Suelos
España en mapas. Una síntesis geográfica
Compendios del Atlas Nacional de España. Actualizado
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Definición de suelo El suelo es un recurso natural formado en la superficie terrestre compuesto por partículas minerales, materia orgánica, agua, aire y organismos vivos. Los suelos sanos pueden proporcionar servicios ecosistémicos vitales para los seres humanos y el medio ambiente tales como alimentos, biomasa, agua limpia, ciclo de nutrientes, almacenamiento de carbono y un hábitat favorable para la biodiversidad (Ley de Vigilancia del Suelo de la UE)
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El suelo es una capa delgada, frágil y extraordinaria, que se encuentra entre las rocas y la atmósfera. Delgada porque supone unos pocos centímetros bajo nuestros pies, muy poco en comparación con el grueso de la corteza terrestre; extraordinaria porque es fundamental para la vida en el planeta y, sin embargo, frágil porque un mal uso puede provocar su pérdida irreversible a escala humana. El suelo es fundamental para la vida por todas las funciones que desempeña: retiene nutrientes y agua, permitiendo el desarrollo de plantas y animales. Gracias a ello, los suelos nos proporcionan alimentos, biomasa y materias primas, además de servir de soporte de edificios e infraestructuras. El suelo desempeña un papel central como hábitat y reservorio del patrimonio genético al albergar la mayor parte de la biodiversidad de la Tierra; en el suelo se encuentra el patrimonio arqueológico que sirve para la reconstrucción de la historia de la humanidad. A su vez, el suelo es un gran almacén de carbono, que captura alrededor de un 20 % del carbono antrópico emitido a la atmósfera anualmente. Como reconocen los organismos internacionales de forma unánime, el suelo es clave para avanzar en la resolución de grandes problemas y retos que la humanidad ha de enfrentar: la producción de alimentos en cantidad y calidad adecuada, la biodiversidad y la mitigación del cambio climático. Pero es preciso que la sociedad tenga mayor conocimiento y conciencia sobre las diversas funciones y servicios ecosistémicos que realiza el suelo, las realidades que condiciona y la necesidad de su cuidado y protección.
El suelo es un elemento muy complejo, como se puede ver en la ilustración Componentes de un horizonte superficial de un suelo, compuesto por una fase sólida (materia mineral y materia orgánica), que deja unos huecos o poros ocupados por agua (fase líquida) o aire (fase gaseosa).
El suelo resulta de la interacción de los denominados factores formadores: litosfera o material parental, clima (temperatura, precipitación...), biosfera u organismos vivos (plantas, animales, microorganismos y el propio hombre), relieve y tiempo. Como se observa en la ilustración ¿Qué es el suelo?, los cinco factores están siempre presentes en la formación de un suelo, pero su influencia es mayor o menor dependiendo de cada tipo de suelo y de su historia.
Factores, procesos y clasificación de suelos
El material parental del suelo, es decir, la litología a partir de la que se forma, puede ser una roca consolidada, un depósito no consolidado o incluso un suelo preexistente. Sobre este material originario van actuando el resto de los factores formadores a lo largo del tiempo. La influencia del material parental se manifiesta en propiedades edáficas como la textura, la reacción del suelo, la pedregosidad, el color, etc., siendo muy evidente en algunos grupos de suelos y en suelos jóvenes en general.
El clima es un factor siempre esencial que influye directamente mediante las precipitaciones y las temperaturas e indirectamente a través de la vegetación. Por ello hay una cierta distribución zonal en los suelos en el mundo. La temperatura y la precipitación influyen en los procesos de alteración y transformación mineral, modificando la velocidad de muchas reacciones químicas que se dan en el suelo. La temperatura condiciona el tipo de meteorización, predominantemente física con bajas temperaturas, más química con altas temperaturas. La disponibilidad de agua y su flujo influye sobre gran cantidad de procesos edáficos, movilizando e incluso eliminando componentes del suelo.
A diferencia del clima, la influencia del relieve en la formación de los suelos es local pues está relacionada con la posición y las características topográficas del lugar. En general, las superficies horizontales, llanas o de suave pendiente y, por tanto, estables geomorfológicamente, permiten la acción eficaz de los procesos de edafogénesis. En cambio, en las superficies de fuerte pendiente o inestables por su posición topográfica (como fondos de valle o llanuras de inundación), el suelo se rejuvenece continuamente por erosión o acumulación de materiales, lo que condiciona su desarrollo. Según las características de la forma del relieve (inclinación, longitud, orientación de la ladera) y por la posición del suelo en la misma, los efectos pueden ser distintos.
Los seres vivos (biosfera) son otro factor formador de primer orden, al participar en los ciclos de nutrientes. En concreto, la vegetación ejerce acciones tanto directas como indirectas en la formación y conservación del suelo. Entre las primeras destacan el aportar materia orgánica (ver mapa Contenido de carbono orgánico en la capa superior del suelo), acelerar la meteorización e incrementar la porosidad y el movimiento del agua y el aire. Entre las indirectas destaca la modificación del microclima o clima edáfico, a través del efecto pantalla que la cubierta vegetal ejerce sobre el suelo. Además, el sistema radicular y los microorganismos respiran, segregan sustancias y absorben agua, por lo que tiene efectos sobre la translocación y lavado de sustancias en el suelo, por ejemplo, de carbonatos. La influencia del hombre como transformador de las condiciones naturales del suelo es muy grande, con capacidad tanto de rehabilitar como de degradar suelos.
Cada uno de los factores formadores ejercen su influencia en la formación del suelo a lo largo del tiempo. Los suelos jóvenes son aquellos que han desarrollado pocos horizontes y heredan muchas de las propiedades del material parental. Con el paso del tiempo el suelo puede desarrollarse, adquiriendo mayor espesor y diferenciándose más de la roca o material parental.
La actuación de estos factores formadores se produce mediante los procesos de edafogénesis, que pueden sucederse en el tiempo, actuar simultáneamente e incluso ser antagónicos. Los procesos que actúan en un suelo se sintetizan en la ilustración Procesos de formación del suelo asociados con los horizontes y tipos de suelos. Se pueden agrupar en tres categorías (se recomienda consultar el Diccionario multilingüe de la Ciencia del Suelo para aclarar conceptos y ampliar información):
I. Transformaciones (orgánicas e inorgánicas): se trata del conjunto de procesos que conllevan cambios de composición y forma de los compuestos orgánicos o inorgánicos. Entre ellos destaca la meteorización, transformación química, física o biológica del material mineral del suelo y de la roca madre por la acción de los distintos agentes atmosféricos. También los procesos relacionados con la evolución del hierro, como la rubefacción (deshidratación de los oxihidróxidos de hierro liberados de las arcillas por meteorización en climas mediterráneos), el empardecimiento o brunificación (donde el hierro permanece hidratado) o la gleyzación (donde los óxidos de hierro alcanzan la forma ferrosa, por el exceso de agua). La melanización es el proceso de oscurecimiento de los horizontes superficiales del suelo por la evolución de restos orgánicos frescos hacia formas complejas (humus), con la participación de los microorganismos. La edafoturbación es el proceso en el que los materiales del suelo sufren cambios posicionales y efectos de mezcla, sea por la actividad biológica, el hielo o la presencia de arcillas expansibles en el suelo.
II. Translocaciones: implican un cambio de posición de un componente que puede ser tanto ascendente como descendente, aunque habitualmente domina este último, y supone la concentración de materiales en ciertos puntos del perfil. Según la causa que genera este movimiento se distingue entre translocaciones en solución y en suspensión. En las primeras, se produce la solubilización del componente en las estaciones húmedas y su migración dentro del perfil hasta cierta profundidad, donde vuelven a precipitar en la estación seca. Según el componente movilizado sean carbonatos, yesos o sales más solubles se diferencia entre carbonatación, gypsificación y salinización, respectivamente. En las translocaciones en suspensión destacan la argiluviación y la podzolización. La argiluviación consiste en la movilización en suspensión de arcilla por acción del agua, que actúa como agente físico de transporte, sin reaccionar químicamente con ella. La podzolización es el proceso de movilización de materia orgánica, aluminio y hierro desde un horizonte superior con translocación e inmovilización a uno inferior. Requiere de condiciones climáticas frías y húmedas, una vegetación acidófila y escasa actividad biológica.
III. Adiciones y pérdidas: procesos de enriquecimiento y de eliminación, respectivamente, de materiales y componentes del perfil edáfico. Entre las adiciones, pueden diferenciarse procesos de: cumulización, aporte de material por aluvionamiento o coluvionamiento, que se traduce en el engrosamiento del horizonte superficial de materia mineral, lo que repercutirá en la evolución del suelo. Entre las perdidas hay que destacar la erosión, el proceso de denudación superficial y la desaparición gradual del suelo por efecto del agua (erosión hídrica), del viento (erosión eólica) o del hielo (erosión glacial). Además, puede haber perdidas por lavado, migración, más o menos continuada, de un componente del suelo por la acción de un agente químico.
A medida que los factores formadores van actuando sobre el suelo a través de los diferentes procesos edáficos, se va produciendo una organización de los componentes del suelo en diferentes capas de disposición horizontal, que reciben el nombre de horizontes. Estos horizontes se diferencian entre sí por rasgos perceptibles a simple vista (color, estructura, textura…) y permiten comprender y describir mejor los tipos de suelos y sus características. El conjunto de horizontes que se superponen desde la superficie hasta la roca constituye el perfil del suelo. En la ilustración Esquema de perfil del suelo se pueden observar los diferentes horizontes genéticos y sus denominaciones y siglas más usadas (según FAO, 2006).
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Funciones del suelo
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Los perfiles de suelos tienen sus rasgos particulares, pero es posible y necesario clasificarlos en función de su morfología y propiedades comunes. En este atlas se clasifican los suelos siguiendo la Base de Referencia Mundial para Recursos de Suelos (World Reference Base, WRB 2022), sistema usado en la Unión Europea.
La clasificación de los suelos se basa en propiedades definidas morfométricamente, con datos de campo y laboratorio, por medio de horizontes, propiedades y materiales de diagnóstico. Los horizontes de diagnóstico son diferentes a los horizontes genéticos mediante los que se describen los perfiles. En la ilustración Procesos de formación del suelo los horizontes genéticos aparecen con sus siglas y los de diagnóstico con sus denominaciones, a la derecha en vertical relacionándose con el proceso edáfico (en la parte superior) y la clasificación del suelo (en la parte inferior).
Se señalan a continuación los horizontes de diagnóstico, definidos por la WRB, que son más frecuentes en los suelos de España.
En superficie se pueden encontrar:
- ÚMBRICO: horizonte con buena estructura, de color oscuro debido a la abundante materia orgánica y de cierto espesor (Ah). Es propio de suelos ácidos, con una saturación de bases inferior al 50 % y es frecuente en los climas atlánticos.
- MÓLLICO: es similar al anterior, pero con una saturación de iones basificantes superior al 50 %. Es característico de suelos neutros o básicos, propios de praderas y de algunos bosques.
- HÍSTICO: horizonte orgánico (H), formado en condiciones de saturación por agua durante largos períodos. Tiene más de 10 cm de espesor. Típico de turberas.
En cuanto a los horizontes de diagnóstico subsuperficiales que pueden encontrarse en España destacan:
- ÁLBICO: horizonte fuertemente eluviado (E), de colores blancuzcos, debido a la eliminación de arcillas y óxidos de hierro, mientras que permanecen la arena y limo residuales con muy débil agregación. Propio de zonas muy húmedas y suelos ácidos.
- ÁRGICO: horizonte enriquecido con arcilla (Bt) por translocación (arcilla iluvial), neoformación u otras causas. Aparece en zonas húmedas o en unidades geomorfológicas viejas y estables.
- CÁLCICO: es un horizonte de acumulación de carbonato cálcico secundario o edáfico mayor o igual al 15 % y con 15 cm o más de espesor (Bk, Ck), que si está cementado pasa a denominarse PETROCÁLCICO (Bkm). Ambos horizontes son muy abundantes en la España caliza, de clima semiárido o subhúmedo.
- GÍPSICO: horizonte de acumulación de yeso secundario o edáfico con 15 cm o más de espesor (By, Cy). Es frecuente en las zonas semiáridas del centro y sur peninsular.
- SÁLICO: con acumulación secundaria de sales más solubles que el yeso (Az, Bz). Frecuente en ambientes áridos, costeros, con vegetación halófila.
- CÁMBICO: horizonte de alteración incipiente, evidenciada por cambios en el color (más rojo), mayor contenido de arcillas o menor de carbonatos respecto al horizonte subyacente (puede corresponderse con el horizonte genético Bw). Abundante en todo el ámbito mediterráneo.
- ESPÓDICO: horizonte subsuperficial de color oscuro por el enriquecimiento de humus y aluminio o hierro (Bh, Bs, Bhs), propio de suelos muy ácidos y habitualmente bajo un álbico (E). Es propio de zonas muy húmedas y frías de España.
También se definen horizontes y materiales de origen antrópico, ya sea como resultado de un largo e intenso uso agrícola del suelo, lo que define los anthrosols, o por la gran cantidad de artefactos, geotextiles u hormigón, que definen los technosols.
El suelo está en constante evolución y ello se evidencia en los cambios de los diferentes horizontes como se observa en la ilustración Ejemplo de evolución de un suelo, en ámbito mediterráneo. El suelo comienza a desarrollarse a partir de depósitos aluviales (horizonte C) con un incipiente horizonte superficial A, clasificándose como un Regosol. Los procesos de edafización conforman un Ah, más oscuro por incremento de materia orgánica que deriva en un horizonte móllico y cambia la clasificación del suelo a Phaeozem. Los procesos de alteración y las translocaciones dan lugar después a horizontes subsuperficiales de tipo cámbico (Bw) por encima de un cálcico (Ck) variando el tipo de Phaeozem. Un mayor desarrollo da lugar a un álbico (E) por encima de un árgico (Bt) descarbonatado, por lo que el perfil se clasifica como Luvisol. Sin embargo, la evolución de un suelo no siempre comporta un mayor desarrollo y, por ejemplo, un evento erosivo, puede decapitar el perfil y, por tanto, rejuvenecer el suelo. Sobre el perfil resultante la edafización deberá iniciarse de nuevo.
Paisajes, perfiles y mapa de suelos
El paisaje es "cualquier parte del territorio, tal y como es percibida por las poblaciones, cuyo carácter resulta de la acción de los factores naturales y humanos y de sus interrelaciones" (Convenio Europeo del Paisaje, 2000). Es el resultado de la interacción de los mismos factores formadores que intervienen en la formación de un suelo determinado: litosfera, clima (temperatura del aire, cantidad de agua), biosfera (plantas, animales, microorganismos y, por supuesto, el hombre), relieve y la evolución a lo largo del tiempo. Paisaje y suelo están intrínsecamente asociados en su formación y evolución, por lo que su conocimiento, comprensión, gestión y manejo han de abordarse conjuntamente.
España se caracteriza por una notoria diversidad en la tipología de los factores formadores citados y, en consecuencia, también destaca por la variedad de paisajes y por una alta diversidad edáfica. Como muestra de ella, con la colaboración de la Sociedad Española de la Ciencia del Suelo, se han seleccionado perfiles de 16 Grupos de Suelos de Referencia (GSR) según WRB (2022), representativos de dicha diversidad, acompañados del paisaje en el que se localizan. La mayor parte de los perfiles están fotografiados con una cinta métrica para informar sobre la profundidad a la que se localiza cada tipo de horizonte genético, identificado con las siglas habituales. Cada conjunto de paisaje y perfil del suelo se acompaña de una breve explicación sobre los rasgos de cada tipo de suelo y su relación con los rasgos paisajísticos más relevantes o su localización más habitual.
El mapa de Suelos de España se ha elaborado a partir de los datos del European Soil Data Centre (ESDAC) adaptando las denominaciones a la última versión de la World Reference Base (IUSS, 2022), y se han realizado algunas revisiones puntuales.
La WRB tiene dos niveles: un primer nivel con 32 Grupos de Suelos de Referencia (GSR) y un segundo nivel en el que se añade al GSR un conjunto de calificadores principales y suplementarios. Los GSR se definen con criterios amplios con la finalidad de facilitar la correlación y armonización entre los diferentes sistemas de clasificación nacionales de suelos existentes y facilitar también la recopilación de bases de datos de suelos.
Los 18 GSR representados en el mapa a esta escala de reconocimiento (indicados con mayúsculas en las etiquetas del mapa) son únicamente los suelos dominantes y permiten obtener un panorama general y sintético de los suelos de España, aunque hay muchos detalles que obviamente no quedan recogidos y existen otros suelos que incrementan la diversidad edáfica reflejada.
Las siglas que acompañan en minúsculas al GSR corresponden a los calificadores que indican el segundo nivel de clasificación que resulta dominante en ese sector. Para facilitar la interpretación del mapa y el establecimiento de relaciones, en la leyenda se han agrupado los GSR en función del factor que condiciona en mayor medida la formación de los suelos. Pero es preciso no olvidar que la acción de todos los factores formadores está siempre presente en cada suelo. Casi todos los GSR representados en el mapa de suelos están explicados con el apoyo de un perfil y su paisaje asociado.
BADÍA, D. Y MARTÍ, C. (2021). EDAFOS: El suelo, epidermis viva de la tierra. Programa interactivo para el conocimiento del suelo. https://www.cienciadelsuelo.es/
BADÍA D. (2023). “Soil Classification Systems: World Reference Base and Soil Taxonomy”. En: Michael J. Goss y Margaret Oliver (eds.). Encyclopedia of Soils in the Environment (Second Edition). Volume 4, pp. 197-205. Elsevier https://doi.org/10.1016/B978-0-12-822974-3.00026-4
CONSEJO DE LA UNIÓN EUROPEA (2025). Directiva de Vigilancia del Suelo. https://data.consilium.europa.eu/doc/document/ST-9474-2025-REV-1/es/pdf
FAO (2009). Guía para la descripción de suelos. Roma, Organización de las Naciones Unidas para la agricultura y la alimentación, 110 pp. https://openknowledge.fao.org/items/e4edb8e6-0e75-46ad-bf9b-43fc29975e33
GÓMEZ-MIGUEL, V. D., BADÍA-VILLAS, D. (2016). “Soil Distribution and Classification”. En: J. F. Gallardo Lancho (coord.). The Soils of Spain. Chapter 2, pp. 13-50. Springer International Publishing Switzerland.
IUSS Working Group WRB. (2022). Base Referencial Mundial del Recurso Suelo. Sistema internacional de clasificación de suelos para la nomenclatura de suelos y la creación de leyendas de mapas de suelos. 4ª edición. Viena, Unión Internacional de las Ciencias del Suelo (IUSS). https://wrb.isric.org/files/WRB_fourth_edition_Spanish.pdf
PORTA CASANELLAS, J., LÓPEZ-ACEVEDO, ROQUERO, C. (2003). Edafología para la agricultura y el medio ambiente. Madrid, Mundi-Prensa, 849 pp.
PORTA CASANELLAS, J. (2023), dir. Diccionario Multilingüe de la Ciencia del Suelo. Sociedad Española de la Ciencia del Suelo. https://www.secs.com.es/diccionario-multilingue/
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