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Por su parte, la tasa de ocupación parece expresar más comportamientos muy asentados que han adquirido casi una condición estructural, como la todavía incompleta incorporación femenina al empleo fuera del hogar en los países mediterráneos frente a las tendencias del norte del continente. Cabe señalar también que todos los datos están condicionados por las políticas de cese temporal de la actividad, que algunas naciones impulsaron para contrarrestar los efectos laborales negativos de la pandemia. Las tasas de ocupación más altas se registran en Suecia y los Países Bajos, donde cabe referirse a un pleno empleo masculino y femenino en contextos de envejecimiento poblacional atenuado. Por el contrario, España, Italia y Grecia muestran registros entre el 55% y el 60%, lo que implica que la recuperación del empleo una vez superada la pandemia, deberá acompañarse de políticas activas, sobre todo dirigidas a mujeres y jóvenes.
En resumen, la pandemia ha provocado el desencadenamiento de una crisis económica muy grave, que ha sido paliada momentáneamente con el incremento de las emisiones de dinero (con EEUU y la UE a la cabeza) y un notable incremento del gasto público. Cuando los efectos de la enfermedad se vayan superando, se asistirá a una indudable recuperación productiva, pero años después tendrá que corregirse el nivel de endeudamiento general que permitió superar los efectos económicos y en el empleo generados por la difusión de la COVID-19.
1985
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