Medio natural en el mundo
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Los estudios geográficos clásicos suelen presentar los países, y a estos en su relación con el mundo, a partir de una interpretación primero física y luego referida a sus características humanas y económicas más importantes. Así, partiendo de una lectura desde el medio natural se puede individualizar España tanto en el aspecto geofísico como geológico, geomorfológico, climático, bioclimático, biogeográfico y edáfico. En esta definición el análisis geográfico busca la colaboración de científicos naturales, entre ellos geofísicos, geólogos, climatólogos y biogeógrafos. En este tema se presentan mapas correspondientes a los aspectos mencionados y los textos que les acompañan. Se hace de modo muy selectivo, mostrando cartográficamente tan sólo los aspectos esenciales junto con un texto que puede ayudar a su mejor comprensión.
Siguiendo este procedimiento, se observa cómo España está integrada en la placa Euroasiática, cerca de su límite con la Africana, lo que justifica que el cuadrante sudeste de la península ibérica posea un notable riesgo sísmico y que haya sufrido importantes terremotos y tsunamis en periodos históricos diversos, algunos de bastante intensidad. Desde el punto de vista geológico y geomorfológico, España se presenta como un continente a escala reducida. Así, en el territorio nacional es posible diferenciar terrenos originados desde el Precámbrico hasta el Cuaternario, pasando por todas las eras geológicas. Algo similar ocurre con las formas de relieve, donde la variabilidad desde las montañas escarpadas a las amplias llanuras, los valles fluviales extensos y las pendientes encajadas, son algunas de las múltiples posibilidades de contraste existentes en un terreno que ofrece, en relativamente pocos kilómetros cuadrados, la mayoría de las grandes formas de relieve representadas en los mapamundis. Por último, todo el mar territorial mediterráneo muestra una profundidad poco significativa, como es lo normal en esta región, mientras que la plataforma continental es estrecha frente a las costas atlánticas occidentales, lo que resta posibilidades de pesca a un área costera, por otra parte, muy rica en capacidad productiva biótica.
La representación del clima a escala mundial se puede realizar de dos formas complementarias. Por una parte, recurriendo a clasificaciones ampliamente difundidas, como la de Köppen-Geiger, que sitúa a todo el territorio nacional entre los climas templados, con variaciones entre los considerados húmedos y aquellos que poseen un verano seco. Por otra, los valores de temperatura y precipitación media anual sirven para encuadrar de nuevo a España en las latitudes medias, aunque sus registros desde el punto de vista térmico son más próximos a las regiones calificadas como subtropicales. El análisis del clima da paso a la cartografía bioclimática, que ratifica el carácter de transición entre el Atlántico y el Mediterráneo. En la observación de los indicadores biogeográficos es posible referirse a ecorregiones tanto terrestres como marinas. Por último, los suelos vuelven a mostrar cierta diversidad interna en España, así como sus similitudes con regiones del norte de África. Todo el litoral mediterráneo y la Meseta central muestran características edáficas semejantes, de las que se diferencian los territorios del norte atlántico y algunas áreas del oeste de Castilla y León, con roquedo silíceo.
Geofísica
Esta rama de la física estudia los fenómenos que se producen tanto en el interior de la Tierra como en las capas altas de la atmósfera. A lo largo de su evolución como ciencia ha establecido vínculos entre los fenómenos atmosféricos, terrestres y marinos. Las ramas que la componen son muy variadas, por lo que no existe unanimidad en su división; la división que propone la Unión Internacional de Geodesia y Geofísica (en inglés IUGG) es la más aceptada dentro de la comunidad científica e incluye, además de la geodesia: sismología y física del interior terrestre, física de la atmósfera y meteorología, geomagnetismo y aeronomía, ciencias físicas de los océanos, hidrología y volcanología, y química del interior de la Tierra. Algunas de estas disciplinas se han desarrollado lo suficiente como para formar ciencias separadas, como es el caso de la oceanografía y la meteorología. Una parte importante de la geofísica la constituye su aplicación para la explotación de los recursos naturales, la denominada geofísica aplicada o prospección geofísica. Otra división muy general podría ser la de geofísica interna y externa, siendo la primera la que estudia los fenómenos relacionados con la Tierra sólida, mientras la segunda trata los relacionados con la atmósfera, los océanos o el campo magnético externo. Todas estas especialidades se han ido transformando y subdividiendo a medida que han evolucionado las materias que la componen, las técnicas de estudio o la tecnología instrumental.
Uno de los problemas más específicos y de gran interés que se ha planteado dentro de la geofísica es el conocimiento de la estructura y de la dinámica de la corteza terrestre. La parte más superficial de la Tierra, que incluye la corteza y parte del manto superior, es la llamada litosfera. Esta capa, de unos 100 km de espesor, se encuentra dividida en placas rígidas que flotan sobre una capa más débil, llamada astenosfera, que al estar en estado de semifusión permite movimientos horizontales entre ellas. Estos contactos o márgenes entre placas se pueden resumir en tres tipos: divergentes o de extensión, donde se crea litosfera; convergentes o de subducción, con el consumo de litosfera; y márgenes de deslizamiento, donde se produce un desplazamiento lateral. En estos bordes de placa es donde se localizan la mayor parte de los terremotos y su mecanismo y profundidad da información del tipo de movimiento diferencial entre ellas. Para completar el análisis del comportamiento geodinámico de las placas se utilizan también observaciones gravimétricas, magnéticas y de flujo térmico.
En los últimos años, debido a la importancia que representa la predicción de los posibles efectos dañinos en la Tierra derivados de la actividad solar, se está iniciando una nueva disciplina llamada clima o meteorología espacial, que relaciona la física solar con la terrestre. Cuando sucede una eyección de masa en el Sol puede aparecer una perturbación magnética en la Tierra al cabo de determinadas horas o días. La existencia de este fenómeno depende de la orientación de los campos magnéticos de las nubes de plasma, por lo que para saber qué sucederá en la Tierra, se debe conocer no sólo qué ocurre en el Sol sino también la naturaleza de los campos que viajan con el viento solar.
Geología y geomorfología
La geología es la ciencia que estudia los materiales, estructura y procesos que actúan en el interior y sobre la superficie de la Tierra. También se ocupa del origen del planeta y de los cambios que ha sufrido a lo largo de toda su historia. La edad de la Tierra se estima en 4.600 millones de años, no obstante, desde un punto de vista geológico, los primeros 3.500 millones de años son una gran incógnita, mientras que los últimos 540 millones de años (desde la era paleozoica) son los mejor conocidos. En el Mapa geológico de las áreas continentales adjunto se muestra la disposición actual de los continentes y la distribución espacial de las superficies correspondientes a las principales eras geológicas. A lo largo de la historia de la Tierra han ocurrido transformaciones y procesos de muy diversa duración, algunos han durado millones de años, mientras que otros tan sólo unas décimas de segundo.
La tectónica de placas explica por qué los océanos no han estado siempre en el mismo lugar y lo mismo ocurre con la posición que ocupan las montañas, ríos, llanuras, volcanes o los lugares donde se producen los terremotos. La formación de muchas cadenas montañosas se ha producido por la colisión entre placas tectónicas.
En la corteza terrestre existen diferentes tipos de rocas que, según su origen, se clasifican en ígneas (formadas por el enfriamiento y solidificación del magma), sedimentarias (constituidas por petrificación de sedimentos) y metamórficas (cuando tanto rocas ígneas como sedimentarías son sometidas a altas presiones y temperaturas y modifican sus características texturales y mineralógicas). Todas ellas se pueden deformar debido a grandes esfuerzos tectónicos, originándose así diferentes estructuras (falladas, plegadas o en mantos de cabalgamiento).
La geomorfología se centra en el estudio de las formas del relieve terrestre. El modelado de la superficie terrestre es el resultado de la interacción de fuerzas endógenas y exógenas. Las primeras actúan como creadoras de las grandes elevaciones y depresiones, producidas fundamentalmente por movimientos de componente vertical; las segundas como desencadenantes de una continua denudación, que tiende a rebajar el relieve originado. Los procesos de la dinámica externa se agrupan en meteorización-erosión-transporte y sedimentación. El resultado se manifiesta en la creación de modelados erosivos y deposicionales, que suelen presentar rasgos específicos, en relación con los procesos actuantes en los diferentes ambientes morfogenéticos.
Los estudios geomorfológicos abarcan un amplio espectro y no sólo se limitan a describir las formas del relieve terrestre. Habitualmente se clasifican en: estructurales, climáticos y dinámicos. La geomorfología estructural se dedica al estudio de los modelados ocasionados principalmente por las diferentes litologías (relieves kársticos, graníticos...) y las estructuras y tectónica de las rocas (relieves aclinales, monoclinales, plegados, fallados...). La geomorfología climática se ocupa del estudio de las formas de relieve en sus relaciones con el clima; no obstante, la división de la Tierra en zonas morfoclimáticas no es sencilla, siendo las mejor definidas las morfologías glaciares y periglaciares, y las áridas y subáridas. La geomorfología dinámica, por su parte, estudia los agentes y los procesos morfogenéticos; como ejemplos de este tipo de estudios están el modelado de vertientes, los procesos de erosión o la geomorfología fluvial.
Respecto a la tipología de relieves existentes en el planeta, es posible clasificarlos según su morfología y altitud en: llanuras, mesetas, montañas, cuencas o depresiones. Su distribución espacial se puede observar en el mapa Grandes tipos de relieve.
Clima
En el contexto climático mundial España se sitúa mayoritariamente dentro del ámbito de los climas templados, a excepción de sectores del interior y del sudeste peninsular, así como de buena parte del archipiélago canario, que se localizan dentro del grupo de climas secos, tanto desérticos como esteparios. Este hecho se entiende muy bien al observar el mapa Clasificación climática según Köppen-Geiger. Por su posición latitudinal, la España peninsular y las islas Baleares se sitúan en el límite meridional del dominio templado, ya en contacto con las altas presiones subtropicales de origen dinámico. Es una zona donde predomina la circulación de vientos del oeste y sudoeste, si bien en verano los anticiclones subtropicales dominan la atmósfera aportando una fuerte estabilidad. Esta franja latitudinal de climas templados en la que se incluye buena parte de Europa, constituye un área de intercambio energético entre las masas de aire frío procedentes de las regiones polares y las masas de aire cálido procedentes de latitudes tropicales, donde se localiza el frente polar. Su oscilación estacional norte-sur y la llegada de borrascas atlánticas asociadas a él suponen continuos y, a veces, bruscos cambios del tiempo atmosférico, característica esencial de buena parte de los climas de Europa occidental y de la fachada oeste de los continentes que se encuentran en esta franja latitudinal.
Clasificación climática según Köppen-Geiger
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La posición geográfica de la península ibérica entre dos grandes masas continentales, Eurasia y África, y entre el océano Atlántico y el mar Mediterráneo le confieren, además, un papel de encrucijada de influencias marítimas y continentales diversas y contrastadas. La Península constituye así un territorio de transición y de puente entre la mayor parte de los países de Europa occidental, caracterizados por un clima templado húmedo de verano templado, y todo el norte del continente africano, donde predomina el clima desértico cálido. El resultado de estos factores, como puede observarse en el mapa, es la diversidad de climas que caracterizan a la península ibérica, que van desde los templados húmedos hasta los desérticos y esteparios.
Igualmente, el mapa de Precipitación media anual refleja esta gradación climática y este papel de puente entre una Europa occidental lluviosa, con precipitaciones superiores a los 700 y 1.000 mm, y el norte de África, mucho más seco, donde apenas se sobrepasan los 200 mm. En cuanto a las temperaturas mundiales, España se sitúa mayoritariamente en el intervalo comprendido entre los 10°C y los 15°C de temperatura media anual, que caracteriza a las dos franjas templadas del planeta, si bien algunos sectores del sur peninsular junto a Canarias registran unas temperaturas medias propias ya del ámbito subtropical, con valores entre los 15°C y los 20°C.
Bioclimatología
El conocimiento cada vez más detallado de la distribución de la vegetación sobre la Tierra, así como las modificaciones en el aspecto y composición de la vegetación potencial y de sus etapas de sustitución, está permitiendo que cada día puedan reconocerse con mayor precisión y objetividad las fronteras bioclimáticas y vegetacionales. La unidad elemental de la bioclimatología es el macrobioclima, del que se reconocen cinco tipos (mapa Bioclimas):
Macrobioclima tropical. Está presente en todos los territorios pertenecientes a las cinturas latitudinales ecuatorial y eutropical (0º a 23º N y S) y también se da en algunos territorios latitudinalmente subtropicales (23º a 36º N y S), a cualquier altitud y valor de continentalidad; en el mapa se distinguen cinco bioclimas: tropical hiperdesértico, tropical desértico, tropical xérico, tropical pluviestacional y tropical pluvial.
Macrobioclima mediterráneo. Tiene su mayor representación territorial en el centro y en la parte occidental de todos los continentes, excepto en la Antártida; más en concreto, son ámbitos inscritos en las cinturas subtropical y eutemplada. España participa ampliamente de este macrobioclima en el centro peninsular, y en regiones orientales, meridionales e insulares.
En él se distinguen ocho bioclimas: mediterráneo hiperdesértico-continental, mediterráneo hiperdesértico-oceánico, mediterráneo desértico-continental, mediterráneo desértico-oceánico, mediterráneo xérico-continental, mediterráneo xérico-oceánico, mediterráneo pluviestacional-continental y mediterráneo pluviestacional-oceánico.
Macrobioclima templado. Se da en territorios extratropicales pertenecientes a las cinturas subtropical, eutemplada y subtemplada (23º a 66º N y 23º a 54º S). La España del norte y noroeste está caracterizada por este macrobioclima. Se reconocen cuatro bioclimas: templado xérico, templado continental, templado oceánico y templado hiperoceánico.
Macrobioclima boreal. Se localiza en las zonas templada y fría comprendidos entre las latitudes 42º y 72º N y 49º y 56º S. En su seno se reconocen seis bioclimas: boreal xérico, boreal hipercontinental, boreal continental, boreal subcontinental, boreal oceánico y boreal hiperoceánico.
Macrobioclima polar. Coincide con territorios de las zonas templada y fría comprendidos entre los paralelos 51º y 90º N y S. En su interior se distinguen cinco bioclimas: polar pergélido, polar xérico, polar continental, polar oceánico y polar hiperoceánico.
Biogeografía y suelos
El Foro Mundial para la Naturaleza (en inglés WWF) define ecorregión como un área extensa, de tierra o de agua, que contiene un conjunto, geográficamente identificable, de comunidades naturales que comparten la mayoría de sus especies y dinámicas ecológicas.
El mapa Ecorregiones terrestres agrupa en 14 zonas ecológicas las más de 800 ecorregiones existentes. Estas ecozonas presentan una distribución zonal por la influencia de las temperaturas y precipitaciones. Desde las altas latitudes hasta el Ecuador se suceden las siguientes: comunidades de fría tundra, bosques boreales o taiga, bosques templados de coníferas o bosques templados de hoja ancha y mixtos, bosques y matorrales mediterráneos, desiertos y matorrales áridos, pastizales, sabanas y matorrales tropicales y subtropicales que dan paso a densos bosques tropicales y subtropicales en las zonas más cálidas y húmedas. La continentalidad explica la localización de praderas y estepas templadas, la topografía y humedad edáfica lo hace con los pastizales y sabanas inundadas y la localización litoral con los manglares tropicales y subtropicales. Además, hay ecozonas azonales ligadas a la altitud como los pastizales y matorrales de montaña. La franja septentrional de España se localiza en la ecozona de los bosques templados de hoja ancha y mixtos mientras que el resto de la península ibérica e islas corresponde a los bosques y matorrales mediterráneos.
Las ecorregiones marinas cubren la totalidad de las aguas costeras y de plataformas marinas desde la costa hasta 370 km mar adentro y hasta 200 metros de profundidad. Se han identificado más de 200 ecorregiones marinas que se agrupan en los 12 reinos marinos representados en el mapa Ecorregiones marinas. Las denominaciones indican la influencia climática latitudinal (mares polares, templados y tropicales) y las subdivisiones añaden criterios de la cuenca oceánica correspondiente (Ártico, Atlántico del norte templado, Atlántico tropical, Pacífico del norte templado o Pacífico oriental tropical) o los continentes en el hemisferio sur (África meridional templada, América del Sur templada, Australasia templada e Indo-Pacífico). España se ubica íntegramente en el reino marino del Atlántico del norte templado.
El mapa Suelos ofrece la información contenida en la primera edición de la Base Referencial Mundial del Recurso Suelo (en inglés WRB) de 1993. En una segunda edición de 2006 se introdujeron dos nuevos grupos de suelos, los tecnosoles y los stagnosoles. España participa de los suelos propios al ámbito templado húmedo en su franja septentrional y noroccidental y de los que caracterizan al mundo mediterráneo en el resto del territorio.
Suelos
ALBELUVISOL: son suelos propios de climas húmedos y fríos, ácidos, con baja saturación de bases. Combinan un horizonte subsuperficial muy lavado, blanco (álbico) que penetra en lenguas en un horizonte inferior de acumulación de arcillas (árgic o). El término albeluvisol deriva de los vocablos latinos albus (blanco) y luere (lavar) ANTHROSOL: son suelos resultantes de una prolongada actividad agrícola antrópica, como la adición de enmiendas orgánicas, aportación de limo al regar por inundación, laboreo de suelos encharcados, etc. El término anthrosol deriva del vocablo griego anthropos que significa hombre. ACRISOL, ALISOL: son suelos del trópico húmedo, ácidos, con baja saturación de bases. Presentan acumulación de arcilla en el horizonte subsuperficial (árgico), de baja actividad o calidad (acrisoles) o de alta (alisoles). Acrisol deriva del vocablo latino acris que significa muy ácido. Alisol deriva del vocablo latino aluminium que significa aluminio, haciendo alusión a la alta saturación en aluminio de estos suelos, junto a la elevada actividad de la arcilla y la fuerte acidez. ANDOSOL: suelos desarrollados sobre material volcánico (cenizas, toba, pumita, lapilli) bajo diversos climas. La meteorización de este material forma complejos órgano-minerales estables que le confieren alta porosidad. Su nombre proviene de los vocablos japoneses an (negro) y do (suelo), que hacen referencia a su color oscuro heredado del material parental. ARENOSOL: son suelos azonales que están muy condicionados por el tipo de material original siendo muy arenosos. Su nombre deriva del latín, arena. CALCISOL: suelos abundantes en zonas de semiáridas a subhúmedas con lluvia estacionalmente irregular y marcada estación seca. Presentan una acumulación, a cierta profundidad, de carbonato cálcico secundario (horizonte cálcico), a veces cementada (petrocálcico). Su nombre deriva del latín calx, calcáreo. CAMBISOL: suelos ampliamente distribuidos aunque predominan en regiones templadas. Presentan un horizonte subsuperficial diferenciado del material parental por su estructuración, cambio de color, lavado de carbonatos, etc. Su nombre deriva del latín cambiare, cambiar. CHERNOZEM, KASTANOZEM, PHAEOZEM: suelos con horizonte superficial negro, poroso, rico en materia orgánica y bases (horizonte móllico), sólo (phaeozem) o acompañado de un horizonte cálcico (chernozem, kastanozem). En los tres casos, se usa la terminación derivada del ruso zemlja que significa tierra combinada con el vocablo griego phaios que significa oscuro; del vocablo ruso chern que significa negro y del vocablo latino castanea que significa castaño. CRYOSOL: suelos permanentemente congelados (permafrost); propios de las regiones ártica y antártica. El nombre deriva del vocablo griego kraio que significa frío, hielo por el clima donde se encuentran. DURISOL: suelos propios de regiones semiáridas sobre materiales ricos en sílice. Presentan un horizonte subsuperficial enriquecido con sílice secundaria más o menos endurecida (con horizonte dúrico o petrodúrico). El nombre procede del latín durus duro, haciendo alusión al endurecimiento provocado por la acumulación secundaria de sílice. FLUVISOL: suelos desarrollados sobre depósitos recientes fluviales (incluso lacustres y marinos). Son suelos azonales y con débil diferenciación, que aún muestran la estratificación de los citados depósitos o sedimentos. El nombre proviene del latín fluvius, río. FERRALSOL: han sufrido una fuerte meteorización, lo que resulta en una fracción arcilla de baja actividad y fracciones limo y arena dominados por óxidos de hierro y aluminio. Son suelos del trópico húmedo sobre viejas superficies. Deriva del latín ferrum, hierro, y alumen, aluminio, haciendo alusión al elevado contenido en los mismos. GLEYSOL: suelos propios de humedales. La saturación con agua freática durante largos periodos provoca la aparición de colores reductimórficos: grises, herrumbrosos, (patrón de color gléyico), etc. El nombre procede del ruso gley, que significa fango. GYPSISOL: son suelos propios de zonas áridas y semiáridas. Presentan una acumulación, a cierta profundidad, de yeso secundario (horizonte gípsico) a veces cementada (petrogípsico). El nombre procede del latín gypsum, yeso HISTOSOL: son suelos orgánicos, de restos vegetales, que no se descomponen (o lo hacen con lentitud) por encontrarse saturados de agua. Incluye los suelos de turba de zonas boreales o de otros restos vegetales de zonas pantanosas. El nombre procede del griego histos que significa tejido (vegetal). LEPTOSOL: son suelos delgados, someros, ya sea por presentar la roca continua a menos de 25 cm o por ser extremadamente pedregosos (>80%) en sus primeros 75 cm. Abundan en zonas de relieve abrupto. El nombre procede del griego leptos delgado, fino, haciendo alusión a su reducido espesor. LUVISOL: son suelos desarrollados sobre materiales no consolidados de regiones templadas con estación seca y húmeda marcada. Presentan acumulación, en horizonte subsuperficial, de arcillas (horizonte árgico) de alta actividad y con alta saturación de bases. Del latín luere que significa lavar, haciendo alusión al lavado de arcilla. LIXISOL: son suelos muy alterados, desarrollados sobre materiales no consolidados de regiones tropicales. Presentan acumulación, en horizonte subsuperficial, de arcillas (árgico) de baja actividad y con alta saturación de bases. Del latín lixivia, lavar y eliminar. NITISOL: son propios del trópico húmedo. Son suelos rojos, profundos, con horizonte subsuperficial rico en arcilla y estructura en bloques angulares (horizonte nítico). Del latín nitidus que significa brillante, haciendo alusión al brillo de sus agregados en el horizonte nítico. PODZOL: abundan en regiones húmedas templadas y boreales, principalmente sobre rocas silíceas. Presentan un horizonte subsuperficial decolorado por la pérdida de materia orgánica y óxidos de hierro (material álbico, de color gris ceniza) sobre otro oscuro, de acumulación (horizonte spódico). Del ruso pod, bajo y zola, ceniza. PLANOSOL: suelos propios de regiones subtropicales y templadas con contrastada estación seca y húmeda. Se caracterizan por estar anegados periódicamente y presentar un horizonte superficial claro sobre uno subsuperficial denso, con cambio textural abrupto, de límite plano. Del latín planus, plano. PLINTHOSOL: suelos propios del trópico húmedo. Presentan acumulación subsuperficial de plintita (mezcla rica en óxidos de hierro, pobre en humus, caolinita y cuarzo) con más o menos nódulos o formando una capa endurecida. Del griego plinthos, ladrillo. REGOSOL: son suelos poco evolucionados (sin horizontes de diagnóstico), formados sobre material no consolidado, de grano fino. Son frecuentes en regiones secas, montañosas. Del griego rhegos, manto, haciendo referencia a que se desarrollan sobre un manto de materiales sueltos, poco consolidados. SOLONCHAK, SOLONETZ: los solonchak son propios de zonas áridas y semiáridas y presentan acumulación de sales más solubles que el yeso (preferentemente halita). Del ruso sol que significa sal y chak que significa área salina. Los solonetz presentan horizonte subsuperficial de acumulación de arcilla sódica con estructura columnar (horizonte nátrico). Del ruso sol que significa sal y etz que es un sufijo indicador del superlativo de la presencia, en este caso, de sodio en el complejo de cambio. UMBRISOL: son suelos propios de regiones montañosas, frías y húmedas. Presentan un horizonte superficial rico en materia orgánica, poroso, y con baja saturación de bases (horizonte úmbrico). Del latín umbra, sombra. VERTISOL: son suelos con abundantes arcillas expandibles con característico agrietamiento estacional (derivado del hinchamiento y la contracción de las arcillas con la variación de humedad) que mezcla horizontes y condiciona la infiltración del agua. Del latín vertere, dar vuelta, que se refiere a los constantes movimientos internos del material del suelo. |
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