Discusión:Tipología de paisajes
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La renovación del concepto de paisaje y el creciente interés por su conocimiento, salvaguarda y gestión hay que incardinarlo en un contexto global de graves problemas ambientales y de una demanda social en aumento de paisajes de calidad como entornos de vida cotidiana y como recurso de desarrollo territorial. Esas circunstancias explican que el paisaje –todos los paisajes y no solo los más valiosos y apreciados–, se haya incorporado al debate ciudadano y a la agenda política europea en la doble condición de espacios vividos y de expresión de la identidad de los lugares.
En el proceso de apertura semántica y estratégica del paisaje ha desempeñado un papel fundamental –político, jurídico, conceptual y metodológico– el Convenio Europeo del Paisaje (CEP), del Consejo de Europa, puesto a la firma de los Estados integrantes de dicho organismo en Florencia, el 20 de octubre de 2000. Paisaje es, según el Convenio, «cualquier parte del territorio, tal y como lo percibe la población, cuyo carácter sea el resultado de la acción y la interacción de factores naturales o humanos» (traducción del Instrumento de Ratificación del Convenio Europeo del Paisaje, BOE de 5 de febrero de 2008). Se trata de una definición basada en preocupaciones ambientales y culturales, con una motivación eminentemente social y articulada en torno a tres nociones básicas: territorio, percepción y carácter.
La cartografía de conjuntos paisajísticos que se recoge a continuación es una adaptación y simplificación de la que contiene el Atlas de los Paisajes de España, editado a fines de 2003 por el entonces Ministerio de Medio Ambiente, como respuesta a una de las primeras solicitudes del CEP: identificar y caracterizar los paisajes de los Estados y las regiones de Europa. Desde un entendimiento holístico del paisaje como «carácter» del territorio percibido por la población, resultado de la interacción de componentes y procesos naturales y humanos, el Atlas citado se planteó con el objetivo expreso de «identificar, cartografiar y caracterizar los distintos paisajes de España y desarrollar una taxonomía escalar».
Para su elaboración resultaron de interés, desde el punto de vista metodológico, algunas iniciativas europeas, como el Draft of European Landscapes, de la Agencia Europea del Medio Ambiente (EEA, 1998) y, en particular, la experiencia británica de Landscape Character Assessment (Countryside Commission, 1998; The Countryside Agency-Scotish Natural Heritage, 2002) y la francesa en la elaboración de atlas de paisaje de ámbitos regional y departamental a partir de la conocida como loipaysage, de 1993 (Luginbühl, 1994; Brunet-Vinck, 2004).
En España, la escala 1:200.000 fue la utilizada en la identificación y delimitación de los paisajes peninsulares. Las islas requirieron un tratamiento a mayor escala, 1:50.000, por tratarse de territorios relativamente reducidos y de elevada diversidad paisajística interna. El método desarrollado en la caracterización de los paisajes españoles permitió llegar a una taxonomía jerarquizada compuesta por tres niveles. La diversidad de los paisajes de España se expresa, en su nivel básico, en las denominadas siete unidades de paisaje o, simplemente, paisajes, de las que se identificaron y cartografiaron un total de 1.262. Cada unidad se define, a la escala adoptada, por su relativa homogeneidad interna y su singularidad con respecto a los paisajes contiguos.
El segundo nivel de la taxonomía es el de los llamados tipos de paisaje, un total de 116, que resultan de la agrupación de unidades cuyas estructuras se repiten en el territorio. A la escala de trabajo del Atlas, los tipos aportan una lectura sintética, pero suficientemente matizada, de las grandes configuraciones paisajísticas de España. El hecho regional, entendido como proceso de construcción paisajística a partir de distintas historias territoriales, ha resultado en la mayor parte de los casos decisivo. Por esa razón, los tipos de paisaje se restringen, con muy pocas excepciones, a dominios regionales, no porque, a priori, se pretendiera una tipología regional, sino porque buena parte de los cuadros paisajísticos a esa escala responden a procesos de larga duración en el marco de territorios históricos de ámbito regional en la actualidad.
En el nivel más elevado de la taxonomía se definieron un total de 30 grandes conjuntos paisajísticos (o asociaciones de tipos de paisaje), cada uno de los cuales incluye tipos próximos por su configuración topográfica, por sus características bioclimáticas y por semejanzas en los grandes rasgos de la organización del territorio y los usos del suelo. Este nivel, que supera habitualmente el ámbito regional, es el que se ha utilizado en el mapa Conjuntos paisajísticos.
Esa treintena de grandes conjuntos paisajísticos, de significado espacial muy variado, puede agruparse en siete conjuntos territoriales aún más sintéticos, los representados en el mapa Conjuntos territoriales de paisaje.
Ocupan un lugar destacado, por su riqueza y diversidad interna y por su amplia distribución, los paisajes de montaña –once de los tipos cartografiados en la Península, a los que hay que sumar los paisajes montañosos de Baleares y Canarias–. A su importante presencia superficial, los paisajes de montaña suman la recia volumetría de sus formas y, por tanto, su alta visibilidad, junto al protagonismo de procesos y componentes naturales, tanto geomorfológicos como biogeográficos y ecológicos, de valores socialmente muy apreciados, y la presencia de numerosas huellas humanas. Las difíciles condiciones geoecológicas derivadas de la altitud, las fuertes pendientes, la pedregosidad de los suelos y la dureza del clima en las partes altas han propiciado modelos de ocupación humana tradicional relativamente armónicos con el medio, con un patrimonio etnográfico –material e inmaterial– tan valioso como frágil.
Como contrapunto de los paisajes montañosos, los de los páramos, llanuras, campiñas ibéricas y depresiones ibéricas (seis de los tipos cartografiados) constituyen en extensión el conjunto paisajístico de mayor entidad, asociado, además, a una de las imágenes culturales más acrisoladas de España: la Meseta castellana. Tres rasgos mayores identifican el paisaje histórico y el actual: el primero, el más llamativo y visible, es el de las formas planas o suavemente alomadas sobre páramos calizos y campiñas sedimentarias; el segundo rasgo, coherente con la base física señalada, consiste en el predominio casi absoluto del uso agrícola del suelo, mayoritariamente de secano, pero con contrastes internos –labradíos herbáceos, olivares y viñedos– que dibujan subconjuntos paisajísticos de indudable personalidad. Un tercer componente de estos paisajes, que en muchos casos constituye un atributo de valor relevante, es el sistema de asentamientos concentrados de pueblos, agrovillas y pequeñas ciudades, que articulan terrazgos municipales.
Entre campiñas y páramos, en el corazón de las cuencas sedimentarias, se disponen los paisajes de vegas y riberas. Transversalmente se organizan en cuatro bandas longitudinales: el río y su cauce, el corredor ribereño, el llano de inundación y la llanura aluvial. El agua y la vegetación de ribera, la perfecta planitud de la llanura aluvial, frecuentemente escalonada en terrazas, viejas tramas hidráulicas y parcelarias con uso agrícola intensivo y una civilización urbana de pueblos y ciudades junto a los ríos, caminos históricos y viejos puentes son las claves naturales y culturales del carácter de estos paisajes del agua.
Mención específica merecen los paisajes adehesados de las penillanuras y piedemontes occidentales, un único tipo en la cartografía adjunta, las dehesas, pero de amplia distribución espacial y de altos valores ecológicos, culturales y productivos. La base topográfica de estos paisajes es también suavemente ondulada, pero modelada aquí sobre el viejo zócalo ibérico peniplanizado, con suelos ácidos, relativamente pedregosos, de escasa profundidad y texturas gruesas, y una capacidad de retención de humedad reducida. Esas condiciones físicas, unidas al clima mediterráneo continental de veranos secos y calurosos, junto a otro hecho destacable en la configuración y funcionamiento del paisaje a lo largo de los siglos, el predominio del latifundio, explican que la cubierta vegetal, aunque profundamente transformada por la acción humana, sea forestal, con montes huecos de encinas, alcornoques o robles y un uso mayoritariamente ganadero en grandes explotaciones extensivas.
Los paisajes litorales presentan el interés y la singularidad que implica la interacción y el contacto entre tierra y mar en términos perceptivos, ecológicos y humanos. Aunque relativamente homogeneizados en la actualidad por la expansión urbana y turística del último medio siglo, son muy diversos en geoformas, ecosistemas y modelado humano. Atendiendo a razones geográfico-físicas e histórico-culturales, la cartografía adjunta distingue entre los paisajes de los llanos litorales mediterráneos –separados por áreas acantiladas– y suratlánticos, incluidos el gran delta del Ebro y los arenales y marismas de Doñana en el golfo de Cádiz, y el variado mosaico de paisajes litorales del noroeste y norte de la Península, integrado por rías, marinas y rasas cantábrico-atlánticas, bajo clima templado-húmedo. A ellos habría que sumar los singulares paisajes de las islas menores, en interacción casi siempre con las costas cercanas.
Aunque suponen poco superficialmente, los paisajes de las principales áreas metropolitanas son los más cotidianos y frecuentados, porque en ellos reside y trabaja casi la cuarta parte de la población española. Su configuración y funcionamiento es el resultado de la amplitud e intensidad que los procesos urbanizadores de la ciudad cabecera y de otras villas y pueblos próximos, del denso mallado de grandes infraestructuras, las grandes piezas de suelo industrial y logístico, y la implantación de equipamientos y dotaciones metropolitanas. Entre esos componentes del paisaje se mantienen, en ocasiones, áreas fragmentadas de agricultura periurbana, alguna de tanto valor como la huerta de Valencia, que adquieren hoy un nuevo significado estratégico en espacios altamente saturados.
Por último, la insularidad introduce diversidad y singularidad natural y cultural en los paisajes de las islas. De hecho, se han identificado nueve tipos, con diferencias significativas entre Baleares y Canarias, derivadas en primera instancia de la condición climática mediterránea del archipiélago balear y subtropical en el caso canario. A ello se suma el contraste geológico, de fuerte impronta en la naturaleza de los paisajes. Baleares, es la prolongación de los Sistemas Béticos en el Mediterráneo, por lo que sus montañas, en particular la serra de Tramuntana, al norte de Mallorca (Patrimonio Mundial en concepto de Paisaje Cultural de UNESCO), podrían formar parte de los paisajes de montaña peninsulares; no obstante, las singularidades ecológicas, culturales y escénicas que derivan del emplazamiento insular aconsejan mantenerlas en este conjunto de los paisajes de las islas. Las islas Canarias son, en conjunto, aunque con apreciables diferencias internas, un paisaje volcánico, montañoso y quebrado, con rasgos morfológicos, plásticos y perceptivos de fuerte carácter. Ambos archipiélagos muestran en su faz actual, sin entrar en diferencias de detalle, similares configuraciones de paisajes litorales construidos por el turismo de sol y playa. Sin embargo, el modelado humano de los paisajes de la ruralidad tradicional y de los asentamientos históricos ofrece en Baleares y Canarias, y en cada una de sus islas, especialmente en las de mayor tamaño, fisonomías diferenciadas que componen un mosaico de sobresaliente diversidad paisajística, imposible de sintetizar en un texto tan breve como este.
La representación científica del paisaje
La representación científica del paisaje ha sido una preocupación constante por parte de los diferentes especialistas que se han acercado a su estudio. Por medio de distintos tipos de recursos visuales han tratado de expresar lo percibido y conocido del paisaje; unas veces han sido dibujos e ilustraciones a mano alzada; otras, mapas temáticos o imágenes fotográficas oblicuas o verticales y, más recientemente, con ayuda de las nuevas fuentes de información espacial, sobre todo los satélites artificiales, y el uso de las tecnologías de la comunicación, creaciones muy atractivas, sugerentes y de gran fuerza expresiva. Las opciones que se tienen al alcance son hoy diversas y dependerán del objetivo fijado. El paisaje se puede representar analíticamente, opción que exige seleccionar elementos estructurantes del mismo, aislarlos artificiosamente y representarlos por medio de una imagen que puede ser cartográfica o de otro tipo. Caso de que se busque una lectura comparada, se situarán estas imágenes de tal manera que facilite una mirada sinóptica. La dinámica del paisaje, propia de un organismo vivo, tiene notable interés pues ayuda a percibir las transformaciones habidas en el pasado; es decir, los cambios morfológicos y funcionales que se dieron en su proceso genético y, por otra parte, mediante el diseño de escenarios y la aplicación de modelos de simulación de cambios en los usos y coberturas del suelo, se puede llegar a representar la evolución, tanto posible como deseable, de la dinámica del paisaje. Las representaciones sintéticas se basan en la utilización de imágenes que, o bien reúnen al mismo tiempo varios elementos sustanciales del carácter de un paisaje como, por ejemplo, las vistas tridimensionales con recubrimiento de imágenes satelitales, o bien hacen uso de complejos procesos de tipologización hasta plasmar en un mapa la diversidad paisajística con una gran dosis de abstracción, dotando al mismo de sencillez, esquematismo y fácil lectura.Mediante la aplicación del modelo tesela-corredor-matriz, así como de métricas espaciales, desde la ecología del paisaje se ha avanzado mucho en cuantificar e incluso representar múltiples aspectos de la estructura del paisaje, tales como la fragmentación, dispersión, conectividad o aislamiento, así como monitorizar su cambio a lo largo del tiempo; una aportación de sintesis que contribuye a una mejor comprensión del mismo. Por último, una opción sincrética es aquella que combina las anteriormente señaladas en una secuencia lógica. En esta obra se ha elegido esta última opción. Se parte de un mapa sintético que ofrece una visión de conjunto de los conjuntos paisajísticos de España; los contrastes, la dominancia y la significativa distribución espacial se percibe con toda nitidez. A continuación se hace un tratamiento singularizado de cada uno de los treinta conjuntos paisajísticos, mostrando su distribución (percepción analítica) y se elige un territorio concreto como ejemplo de detalle del que se ofrecen tres recursos para una lectura sinóptica: imagen de satélite y mapa topográfico, ambos a escala 1:200.000, y una fotografía oblicua, que no siempre coincide con el territorio representado en el fragmento del mapa topográfico y la imagen de satélite, aunque sí es un buen ejemplo del conjunto paisajístico. |
Indice de tipología de paisajes
- Macizos montañosos septentrionales
- Sierras y valles pirenaicos
- Cuencas y depresiones atlánticas y subatlánticas
- Sierras y montañas atlánticas y subatlánticas
- Rías, marinas y rasas cantábrico-atlánticas
- Marismas, deltas y arenales mediterráneos y suratlánticos
- Macizos montañosos del interior ibérico
- Gargantas, desfiladeros y hoces
- Sierras béticas
- Macizos montañosos béticos
- Sierras, valles y depresiones del Sistema Ibérico
- Sierras y montañas mediterráneas nororientales
- Sierras y depresiones del interior ibérico y sus bordes
- Penillanuras y piedemontes adehesados
- Muelas y parameras ibéricas
- Páramos y mesas
- Campiñas
- Llanos interiores
- Cuencas y depresiones mediterráneas
- Llanos litorales mediterráneos y suratlánticos
- Vegas y riberas
- Islas menores
- Grandes ciudades y sus áreas metropolitanas
- Sierras y turons baleáricos
- Llanos y bahías baleáricos
- Cumbres canarias
- Macizos antiguos canarios
- Rampas, escarpes, barrancos y valles canarios
- Dorsales y campos de lava recientes de las islas Canarias
- Llanos canarios
Macizos montañosos septentrionales
Sierras y valles pirenaicos
Cuencas y depresiones atlánticas y subatlánticas
Sierras y montañas atlánticas y subatlánticas
Rías, marinas y rasas cantábrico-atlánticas
Marismas, deltas y arenales mediterráneos y suratlánticos
Macizos montañosos del interior ibérico
Gargantas, desfiladeros y hoces
Sierras béticas
Macizos montañosos béticos
Sierras, valles y depresiones del Sistema Ibérico
Sierras y montañas mediterráneas nororientales
Sierras y depresiones del interior ibérico y sus bordes
Penillanuras y piedemontes adehesados
Muelas y parameras ibéricas
Páramos y mesas
Campiñas
Llanos interiores
Cuencas y depresiones mediterráneas
Llanos litorales mediterráneos y suratlánticos
Vegas y riberas
Islas menores
Grandes ciudades y sus áreas metropolitanas
Sierras y turons baleáricos
Llanos y bahías baleáricos
Cumbres canarias
Macizos antiguos canarios
Rampas, escarpes, barrancos y valles canarios
Dorsales y campos de lava recientes de las islas Canarias
Llanos canarios
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En la página Libros Digitales del ANE puedes descargar la obra completa España en mapas. Una síntesis geográfica.