Este sitio web utiliza cookies propias y de terceros para mejorar los servicios que ofrece y optimizar la navegación. Si usted continua navegando, consideramos que acepta su uso. Más información

Cambios

Saltar a: navegación, buscar
sin resumen de edición
En la primera mitad del siglo XX, las dos principales ciudades del país fueron las más beneficiadas de la primera transición demográfica y de los flujos demográficos interiores (principalmente tras la I Guerra Mundial). En menor medida sumaron efectivos poblacionales los subsistemas costeros del norte (Bilbao, Santander, Donostia/San Sebastián) y de todo el arco meridional y sudoriental (València, Málaga, Sevilla, Murcia). A estos les siguen de lejos algunas capitales provinciales de interior o insulares, que despuntaron en un contexto previo al éxodo rural de mitad de siglo (Zaragoza, Granada, Córdoba, Valladolid, Palma, etc.).</br>
La política desarrollista de la dictadura franquista a partir de 1960 afianzó las ganancias y las pérdidas demográficas. De la organización centralista del Estado se vieron favorecidas también las capitales provinciales (centros delegados del poder político estatal). Evidencia de ello es el tratamiento diferencial que la primera [https://www.boe.es/gazeta/dias/1956/05/14/pdfs/BOE-1956-135.pdf Ley de Suelo] (1956) hace de ellas, junto con aquellas ciudades que albergaban más de 50.000 habitantes. Ambas se ven obligadas a la elaboración de un índice municipal de Valoración del Suelo y a la formación de un Presupuesto especial de Urbanismo. En definitiva, esto lleva a la redacción de sus planes generales de ordenación urbana, que guiarán su crecimiento inmediatamente posterior.</br>
Ya en 1960, la población de España era más urbana que rural. El 56,69% residía en municipios de más de 10.000 habitantes (418 de 9.200 habitantes). De ellos, solo Madrid (2.606.254) y Barcelona (1.557.863) superaban el millón de habitantes. València era el único municipio de entre el medio millón y el millón de habitantes (505.066). El siguiente nivel (entre 100.000 y 500.000 habitantes), donde despuntaba Sevilla (442.300), se componía de una serie de 23 ciudades, de las que más de la mitad tenía una población inferior a 150.000 habitantes. Por lo tanto, el sistema urbano seguía siendo claramente bicefálico, y en la distribución territorial de los niveles inferiores la tendencia a situarse en la costa, o cercano a ella, solo era rota por algunas capitales provinciales. De entre ellas, las más pobladas serían a la postre capitales autonómicas: Sevilla, Zaragoza y Murcia. En este grupo de ciudades medias, solo seis carecían del estatus político de capital provincial, si bien Sabadell y L’Hospitalet de Llobregat formaban parte ya del área metropolitana de Barcelona. El resto (Vigo, Jerez de la Frontera, Gijón y Cartagena) justificaban su posición por el peso de sus actividades portuarias e industriales (ver mapa ''[[:Archivo:Enelaboracion.jpgXXX|Municipios de más de 10.000 habitantes, 1960]]'').</br>
Los núcleos del sistema urbano español inferiores a 100.000 habitantes ejercían su influencia política y económica sobre un entorno marcadamente ruralizado y dependiente, con población laboral adscrita de forma mayoritaria al sector primario, tónica dominante en la España preindustrial. Cuando la industrialización desarrollista pasó de largo, los centros urbanos capitalinos y, en menor medida, las cabeceras comarcales, reforzaron el protagonismo del sector secundario (construcción) y del terciario (administrativo y comercial), como alternativas funcionales. Esta era la situación de buena parte de la España interior, donde las agrovillas (Campesino, 2012) mantenían fisonomías urbanas, pero esencia rural.</br>
Así, durante los últimos 60 años, el sistema urbano ha madurado debido a muchos cambios y de toda índole. El desarrollo industrial en polos favoreció un fuerte éxodo rural generalizado y una equivalente concentración urbana en pocas ciudades. Posteriormente, la democratización del Estado a partir de 1978 y su descentralización promovió un lento pero continuo incremento del policentrismo, sustentado en nuevas infraestructuras. Esto mitigó la pérdida demográfica de algunas regiones y, principalmente en aquellas menos pobladas, ha potenciado a las ciudades designadas capitales autonómicas (Escolano, 2012), anteriormente capitales provinciales salvo Mérida (Extremadura) y Santiago de Compostela (Galicia).</br>
El resultado es que, en el año 2021, un 79,72% de la población en España es urbana. El incremento poblacional entre 1960 y 2021 ha sido de 16.872.259 habitantes, periodo en el que los municipios con más de 10.000 habitantes han sumado 20.480.695 de efectivos. Su número también ha aumentado considerablemente hasta los 759 municipios sobre un total de 8.131, lo que significa que su peso relativo se ha duplicado (del 4,54% en 1960 ha pasado al 9,33% en 2021). Como muestra el gráfico ''[[:Archivo:Enelaboracion.jpgXXX|Variación de los municipios de más de 10.000 habitantes por comunidades autónomas]]'', en los últimos 25 años, este cómputo ha añadido 142 municipios, ubicados mayoritariamente en las comunidades autónomas más pobladas (Andalucía, Cataluña, Comunitat Valenciana y Comunidad de Madrid) o algunas bajo el influjo de la capital nacional, como Castilla-La Mancha. Solo el Principado de Asturias y Galicia, ambas con un poblamiento muy disperso, han sufrido un retroceso en el número de municipios de más de 10.000 habitantes desde 1996.</br>
Si bien los dos nodos principales de la jerarquía urbana no han cambiado, sí lo ha hecho su valor relativo. Desde 1960, Madrid ha sumado más de un millón de residentes, mientras que Barcelona, con un término municipal prácticamente colmatado, apenas ha crecido. Esto ha implicado que, en 2021, en comparación con 1960, acumulen un 2,16% menos población sobre el total nacional (4.905.010 habitantes de 47.400.798). Por el contrario, sus periferias sí han crecido de manera notable, al igual que el número de ciudades con más de 500.000 habitantes, que ahora son cuatro (València, Sevilla, Zaragoza y Málaga) y suman 2.732.675 habitantes.</br>
Uno de los niveles que demuestra la maduración del sistema urbano español desde 1960 a 2021 es el que comprende a las ciudades medias, es decir, aquellas entre 100.000 y 500.000 habitantes. Estas han pasado de ser 23 a 57, con un reparto más equilibrado en el territorio nacional. En conjunto suman 11.230.168 habitantes, con una participación muy destacada del subsistema andaluz, seguido de las ciudades catalanas y madrileñas. En los últimos 25 años este grupo ha sumado ocho nuevos municipios, en contraposición con el primer nivel jerárquico que se mantuvo estable.</br>
Por otro lado, las entidades urbanas de menor tamaño (por debajo de 100.000 habitantes) han experimentado un gran crecimiento desde 1960. Tanto es así que en 2021 representan algo más de la mitad de la población urbana española (18.919.047 personas). En número el incremento también ha sido significativo, pues de 392 municipios entre 10.000 y 100.000 habitantes en 1960, se ha pasado a 696. En los últimos 25 años se observa como los principales incrementos se dan en el grupo de 30.001 a 50.000 habitantes, seguido del de 20.001 a 30.000. A pesar de este incremento generalizado de la base, tendente al policentrismo, aún en 2021 cuatro provincias (Ávila, Palencia, Segovia y Soria) solo tienen un municipio con más de 10.000 habitantes.</br>
En consecuencia, el mapa de ''[[:Archivo:Enelaboración.jpgXXX|Municipios de más de 10.000 habitantes de 2021]]'' refleja tres dinámicas demoterritoriales: la alta concentración urbana en los dos primeros rangos de ciudades, reforzada por su ''metropolitanización''; el surgimiento de un subsistema de ciudades medias, con especial relevancia en el interior; y la ''litoralización'' en la distribución de los núcleos urbanos.</br>
Además, la madurez de un sistema urbano puede medirse a través de una gran variedad de indicadores. Uno de los más comunes es el '''índice de primacía''', que se utiliza para evaluar el grado de dominio de la ciudad más poblada de un territorio en comparación con las que le siguen. Los valores altos denotan la existencia de un sistema macrocéfalo, es decir, aquel con un tamaño excesivo de la ciudad mayor en comparación con las restantes (Zoido ''et al.'', 2000), mientras que los valores bajos indicarán un mayor equilibrio. Los mapas de ''Macrocefalia urbana'' de 1960 y 2021 muestran el incremento demográfico en todas las ciudades principales de cada provincia. Si la comparación se establece entre 1960 y 2001 ocurre lo mismo, salvo en Barcelona y Melilla. El comportamiento es diferente desde el inicio del siglo XXI hasta el año 2021, ya que hasta 12 de las ciudades más pobladas de cada provincia pierden efectivos demográficos (Granada, León, Ourense, Palencia, Salamanca, Santa Cruz de Tenerife, Santander, Segovia, Sevilla, Valladolid, Bilbao y Zamora).
En este grupo de ciudades más pobladas de cada provincia apenas hay cambios. De hecho, entre 1960 y 2001 todas coinciden con las excepciones de Ciudad Real (1960: Puertollano), Gijón (1960: Oviedo) y Talavera de la Reina (1960: Toledo). Si se suma al análisis el año 2021, la única alteración con respecto a 2001 se da en la provincia de Toledo, cuya capital provincial retoma la posición puntera. De hecho, son las capitales provinciales las auténticas protagonistas de este grupo. En 2021, solo Jerez de la Frontera, Gijón y Vigo no tenían esta condición.</br>
[[Archivo:Enelaboracion.jpg|right|thumb|300px|style="margin:0"|Delimitación de las áreas metropolitanas según la variable residencia-trabajo. 2011. España. [XXX PDF]. [XXX Datos]. [XXX Interactivo].]]
Especial atención merecen las aportaciones metodológicas de Feria Toribio y sus colaboradores (Feria y Bernabéu, 2016). En sus investigaciones han abordado el análisis del sistema metropolitano español en 2001 y 2011 delimitando sus áreas metropolitanas a partir de los datos censales sobre movilidad residencia-trabajo. Para ello, primero realizaron una selección de los potenciales focos (municipios mayores de 50.000 habitantes) y les adscribieron los municipios más cercanos siempre que cumplan unas condiciones de flujo mínimo, absoluto y relativo. Posteriormente, agregan municipios a sus áreas metropolitanas realizando dos vueltas reiterativas de adscripción en las que el flujo estudiado es el constituido por el sumatorio con destino a los municipios que conforman el área metropolitana en el paso anterior. (ver mapa ''[[:Archivo:XXX|Delimitación de las áreas metropolitanas según la variable residencia-trabajo]]''). Con ello fueron identificadas 44 áreas metropolitanas, que incluyeron 1.309 municipios.</br>
La metodología de delimitación de Áreas Urbanas Funcionales (AUF) de Gómez Giménez es heredera directa de estos trabajos, aunque incorpora algunas novedades para ampliar el estudio funcional de los procesos urbanos más allá de la metropolización. El proceso de expansión metropolitano, esencialmente dinámico, está ligado a la previa existencia de una metrópoli en términos de concentración, fomentada por la recepción masiva de inmigración, el aumento de los servicios, las inversiones, los progresos económicos y las mejoras tecnológicas (Esteban, 1981). Sin embargo, el fenómeno metropolitano no es el único que aparece en nuestra realidad urbana. Si bien puede ser el que absorbe la mayor parte de los crecimientos demográficos, existen otros fenómenos no menos importantes de reseñar. Las dinámicas de integración funcional no son procesos monopolizados por las grandes metrópolis. La movilidad cotidiana pendular es también el principal modo de integración de los mercados de trabajo en el mundo rural (Camarero ''et al.'', 2009). En muchos lugares, este proceso de integración urbana funcional es una alternativa a la emigración frente a la ausencia de oportunidades laborales en el municipio de residencia. Por ello, se opta por el término genérico de “área urbana funcional”, un núcleo urbano caracterizado por una acumulación de actividades, flujos y personas en términos contextuales y el área de influencia que genera, funcionalmente dependiente, sobre un fluido espacio territorial circundante, más o menos dilatado. Con esta elección se evitan dos peculiaridades que el hecho metropolitano requiere: una concentración mínima y elevada en el núcleo matriz, bien sean 500.000, 50.000 habitantes o cualquier otra cifra, y una lógica de expansión que genera una transferencia del desarrollo urbanizador a las zonas de dependencia funcional. En la mayor parte de los fenómenos urbanos del territorio español no se conjugan estos dos fenómenos y por tanto no se puede hablar de procesos de metropolización.
Con esta metodología se han delimitado 238 áreas funcionales urbanas, en las que han sido incluidos 3.395 municipios que acogían en 2021 al 91,7% de la población española (solo en los 614 municipios que conforman los núcleos vivía el 68,7%). Los territorios que hoy ocupan los núcleos de las áreas urbanas no han parado de ganar peso desde mediados del siglo XIX y en conjunto han acumulado el 88% de todo el crecimiento demográfico experimentado durante los siglos XX y XXI. Sin embargo, en las últimas décadas son los municipios de algunas áreas suburbanas y de difusión los que están experimentando los mayores crecimientos en términos relativos.</br>
El espectro de realidades urbanas es muy amplio y está jerarquizado, situándose a la cabeza el área metropolitana de Madrid (que acoge a casi siete millones de personas), seguida de Barcelona (que supera los cinco millones) y otras quince que superan el medio millón de habitantes, hasta las 134 identificadas que no llegan a los 50.000. Entre ellas, hay decenas de áreas con núcleos de solo 10.000 habitantes que se enfrentan a grandes problemas para mantener su rol de centralidad en la provisión de servicios y trabajo. Todas comparten la generación de un área de influencia en el otrora medio rural circundante, pero en la mayor parte de los casos no aparece una transferencia de su proceso de urbanización. El anclaje funcional se ha producido en gran medida por el agotamiento de las posibilidades de supervivencia en ese territorio antaño rural. En este sentido, gran parte del área de influencia urbana, en especial de los núcleos de menor tamaño, continúa sumida en las lógicas de decrecimiento propias del éxodo rural (ver mapa ''[[:Archivo:XXX|Año del máximo demográfico municipal]]'').
{{clear}}
|titulo=VIGO
|contenido=[[Archivo:Enelaboracion.jpg|right|thumb|300px|Población mayor de 65 años en Vigo. 2021. Vigo. [XXX PDF]. [XXX Datos]. [XXX Interactivo].]]]
Vigo es un buen ejemplo del llamado ''<i>invierno demográfico'' </i> de muchas localidades españolas debido a la caída de la natalidad y al envejecimiento de la población; aunque también ha de tenerse en cuenta que muchas personas jóvenes optan por comprar su vivienda en otros municipios cercanos en los que el valor del suelo es menor.
La parte del ensanche más cercano al Casco Vello es la zona más envejecida de la ciudad, especialmente por la competencia del sector servicios con el uso residencial. Bouzas y Teis, dos barrios fronteros a la ría y que cierran el núcleo urbano por el oeste y el este son sectores originalmente modestos sometidos a un progresivo envejecimiento; al igual que la zona periurbana situada hacia el sur: Beade, Bembrive, Valadares y Zamáns.
Por el contrario, las zonas de expansión residencial más reciente al oeste son las más dinámicas y de estructura demográfica más joven: Comesaña, Coruxo, Navia, Oía, etcétera.
Este modelo urbano comienza a cambiar tras la Guerra Civil, pero, sobre todo, desde los años cincuenta en los que se inicia la primera explosión urbana. Las teorías urbanísticas basadas en la ciudad funcional y racional herederas de la [https://en.unesco.org/sites/default/files/guatemala_carta_de_atenas_1931_spa_orof.pdf Carta de Atenas] de 1933 y su ideario urbano de manzanas abiertas y polígonos residenciales e industriales se concretan en realidades urbanas desequilibradas. El resultado es mucha vivienda social de baja calidad y escasos equipamientos. Se consolida así una ciudad dual de centro dotado y periferia deficitaria que se prolonga hasta los últimos decenios del siglo XX.<br>
Superadas ya las crisis del petróleo, avanzados los años ochenta, las ciudades españolas inauguran un proceso de crecimiento potente. En un primer momento, se implementan políticas de reequilibrio y dotación de la ciudad consolidada y, posteriormente, se produce una segunda explosión urbana, con renovadas pautas de crecimiento, nuevas prioridades y polarizaciones (regenerar y crear fachadas urbanas, sustituir el modelo de polígono industrial por el del parque empresarial, conseguir medios de transporte más rápidos, etc.). El signo de los tiempos fue la difusión del proceso urbano de baja densidad a partir de vías de comunicación de alta capacidad y la aparición de las centralidades periféricas en macrocentros de ocio y consumo. El resultado fue un crecimiento descontrolado y la incorporación de municipios pequeños a las realidades metropolitanas.<br>
La crisis de 2008-2014 dio al traste con estos desmanes y abocó a un proceso de metabolización urbana (no culminado) de las exageradas y despilfarradoras propuestas urbanísticas de los años anteriores (''[[:Archivo:XXX|imagen 1]]''). A esto se une la modernización de las grandes infraestructuras del transporte como aeropuertos o estaciones de alta velocidad que conforman macropiezas de doble dimensión espacial: metropolitana (''[[:Archivo:XXX|imagen 2]]''), pero también en el interior de las ciudades, en las que se convierten en motor de expectativas urbanísticas (''[[:Archivo:XXX|imagen 3]]''). Las universidades reclaman nuevos espacios en diferentes ámbitos urbanos, los grandes centros comerciales, de mayores dimensiones, siguen organizando bordes y periferias. Las políticas de aperturas urbanas a grandes láminas de agua, que reaprovechan los espacios centrales de puertos que han diversificado sus usos y se han vuelto más accesibles, también siguen estando presentes (''[[:Archivo:XXX|imagen 4]]''), toda vez que los intereses inmobiliarios y de otros usos se han hecho atractivos para las autoridades portuarias como ya lo venían siendo para las ferroviarias. El resultado es que las áreas metropolitanas, siguen ofreciendo, además de los resultados antes apuntados, otros en los que alternan el caos de la integración de antiguos barrios periféricos que no alcanzan a encontrar su sitio en la ciudad actual (''[[:Archivo:XXX|imagen 5]]''), y otros que apuntan a fórmulas diferentes, menos impactantes tal vez por su escala, pero que denotan nuevas demandas de usos, nuevas sensibilidades y nuevos caminos, con formas originales (no siempre rastreables en las imágenes satelitales). A esto responden los huertos urbanos (''[[:Archivo:XXX|imagen 6]]'') o, ya en espacios más centrales, los museos y centros culturales resignificados, la reconversión de barrios sostenibles, la aparición de iniciativas de arte colaborativo en espacios públicos, etcétera.<br>
<div style="margin:0; padding:0">
74
ediciones

Menú de navegación