Movimientos migratorios
España en mapas. Una síntesis geográfica
Compendios del Atlas Nacional de España. Actualizado
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Los movimientos migratorios, tanto interiores como exteriores, han desempeñado un papel crucial en la configuración demográfica, económica y social de España a lo largo de su historia y, con mayor peso todavía, en el último siglo y medio. En la actualidad son, además, el principal factor explicativo del crecimiento poblacional, dado que la dinámica vegetativa de la población no tiene la importancia que tuvo en el pasado.
Con el fin de analizar este fenómeno, se aborda en primer lugar el estudio de las migraciones interiores, preferentemente desde la óptica de los movimientos de población interprovinciales. A continuación, se analizan las migraciones exteriores y se incide en los flujos migratorios, en las características y distribución espacial de la población oriunda de otros países y, por último, en las naciones donde se asientan los españoles y de procedencia de la población inmigrante que reside en España.
Migraciones interiores
Migrante: persona que protagoniza una migración (inmigración o emigración). Fuente: INSTITUTO GEOGRÁFICO NACIONAL (2008): Demografía. Serie Monografías del Atlas Nacional de España (ANE). Instituto Nacional de Estadística (2023): Estadística de migraciones. Metodología. |
El movimiento de redistribución interior de la población ha sido un fenómeno recurrente en España a muy diversas escalas temporales y espaciales. En un plano macro, los últimos siglos –al menos desde el comienzo de la Edad Moderna– se han caracterizado por una tendencia migratoria constante que ha llevado a la desvitalización demográfica del interior peninsular (con la excepción del área urbana de Madrid), en beneficio del crecimiento de la población establecida en la costa y en los archipiélagos.
Esa orientación migratoria se complementó con el éxodo rural masivo hacia las ciudades, desarrollado al calor de la industrialización y de la modernización económica y social del país, desde finales del siglo XIX hasta el último cuarto del siglo XX. Durante décadas, los saldos migratorios negativos de las zonas rurales fueron compatibles con el crecimiento poblacional de muchas zonas rurales por las altas tasas de natalidad. Sin embargo, desde mediados del siglo XX el aumento del volumen migratorio hizo que la mayoría de los municipios pequeños perdieran población en todo el país, particularmente en las zonas interiores. Como contrapunto, las ciudades (y sus nacientes periferias urbanas) crecieron con mucha intensidad durante todo ese período.
Llegada la década de los ochenta, los movimientos migratorios campo-ciudad disminuyeron en intensidad y desde entonces tienen mayor peso las migraciones de muy corto alcance (inter e intramunicipales), principalmente las que suponen una redistribución de la población dentro de las propias áreas urbanas. Por cada movimiento registrado entre una provincia y otra, en 2021 se produjeron dos entre municipios de una misma circunscripción provincial.
Por otra parte, como se ve en el gráfico Evolución de las migraciones interiores, entre 2008 y 2017 el volumen total de movimientos migratorios interprovinciales fue descendiendo progresivamente. A partir de ese año se dio un pequeño repunte migratorio, solo interrumpido momentáneamente por el bache que supuso la pandemia en 2020.
En 2021 hubo cerca de 500.000 movimientos interprovinciales. Madrid y Barcelona son las provincias con mayor volumen de movimientos migratorios hacia el resto del país (mapa Emigración media interior). A lo largo del período 2011-2021, la primera registró casi 700.000 salidas y la segunda una cifra cercana al medio millón. Sin embargo, esto se explica casi exclusivamente en virtud de su enorme peso demográfico, ya que –en términos relativos– la tasa migratoria de ambas provincias está por debajo de la media del conjunto. Otro tanto se puede decir de Valencia, Alicante, Sevilla y Málaga: todas tienen un volumen importante de salidas, a pesar de que el porcentaje de esos movimientos sobre el promedio de la población sea bastante bajo.
En situación inversa se encuentran las ciudades autónomas y una serie de provincias de interior, localizadas en torno al área metropolitana madrileña, como son Guadalajara, Toledo, Ávila, Cuenca y Segovia. En estos casos, la tasa de emigración es muy elevada, a pesar de que en la mayoría de ellas el volumen de personas que se trasladan a otras provincias –preferentemente a Madrid– no lo es tanto. La excepción es Toledo, que en el período analizado registró más de 160.000 salidas, de las de casi dos tercios fueron a parar a la Comunidad de Madrid.
Estas provincias del entorno metropolitano de la capital, junto a Teruel, son las que tuvieron mayor pérdida de población por emigración interior (entre el -2% y el -3% anual), si se exceptúa el caso de las ciudades autónomas, muy por encima de estas cifras (Ceuta -3,5% y Melilla -4,5%).
Respecto a las provincias receptoras (mapa Inmigración media interior), la situación es muy coincidente con lo visto en el mapa de emigración interprovincial. Las que más movimientos de entrada registran son prácticamente las mismas: Madrid y Barcelona muy destacadas, seguidas de Illes Balears, Málaga, Alicante y Valencia. Esto confirma que el volumen de población y actividad son factores directamente relacionados con los movimientos migratorios: donde hay más personas residiendo generalmente se producen más salidas y entradas de población.
Por esto, conviene también acudir a la tasa inmigratoria, que relativiza los movimientos registrados en función de la población provincial. Así, descubrimos que Guadalajara y Toledo, en el entorno metropolitano madrileño, junto a las dos ciudades autónomas, son las únicas entidades en las que el volumen de movimientos de entrada supera el 2% de su población media durante el período 2011-2021. Por el contrario, en casi la mitad de las provincias, esa misma tasa está por debajo del 1%.
El mapa Saldo migratorio medio interior resume muy bien la situación analizada previamente para las salidas y entradas registradas en cada provincia y es el mapa que, a la postre, interesa como síntesis de los movimientos de reubicación interna de la población en el territorio: unas provincias que pierden población por efecto de las migraciones internas y otras que la ganan. Con respecto a esto, lo que más destaca es el exiguo balance final de estos movimientos, ya que la provincia con un saldo interior más elevado es Madrid, con 7.514 habitantes ganados, lo que para una población de 6,7 millones de habitantes parece, ciertamente, poca cosa. De hecho, la mayoría de las provincias no alcanzan ni siquiera los 1.000 habitantes de saldo (positivo o negativo) a lo largo de la década estudiada.
Otro de los aspectos destacados de este período es el saldo migratorio interior negativo que registra la provincia de Barcelona, sobre todo en contraste con el crecimiento de Madrid. Las provincias limítrofes de ambas áreas metropolitanas, que anteriormente absorbían el crecimiento, siguen registrando un saldo positivo, pero muy inferior al que tuvieron en la primera década del siglo XXI. En esos años Guadalajara y Toledo, en el caso de Madrid, fueron las que se apuntaron el saldo relativo (sobre su volumen de población) más elevado de toda España, seguidas a cierta distancia de Tarragona y Girona en la corona barcelonesa. Este hecho mostraba la vigencia del modelo de desbordamiento metropolitano más allá de los límites provinciales que, en la última década (2011-2021), parece haber perdido buena parte de la fuerza que tuvo en el pasado.
El tercer aspecto reseñable es la vigencia del modelo general de movimientos internos a largo plazo que se enunciaba al principio, consistente en el desplazamiento de la población desde el interior al litoral. Prácticamente todas las provincias costeras del país tienen saldo migratorio positivo, salvo Barcelona, Granada, Cádiz, Huelva y Asturias. Por el contrario, las provincias interiores mayoritariamente pierden población, con la excepción ya citada de Madrid y su entorno más vinculado y de las provincias situadas en el eje del valle del Ebro y Pirineos. Las que más destacan por su volumen y tasa migratoria positiva son Málaga, Illes Balears, Alicante y Valencia, mientras que en el lado negativo sobresalen Jaén (pierde más habitantes que Barcelona, con una población muy inferior), Córdoba, Ciudad Real, Sevilla, Badajoz y Cáceres en términos absolutos.
Para finalizar, cabe reseñar que las migraciones interiores están protagonizadas, en buena medida, por población procedente del extranjero. De acuerdo con la nueva Estadística de Migraciones y Cambios de Residencia del INE, uno de cada tres movimientos migratorios interprovinciales registrados en 2021 fue llevado a cabo por una persona nacida en el extranjero, lo que hace que su tasa de migración sea casi el triple que la de la población oriunda de España.
Migraciones exteriores
Emigración exterior: emigración en la que la nueva residencia habitual del emigrante se encuentra en un país extranjero, siempre que su residencia habitual previa sea el territorio español. Fuente: INSTITUTO GEOGRÁFICO NACIONAL (2008): Demografía. Serie Monografías del Atlas Nacional de España (ANE). Instituto Nacional de Estadística (2023): Estadística de migraciones. Metodología. |
Las migraciones exteriores son un fenómeno de enorme repercusión en la historia reciente de España, tanto por el volumen de personas involucradas en los movimientos, como por el cambio sociodemográfico propiciado, que han obrado el cambio de una población bastante homogénea en su composición a una sociedad multicultural, con abundante presencia de personas de otras etnias, lenguas y modelos culturales.
Solo en el período que nos ocupa (2011-2021) se han verificado más de 6 millones de entradas en España, mientras que ha habido 4,3 millones de desplazamientos hacia el exterior. Esto deja un saldo positivo superior a 1,7 millones de personas, un 3,6% de la población que vivía en el país al final de ese período.
Entre estos nuevos habitantes, los nacidos fuera de España suponen casi dos millones de personas, mientras que los nativos del país presentan un saldo negativo superior a los 250.000 habitantes. En cuanto a su perfil demográfico, son preferentemente mujeres (casi un millón, frente a algo más de 700.000 hombres), y tres de cada cuatro de ellos, adultos, de entre 16 y 64 años de edad. Aunque son el contingente menos numeroso de los migrantes exteriores, resulta significativo observar que los mayores de 65 años de origen extranjero tienen saldo negativo, mientras que los nacidos en España lo tienen positivo. Detrás de esta dinámica contrapuesta, es posible adivinar el regreso al lugar de origen en la etapa que se abre tras la jubilación.
La evolución de las migraciones exteriores se ha visto muy condicionada por los vaivenes económicos en España y en los países de procedencia, así como por circunstancias coyunturales, como el confinamiento provocado por la pandemia del COVID-19. A grandes rasgos, se aprecian varias fases (gráficos Evolución de la emigración e inmigración exterior y Evolución del saldo migratorio exterior): al inicio del periodo se produjo una ralentización de la inmigración exterior y un aumento de las salidas, coincidente con el comienzo de la gran recesión. Durante tres años (2009 a 2011) el saldo migratorio exterior fue prácticamente cero, ya que existía una gran igualdad entre los que se marchaban y los que llegaban al país. En la fase aguda de la crisis en España (2011-2014), el retorno de antiguos inmigrantes a sus países de origen coincidió con la etapa en la que menos atractivo resultó el flujo de personas hacia España. Las líneas de emigrantes e inmigrantes se cruzaron y el país entró en un período con saldo exterior negativo, que tuvo su punto álgido en 2013, año en el que se marcharon de España casi 200.000 personas. A partir de ahí, y durante un período consecutivo de seis años, la emigración fue disminuyendo lentamente, mientras que la llegada de extranjeros repuntó con fuerza por la inestabilidad económica y política en algunos de los países de origen. Este escenario cambió bruscamente en 2020 debido a la crisis provocada por el COVID-19. Ese año se caracterizó por la continuación del descenso de la emigración, pero, sobre todo, por una brusca e inesperada caída de la llegada de inmigrantes (250.000 menos que en el año 2019), que cortó de forma radical la tendencia al crecimiento observada desde el final de la crisis económica. A pesar de todo, el saldo migratorio siguió siendo positivo, aunque reducido a la mitad del consignado el año anterior, que supuso el récord de la década. En 2021 se confirmó el decrecimiento del saldo migratorio, aunque tanto las llegadas como las salidas repuntaron al alza, una vez superado lo peor de la pandemia.
Al analizar espacialmente el fenómeno migratorio exterior, se ve que los flujos poblacionales de emigración hacia el exterior han estado protagonizados mayoritariamente por personas de origen extranjero (en torno a un 85% del total). Por este motivo, no debe extrañar que las provincias que más población han emitido hacia otros países sean precisamente las que acogen un mayor volumen de inmigrantes. Entre ellas destacan las dos grandes áreas metropolitanas, la costa mediterránea y los dos archipiélagos. Por su parte, la llegada de inmigrantes responde a un patrón territorial muy parecido, en el que vuelven a estar implicadas las mismas provincias, aunque con un volumen de inmigrantes muy superior. Salvo Castellón y Ciudad Real, todas tienen saldos migratorios positivos con el exterior; destacan por su peso relativo Canarias y Baleares, y por su volumen absoluto Madrid y Barcelona.
De acuerdo con el censo de 2021, en España residen 7,2 millones de personas nacidas en el extranjero, que son muchos más que los que no disponen de nacionalidad española (5,4 millones de extranjeros, en sentido estricto). Por este motivo, a lo largo del capítulo se utiliza la variable lugar de nacimiento para identificar y caracterizar a los extranjeros.
Esta población se distribuye de forma desigual sobre el territorio (mapa Población extranjera). Una décima parte del total reside en el municipio de Madrid (768.000) y otros casi 450.000 en Barcelona. Muy por debajo de estos dos núcleos, València, Palma y Zaragoza superan los 100.000 habitantes de origen extranjero. El resto se localiza en otros grandes centros urbanos, bien sea aislados o bien formando ejes más o menos definidos, como es la costa mediterránea, Baleares, el eje del Ebro entre Logroño y Zaragoza, y el sur de la provincia de Lleida. El resto, la España interior y la zona norte, cuentan con poca presencia numérica de extranjeros, aunque bien es cierto que, debido a la relativa debilidad demográfica de algunas de esas zonas, el peso porcentual que alcanza en algunos núcleos es muy considerable.
El análisis de la situación por sexos (mapa Índice de feminidad de la población extranjera), muestra que en España hay más mujeres de origen extranjero que hombres, como ocurre también con el conjunto de la población del país, aunque local y comarcalmente la preponderancia de los hombres pueda ser importante. Esto ocurre, sobre todo, en áreas de importancia agrícola y ganadera intensivas, como el poniente almeriense, la costa murciana, así como el valle del Ebro (en torno al límite entre Navarra y La Rioja y al sur de Lleida).
En el mapa Edad media de la población extranjera destaca la concentración de personas con edad media avanzada en la Costa del Sol, Costa Blanca, Costa Brava, todo el territorio insular, Ceuta y Melilla. Salvo en estos dos últimos enclaves, este fenómeno tiene que ver con la migración de europeos de la tercera edad hacia esas zonas en búsqueda de sol y entornos residenciales ligados al retiro o al descanso. Por el contrario, en las dos ciudades autónomas, la elevada edad media de sus inmigrantes tiene que ver con una tradición emigratoria más antigua.
El origen de la población inmigrante viene marcado por el fuerte peso de las personas procedentes del continente americano (45%), seguido de los europeos (30%), los africanos (18%) y los asiáticos (7%) y es testimonial la representación de inmigrantes de Oceanía. El mapa Región mundial de nacimiento de la población extranjera muestra su distribución municipal, mediante el índice de especialización por continentes de origen. Esto permite descubrir ciertos patrones de asentamiento, más allá de la importancia numérica de los contingentes poblacionales, ya que, para todos los continentes, las principales colonias se asientan en las áreas urbanas de Madrid y Barcelona.
Esto es especialmente claro en el caso de los nacidos en América, que en un 40% se asientan en las dos grandes áreas urbanas del país. De hecho, la capital está especializada en inmigrantes americanos (y también en asiáticos), ya que más de dos tercios de las personas que han nacido en el extranjero comparten ese origen. Sin embargo, es en otras zonas de España donde su presencia porcentual es más importante: preferentemente en la franja norteña (desde Galicia a Navarra) y en el archipiélago canario. Algunas ciudades como A Coruña, Vigo, Bilbao, Pamplona y Santa Cruz de Tenerife tienen más de un 60% de extranjeros nacidos en América. La importancia de las migraciones históricas hacia ese continente explica la fuerte presencia actual de americanos en esas regiones.
Los europeos están ampliamente sobrerrepresentados en los municipios de la franja costera, desde Huelva a Tarragona, en particular en núcleos especializados en la Costa del Sol y en la provincia de Alicante: Fuengirola, Mijas, Torrevieja y Orihuela son algunas de las ciudades en las que el porcentaje de personas nacidas en Europa supera el 50% del total de inmigrantes.
Las personas con origen africano destacan en los núcleos de población ligados a la actividad agrícola. Así, la costa onubense, el poniente de Almería, el Campo de Níjar, la Región de Murcia y el sur de la provincia de Alicante, junto al eje del valle del Ebro, tienen alta especialización en la población nacida en África. La excepción a esta lógica de distribución son las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla. Aquí, la contigüidad fronteriza con Marruecos y la larga tradición migratoria desde ese país hacen que el peso de la población africana eclipse todos los demás orígenes de los inmigrantes.
Finalmente, también hay muchos núcleos con sobrerrepresentación de inmigrantes procedentes de Asia aunque, en el conjunto del país, su volumen sea muy modesto (algo más de 500.000 personas). Casi un tercio de estos reside en el área urbana de Barcelona, donde algunas ciudades periféricas (Santa Coloma de Gramenet, Badalona y Sant Adrià de Besòs) están fuertemente polarizadas en ese origen, y donde la propia capital catalana tiene una importante comunidad de personas nacidas en Pakistán y en China.
Históricamente España ha sido un país de emigrantes, con momentos álgidos en lo que se refiere a los flujos de salida de su población hacia otros países y continentes. Muy importante fue, por ejemplo, la emigración a América, que alcanzó cifras masivas entre 1880 y 1929. Se calcula que en ese período más de tres millones de españoles abandonaron el país con destino al continente americano, de los cuales dos millones retornaron, después de su estancia más o menos larga en ese continente. Algunos de ellos hicieron una notable fortuna y dieron lugar a su regreso a España a la conocida figura de los indianos, que tanta repercusión tuvo en el desarrollo económico, social y cultural del país durante esas décadas. El momento culminante de la tendencia migratoria hacia América aconteció en el albor del siglo XX, en especial durante su segunda década, con picos anuales en torno a los 200.000 emigrantes, pero con una interrupción brusca al desencadenarse la primera guerra mundial.
Unas décadas más tarde, en los años sesenta y comienzos de los setenta, hubo otro período emigratorio muy importante. Como novedad, Europa fue en este caso el destino preferente de esos movimientos: más de dos millones de personas abandonaron el país con destino, sobre todo, a Francia, Alemania, Suiza, Bélgica y el Reino Unido.
La huella de la historia migratoria de los siglos XIX y XX explica la presencia de españoles en los continentes y países que fueron destino destacado de las sucesivas oleadas de emigrantes (mapas Españoles en el mundo y Españoles en la Unión Europea).
En la actualidad, la colonia española en el extranjero supera los 2,6 millones de personas, una cifra que no ha dejado de crecer desde el comienzo de la gran recesión de este siglo. Se trata de una población mayoritariamente oriunda de otros países, ya que solo uno de cada tres ha nacido en España. Los dos tercios responden generalmente a un doble modelo: los que han obtenido la nacionalidad española en su país de procedencia, por ser descendientes de españoles (muchos de los cuales ni siquiera han pisado España), y los naturalizados en nuestro país que, después de un período más o menos largo de residencia, han retornado a sus lugares de origen.
El reparto por continentes es muy desigual: tres quintas partes están asentados en América (1,5 millones), donde forman grandes colonias en Argentina, Estados Unidos, Cuba, México, Venezuela y Brasil; y algo más de un tercio en países europeos (cerca de 1 millón de personas, de los cuales 650.000 en la UE), preferentemente en Francia, Alemania, Reino Unido y Suiza. El resto de los españoles por el mundo (solo un 3,5% del total) se encuentran diseminados por Asia, África y Oceanía. Esta distribución tan polarizada solo es explicable en función de nuestras relaciones con Iberoamérica, la ya citada historia migratoria del siglo XX, y de la reciente salida de emigrantes hacia otros países, provocada por la crisis económica de comienzos de este siglo.
Los españoles residentes en el extranjero se caracterizan por una estructura demográfica equilibrada entre sexos y un envejecimiento ligeramente superior al de la población residente en territorio nacional. Sin embargo, las diferencias dentro de este grupo son enormes en función del lugar de nacimiento y de los continentes y países en los que viven: mientras los residentes en América tienen bastante más edad que la media, los que viven en Europa y –sobre todo– en África y en Asia son muchísimo más jóvenes, y presentan unas tasas de masculinidad más elevadas.
La otra cara de la moneda son los extranjeros que viven en España (Inmigrantes en España e Inmigrantes de la Unión Europea en España). Como se ha explicado antes, se utiliza como acercamiento a esta población la información sobre su lugar de nacimiento, ya que las naturalizaciones, bien sean por descendencia o bien por residencia, enmascaran la realidad migratoria. Por ejemplo, la colonia de nacionales ecuatorianos en España asciende a algo más de 120.000 personas. Sin embargo, cuando se consulta el dato sobre los nacidos en Ecuador afloran otras casi 300.000 personas que, procedentes de ese país, poseen nacionalidad española.
Antes ya se ha aludido al origen por continentes de esta población, que coloca a América en primer lugar del ranking. Sin embargo, al analizar más en detalle su procedencia, es un país africano –Marruecos– el que, con mucha diferencia, cuenta con más residentes en España (unas 930.000 personas). De hecho, siete de cada diez africanos residentes en España son oriundos de ese país. Le sigue en importancia la colonia rumana (565.000 habitantes censados), cuya colonia fue durante varios años (2008-2013) la más numerosa, al superar los 800.000 afincados en España. Sin embargo, la mejora de las expectativas laborales y sociales en su país de origen ha hecho que desde 2012 su número haya disminuido paulatinamente, por efecto de los movimientos de retorno. Los siguientes países en representación numérica son todos ellos de Sudamérica: Colombia, Ecuador, Venezuela y Argentina. Se trata de colonias muy numerosas (de los 530.000 colombianos a los algo más de 300.000 argentinos), y caracterizadas por disponer de la nacionalidad española en un alto porcentaje.
Las trayectorias, sin embargo, han sido dispares. Los nacidos en Ecuador fueron los primeros en llegar a España y continuaron siendo mayoritarios hasta 2019, año en el que fueron relevados por los colombianos. Estos han tenido un crecimiento muy importante en el último quinquenio, solo comparable al desarrollo de la comunidad venezolana, que es la más reciente de las que cuentan con presencia relevante en España.
Con respecto a la Unión Europea (1,5 millones de residentes en total), ya se ha comentado el caso de los rumanos, a los que siguen en importancia los originarios de Francia, Alemania, Italia y Bulgaria, todos ellos con más de 100.000 personas residentes en España. Caso aparte es el Reino Unido, que a pesar de su salida de la Unión Europea mantiene una de las principales colonias en España –superior a la de los países que se acaban de citar– con cerca de 300.000 residentes.
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