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Discusión:Estructura demográfica

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Desde una perspectiva geográfica, en los mapas ''[[:Archivo:Espana Indice-de-juventud 2011-2021 mapa 18824 spa.jpg|Índice de juventud]]'' e ''[[:Archivo:Espana Poblacion-mayor-de-65-anos.-Provincial 2011-2021 mapa 18823 spa.jpg|Índice de envejecimiento]]'' se observa la pérdida de población joven en las provincias de la mitad noroccidental del país –Ourense, Lugo o Zamora están por debajo del 20% de población menor de 25 años y se extiende a Huesca, Teruel, Cuenca o Soria–. Se trata de provincias con menor densidad demográfica y mayor dispersión geográfica, donde la proporción de los mayores sobre los jóvenes es muy elevada, consecuencia de las grandes oleadas de migración campo-ciudad, que sufrieron en la segunda mitad del siglo XX. Los valores más altos de juventud siguen un gradiente creciente hacia el mediterráneo y la mitad meridional de la península. Está ligado al proceso de urbanización y aglomeración económica, donde Madrid muestra una visible influencia metropolitana, extendida a las provincias limítrofes de Guadalajara y Toledo. En segundo plano aparece el cuadrante nororiental, Álava, La Rioja o Navarra. La población joven se localiza en núcleos con una mayor implantación de industria y servicios.
A medida que disminuye el tamaño de los municipios aumenta la proporción de mayores, con el consiguiente declive demográfico y riesgo de despoblación de los pequeños núcleos rurales en las próximas décadas. Así, provincias como Asturias, León, Lugo, Ourense, Palencia, Zamora o Salamanca alcanzan valores superiores al 2,2 de índice de envejecimiento, con una tendencia marcadamente regresiva de su estructura demográfica. Tan sólo Madrid, Toledo, Guadalajara y Sevilla, así como varias de las provincias costeras e insulares, presentan valores de envejecimiento inferiores a la media. No obstante, determinadas provincias costeras comoIlles Balears, Almería o Málaga, pese a su juventud demográfica actual, muestran un mayor ritmo de envejecimiento más acelerado que las provincias del interior por el progresivo envejecimiento de las amplias cohortes en edad laboral y su atractivo como destino para la migración residencial de personas jubiladas nacionales e internacionales.
A pesar de que la proporción de mayores es superior en el mundo rural, son las zonas más urbanizadas las que albergan una mayor concentración de ancianos en términos absolutos, con las considerables implicaciones en materia asistencial, previsión sociosanitaria, vivienda y equipamientos. El desafío se acentuará en un futuro próximo cuando lleguen a las edades más avanzadas los nacidos en los años del baby boom. Son los nacidos entre 1958 y 1977, quienes ya están entrando en la edad de jubilación. Será entre 2030 y 2040, cuando se registren los mayores incrementos de pensionistas, como dibujan las tendencias de las [https://www.ine.es/prensa/pp_2022_2072.pdf proyecciones del INE], que prevén un máximo del porcentaje de los mayores de 65 años del 30,4% en torno a 2050, cuando actualmente se sitúa próximo al 20% del total.
A comienzos del siglo XXI la media nacional estaba cercana al 0,38, por debajo de la media europea, pero ha subido cerca de diez puntos en veinte años –once en el caso de la dependencia senil femenina–, muestra una vez más del incremento acelerado de la población envejecida. Este crecimiento será más acentuado en los próximos años e, irremediablemente, producirá un importante aumento de dependencia de los mayores. Se plantearán grandes retos sobre la prestación de los servicios sanitarios, sociales y asistenciales, sin olvidar, el aumento de costes, la reducción de las tasas de ahorro y la incertidumbre económica y social que significa la financiación y sostenibilidad del sistema público de pensiones.
Entre todas las implicaciones derivadas, destaca el llamado cuarto pilar del estado del bienestar –la atención a la dependencia–, una realidad tradicionalmente invisible, pero que ha adquirido una gran relevancia por su magnitud e intensidad, fruto del incremento de los mayores y los cambios habidos en la dinámica familiar –reducción del número de miembros, incorporación de la mujer al mercado de trabajo, distintos modelos de convivencia, etc.– y en la tipología de los hogares, con el incremento de los hogares unipersonales, así como los establecimientos colectivos con una progresiva institucionalización de la vivienda de los ancianos.
A pesar de los mayores niveles de instrucción y menor brecha digital de los mayores, se mantendrán o incrementarán problemas existentes como la soledad, la vulnerabilidad ligada a las pensiones más bajas, las dificultades de movilidad y accesibilidad.
1985
ediciones

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