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Para comprender la situación del mercado laboral, se parte de dos gráficos muy generales con datos a escala mundial. El titulado ''Evolución del mercado de trabajo en el mundo'' representa en el medio plazo (los primeros veinte años del siglo XXI), la evolución del empleo a nivel global, del trabajo asalariado y la tasa de desempleo, según estadísticas de la Organización Internacional del Trabajo (OIT). En un gráfico de ese tipo apenas se observan variaciones significativas, si bien en el tránsito desde 2019 se aprecia un descenso del total de trabajadores, en particular no asalariados, y un muy moderado repunte del paro global. De forma complementaria, el gráfico referido a la distribución de los trabajadores con pobreza laboral en el mundo, reafirma una idea ya conocida. En los países subsaharianos y otras regiones subdesarrolladas buena parte de la fuerza laboral presenta pobreza severa, mientras que la pobreza moderada se extiende también por diversas áreas del mundo como Asia oriental, Asia meridional y África del Norte.
 
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Un mapa muy clarificador de lo que ha supuesto la pandemia en la actividad económica es el de horas de trabajo perdidas por países, como consecuencia del COVID-19. En el mapa se realiza una cartografía precisa de dónde las restricciones asociadas a la pandemia han provocado mayor impacto en la fuerza laboral. Así, destacan por su negatividad los registros de la América andina (desde Colombia hasta Argentina), parte de Centroamérica, Reino Unido, una serie de países de la cuenca mediterránea (España, ItaliaGrecia, Turquía y Marruecos, entre otros), India, Bangladeshel subcontinente indio, Sudáfrica, Filipinas y Omán. Por lo general, coinciden con algunos los territorios más afectados por la enfermedad y que previamente poseían un mercado laboral frágil. En el extremo opuesto, China, Australia y Nueva Zelanda, que han sido puestos como ejemplo de contención exitosa del virus, casi no se han resentido. Del mismo modo, naciones europeas como Noruega, Finlandia, República Checa, Lituania Estonia y Bielorrusia apenas pierden horas de trabajo en esta primera ola, pero no se podría generalizar este panorama a toda la crisis. 
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1985
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