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{{ANETextoEpigrafe|epigrafe=Evolución y distribución de la población española}}
A principios del siglo XX, la población de España se situaba por debajo de los 20 millones de habitantes y en la actualidad supera los 48 millones. Esta notable transformación demográfica tiene sus raíces en una serie de cambios y avances de carácter político, ideológico y socioeconómico que acontecieron a finales del siglo XIX y principios del siglo XX. A pesar de que su desarrollo se produjo con cierto retraso, en comparación con los países más industrializados de Europa Occidental, la pujanza económica y demográfica experimentada a partir de la segunda mitad del siglo XX ha sido muy acelerada.
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En los años cincuenta, España se caracterizaba por ser una sociedad todavía muy rural. Es a partir de los años sesenta cuando experimenta un crecimiento urbano exponencial, que coincide con la transición demográfica y la llegada del baby boom. Este acelerado crecimiento poblacional no tuvo una distribución homogénea del poblamiento. Durante este periodo desarrollista se produjo el éxodo rural y una migración masiva de población joven, particularmente femenina, hacia las urbes más industrializadas, de mayor crecimiento económico y que ofrecían mayores oportunidades laborales y disponibilidad de acceso a bienes y servicios, así como una importante emigración hacia los países europeos en rápido crecimiento y que demandaban mano de obra, como Alemania, Francia o Suiza.
Simultáneamente, estos movimientos migratorios propiciaron un acelerado proceso de envejecimiento y masculinización de las amplias zonas rurales del interior, que vieron debilitada su economía y, en consecuencia, su demografía. La conjunción de estos factores, junto con la configuración de las redes de transporte y comunicaciones, desempeñaron un papel crucial en la transformación del modelo de asentamientos y en la generación de notables desequilibrios en la distribución y la organización territorial de la población.
España se transformó definitivamente; el modelo de sociedad autárquica y cerrada dio paso a otro plenamente integrado en la Europa comunitaria. Es un momento de cambios en las relaciones sociales, políticas y en la organización política y territorial. Una fase de apertura que favoreció la aparición de nuevas pautas de comportamiento y factores socioculturales influyentes en cuestiones como la nupcialidad, la planificación familiar, el aumento de la participación laboral de la mujer, la consolidación de una sociedad de carácter urbano y la entrada en un régimen demográfico moderno, caracterizado por un descenso de las tasas de natalidad y fecundidad, y por un aumento notable de la esperanza de vida.
[[Archivo:Enelaboracion.jpg|left|thumb|300px|Gráfico estadístico: Evolución de la población. 1857-2022. España.
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Desde finales de los noventa, los comienzos del nuevo milenio y hasta finales del 2007 se inicia una etapa en la que España entra en la segunda transición demográfica, caracterizada por un crecimiento rápido de la población total, basado en la caída de la mortalidad y en la llegada masiva de inmigrantes internacionales. Coincide con un momento de expansión económica, caracterizado por unas tasas medias anuales de crecimiento del Producto Interior Bruto (PIB) del 3,5%. Este fenómeno, denominado comúnmente como el “milagro económico español” introdujo cambios sustanciales en los modos de vida, pero también en el modelo productivo y la actividad económica del país, marcados por una estrecha dependencia del sector inmobiliario y de la construcción.
Durante más de una década el crecimiento demográfico de España, gracias a la llegada de población inmigrante, estuvo muy por encima de países como Alemania, Francia, Reino Unido o Italia. Este aumento demográfico y las expectativas de consolidar la “Florida del sur de Europa” impulsó un mercado inmobiliario especulativo que estimuló la urbanización desmesurada, difusa, insostenible e ineficiente en los espacios costeros mediterráneos, en las áreas periurbanas de las orlas metropolitanas y, en menor medida, en las zonas turísticas del interior, montaña y costa atlántica del país.
<span style="color: #b20027; ">18739 [PDF]. [Datos]. </span><br>
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Estas tasas de crecimiento demostraron ser coyunturales y se paralizaron durante la gran recesión, entre 2008 y 2013, con una pérdida de población neta. Esta crisis ha supuesto un aumento de la divergencia en rentas entre regiones y una precariedad y brecha social, que ha afectado sobre todo a los jóvenes y a los grupos de población más vulnerable. Estos factores acentuaron aún más las bajas tasas de natalidad. Fue un periodo con saldos naturales y migratorios negativos por el retorno de inmigrantes extranjeros a sus países de origen. Todo ello supuso la desvitalización de las áreas rurales, que en el periodo anterior habían experimentado un ligero rejuvenecimiento demográfico.
A partir de 2014, se inició un proceso de lenta recuperación de la crisis, que permitió restablecer el balance demográfico positivo por el retorno de la población extranjera y una disminución de la emigración por parte de la población española. Y aunque el periodo de pandemia por COVID-19 en 2020 supuso un cierto estancamiento demográfico, actualmente la mejor situación económica de España frente a otros países de la Unión Europa, y los graves problemas sociopolíticos en Iberoamérica, África o Ucrania hacen que nuestro país siga creciendo en población.
Las notables dicotomías entre estos espacios urbanos y rurales se asientan en unas dinámicas productivas y residenciales y en una red de infraestructuras y comunicaciones que todavía no ha conseguido articular los asentamientos de las zonas rurales del interior. Una población escasa y marcadamente dispersa con elevados niveles de masculinidad y envejecimiento que contrastan con los municipios con mayor población y feminidad, correspondientes a los espacios más urbanizados.
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