Hábitat rural
España en mapas. Una síntesis geográfica
Compendios del Atlas Nacional de España.
Estructura temática > Población, poblamiento y sociedad > Asentamientos humanos > Hábitat rural
El término hábitat proviene de la biología y hace referencia al asentamiento de la población en el territorio, teniendo en cuenta sus variables naturales. Así, el hábitat rural se refiere a las aldeas, los lugares, los pueblos o los barrios existentes en España, en municipios que no alcanzan un efectivo superior a 10.000 habitantes. Estos asentamientos tienen un origen histórico, que puede remontarse a la romanización o al período medieval, y su distribución está condicionada por factores de tipo topográfico (presencia de terrenos llanos o en pendiente), la abundancia o escasez de agua, la cobertera vegetal disponible, y las técnicas constructivas existentes en cada momento.
Por lo general, el hábitat rural es concentrado cuando la población se agrupa en aldeas grandes; disperso, en los casos donde los lugares son minúsculos, de dos a diez casas, y mixto, entre las dos situaciones anteriores. También se utiliza la expresión hábitat diseminado, para referirse a un asentamiento de la población del campo en entidades de una sola casa, característico del País Vasco y otras áreas del Cantábrico, que reciben el nombre de caserío o el más genérico de lugar. Entre las tipologías del hábitat concentrado y disperso, se suele encontrar el mixto o intercalar, donde al agrupamiento histórico de la población rural en aldeas se le une una dispersión o diseminación reciente, de nuevas casas localizadas en las proximidades de una vía de comunicación, cerca de un paraje atractivo o en una finca amplia, que al generalizarse rompen con la tendencia a la agrupación del hábitat en núcleos mayores.
Resulta habitual que en el estudio del hábitat se definan elementos significativos que explican el asentamiento de una población determinada en el ámbito rural. Así, junto con las casas que sirven de residencia habitual, se ocupan sólo en épocas de vacaciones o están abandonadas, aparecen un conjunto de construcciones complementarias menores, normalmente relacionadas con las tareas agrícolas, como establos, cuadras, pequeños cobertizos y los edificios simbólicos del lugar (como la iglesia, a veces escuelas o locales asociativos, etc.) Pero para comprender el hábitat rural es necesario también interpretar la organización interna del espacio agrario, donde las huertas y tierras de cultivo suelen buscar la proximidad a las viviendas, en tanto que los prados y pastos necesitan de un suministro continuo del agua, y el monte se encuentra habitualmente más alejado, en los confines de la aldea o del límite simbólico del caserío. Un último elemento asociado al hábitat rural son las vías de comunicación, desde las carreteras hasta los senderos casi inapreciables pasando por pistas, caminos y vías de todo tipo, tanto asfaltadas como cubiertas de tierra. La red viaria condiciona la disposición actual del hábitat y, a su vez, la localización de los núcleos de población determina la forma que adoptan las redes de abastecimiento de electricidad, telefónicas y de agua o alcantarillado centralizadas, cuando estas existen.
En el mapa Índice de dispersión del hábitat rural en los municipios españoles se observa que, los contrastes por regiones son muy marcados, en una relación numérica de más de 50 a 1. Los territorios con una mayor dispersión, entidades que no suelen superar un mínimo agrupamiento de casas y un volumen de habitantes casi siempre inferior a 20, se destacan en la España húmeda del norte y noroeste. Por lo general, se trata de espacios montañosos con abundancia de agua. La disponibilidad de fuentes y arroyos ha permitido a las poblaciones instalarse en cualquier lugar desde donde organizar el terrazgo agrario. No existen dificultades para abastecerse de agua y los contrastes topográficos se traducen en unos rodales de cultivo de dimensiones limitadas, que, en cada caso, sólo permitían mantener un número reducido de explotaciones campesinas y familias. El fenómeno de la dispersión puede también ser atribuido a razones históricas, por ejemplo, en Cataluña, norte de Comunitat Valenciana y levante almeriense con prolongaciones hacia Murcia.
En el caso opuesto, la máxima concentración se localiza en Castilla y León, al oeste de Aragón, buena parte de Navarra, en Cantabria y en sectores representativos de Castilla-La Mancha y Extremadura. A este respecto, se debe indicar que tradicionalmente el hábitat concentrado (con términos tan expresivos como agrociudad), se asoció a Andalucía o a Murcia. En el mapa este hecho no se puede corroborar, pues gran parte de la población reside ya en municipios de más de 10.000 habitantes por lo que no han sido cartografiados. Por tanto, la concentración es característica de regiones de pequeños pueblos y cabeceras municipales, donde predominan los espacios llanos y las disponibilidades de agua son limitadas. Debido a estos factores, junto a otros como la organización de áreas de frontera durante la Reconquista, el hábitat se ha definido a partir de pueblos de varias decenas de casas, normalmente de estructura compacta, desde donde se atendían espacios agrícolas o ganaderos extensivos, bastante amplios.
Transformación del hábitat rural tradicional
Tabla de población que ha cambiado de residencia
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Las intensas transformaciones que ha registrado España en los últimos decenios introducen profundas mudanzas en el hábitat rural. De hecho, existe un amplio consenso al considerar que el hábitat tradicional, definido desde la Edad Media y afirmado, propiamente, hasta mediados del siglo XX, ya no se conserva más que en áreas remotas. El mismo ha sido sustituido por nuevas formas de asentamiento condicionadas por el proceso de urbanización, la mejora en las redes de caminos y carreteras, y la implantación de empresas en espacios cada vez más amplios.
En un intento por sistematizar estos cambios en el hábitat rural, es posible identificar hasta cuatro factores que inciden en los mismos. El primero respondería a una causa endógena, esto es, asociada a distintos procesos de modernización de la actividad agraria. Así, la agricultura intensiva existente en importantes regiones del Mediterráneo español necesita de nuevas instalaciones para gestionarla, almacenar los productos y los insumos agrarios, e implantar máquinas que han permitido una acusada tecnificación del trabajo agrícola (ver imagen Agricultura intensiva bajo plástico…). Algo similar sucede en comarcas ganaderas del norte y oeste peninsular donde se levantan nuevos establos, granjas, almacenes de aperos o residencias más modernas para controlar la explotación. En todos estos casos, tiene lugar una profunda transformación de la trama parcelaria que se regulariza y ve ampliar el tamaño medio de sus unidades.
En segundo término, la mejora y multiplicación de las vías que atraviesan el espacio rural se acompaña de procesos de dispersión secundaria del hábitat. Las carreteras y travesías principales registran un proceso generalizado de edificación en sus márgenes y las instalaciones industriales (ver imagen Polígonos industriales en el corredor del Henares) que se extiende a todo el país. Las nuevas viviendas construidas en el campo buscan la accesibilidad, por lo que también las proximidades de la red viaria se densifican en mayor medida que el conjunto.
El tercer proceso que introduce transformaciones de los asentamientos rurales se relaciona con la irrupción de ejemplos de hábitat urbano en pequeños municipios. Se trata de la proliferación de urbanizaciones de chalets, adosados y pareados tanto en la segunda y tercera coronas urbanas, cada vez más lejos de la ciudad central (ver imagen Desarrollo residencial metropolitano. Núcleo de Magán), como en áreas turísticas emergentes del litoral, la montaña o comarcas de valor paisajístico (como se puede observar en la imagen sobre turismo residencial en Calahonda, Málaga). Estas tipologías edificatorias también pueden aparecer sin una razón exógena que las justifique, por actuaciones de urbanización de contratistas o promotores locales en núcleos modestos, generalmente cabecera de un municipio.
Por último, las áreas rurales acogen de forma creciente pequeños polígonos industriales, parques empresariales o zonas de actividad que modifican la fisonomía de pueblos y aldeas, y son fácilmente observables recurriendo a la fotografía aérea (ver imagen Espacio rururbano en Castellar-l’Oliveral). De un modo semejante a las urbanizaciones, la red viaria y los cambios agrarios, se asiste a una regularización de las formas del espacio rural, con un avance de los perímetros basados en formas geométricas puras, de la zonificación de usos, que contrasta con unos perfiles más irregulares del hábitat tradicional.
En la tabla Población que ha cambiado de residencia se observa que el proceso de urbanización continúa hasta la actualidad, con transferencia de habitantes rurales a la ciudad y sus periferias. Además, con una concentración de la población extranjera fuera del campo.
Asentamientos rurales
Todos los mapas elaborados sobre el hábitat rural repiten un mensaje común: en Galicia y Asturias abundan las pequeñas entidades de población, mayoritarias, frente a los pueblos y aldeas más grandes conforme se avanza al sur, al este y sobre todo en regiones de topografía llana. Esto se constata en el mapa Población rural de 2015. Se consideran asentamientos rurales aquellos que contabilizan menos de 10.000 habitantes, algo dudoso para algunos casos con cabeceras comarcales como Redondela, Noia, Ribadeo, Luarca o Ribadesella. En cualquier caso, el porcentaje sobre la población total provincial se sitúa por encima del 40% en Galicia y en provincias de las dos Castillas con ciudades capital de pequeño tamaño (Zamora, Segovia, Ávila, Soria, Cuenca, Toledo), mientras que su representatividad no llega al 20% en las urbanizadas provincias de Madrid, Barcelona, Valencia, Sevilla, Málaga o Bizkaia, entre otras.
Este mapa se completa con un segundo que cartografía la población en diseminado, entendiendo por diseminado las aldeas con pocas casas, y que constata el predominio de este tipo de asentamiento, de nuevo, en Galicia, aunque también en numerosos territorios mediterráneos, donde la urbanización generalizada y con escaso control, y un relieve movido, justifican porcentajes entre el seis y el nueve por ciento (Illes Balears, Murcia, Almería, Castellón). Por último, se presentan las entidades singulares de población por municipio donde destacan cifras superiores a 40 en Galicia y Asturias, un poco menores en Murcia, y registros inferiores a 2,6 entidades por municipio en Extremadura, buena parte de ambas Castillas, La Rioja, Zaragoza y Teruel, Sevilla y Málaga, Valencia y Alicante, reflejando la España del hábitat concentrado.
En el mapa Densidad de asentamientos, en el que se representan las entidades de población cada 10 km2, señalar que los máximos se concentran en el norte de Galicia, las rías Baixas, Gijón-Avilés y el centro de Asturias. Los valores elevados no suelen sobrepasar la España atlántica, aunque en Cataluña, los litorales de Valencia, Alicante y Murcia, los entornos de Madrid y amplias áreas de la Salamanca rural predominan los registros situados entre 10 y 20 entidades singulares cada 10 km2. En el mapa Población en diseminado por municipio se representa la población en diseminado respecto a la total y aquí la conclusión más importante se refiere a los contrastes periferias-interior del país, aunque no necesariamente la línea costera. Dejando al margen casi toda Galicia, los valores superan el 10% en sectores significativos de las regiones cantábricas, Cataluña septentrional, una franja que va desde el oeste de Castellón hasta Murcia y Almería e importantes áreas de Málaga y Cádiz. Se trata de espacios montañosos, donde se han registrado procesos de construcción recientes, vinculados a la pujanza turística de amplios territorios del litoral y su traspaís.
El mapa Población en asentamientos rurales presenta la población municipal española en 2015 que vive en núcleos de menos de 10.000 habitantes, aunque el conjunto del municipio pudiera superar los 10.000 habitantes. La conclusión más relevante que se extrae de este mapa se refiere al elevado número de municipios de menos de 2.000 habitantes en el interior peninsular y al importante peso de la población en diseminado, incluso en municipios de más de 10.000 habitantes, en la periferia y aureola de las grandes metrópolis.
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