Discusión:Movimientos migratorios
Estructura temática > Población, poblamiento y sociedad > Demografía > Movimientos migratorios
Tradicionalmente España ha sido un país de emigración. En su historia reciente, la primera afluencia de población extranjera se produjo en los años sesenta hacia espacios de fuerte especialización productiva: cuencas mineras, comarcas de agricultura intensiva y enclaves turísticos. No obstante, desde el último cuarto del siglo XX los movimientos internos son de una nula, o casi inexistente, influencia en la redistribución territorial de los efectivos poblacionales, pues, en rigor, no había mucho que repartir una vez salidas las generaciones jóvenes de los núcleos rurales para dar lugar a las grandes concentraciones urbanas de los sesenta y setenta, y haberse producido el desarrollo de un modelo residencial y de trabajo que desincentivaba la movilidad.
La población nacional, ha permanecido casi estancada por lo que a su localización se refiere, salvo por el desbordamiento de las grandes ciudades hacia sus espacios metropolitanos inmediatos, con unos crecimientos urbanísticos como jamás se habían producido en la historia española. Esa fue la respuesta real a las necesidades de una población que crecía a unos ritmos muy bajos y presentaba unas tasas de natalidad cercanas a la mitad de las que habían caracterizado su dinámica natural en los años sesenta. Esto supone que, finalizado el éxodo rural, se han generado nuevos e importantes movimientos internos que, de hecho, están redistribuyendo la población, fundamentalmente en los entornos metropolitanos, y que constituyen el mejor referente de los cambios socioeconómicos que se están produciendo en España en los últimos años, y cuya punta del iceberg es el boom inmobiliario de la última década. Además, a la generalización y expansión de la migración residencial hacia las orlas externas metropolitanas, hay que sumar los movimientos de retorno de la población jubilada hacia sus municipios de origen o las ciudades costeras mediterráneas.
Por provincias, las que mayores movimientos emigratorios porcentuales registran son Gipuzkoa, Girona, Toledo, Badajoz, y Valencia. En términos generales, las provincias más envejecidas y del noroeste español son las que menor emigración interior tienen. En cierta medida, esto se explica por su alto envejecimiento, la sucesiva fragmentación de las unidades familiares en hogares cada vez más reducidos, y la independencia familiar de la cohorte más numerosa del baby-boom. Además, se debe tener en cuenta las diferentes pautas espaciales.
Si se tiene en consideración la inmigración interior, los desplazamientos se contabilizan por cambios de municipio, y esto permite registrar dentro de la misma provincia lo que pueden ser en realidad, desplazamientos dentro de un mismo espacio metropolitano, que son los más frecuentes, o bien desplazamientos desde núcleos rurales alejados de la ciudad hacia los espacios urbanos o a la inversa.
De nuevo se refuerza el axioma de frecuentes movimientos migratorios de corto recorrido por el desborde desde las áreas metropolitanas hacia los espacios rurales circundantes y que, en el caso de Madrid, Bilbao, Barcelona o Valencia, sobrepasan los límites administrativos provinciales o incluso regionales hacia Guadalajara o Toledo en el caso de Madrid. Es interesante la movilidad hacia Ceuta y Melilla y, en menor medida, hacia Illes Balears, las primeras por su atracción a los empleados públicos, y las islas por su economía turística.
Por un lado, se observa una ralentización en las variaciones del saldo migratorio en las provincias españolas; por otro, en las que cerraron en positivo del último periodo sus cuentas de movimientos dentro del territorio español para los periodos 2008-2010 y 2011-2016, se observa cómo se acentúan las pérdidas en la España interior, parte de la costa levantina y occidente andaluz, mientras que el saldo positivo se da en A Coruña, provincias vascas, Navarra, Zaragoza, Barcelona, Illes Balears, las dos provincias canarias, Alicante, Murcia, Almería y Málaga. A la cabeza de las provincias con las pérdidas porcentuales más importantes figuran Segovia, Teruel, Zamora, Palencia, Salamanca, Ávila, Soria, Teruel, Cuenca, Ciudad Real, Albacete y Jaén.
En síntesis, se observa cómo el crecimiento de las orlas periféricas ha generado un balance migratorio positivo en muchos espacios rurales o ciudades medianas que circundan a las áreas metropolitanas: en el área metropolitana de Madrid, Pinto, Valdemoro o Toledo son ejemplos de este proceso. Por otra parte, los nuevos corredores o ejes económicos que se están consolidando, cuyos centros son ciudades como Madrid, Bilbao, Pamplona, Logroño, Valladolid, Burgos, Zaragoza, Barcelona o València, están impulsando estos crecimientos en muchas de las provincias de las que estas ciudades son capital, o las de su entorno inmediato. Finalmente, no se debe olvidar la reestructuración de las actividades del espacio rural, bien por la intensificación de una agricultura de mercado como en los casos de Málaga o Murcia, bien por unas actividades y servicios ligados al turismo, tanto de costa como de montaña: Málaga, Castellón, Alicante, Girona o Navarra, pueden ser ejemplos.
Población extranjera
Sólo en la última década, cuando no se preveía que la población española alcanzase los 40 millones de habitantes, la inmigración ha favorecido los nuevos bríos demográficos que pueden llevar a finales de 2018 a superar los 49 millones de habitantes, según las proyecciones de población a corto plazo del Instituto Nacional de Estadística.
La inmigración que predominó en la etapa comprendida entre 1975 y 1990 provenía de Europa occidental. Aunque algunos de estos extranjeros trabajaban en actividades del sector turístico, predominaba la inmigración no vinculada a razones laborales sino a motivaciones turístico-residenciales. A esta se añadía el retorno de antiguos emigrantes españoles (unos 500.000 en ese período). En definitiva, el nuevo signo migratorio en España coincidió con el inicio de la etapa económica postindustrial. Sin embargo, a medida que avanza la última década del siglo XX, España asiste y participa de una verdadera eclosión de las migraciones internacionales: aumenta el número de extranjeros, concentra un creciente porcentaje de la población extranjera residente en los países europeos y se amplía el abanico de procedencias, como consecuencia de la creciente globalización de las migraciones. En menos de 20 años, España ha sumado a su población casi cuatro millones y medio de inmigrantes, un 9,9% de su población total, una cifra cuantiosa en una sociedad poco acostumbrada a acoger colectivos muy diversos desde el punto de vista cultural. Igualmente, es una situación excepcional en el contexto de los países de la Unión Europea, debido a que se trata de un crecimiento muy concentrado en el tiempo y, como se ha dicho antes, de muy diversa procedencia.
Entre los factores que han contribuido al nuevo panorama migratorio español se puede hablar del crecimiento económico, de la cohesión social y de la estabilidad política. Pero con el inicio de la gran recesión desde finales de la década pasada se asiste a un retorno acelerado que ha supuesto la vuelta de más de un millón de extranjeros a sus respectivos países desde 2010. Una de las características más importantes de esta emigración extranjera es la diversificación creciente del origen de los flujos a favor de tres colectivos: el procedente de la Europa del este, fundamentalmente Rumania, el que viene de Marruecos, y el que lo hace desde Iberoamérica.
Si bien, en ambos momentos las 15 nacionalidades mejor representadas acumulan casi tres cuartas partes de los extranjeros residentes en España y los aportes más cuantiosos siguen siendo los procedentes de Europa, norte de África y de América; cabe señalar, sin embargo, transformaciones cualitativas en 2016. Así, entre los europeos no sólo hay comunitarios, sino que cobran protagonismo los europeos del este. Por su lado, entre los americanos predominan los ecuatorianos, colombianos, bolivianos, argentinos, peruanos, paraguayos y brasileños. Finalmente, emergen otras nacionalidades, como la china, que también cuenta en 2016 con un nutrido colectivo de más de 200.000 residentes. Como rasgo interesante de los datos de 2016, merece la pena fijarse en la aparición, entre los colectivos con mayor peso, de grupos muy minoritarios anteriormente entre la inmigración internacional española. Es el caso de pakistaníes, argelinos, nigerianos o senegaleses. Esta tendencia, así como la progresiva incorporación de nacionalidades que no tenían aportaciones de forma previa, permiten hablar de los avances de una globalización que ha permitido generar bajos niveles de entropía y un grado de integración que no se está produciendo en otros países occidentales.
Su distribución territorial prácticamente se mantiene con las mismas características, aunque con menor intensidad y porcentaje, entre el 2011 y 2015. Los espacios más urbanos y con mayores necesidades de servicios son los que concentran los mayores porcentajes –Madrid, Cataluña, valle del Ebro, las islas o la costa mediterránea–, bien por su dedicación a las actividades agropecuarias intensivas –Lleida, Almería o Murcia–, bien por otras relacionadas con la construcción y los servicios –Madrid, Guadalajara–, y no pocos son atraídos por modelos residenciales para una población jubilada –Alicante, Girona, Tarragona, Illes Balears, Santa Cruz de Tenerife–. El saldo actual muestra una pérdida generalizada en provincias –como Madrid, Girona, Barcelona, Tarragona, Castellón, Álava o La Rioja–, que fueron fuertemente afectadas por la crisis, mientras sigue habiendo un crecimiento generalizado durante el periodo 2008-2010 especialmente en el sur de la costa mediterránea –Málaga, Granada, Murcia o Alicante–, las islas, y muchas de las provincias de interior y costa atlántica, que aguantaron mucho mejor los primeros envites de la crisis.
Como se ha comentado, España ha sido un país que tradicionalmente ha enviado población a América y, posteriormente, lo ha hecho a Europa, antes de convertirse en país receptor neto de población, cuando sus niveles de calidad de vida y renta lo han situado de pleno derecho en el mundo desarrollado. Después, con el avance de la gran recesión tuvo lugar la salida de personas altamente cualificadas, con dominio de idiomas, que se han venido ajustando a las nuevas necesidades de espacios transnacionales a los que la economía global viene obligando. En 2017, casi 2.500.000 españoles se encuentran fuera del país.
En efecto, según se observa en el mapa Españoles en el mundo, Iberoamérica es donde residen 1.503.036 ciudadanos españoles, principalmente, en Argentina (439.236), Venezuela (188.025), Brasil (125.150), Cuba (128.541), México (123.189) o Chile (63.162). En ocasiones, la abultada cifra de españoles se explica por los numerosos descendientes de los emigrantes de la primera mitad del siglo XX, y también por el papel hospitalario que jugaron estos países cuando acogieron a tantas personas que huyeron de España por motivos políticos.
La segunda gran región acogedora de españoles es la Unión Europea (UE), con más de 800.000 emigrantes. Desde la adhesión de España, este concepto de frontera, además, hay que utilizarlo con los matices de dulcificación que la propia UE incorpora a sus señas de identidad. De hecho, estas fronteras no deben existir para los intercambios comerciales ni para la libre circulación de personas.
En cualquier caso, la contabilidad y las estadísticas nacionales existen y en ellas se observa que Francia, Alemania, países del Benelux, Suiza o Reino Unido fueron los países a los que se dirigió la emigración española de los años cincuenta y sesenta, y donde mayoritariamente se ha dirigido tras la debacle de 2008. En total, en 150 países figura inscrito algún ciudadano español, pero de ellos, con más de 1.000 habitantes, tan solo figuran 40. Con todo, la presencia española en el mundo deja muy pocos espacios sin hacerse realidad, y cada vez se afianza más como una emigración cualificada, muchas veces ligada a la expansión internacional de las empresas españolas en espacios de fuerte crecimiento, como lo fue Andorra, países del golfo Pérsico o Australia.
En la página Libros Digitales del ANE puedes descargar la obra completa España en mapas. Una síntesis geográfica.