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Las provincias manchegas y del sudeste de Castilla y León presentan las tasas de mortalidad por COVID-19 más elevadas, con más de 100 y hasta 250 fallecidos por 100.000 habitantes, siendo 58,90/000 el dato del conjunto nacional. En cifras absolutas, las provincias de Barcelona y Madrid llegan a acumular en este periodo hasta 5.300 y 7.600 fallecidos respectivamente.
La ''[[:Archivo:Espana_Piramide-fallecidos-por-COVID--19-durante-la-fase-descendente-de-la-pandemia_2020_graficoestadistico_18071_spa.jpg | pirámide de población fallecida por COVID-19 durante la fase descendente de la pandemia ]]'' habla nuevamente de la mayor vulnerabilidad de los grupos de edad más avanzada en ambos sexos. Sin embargo, en este caso, la población femenina presenta tasas de mayor letalidad que en la fase anterior, especialmente en la cohorte de más edad (más de 90 años). Por su parte, en el caso de la población masculina, se observa una mayor incidencia en segmentos de población entre 75 y 89 años. Las cifras de fallecidos en población joven-adulta son muy bajas.
Espacialmente se observa un marcado patrón norte-sur, siendo Galicia, Asturias, Cantabria, País Vasco, Castilla y León, Aragón y Cataluña las comunidades autónomas cuyas provincias presentan porcentajes de fallecidos mayores de 80 años respecto al total de fallecidos por COVID-19 igual o superior a la media nacional (62,6%). La provincia de Ourense presenta el porcentaje más elevado (el 80% de los fallecidos tienen más de 80 años de edad). La situación demográficamente más joven de la mitad sur de España ha sido inequívocamente un factor protector frente a los efectos mortales de la pandemia.