Turismo (monografía COVID-19)
La pandemia COVID-19 en España. Primera ola: de los primeros casos a finales de junio de 2020
Monografías del Atlas Nacional de España. Nuevo contenido
Estructura temática > Efectos sociales, económicos y ambientales > Magnitudes macroeconómicas y sectores productivos > Turismo
La grave crisis ocasionada por la pandemia COVID-19 ha afectado de manera singular al sector turístico, reflejándose su impacto sobre la ocupación (véase mapas de evolución trimestral de la población ocupada y mensual de afiliados a la Seguridad Social). En estos mapas puede observarse la acentuada caída de la ocupación en los destinos litorales y urbanos, que dependen de la demanda internacional, durante la primera ola (marzo-junio), y una leve recuperación, coincidiendo con la finalización del estado de alarma hasta septiembre de 2020. Sin embargo, en este último mes, el comportamiento de los afiliados a la Seguridad Social, a diferencia de 2019, ya muestra el inicio de la segunda ola de la pandemia.
Esta dinámica la han experimentado con mayor severidad Andalucía, Cataluña y Comunidad de Madrid, las comunidades con mayor porcentaje de población ocupada respecto al total (15,1-20%). En cambio, destinos regionales con menor porcentaje de población ocupada en turismo y mayor representatividad de la demanda interna, como La Rioja, Comunidad Foral de Navarra o Extremadura, ofrecen una variación interanual menor. Es de destacar el caso de Canarias que acusa el mayor descenso de población ocupada y presenta un comportamiento regular en el mantenimiento de afiliados en alta a la Seguridad Social. Este hecho se explica por concentrar, junto con Illes Balears, el mayor porcentaje de afiliados en expediente de regulación de empleo (ERTE) en turismo.
En relación a los ERTE, el sector turístico sigue siendo el que concentra el mayor número de trabajadores en este instrumento de protección. Así lo expresa el gráfico de evolución mensual del alojamiento y de los servicios de comida y bebida, ya que ambos representan, en septiembre de 2020, el 35,3% de los expedientes de regulación de empleo respecto al total nacional.
La severidad de la crisis turística se ha manifestado en la diferencia del grado medio de ocupación hotelera por plazas en 2020 en España (33,7%), frente al registrado en 2019 (60,2%). La evolución mensual de la ocupación sigue el patrón de crecimiento en los meses de verano, facilitado por la suspensión de las restricciones a la movilidad en el periodo estival, aunque con cifras muy por debajo del periodo pre-covid, fundamentalmente por la caída de la demanda de origen internacional, que pasó de 55,9 millones de viajeros en establecimientos hoteleros, en 2019, a 10,8 millones en 2020. La caída de la ocupación fue en los destinos vacacionales y urbanos más dependientes de la demanda extranjera y hubo un mejor comportamiento en los meses de verano en los destinos con una mayor cuota de demanda nacional, como el Principado de Asturias o Cantabria. Las restricciones a la movilidad y el aforo en establecimientos turísticos, así como la incertidumbre acerca de la evolución de la pandemia, limitó la apertura de hoteles hasta el punto de que en agosto de 2020 se ofertaron 1,2 millones de plazas, el 66% de la oferta disponible el año anterior.
El cierre de establecimientos y la caída de la ocupación ha afectado negativamente a la rentabilidad empresarial. El indicador de ingresos por habitación disponible (RevPAR por sus siglas en inglés) refleja una variación interanual del -48,6% hasta situarse en 31,4 euros. La mayor disminución del RevPAR se registra en Illes Balears, Cataluña y Comunidad de Madrid, con descensos de más del 50%, mientras aquellos destinos con mayor cuota de turismo doméstico presentan variaciones menos pronunciadas: Principado de Asturias (-11,2) y Cantabria (-17,99), si bien con valores absolutos en su RevPAR muy por debajo de los principales destinos de turismo internacional.
Las restricciones a la movilidad y el cierre de los alojamientos, desde marzo de 2020, también paralizaron la actividad en el turismo rural, si bien en este caso la progresiva reactivación de su dinámica adquiere un significado particular. Con el final del confinamiento y la apertura de establecimientos, desde el verano de 2020 se advierte una eclosión del ocio de proximidad y del turismo interno, que afecta de un modo especial a las áreas rurales y naturales.
La oferta de alojamientos rurales en España, asociada en buena medida a espacios de montaña y áreas de especial valor paisajístico, ha venido caracterizada por una clara dominancia del turismo nacional (72,7% del total, como media, antes de la pandemia), con excepciones donde destaca la importancia de la demanda extranjera, como en Illes Balears. Tras el confinamiento y las restricciones a la movilidad, se han acrecentado lo que ya eran factores de éxito del turismo en las áreas rurales, tales como el rechazo a la masificación, la sostenibilidad y la vuelta a los valores de la identidad local.
El crecimiento de la demanda justifica que, en algunas comunidades, los incrementos tanto en el grado de ocupación por plazas como en la ocupación media de los alojamientos de turismo rural, haya sido muy significativa.
El grado de ocupación en los meses estivales de 2020, superó el del año anterior en el Principado de Asturias, Comunidad Foral de Navarra, Cataluña, Castilla-La Mancha, Castilla y León y La Rioja, mientras que otras regiones presenta cifras similares (Extremadura, Comunidad de Madrid, Comunitat Valenciana, entre otras) y son menos las que han tenido una ocupación por debajo del nivel de 2019, como es el caso del País Vasco o Illes Balears.
Por lo que respecta a la ocupación media de los alojamientos, considerando que la estacionalidad ha sido habitualmente muy acusada en este tipo de establecimientos, es significativo que, en 2020, se alcanzara un 28,6% de ocupación en los meses de julio, agosto y septiembre, para las plazas que estuvieron activadas.
La situación actual se convierte en factor propulsor de nuevas dinámicas y puede contribuir a impulsar producciones agroalimentarias y a valorizar los recursos del patrimonio natural y cultural. Pero el incremento de visitantes puede suponer también riesgos derivados del crecimiento sin planificación y la masificación de lugares que no están preparados para soportar una frecuentación excesiva.
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