Origen y difusión de la pandemia en el mundo
La pandemia COVID-19 en España. Primera ola: de los primeros casos a finales de junio de 2020
Monografías del Atlas Nacional de España.
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El virus SARS-CoV-2, conocido como COVID-19, surgió a partir de un foco localizado en la ciudad china de Wuhan a finales de 2019. Aunque es posible que ya estuviese circulando con anterioridad, tal y como demuestran análisis de aguas en diversas regiones del mundo, desde ese momento se comunica la emergencia sanitaria. Una situación de contagio que, en principio, parecía que sólo tendría entidad en China y en algún país asiático vecino, pero que desde comienzos de marzo de 2020 se convierte en una pandemia global. Una pandemia así definida por la OMS (Organización Mundial de la Salud), teniendo en cuenta cómo desde mediados de marzo y hasta inicios de junio los casos contabilizados pasan de suponer 80.000 al día a alcanzar una cifra próxima a los 200.000. Durante estas semanas la COVID-19 apareció como una enfermedad muy letal, asociada a tasas de mortalidad elevadas, ya que no existían ni demasiados conocimientos sobre cómo se contagiaba ni tratamientos efectivos para hacer frente a los casos graves. Las muertes dejaron de contabilizarse en miles y comenzaron a estimarse en decenas de miles cada semana, si bien las drásticas medidas de confinamiento total aplicadas en muchos países consiguieron estabilizar los decesos, registrados desde los máximos diarios de inicios de abril.
La difusión espacial de la pandemia siguió una pauta previsible. El primer foco se difunde desde China a toda Asia, pero las estrictas medidas de contención adoptadas por algunos países contuvieron el incremento en los contagios. Por el contrario, cuando el COVID-19 llega a Europa este continente se convierte en desgraciado líder mundial de la pandemia, hasta su transmisión masiva a América, que continuaba concentrando buena parte de los casos a nivel mundial a principios de julio de 2020. En las restantes regiones del mundo la pandemia se ha generalizado, pero muestra una tasa de incidencia mucho menor. Esto sucede en África, debido quizás a una falta de registro eficaz y a que se la considere sólo otro problema sanitario más, en unas sociedades muy vulnerables a todo tipo de enfermedades infecciosas.
Por lo que concierne a los principales territorios afectados, China pasó de ser el origen del problema a ocupar una posición muy modesta en el ranking, con lo que no aparece en el gráfico. En una posición intermedia, se sitúan los países europeos con mayor impacto de la primera ola: Italia, España y el Reino Unido. Aunque su número total de casos no destaque en la imagen, la incidencia relativa de la enfermedad ha sido y es muy elevada. Entre los territorios que sobresalen por su volumen de infectados, Estados Unidos se situó, desde finales de marzo, como el líder mundial de enfermos por la pandemia y a mediados de mayo Brasil se coloca en la segunda posición. Estas dos naciones con más de 500 millones de habitantes conjuntamente han encabezado claramente las estadísticas desde ese momento y, junto con Chile, país poco poblado, pero con una incidencia altísima, permiten entender que América sea el continente más golpeado por el COVID-19. En otras naciones muy importantes, como India o Rusia, el número de casos es alto, evolucionaron con una pauta creciente hasta un posterior control relativo, para situarse casi siempre entre los cinco países con superior número de casos por el virus.
El virus SARS-CoV-2 se presentó en China como un problema grave de salud. A partir de los escasos datos disponibles de ese país, se cartografía su difusión desde el foco original de Wuhan hacia otras regiones metropolitanas muy importantes, en particular Shanghái, el delta del río Perla (Guangzhou, Hong Kong, Shenzhen, etc.) y Chongqing. Esta expansión ha sido analizada a través del uso frecuente de transportes públicos, sobre todo el tren de alta velocidad, y explica que la pandemia pronto se generalizase a todo este extenso territorio y, desde sus aeropuertos internacionales, al resto del mundo. La propagación de la pandemia se puede observar perfectamente en el mapa Origen y difusión del COVID-19 donde se representan los casos por países, diferenciando la contabilidad mensual desde febrero hasta inicios de julio. De nuevo se aprecia que el foco inicial del oriente asiático muy pronto quedó en segundo plano. También se puede ver una extensión y notable incidencia del virus en Europa occidental y progresivamente en distintos países asiáticos. Por último, se observa el récord de casos de Estados Unidos y Brasil. Como se ha indicado, el enorme impacto en toda América simplemente se ha retrasado unas semanas respecto a las demás regiones del mundo.
La escala mundial y el mapa político por países hace posible observar datos muy relevantes para comprender la dimensión de la primera ola de la pandemia. De esta forma, se han elaborado tres figuras con valores fundamentales para entender su magnitud. Por una parte, se cartografía el personal sanitario por países, el total de casos de COVID registrados entre enero y junio, y finalmente el número de fallecidos.
En el mapa de personal sanitario, se debe precisar que se basa en los datos que las Naciones Unidas han podido recopilar por países, con valores que pueden corresponderse casi siempre a distintas anualidades del último decenio iniciado en 2010, con 2018 como fecha más reciente. En segundo lugar, se considera personal sanitario a médicos y personal de enfermería, excluyendo a otras categorías laborales que pueden relacionarse con la actividad (auxiliares clínicos, trabajadores de farmacia, etc.), pero con una vinculación menos directa con el tratamiento de una pandemia. La principal idea que se extrae de este mapa es la existencia de un marcado contraste norte-sur en la distribución de estos valores, fundamentales para comprender cómo se puede hacer frente a esta infección de una forma eficiente.
Entre los países que presentan tanto un total como un número relativo de sanitarios por habitante elevado a nivel global, se encuentran toda Europa, América del Norte, Oceanía y una serie de naciones de América del Sur y del mundo árabe, que pueden llamar la atención por sus valores bastante positivos. En estos casos, las cifras favorables reflejan tanto un cierto progreso del sistema de salud como un porcentaje de personal de enfermería bastante superior en el conjunto de sanitarios contabilizados. Entre los mejores datos destacan los correspondientes a Noruega, Suecia, Finlandia, Alemania, Suiza y Estados Unidos, a los que sorpresivamente se suman Chile (con una red privada de atención muy extensa), Lituania y Bielorrusia (quizás como herencia del modelo soviético). Un valor un tanto llamativo es el nivel medio de sanitarios por población en China, registro similar al de India y buena parte de los países de América Latina. Por último, la menor disponibilidad de personal sanitario corresponde en general, y como era previsible, al África subsahariana, con alguna excepción de países menos precarios como Botswana, Zambia, Gabón o Ghana.
Como se ha repetido insistentemente en los medios de comunicación, el mayor número absoluto de infectados desde esta primera ola de la pandemia se localiza en Estados Unidos, Brasil, India y Rusia. Es lógico que esto ocurra teniendo en cuenta la población total de estas cuatro naciones. Sin embargo, es muy llamativo que países con menos de 70 millones de habitantes, como Reino Unido, Francia, Italia, España, Chile, Perú o Arabia Saudí alcanzasen tantos casos. Este hecho podría relacionarse con las elevadas densidades demográficas de las ciudades y espacios urbanos, donde reside buena parte de su población, y con la falta de una respuesta efectiva a la propagación del COVID durante las primeras semanas en que el virus se extendió por sus territorios.
Por lo que se refiere a la incidencia de casos sobre el efectivo humano total, Estados Unidos, Brasil, Perú, Chile, España, Bélgica, Suecia, Bielorrusia, Omán y Arabia Saudí son los países con peores registros. A este respecto, cabe destacar que estas naciones coinciden, en su mayoría, con aquellas que contabilizaban más infecciones, aunque también se debe señalar que en ejemplos como Estados Unidos, Brasil y Bielorrusia los gobiernos de estos países, dado su escepticismo inicial frente a la amenaza de la pandemia, no tomaron medidas más contundentes con el fin de contener la propagación del virus, mientras que, en Suecia, quizás haya sido la aplicación de una normativa muy laxa de confinamiento, buscando la supuesta inmunidad grupal, la que haya influido. Entre los territorios con menos casos de COVID en esta primera ola, se deben diferenciar dos situaciones. La primera, correspondiente a países donde los registros de la enfermedad son muy deficientes por falta de recursos y la combinación de este virus con otras enfermedades crónicas (ébola, malaria, fiebre amarilla, etc.), como sucede en el África subsahariana o en determinados países de América del Sur y de Asia (Paraguay, Guyana, Venezuela, Laos, Camboya, etc.). La segunda, representativa de países y sociedades donde la expansión del virus ha sido controlada con medidas de aislamiento muy duras y cierta ejemplaridad en el comportamiento de la población, como el conocido caso de China en donde surgió el virus, pero también los de Corea del Sur (República de Corea), Japón, Taiwan, Nueva Zelanda o Australia, por citar ejemplos sobresalientes.
A lo largo de esta primera ola, el desconocimiento de un nuevo virus, la escasez de equipos médicos y de prevención para impedir el contagio, y la ausencia de tratamientos hospitalarios específicos, provocó un índice de mortalidad o letalidad muy elevado entre los infectados. Una tasa que se situó en el 5% en estos primeros meses y que se ha ido reduciendo con posterioridad. Desde julio de 2020 han mejorado mucho los tratamientos y el personal sanitario cuenta con los equipos necesarios para evitar contaminarse. Otro factor que influyó enormemente en el elevado número de fallecidos fue el envejecimiento demográfico general. Los hombres de más de 70 años y las mujeres con los 80 cumplidos, conjuntamente, han supuesto casi el 80% de los fallecidos por la pandemia a nivel mundial. Por lo tanto, las sociedades envejecidas, con numerosas personas que tenían previamente sus organismos debilitados, han notado más los efectos letales de la enfermedad que otras caracterizadas por su juventud.
Si se tienen en cuenta estas consideraciones, se comprende perfectamente el contenido del mapa mundial de Fallecidos por COVID-19. La mortalidad por 100.000 habitantes destaca en cinco países europeos (España, Italia, Reino Unido, Bélgica y Suecia), donde el factor envejecimiento predominó sobre el funcionamiento de sistemas sanitarios, por lo general eficientes, que en estos meses se vieron sorprendidos. En lo que concierne al número absoluto de decesos Estados Unidos y Brasil sobresalen a nivel global, aunque la importancia de los mismos sobre la población total sea menor que en el conjunto de Europa Occidental. La realidad opuesta del mapa es reflejada por China (aunque muchos autores han dudado de la completa fiabilidad de sus datos) y, en general, toda Asia y África. Por último, cabe señalar que, en Europa Oriental, si bien las cifras de la primera ola fueron modestas, la situación se ha agravado con posterioridad.
PANDEMIA
Propagación a escala mundial y a cierta velocidad de una nueva enfermedad. Se declara cuando esta enfermedad se está extendiendo amplia y simultáneamente en múltiples áreas geográficas en todo el mundo. La declaración de la Organización Mundial de la Salud (OMS) de una nueva pandemia de coronavirus fue inevitable cuando se certificaron casos de la enfermedad en más de 100 países. |
COVID O CORONAVIRUS
Tipo de virus que afecta a los seres humanos y que provoca síndromes respiratorios agudos severos. Forma parte de una gran familia de virus que circulan entre las personas y algunos animales, como ciertos mamíferos. Aunque existen algunos coronavirus que no afectan a la salud de las personas, el COVID-19 ataca fundamentalmente a los pulmones y puede generar neumonías; en otros casos provoca problemas gástricos o pérdida del olfato y del gusto. |
DIFUSIÓN ESPACIAL
Propagación, expansión o divulgación de un fenómeno en el espacio y en el tiempo. Para que se materialice el proceso de difusión es necesaria la existencia de un foco en el que se origine, de un conjunto potencial de receptores, de canales de comunicación entre el punto emisor y los receptores, y de un período de tiempo variable en cada caso. El proceso de difusión puede ser aleatorio, en mancha de aceite o a través de formas jerárquicas, pasando por puntos nodales. Los modelos de difusión espacial se generalizaron a partir del trabajo del geógrafo sueco T Haggerstränd en 1968. |
TRANSMISIÓN COMUNITARIA
Existe cuando en una población o territorio determinados se generalizan los contactos sin conocer su origen. Se establece al detectarse un virus en una o varias personas, desconociéndose cómo lo contrajeron. En el caso del nuevo coronavirus, la transmisión comunitaria empezó a detectarse cuando varios positivos coincidían en el hecho de haber visitado hacía poco China u otras áreas donde el virus se estaba propagando. Este tipo de transmisión significa que el virus se ha generalizado por la comunidad sin haber sido detectado por un tiempo. Cuando existe transmisión comunitaria se estima que la expansión del virus está descontrolada. |
TASA DE POSITIVIDAD
Porcentaje de casos positivos de COVID-19 en relación con el total de pruebas de detección realizadas. Si el porcentaje es inferior al 5% se estima que la pandemia está en vías de control. Si, por el contrario, se supera esa cifra se estima que muchos casos de personas infectadas no se conocen, por lo que es necesario hacer cribados y existe transmisión comunitaria. En general, se considera que este indicador es más preciso que el número diario de positivos, ya que el total de PCR realizados puede variar cotidianamente y la positividad nos informa del riesgo de contagio recurriendo a un porcentaje siempre comparable, si la dinámica de realización de pruebas se rige por los mismos criterios. |
INCIDENCIA
Número de casos detectados de una nueva enfermedad en un periodo de tiempo determinado y en una zona o comunidad concreta. Asimismo, se podría expresar como la probabilidad de que una persona de una cierta población resulte afectada por dicha enfermedad. La tasa de incidencia representa la velocidad a la que se producen nuevos casos de la enfermedad en la población expuesta. Se calcula dividiendo los nuevos casos entre el número de habitantes. La incidencia acumulada es la proporción de personas que enferman en un tiempo determinado. También es el resultado de dividir el número de casos aparecidos entre el número de personas que están libres de la enfermedad al inicio del periodo. Normalmente se suele tener en cuenta cada 100.000 habitantes y en periodos de 7 a 14 días. |
CONFINAMIENTO
Aislamiento temporal y generalmente impuesto a una población, una persona o un grupo por razones de salud o de seguridad. Casi siempre es el resultado de una decisión gubernativa, que implica recluir dentro de unos límites. Se trata de una medida extraordinaria y de emergencia tomada por motivos de enfermedad o de prevención, que supone el cierre de establecimientos de ocio, turísticos, culturales y en la que se restringen los desplazamientos de la población de la zona afectada. En sus casos más extremos puede ser total, aunque lo más frecuente es que se respeten los movimientos de carácter laboral, asistencial, de emergencia o el aprovisionamiento de comida y productos farmacéuticos, en distintos grados. |
INMUNIDAD
Forma en la que el cuerpo se protege contra las enfermedades causadas por infecciones. Estado de resistencia general que posee una persona respecto a una enfermedad infecciosa o una toxina. Se vincula a la presencia de anticuerpos o células que desarrollan una acción específica contra el microorganismo causante de la infección. Se diferencian dos tipos de inmunidad: la inmunidad activa, que suele durar años, se adquiere naturalmente como consecuencia de una infección o artificialmente a través de una vacuna; la inmunidad pasiva, de corta duración (de algunos días a varios meses), se obtiene naturalmente por transmisión materna o artificialmente por inoculación de anticuerpos protectores específicos. También se ha generalizado la expresión inmunidad colectiva, de masa o de rebaño, cuando la proporción de población inmune es alta y el agente tiene menor probabilidad de diseminarse. |
PCR Y TEST DE ANTÍGENOS
Pruebas utilizadas para la detección de infecciones (PCR es una sigla en inglés que significa reacción en cadena de la polimerasa). La prueba consiste en extraer material genético de una muestra y compararlo con los genes encontrados en el SARS-CoV-2 o con otros virus. Se toma una muestra de la persona sospechosa introduciendo un hisopo (bastoncillo) por la nariz o por la boca para recogerla. Si la técnica de PCR no detecta el material genético del virus, lo más probable es que la persona no esté infectada. Por su parte, el test de antígenos consiste en introducir una molécula tóxica, que genera una reacción de anticuerpos. Si esta es del virus del COVID se puede inferir si el sujeto está infectado en ese momento. |
DISTANCIAMIENTO SOCIAL
Expresión referida a la imposición o recomendación del alejamiento entre personas no convivientes para evitar contagios. En realidad, debería denominarse distanciamiento físico, dado que alude a todos los individuos con los que no se comparte vivienda. Esta medida se ha convertido en la recomendación más importante para contener la propagación de un virus, especialmente cuando no existen evidencias precisas del rastreo de contacto. |
Recursos relacionados
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