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El no disponer de datos referidos a la afección de la pandemia por secciones censales ha determinado que en estos dos mapas se haya decidido incluir también los límites de distrito de cara a facilitar un análisis comparativo siquiera mediante una mera percepción visual, entre lo representado en el mapa y la incidencia de la pandemia cuyos resultados quedan reflejados en los mapas insertos en los ejemplos de Barcelona y Madrid antes mencionados.
Se han seleccionado cinco variables de índole social y económica para la elaboración del índice sintético de vulnerabilidad: población extranjera, población analfabeta o sin estudios, renta media por persona, población con prestaciones y población en situación de desempleo. Las fuentes de donde se han extraído los datos son el Instituto Nacional de Estadística (Estadística Experimentalestadística experimental) y los respectivos portales estadísticos de Madrid y Barcelona.
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Como ya se demostró hace más de cien años, la cartografía médica es una herramienta fundamental para la visualización de los procesos de difusión de las enfermedades, la gestión de las crisis epidemiológicas y la toma de decisiones. Los estudios clásicos sobre salud pública y ciudad recuperan un espacio que hasta hace poco parecía impensable introducir en el debate urbano del siglo XXI. La pandemia de la COVID-19 obliga a una reformulación de los estudios urbanos, recuperando antiguos debates que propicien la reflexión sobre problemas urbanos no satisfactoriamente superados. Entre ellos, los referidos a las desigualdades en la ciudad. La enfermedad, precisamente, se está mostrando como un indicador principal y muy expresivo de las desigualdades urbanas. El descuido sistemático de las necesidades humanas universales de refugio, salud y seguridad parece que están provocando que los barrios con rentas más bajas sean desproporcionadamente más vulnerables, en este caso, a la pandemia COVID-19, no sólo en términos de salud, sino también en pérdida de renta, aumento del desempleo, menor protección social, etc. El incremento de la pobreza y el aumento multiescalar de la desigualdad socioespacial cristalizan en lo que se viene a denominar injusticia espacial. No resulta arriesgado manifestar, aunque sea como hipótesis plausible, que la pobreza y precariedad están provocando más contagios y víctimas entre los más vulnerables(González y Piñeira, 2020).
La vulnerabilidad en Barcelona y Madrid castigan especialmente a las periferias urbanas, sobre todo aquellas construidas durante el desarrollismo (1960-1970), con alta presencia de vivienda social, altas densidades y que sirven como lugar de residencia de población inmigrante (primero de la emigración interior y más recientemente de la extranjera laboral). En Barcelona, la fractura social se percibe en un norte y sur mucho más vulnerables frente al oeste más privilegiado. En Madrid, la relación es claramente sur-norte. En los dos casos, la baja vulnerabilidad es característica común en los espacios centrales (ensanches y centros históricos). En estos últimos, los índices elevados se reducen a puntuales reductos de áreas todavía no rehabilitadas o gentrificadas, como por ejemplo el Raval en Barcelona. En definitiva, la detección de estos contrastes en Madrid y Barcelona parece que han podido favorecer, en general, la existencia de una relación directa entre altas tasas de vulnerabilidad y la incidencia acumulada por la COVID-19.

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