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No obstante, la menor calidad del aire de ciudades grandes como Madrid o Bilbao y unas temperaturas nocturnas más frías respecto a localidades del sur peninsular o del litoral mediterráneo permitieron la mayor difusión de contagios en estos núcleos en las fases iniciales de la pandemia. La comparación de los valores térmicos de febrero en los mapas ''[[:Archivo:Espana_Temperatura-media-febrero_1981-2010_mapa_18405_spa.jpg|Temperatura media de febrero. 1981-2010]]'' y ''[[:Archivo:Espana_Temperatura-media-de-febrero_2020_mapa_18393_spa.jpg|Temperatura media de febrero 2020]]'' resulta esclarecedora de lo señalado. En marzo de 2020 las condiciones atmosféricas cambiaron de forma notable, persistiendo las jornadas inestables, la entrada frecuente de borrascas y el desarrollo de precipitaciones. Esta situación tuvo varios efectos en el momento de confinamiento en los domicilios por el primer estado de alarma decretado (marzo-abril 2020). La abundancia de días cubiertos y lluviosos generaba un ambiente propicio para la estancia en los domicilios. Se produjo una limpieza del aire y una reducción de los niveles de contaminación atmosférica, no solo por el impacto de la menor actividad humana, sino por el movimiento atmosférico. Por el contrario, el ambiente más fresco generaba condiciones favorables para la expansión del virus.
El mapa que representa los valores de insolación media en marzo de 2020, respecto a lo registrado en la media del periodo 1981-2010, ilustra sobre la frecuencia de jornadas nubosas, grises, de los primeros momentos de la pandemia. A partir del mes de mayo, la subida generalizada de temperaturas propiciaba condiciones favorables para la disminución de la transmisión del virus, en la fase de la incidencia descendente de la primera oleada de la pandemia, como agente colaborador de las drásticas condiciones de profilaxis sanitaria que los responsables de la lucha contra la pandemia establecieron.