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Durante la guerra de la Independencia trabajaron en España cartógrafos militares ingleses y franceses. Con los datos recopilados y los obtenidos mediante itinerarios, reconocimientos y levantamientos sobre el terreno, mejoró la precisión y el contenido de los mapas de España que se publicaron en ambos países. Un buen ejemplo es el Mapa Civil y Militar de España y Portugal (Paris, 1840), a escala 1:750 000, de A. Donnet.<br>
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Tras las Cortes de Cádiz de 1812 y la paulatina ruptura con el Antiguo Régimen, se intensificó la necesidad de elaborar un mapa de España como los ya planteados. Al interés militar y científico esgrimido por los ilustrados se añadió el hecho de que la aplicación de las políticas decimonónicas, especialmente las liberales, requerían de un conocimiento geográfico lo más exacto posible para aplicar sus reformas administrativas, evaluar los recursos naturales disponibles y llevar a cabo un reparto de las cargas fiscales de forma equitativa. Sin embargo, la inestabilidad política y la debilidad institucional que caracterizó la primera mitad del siglo XIX frustraron las diferentes iniciativas que fueron emprendidas. En este marco, cabe destacar algunas iniciativas personales relevantes: la Carta geométrica de Galicia (París, 1845), a escala 1:100 000, de Domingo Fontán, basada en una red geodésica; y el Atlas de España y sus posesiones de ultramar (1847-1870, incompleto), a escala 1:200 000, de Francisco Coello.<br>