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sobre el achatamiento polar de la Tierra, en contra de la teoría de la Academia de Ciencias de París y de los Cassini, que defendían su alargamiento por los polos. Los dos marinos españoles colaboraron con eficacia en trabajos geodésicos y militares.<br>
Felipe V quería tener un mapa topográfico de España basado en una red geodésica como el mapa general de Francia, encomendado por su abuelo Luis XIV a los cartógrafos Jacques Cassini y su hijo César François. Los Cassini midieron cadenas de triángulos a lo largo de los meridianos y paralelos, cuyos vértices formarían el esqueleto del levantamiento topográfico. En 1747, César François comenzó el dibujo del mapa a escala 1:86 400, que fue terminado por su hijo Jacques Dominique en 1789.<br>
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Para cumplir los deseos del monarca, el marqués de la Ensenada, encargó a los padres jesuitas Carlos Martínez y Claudio de la Vega, profesores del Colegio Imperial de Madrid, el levantamiento de un mapa general de España, detallado y exacto, a partir de un conjunto de operaciones geométricas realizadas en las Audiencias del Reino. El mapa se formó entre 1739 y 1743 y está dedicado al marqués de la Ensenada. Consta de 36 hojas a escala 1:440 000. Le falta Galicia, Asturias, León, una parte de Castilla la Vieja y las islas Baleares y Canarias, que no se pudieron dibujar por la carencia de observaciones astronómicas y de buena cartografía de esas zonas. El trabajo de campo fue reducido y las observaciones astronómicas imprecisas y con mayor uso de la cartografía regional existente. En él se indican divisiones territoriales creadas por el Decreto de Nueva Planta y los límites de reinos y provincias. Una copia del manuscrito, montado sobre tela, se guarda con los fondos de la Real Sociedad Geográfica en la Biblioteca Nacional de España. El mapa no cumplió las necesidades del Estado y quedó interrumpido.<br>
Al regresar de la expedición a Perú, Jorge Juan permaneció un año en París aprendiendo la técnica de levantamiento de los Cassini. En España preparó un detallado plan para la península ibérica basado en una red geodésica y topográfica similar al mapa de Francia. Las Reglas o Instrucciones para su formación fueron redactadas por Jorge Juan y Antonio de Ulloa hacia fines de 1749 y comienzos de 1750. Una ordenanza dirigida a los Intendentes (1749) disponía que los ingenieros formasen mapas de las provincias y, si tuviesen dificultades, las consultasen a Jorge Juan y a Antonio de Ulloa. En junio de 1751, siendo director de la Real Compañía de Guardias Marinas, Jorge Juan presentó el presupuesto del proyecto a la Secretaría de Estado y del Despacho Universal de Marina. El Método de levantar y dirigir el mapa o plano general de España, con reflexiones a las dificultades que pueden ofrecerse, por Jorge Juan, capitán de navío de la Real Armada fue acogido favorablemente. Le acompañan unas Reflexiones sobre el método de levantar el mapa general de España. El marqués de la Ensenada lo impulsó con interés porque deseaba que España tuviese un mapa nacional a la altura del que tenían otros países europeos. El mapa, a escala 1:100 000, sería levantado con los métodos más modernos y asumido por el Estado, siendo muy valioso para la confección del catastro en el reino de Castilla y el fomento de la economía y de las comunicaciones. Los instrumentos necesarios se fabricaron en París y Londres.<br>
Los trabajos de medición para el mapa de España se pusieron en marcha. En la correspondencia del Viaje de las Antigüedades de España de Luis José Velázquez (1752-1765), promovido por la Real Academia de la Historia y financiado por Fernando VI, consta que el ministro Ensenada encargó a Velázquez la formación de los mapas de Extremadura y Andalucía para incorporarlos al proyecto oficial. Velázquez tenía buenos conocimientos geográficos y cartográficos. Por su cuenta había preparado unas Reglas para la formación de un mapa general de España, al que acompañan unas noticias de los mapas generales y particulares, antiguos y modernos, que había impresos y manuscritos hasta su tiempo. En 1753 terminó el mapa de Extremadura con dedicatoria al marqués de la Ensenada. Después preparó el de Andalucía con la misma dedicatoria, cuya terminación coincidió con la destitución del ministro en julio de 1754. Los mapas se encuentran en paradero desconocido. El proyecto oficial de Ensenada fue abandonado. Hasta finales del siglo XIX no sería ejecutado.<br>
Una vez más España se quedó sin mapa topográfico y los ilustrados continuaron lamentándose de esa carencia. Así, en 1757, fray Martín Sarmiento reclamaba un mapa "de gran magnitud que se hiciese, se abriese y se estampase en España" por españoles, con los lugares situados según las medidas geográficas de longitud y latitud para señalar en él un sistema de caminos reales dirigidos desde Madrid, que se le había encomendado, porque los que se compraban a los extranjeros tenían "mil errores". A los mapas de Nicolás de Fer sucedieron los de otros cartógrafos franceses durante el reinado de Fernando VI. Así, el de los reinos de España y Portugal de Pedro Gendron (1757), inspirado en el de Robert Vaugondy, al que acompaña un cuadro de texto con una síntesis geográfica y un listado de su organización administrativa.<br>
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Al regresar a Madrid en 1760, Tomás López asumió, en su estudio particular, la formación de los mapas de los reinos y provincias de España. Quería hacer un "Atlas Universal de todo el Mundo", después de completar el de las provincias de España. Su método de trabajo denominado de gabinete, como el de su maestro D’Anville, permitía hacer muchos mapas sin moverse del estudio. Necesitaba consultar buenas fuentes geográficas y cartográficas. En este sentido, Tomás López fue un privilegiado porque la protección de los reyes y ministros le abrieron las puertas de los mejores archivos oficiales y particulares. En los primeros mapas firmaba como "pensionista de Su Majestad en la Corte de París". Desde 1770 lo hizo con el título de "geógrafo de los dominios de Su Majestad", lo que le permitió hacer mapas de los reinos y provincias de España, de territorios hispánicos del Nuevo Mundo y de asuntos históricos y bélicos de actualidad. Para obtener información geográfica e histórica de primera mano, recurrió a un método muy difundido por los ilustrados: la carta circular y el interrogatorio, del que también se sirvieron las instituciones y organismos oficiales. Así lo habían hecho el ministro Ensenada para obtener las Respuestas de Única Contribución y la Real Academia de la Historia para hacer un Diccionario geográfico-histórico de España. Su origen se remonta a las conocidas Relaciones de los pueblos de España mandadas hacer por Felipe II. A ellas tuvo acceso Tomás López.<br>
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Dos años después de su muerte, en 1804, sus hijos reunieron los mapas y publicaron el Atlas Geográfico de España, que comprende el mapa general del Reino y los particulares de sus provincias. López fue el primer cartógrafo español que hizo los mapas de los reinos y provincias de España y de los dominios en América para formar el primer atlas completo de España. No eran los mapas científicos con principios geodésicos, levantamientos topográficos y mediciones sobre el terreno, que venían reclamando los ilustrados y los oficiales de la armada. El general de España y los de reinos y provincias tenían muchos errores en el emplazamiento de pueblos y accidentes geográficos, debido a la falta de mediciones astronómicas. Por eso, en 1783, bajo la iniciativa del conde de Floridablanca, Carlos III encomendó a Vicente Tofiño de San Miguel, director de la Academia de Guardia Marinas, el levantamiento de la Carta esférica de las costas de España.<br>
Contó con financiación oficial y la colaboración de alumnos y oficiales de la Academia. Para hacer los levantamientos utilizando el método geodésico, la costa se dividió en ocho sectores y se hicieron mediciones con técnicas modernas: observaciones astronómicas, sondas, uso de bases de comprobación, etc. Los trabajos hidrográficos se ejecutaron entre 1783 y 1788. Había que levantar las cartas de las costas para facilitar la navegación y conocer la traza correcta de la Península, que se había ido deformando en los mapas grabados en Europa, e incluso en el de Tomás López (1770). La dirección de los trabajos de grabado, estampación e impresión se encomendó a José de Vargas Ponce. En 1787 se publicó el Derrotero de las costas de España en el Mediterráneo y su correspondiente de África y el primer tomo del Atlas. En 1789, el Derrotero de las costas de España en el Océano Atlántico, y de las Islas Azores ó Terceras y el segundo tomo del atlas. El mismo año se reunieron los dos tomos en un volumen bajo el título Atlas marítimo de España. Por su perfección técnica y su calidad en el grabado fue el mejor trabajo cartográfico del siglo. Tomás López lo consultó para mejorar la primera edición de su mapa general de España (1770), que ofrecía algunas deformaciones en el recorte de la costa. En la nueva edición (1792) corrigió el diseño de la Península, islas y frontera de África a partir de "las exactísimas cartas esféricas del Océano y Mediterráneo" de Vicente Tofiño.<br>