camps de Llíria IV Requena - Utiel V Hoya de Buñol VI Sagunto/Sagunt VII Horta de València VIII Riberes del Xúquer IX Gandia X Valle de Ayora XI Enguera i la Canal XII Costera de Xàtiva XIII Valls d’ Albaida XIV Baix Palància EXTREMADURA Badajoz I Alburquerque II Mérida III Don Benito IV Puebla de Alcocer V Herrera del Duque VI Badajoz VII Almendralejo VIII Castuera IX Olivenza X Jerez de los Caballeros XI Llerena XII Azuaga Cáceres I Cáceres II Trujillo III Brozas IV Valencia de Alcántara V Logrosán VI Navalmoral de la Mata VII La Vera IX Hervás X Coria GALICIA A Coruña I Septentrional II Occidental III Interior Lugo I Costa II Terra Chá III Central IV Montaña V Sur Ourense I Ourense II O Barco de Valdeorras III Verín Pontevedra I Montaña II Litoral III Interior IV Miño MADRID, COMUNIDAD DE Madrid I Lozoya - Somosierra II Guadarrama III ÁreaMetropolitana de Madrid IV La Campiña V Suroccidental VI Las Vegas MURCIA, REGIÓN DE Murcia I Nordeste II Noroeste III Centro IV Río Segura V Suroeste y Valle del Guadalentín VI Campo de Cartagena NAVARRA, COMUNIDAD FORAL DE Navarra I Noroccidental II Pirineos III Cuenca de Pamplona IV Tierra Estella V Navarra Media VI Ribera Alta - Aragón VII Ribera Baja PAÍS VASCO/EUSKADI Araba/Álava I Cantábrica II Estriaciones del Gorbea III Valles Alaveses IV Llanada Alavesa V Montaña Alavesa VI Rioja Alavesa Bizkaia I Bizkaia II Gran Bilbao III Munguia IV Gernika-Bermeo V Ondarroa VI Encartaciones VII Duranguesado VIII Arratia-Nervion IX Arratia-Nervion Gipuzkoa I Gipuzkoa II Bajo Deba III Urola Costa IV Donostia/San Sebastián V Bajo Bidasoa VI Tolosa VII Alto Deba VIII Goierri RIOJA, LA La Rioja I Rioja Alta II Sierra Rioja Alta III Rioja Media IV Sierra Rioja Media V Rioja Baja VI Sierra Rioja Baja |
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