Biogeografía
España en mapas. Una síntesis geográfica
Compendios del Atlas Nacional de España. Actualizado
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Para comprender bien la diversidad y distribución de la vegetación en España es importante partir del contexto biogeográfico y bioclimático existente, ya explicado a escala europea, pero descendiendo ahora a un detalle mayor.
Desde el punto de vista biogeográfico, España pertenece al reino Holártico y se reconocen tres regiones subdivididas en diversas subprovincias. La región eurosiberiana ocupa la franja noroccidental de España y está constituida por las seis subprovincias del Pirineo y de la Cordillera Cantábrica. La región mediterránea ocupa el resto de la península ibérica y se subdivide en doce subprovincias. Por último, el rango de las islas Canarias (así como de otras islas volcánicas del Atlántico) ha sido objeto de controversia en los últimos años, con argumentos para incluirlas en la región mediterránea como subprovincias frente a reconocerle un rango diferencial como región macaronésica. Una reciente investigación (Fernández-Palacios et al., 2024) concluye que la diversidad de plantas vasculares de la macaronesia es lo suficientemente robusta como para merecer el rango de región florística independiente dentro del reino Holártico, por lo que se ha recogido así en el mapa Regiones Biogeográficas. Es una región subdividida en dos subprovincias.
España se caracteriza por una gran diversidad bioclimática, como se evidencia en los veinticinco tipos de regímenes bioclimáticos representados en el mapa de Tipos bioclimáticos. Como se observa en la leyenda, en una primera aproximación, se diferencian cuatro termotipos: euritermo, crio y mesocrio, comentados anteriormente en Tipos bioclimáticos en Europa, más un tipo termal de escasa representación en España (e inapreciable a escala europea). Cada uno de ellos se subdivide en función de sus condiciones hídricas. Las condiciones mesófilas implican mantenimiento de la humedad sin paralización vegetativa hídrica (PVH). Las condiciones tropófilas suponen de uno a cuatro meses de PVH, y las xerófilas de cinco a ocho meses de PVH. Así, hay presentes ocho tipos: xerófilo en Canarias al sur de Tenerife y Gran Canaria, y en general, en España, euritermo (xerófilo, tropófilo y mesófilo) en el litoral mediterráneo, valle del Guadalquivir, Extremadura, costa del cantábrico y Galicia, crio (tropófilo y mesófilo) en las dos mesetas, valle del Ebro y piedemontes de cordilleras, y mesocrio (tropófilo y mesófilo) en las áreas de montaña media y alta.
La combinación entre los territorios biogeográficos y los tipos bioclimáticos permite comprender la distribución de la vegetación que se aborda a continuación. Se destacan algunos ejemplos: en la subprovincia cantabroatlántica domina el régimen euritermo mesófilo húmedo e hiperhúmedo; en las subprovincias mediterráneas el crio tropófilo semiárido en el interior, a excepción de las montañas con crio mesófilo, y en el valle del Guadalquivir-Extremadura y el litoral mediterráneo con euritermo tropófilo; finalmente, en las subprovincias macaronésicas dominan los tipos euritermo tropófilo árido y semiárido y al sur de Tenerife y Gran Canaria el régimen xerófilo de carácter tropical. Por último, en las cumbres del Teide y de La Palma aparecen los tipos crio y mesocrio tropófilo.
Vegetación
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Tipos de vegetación
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Una formación vegetal potencial se identifica con una comunidad de vegetación en su etapa madura y adaptada a las características ambientales (principalmente clima y suelo) de un territorio determinado. Las etapas maduras se corresponden en muchos casos con formaciones boscosas (siempre que las condiciones de clima y suelo lo permitan), pero pueden ser también formaciones de matorral (por ejemplo, si no hay disponibilidad hídrica suficiente para que se desarrolle un bosque, como en el centro del valle del Ebro o en el sudeste peninsular) o también formaciones de pastizales (en las zonas de montaña en las que hace excesivo frío para que vivan las especies arbóreas o arbustivas). Así, el mapa Formaciones vegetales potenciales ofrece una imagen hipotética de cómo sería la vegetación si solo dependiera del clima y el suelo existente y el ser humano no hubiera intervenido modificándola a lo largo de su historia. Es, en definitiva, un modelo, pero muy útil y didáctico para entender mejor la relación con los factores naturales que explican la distribución de la vegetación en España y para conocer también hacia dónde evolucionaría posiblemente la vegetación si solo fuesen los procesos naturales los que actuasen y el ser humano cesara en la explotación del territorio (abandono de cultivos, de pastoreo...). El mapa se ha elaborado a partir del Mapa de Series de Vegetación del antiguo Ministerio de Medio Ambiente (Rivas Martínez, S. Coord. 1987) y se ha realizado una agrupación de las múltiples series de vegetación existentes con el criterio de reflejar los principales paisajes vegetales de España.
Una formación vegetal actual es la que existe en el momento en el que se realiza la cartografía de la vegetación, y es el resultado combinado de la influencia de los factores naturales, pero sobre todo de la transformación por la actividad humana en el paisaje vegetal potencial. Las formaciones vegetales actuales no coinciden en la mayoría de los casos con las potenciales, puesto que se corresponden con superficies de cultivos, pastizales o áreas urbanas totalmente controladas por la acción del ser humano o con otras comunidades vegetales que se relacionan con etapas de sustitución (matorrales, bosques más o menos intervenidos y degradados, repoblaciones, etc.) de la hipotética vegetación potencial que podría existir. Bien es cierto que, en algunas zonas, sobre todo en las áreas de montaña y en espacios protegidos, los tipos de vegetación actual son bastante similares a las potenciales, gracias a la escasa intervención humana sobre ellas.
Según el último Anuario de estadística forestal (2022) la superficie forestal de España es de 28 391 780 hectáreas, lo que equivale al 56% del total del territorio. De ella 19 239 973 hectáreas, un 38% del territorio, corresponden a arbolado. El mapa Formaciones vegetales actuales se ha realizado mediante una gran labor de síntesis a partir de los datos más recientes del mapa forestal de España, agrupando los numerosos tipos del Inventario forestal nacional y organizando una leyenda en tres niveles. Un primer nivel diferencia cinco categorías: formaciones arbóreas, matorral, pastos, vegetación edafófila y superficie no forestal. Esta clasificación se basa en la estructura dominante en las formaciones climatófilas. El segundo nivel desagrega las formaciones arbóreas, el matorral y la vegetación edafófila en el mapa de conjunto y es el que permite un contraste, siempre aproximado, con el mapa de vegetación potencial. Ello ha permitido la elaboración de la tabla de Tipos de vegetación, que recoge la enorme diferencia de porcentajes entre las principales formaciones vegetales potenciales y las actuales. El tercer nivel desagrega los principales tipos de formaciones arbóreas en mapas independientes que permiten interpretar mejor la diversidad existente.
Las coníferas se caracterizan porque sus hojas suelen tener forma de agujas (hojas aciculares típicas de los pinos) o de escamas y son perennes (con excepción de dos géneros: Larix y Taxodium). Pertenecen al grupo de las plantas gimnospermas, que son las que producen semillas en conos femeninos o piñas. El mapa Coníferas muestra la gran variedad existente de coníferas y la amplia superficie que ocupan, especialmente en áreas de montaña del centro y este peninsular, así como en Tenerife, La Palma, Gran Canaria e Ibiza. En el dominio eurosiberiano, los bosques más representativos son: pinares de pino negro (Pinus uncinata), pinares de pino albar (Pinus sylvestris) y abetales (Abies alba). En el dominio mediterráneo, además del pino albar, que también se adapta a estas condiciones, se desarrollan otras coníferas. Entre ellas destacan: el pino carrasco (Pinus halepensis), que con frecuencia acompaña a otras especies y actúa preferentemente como etapa de sustitución del encinar; la sabina albar (Juniperus thurifera); y el pinsapo (Abies pinsapo). El pinsapo es una especie endémica y una reliquia, actualmente muy protegida, que se localiza en la Sierra de Grazalema (Cádiz) y en la Sierra de las Nieves (Ronda, Málaga), necesita una gran pluviometría (más del 1000 mm al año) y un régimen térmico moderado. Las colonias existentes en España son restos del terciario, que se han conservado hasta la actualidad.
En conjunto, las coníferas peninsulares suman un dominio potencial de escasa superficie en la Península y Baleares según el modelo cartografiado (inferior al 4%), que contrasta con el 16% que cubren en la actualidad, debido a intervenciones de repoblación y a su propia capacidad de propagación y adaptación, aunque es, no obstante, un tema complejo. En Canarias, sin embargo, a las coníferas les correspondería un 40% de la superficie de las islas, repartido entre el pinar canario (Pinus canariensis) y el sabinar canario (Juniperus canariensis). El pino canario forma cinturones forestales en las vertientes altas o pisos culminantes de las islas centrales y occidentales del archipiélago. La sabina forma parte del bosque termófilo de las medianías bajas. Estos bosques han reducido drásticamente su superficie (10%) y biodiversidad, al ocupar áreas con buenas condiciones ambientales para el aprovechamiento agrario y el asentamiento de la población.
Los bosques de frondosas caducifolias están formados por planifolios que pierden su hoja al llegar la estación desfavorable, hecho que en los climas de latitudes templadas se produce en la estación fría. Las nuevas hojas vuelven a brotar al llegar la estación favorable. Potencialmente ocuparían en España un 10% de la superficie, correspondiendo casi un 6% a robledales (Quercus robur) y en torno a un 2,2% tanto a hayedos (Fagus sylvatica) como a bosques mixtos caducifolios, todos ellos propios del dominio eurosiberiano. En todos los casos su superficie actual es mucho más reducida que la potencial, ya que no alcanza el 3% entre todos. Además, hay especies secundarias, como el abedul y el castaño, que están ocupando buena parte del dominio potencial del robledal.
En el mapa Frondosas caducifolias y marcescentes se representan también las frondosas marcescentes, árboles de hoja plana que se caracterizan por el retraso en la defoliación, de manera que pasan la estación desfavorable (el invierno en las latitudes templadas) con todas sus hojas secas pero unidas a las ramas y permanecen así hasta que las nuevas brotan en la estación favorable (primavera) y las hacen caer. El aspecto de estos bosques en invierno es muy diferente a los de hoja caduca (sin ninguna hoja en las ramas), o de frondosas perennifolias siempreverdes. En la Península, son bosques abundantes y representativos de ambientes de transición entre los dominios bioclimáticos eurosiberiano y mediterráneo, ocupando potencialmente más de un 15% de la superficie, hoy reducida a un 3,6%. Los robledales pelosos (Quercus pubescens o Quercus humilis) tienen preferencias ecológicas más propias del dominio eurosiberiano, como se observa en el mapa, mientras que se adaptan mejor a las condiciones mediterráneas los quejigares (Quercus faginea y Quercus canariensis) y, en menor medida, los rebollares o melojares (Quercus pyrenaica), que ocupan los territorios de contacto entre ambos dominios.
Las especies arbóreas frondosas perennifolias son aquellas que se caracterizan por tener hojas siempreverdes en sus ramas a lo largo de todo el año. Así, son bosques con árboles cuyas hojas no mueren ni brotan al mismo tiempo sino de forma individualizada, de manera que la copa siempre presenta follaje. Los encinares son el ejemplo más representativo y abundante, perfectamente adaptado al dominio biogeográfico mediterráneo y que potencialmente se considera que cubriría un 55% de la Península y Baleares (actualmente reducido a un 12%). También hay que citar los alcornocales (Quercus suber) sobre suelos ácidos, con casi un 3% de superficie potencial frente al 1% actual, y los acebuchales u olivos silvestres (Olea europaea), de ambiente más termófilo y que destacan sobre todo en Baleares y en el suroeste peninsular, especialmente en Cádiz.
Mención especial merecen los bosques de laurisilva, localizados en las islas Canarias, salvo en las más áridas de Lanzarote y Fuerteventura. Su distribución se vincula a las vertientes medias orientadas al norte y noreste y a los vientos húmedos del alisio. Las principales especies arbóreas son el laurel (Laurus novocanariensis), el viñátigo (Persea indica), el barbusano (Persea barbujana) y el til (Ocotea foetens). Su dominio potencial se considera mucho más amplio que el actual (11,4% frente a menos de un 2% de la superficie que ocupa en nuestros días), y se asocia a suelos profundos y fértiles para la agricultura. El fayal-brezal corresponde principalmente a comunidades de sustitución integradas por brezo (en la cartografía Erica arborea según indica la fuente, y también presencia del endemismo Erica canariensis), faya (Myrica faya en la cartografía según indica la fuente, actualmente denominada Morella faya) y acebiño (Ilex canariensis), resultado del intenso uso agrario y forestal que ha experimentado el bosque hasta hace algunas décadas.
Las dehesas son una formación vegetal y un paisaje muy singular y frecuente sobre todo en el sector occidental de la Península, como se observa en el mapa Dehesas. Es un paisaje modelado por el hombre que combina arbolado disperso de diferentes especies productoras de bellota, aunque domina la encina, y pastos que constituye un sistema agrosilvopastoral con interés ambiental y cultural.
Por último, se han representado las formaciones arbóreas que son mezcla de coníferas y frondosas que no se recogen en el modelo de vegetación potencial, pero son una realidad que abunda en la actualidad. Las formaciones mixtas de especies autóctonas son mucho más abundantes y están presentes en la mayoría de las provincias. En cambio, la mezcla de especies autóctonas y alóctonas ocupa menor superficie, si bien es relativamente frecuente en el País Vasco, Galicia y Huelva.
El matorral es una parte muy importante de la superficie forestal. Puede corresponder a etapas maduras de vegetación potencial en los casos en los que algún factor limitante como el agua (matorrales xerófilos y termófilos) o las bajas temperaturas (matorrales de alta montaña) impidan el desarrollo de una formación boscosa. Se estima que ocuparían potencialmente un 7%. Pero existen además matorrales que se corresponden a etapas de sustitución de las formaciones boscosas anteriormente citadas, como resultado de incendios, roturaciones, cultivos o pastos posteriormente abandonados y otros aprovechamientos. El conjunto de matorrales, ya correspondan a etapas maduras o a etapas de sustitución, constituyen una parte considerable de la superficie forestal española, que albergan una elevada biodiversidad y realizan funciones ecosistémicas de primer orden.
Por ello, se ha hecho un esfuerzo considerable por reflejar la diversidad de tipos de matorral en el mapa Formaciones vegetales actuales, con frecuencia homogeneizados en exceso bajo denominaciones muy genéricas. Se han agrupado más de 180 formaciones arbustivas del mapa forestal en los ocho tipos de matorral representados en el mapa.
El matorral mixto de alta y media montaña se compone principalmente de erizales (Genista sp.), bujedos (Buxus sp.), gayubares (Arctostaphylos uva-ursi) y arandanales (Vaccinium myrtillus), que ocupan las vertientes y zonas altas, con otras composiciones pluriespecíficas en Canarias. Los brezales-tojales son formaciones mixtas de Erica y Ulex, o monoespecíficas de estas especies que se distribuyen ampliamente en el norte y noroeste de la Península. Los retamares-escobonales se encuentran también en áreas de montaña, especialmente en el Sistema Central, y en la penillanura extremeña. Por su parte, los matorrales de quercíneas y juniperus se hallan dispersos por la Península e islas Baleares con más extensión al este. Lo mismo ocurre con los tomillares (Thymus sp.), aliagares (Genista sp., Ulex sp. y Calicotome sp.), romerales (Salvia rosmarinus), y jarales (Cistus sp.), que a menudo actúan como matorrales de sustitución de encinares. El matorral xerófilo se concentra en el sureste peninsular en Almería y Murcia, con especies características como el azofaifo (Ziziphus lotus), el arto (Maytenus senegalensis) y herbazales de espartales (Stipa sp.).
Los matorrales de Canarias destacan por su singularidad y por su extensión, tanto en su dominio potencial (47%) como actual (36%). Por encima de los 2000 m de altitud, en condiciones secas y oscilaciones térmicas significativas, dominan los matorrales de leguminosas (Tenerife y La Palma). El retamón (Genista benehoavensis) y el codeso (Adenocarpus viscosus subsp. spartioides) en La Palma, y la retama del Teide (Spartocytisus supranubius) en Tenerife, son reconocidos hoy en día como la vegetación potencial más característica de las cumbres canarias (del Arco & Rodríguez, 2018). La presencia de cedros (Juniperus cedrus) ralos y aislados en algunos escarpes está muy condicionada por la intensa antropización. Pero es el matorral de suculentas del cardonal-tabaibal (Euphorbia canariensis y E. balsamifera) el que presenta una significativa extensión en la franja costera de todas las islas.
Los pastizales constituyen la vegetación potencial de pequeñas zonas (no representables a esta escala), tanto del dominio eurosiberiano como del mediterráneo, por encima de una cierta altitud en las que el frío es excesivo para el desarrollo de especies arbóreas o arbustivas. Es uno de los ejemplos en los que vegetación potencial y real coinciden, porque además tienen un importante aprovechamiento económico ligado a la ganadería. Pero además de estas áreas de montaña, hay actualmente una superficie mucho mayor (5,4% en el conjunto de España) de formaciones de pastizal-matorral, muchas veces en mosaico, que corresponden a etapas de degradación de todas las formaciones anteriormente citadas, relacionadas de forma directa o indirecta con su aprovechamiento actual o pasado (cultivos, pastoreo) o que son el resultado de incendios u otros procesos.
Por último, es importante destacar la existencia de formaciones vegetales que dependen fundamentalmente de las características del suelo sobre el que se desarrollan y resultan menos influidas por las condiciones climáticas imperantes. Es la razón por la que se denominan vegetación edafófila (edafohigrofila y edafoxerófila) y, además, poseen características muy especiales de gran interés biogeográfico.
Los tres tipos de formaciones edafófilas más destacados, que se dan dentro de cualquiera de las tres regiones bioclimáticas existentes, son:
- Los bosques de ribera (fresnedas, choperas, alamedas, bosques mixtos...) desarrollados en suelos con abundante humedad junto a los ejes fluviales. Su disposición lineal junto a los cursos fluviales hace difícil su representación y visibilidad a esta escala, dificultad aumentada por ser uno de los tipos de vegetación potencial que más ha reducido su superficie debido al uso antrópico de los fértiles y accesibles suelos en los que se localiza (desde el 4% potencial al 0,6% actual).
- Las formaciones salinas, normalmente matorrales de bajo porte en suelos con alto contenido en sales. Destacan sobre todo en las marismas de zonas litorales, pero también en depresiones internas de carácter endorreico.
- La vegetación psammófila sobre arenales costeros, destacando en la costa atlántica de Andalucía, desde Ayamonte hasta Doñana.
Por último, la superficie no forestal incluye todo lo que se clasifica como suelo artificial y cultivos, por lo que no aparece en el mapa de vegetación potencial, mientras que supone aproximadamente un 46% de la superficie de la Península y Baleares y un 27% de las islas Canarias, y es notoria su localización en las amplias depresiones y zonas litorales.
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Perfiles de vegetación y fauna
Una cliserie es la sucesión de distintas asociaciones vegetales determinadas por la variación climática en sentido altitudinal o latitudinal. Los ejemplos adjuntos corresponden a una selección de sucesiones altitudinales de paisajes vegetales españoles. La mayoría corresponden a síntesis de montañas o macizos; dos conciernen a paisajes más detallados, el litoral dunar y lacustre y la ribera fluvial. En la representación gráfica se ha primado el elemento comunicativo, por lo que han sido necesarias una selección y generalización de la realidad. Las comunidades y paisajes vegetales se plasman mediante dibujos que simbolizan especies abundantes o significativas de cada nivel o piso de vegetación. Prevalecen dos variables visuales: la forma y el color. La forma evoca al aspecto de la planta y el color tiene un significado bioclimático. Los colores cálidos se emplean para la vegetación mediterránea (en amarillo, naranja y marrón) y los fríos para la eurosiberiana (en verde y azul violáceo) y boreoalpina (en violeta); el bosque de ribera se expresa en azul. Se incluyen también las especies de fauna más representativas, con iniciales en color de sus nombres comunes (azul = peces; rojo = reptiles; verde = anfibios, violeta = aves y marrón = mamíferos), junto a las formaciones vegetales y posición en las que son habituales.
Texto: Paloma Ibarra Benlloch, Pedro José Lozano Valencia, Luis Alberto Longares Aladrén. Véase la lista de participantes
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Flora
La flora es el conjunto de especies de plantas, nativas o no, que crecen en un territorio. La de la península ibérica, islas Baleares e islas Canarias se caracteriza por su gran diversidad, resultado de factores ambientales muy variados en cuanto a relieve, litología y condiciones climáticas, combinados con factores antrópicos y una larga historia. La configuración de las tres regiones biogeográficas identificadas en España –eurosiberiana, mediterránea y macaronésica– anuncia la diversidad del conjunto de la flora. Además, tanto los archipiélagos insulares como el propio territorio peninsular continental gozan de un aislamiento y una posición geográfica claves en su historia botánica, así como en la riqueza de endemismos y elementos de diferente procedencia.
Por todo ello, la flora española es la más importante de Europa (excluyendo Rusia y Turquía, ambas con extensos territorios en Asia), con 11 589 especies inventariadas en EIDOS y 12 246 incluidas en la lista patrón de especies silvestres presentes en España; de ellas, 8752 (76%) son especies nativas y 1487 (13%) no nativas (el resto indeterminado). Las especies inventariadas pertenecen a 212 familias, destacando las asteraceaes, leguminosaes y gramineaes.
El mayor contingente es el elemento mediterráneo, compartido en buena parte con el noroeste de África y con la región macaronésica, que aporta también un elemento propio. El segundo elemento es el eurosiberiano, dominante en la franja atlántica, pero también son de interés otros elementos menos abundantes ligados a determinadas zonas: holártico o de amplia distribución, paleotropical con restos de la flora terciaria, sáharo-arábigo, irano-turaniano con especies procedentes de las estepas orientales durante la desecación del Mediterráneo al final del Mioceno y boreo-alpino ligado a las glaciaciones cuaternarias.
El porcentaje de taxones endémicos es otro rasgo destacado pues se sitúa en un 19,3%, muy por encima de valores del centro y norte de Europa (Alemania 0,6%) y ligeramente inferior al de Marruecos (21,4%).
Según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, la región mediterránea es el segundo foco de biodiversidad del mundo. Sin embargo, presenta riesgo de disminuir notoriamente, ya que el índice de especies amenazadas es muy elevado debido a la presión de las actividades humanas sobre los ecosistemas y las consecuencias del cambio climático. Según datos de MITECO, son 191 las especies de flora en régimen de protección especial y, en su Catálogo Español de Especies Amenazadas, hay 132 especies en peligro de extinción y 50 con categoría vulnerable, que pertenecen a familias muy diversas, entre las que destacan las amarilidáceas, las brasicáceas, las poáceas y las orquidáceas.
El mapa de Flora amenazada refleja el número de especies amenazadas registradas en cada cuadrícula. Es una evidencia de la magnitud de este problema, pues se observa la gran superficie del territorio en la que se ubican dichas especies. Destaca especialmente la problemática de las islas Canarias, donde gran parte de la superficie alberga especies amenazadas, presentes en numerosas zonas de varias islas. Algunas áreas de montaña peninsulares concentran también un gran número de especies amenazadas.
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Flora invasora
Una especie exótica invasora (EEI), tanto de flora como de fauna, se define como “aquella que se introduce o establece en un ecosistema o hábitat natural o seminatural y que es un agente de cambio y amenaza para la diversidad biológica nativa, ya sea por su comportamiento invasor, o por el riesgo de contaminación genética”. Su progresiva expansión es una de las principales causas de pérdida de biodiversidad tanto en España como a nivel global, a lo que se suman posibles daños a la economía e incluso en ocasiones a la salud, por lo que es de gran importancia el conocimiento y control sobre ellas. Ello justifica la existencia del Catálogo Español de Especies Exóticas Invasoras, una herramienta dinámica que se actualiza periódicamente. Se presentan ejemplos representativos de especies arbóreas, arbustivas y herbáceas de carácter invasor con amplia distribución en España. En el caso de Canarias no hay representación cartográfica en la fuente oficial utilizada. Como especies arbóreas invasoras destacan la acacia (Acacia dealbata), muy extendida en Galicia, País Vasco y Extremadura, y el ailanto o árbol del cielo (Ailanthus altissima), expandido por toda la Península y más concentrado en Cataluña, cuenca del Ebro y Extremadura. Se introdujeron como ornamentales y se han expandido de forma natural. La acacia es originaria de Australia y Tasmania. Al ser perennifolia y poco exigente en cuanto al suelo, rebrota bien tras los incendios, lo que explica su distribución en Galicia. El ailanto es un caducifolio originario de China, con alta capacidad de expansión en hábitats alterados y en el entorno de núcleos urbanos, que invade también el interior de bosques y zonas riparias a través de las carreteras y caminos. La hierba de la Pampa o plumero (Cortaderia selloana) es originaria de América del Sur. Abunda en taludes de infraestructuras viarias del norte peninsular e invade riberas, siendo preocupante su competencia con la flora endémica canaria. La licera o caña (Arundo donax) es higrófila, ligada a suelos húmedos o encharcados, naturales o antropizados. Originaria del este asiático, se introdujo con fines ornamentales y, por múltiples usos, se ha propiciado su dispersión. De alta capacidad invasiva, provoca la paulatina sustitución de la vegetación riparia autóctona. El alcimarón (Agave americano) y el higochumbo (Opuntia maxima) son arbustos originarios de México, de carácter termófilo, adaptados a la sequía y los vientos marítimos. Habitan preferentemente en el litoral mediterráneo y en el archipiélago canario. El higochumbo es un arbusto suculento de introducción intencionada por su aprovechamiento agrícola. También se utiliza como seto y con fines ornamentales, al igual que el ágave o alcimarrón, de grandes hojas carnosas. Ambas son invasoras desde hace mucho tiempo en España y compiten de forma ventajosa con la vegetación autóctona de zonas cálidas y áridas, siendo especialmente preocupante sus efectos nocivos en Canarias. La budleya (Buddleja davidii) es un arbusto caducifolio originario de China central y del Tíbet, introducido como ornamental y extendido sobre todo en el norte peninsular. Está ligado a escombreras y a llanuras aluviales. Por último, el matapán (Oxalis pes-caprae) es un ejemplo de hierba cespitosa, originaria de Sudáfrica. Se introdujo involuntariamente como una mala hierba agrícola y actualmente se encuentra ampliamente distribuida en el litoral mediterráneo. |
Fauna
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Especies terrestres que viven espontáneamente en España
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La posición geográfica de España, situada entre los biomas tropicales y boreales y próxima al continente africano, le otorga un relevante papel como puente biogeográfico. Esto favorece y condiciona la distribución y presencia estacional de las especies. El territorio peninsular ha sido y sigue funcionando como paso migratorio para muchas de estas especies y, a la vez, como barrera para otras con movilidad limitada.
Con el tiempo, estas características han originado ambientes bioclimáticos diversos, con franjas transicionales y marcados gradientes altitudinales. Estos factores han dado lugar a una gran biodiversidad asociada a diferentes ecosistemas, que van desde costas mediterráneas y atlánticas hasta el interior continental, fragmentados por áreas montañosas. Los territorios insulares de Baleares y Canarias presentan diferencias adicionales por latitud y aislamiento.
En España se contabilizan 52 457 especies de fauna terrestre y marina, con el mayor número de aves, mamíferos y reptiles de Europa. Además, es el tercer país en ictiofauna y cuenta con el 50% de las especies presentes en Europa. De estas, en la tabla se muestran las especies nativas terrestres, en total 22 983 vertebrados e invertebrados, que coexisten con casi once mil especies marinas, incluidas las endémicas, relictas y raras. En este conjunto, 1089 especies están bajo algún régimen de protección, al enfrentarse a problemas que comprometen su existencia; al menos el 16% de los mamíferos, el 54% de los peces continentales y el 31% de los vertebrados terrestres cuentan con medidas de seguimiento (EIDOS).
Los invertebrados terrestres, 22 163 especies, son el grupo más numeroso y a la vez más desconocido. Cada año se descubren en torno a un centenar de especies nuevas. Su limitado conocimiento dificulta su conservación, aunque existen iniciativas como el Atlas de Invertebrados Amenazados de España para mejorar el estudio y protección de estas especies.
La distribución de la riqueza faunística en España muestra claros patrones espaciales. Como se observa en el mapa de Riqueza de vertebrados terrestres, la mayor diversidad se concentra en tres sectores: el primero, entre los Pirineos occidentales, la Cordillera Cantábrica central y oriental y el Sistema Ibérico septentrional; el segundo, en la sierra de Guadarrama; y el tercero, en el sector oriental de los Pirineos.
Destaca el primer sector, en la confluencia de Navarra, La Rioja, Álava y norte de Burgos, donde la transición entre las regiones biogeográficas eurosiberiana y mediterránea, unida a sierras como Picos de Europa, Montaña Palentina, sierra de la Demanda, Urbasa, Andía, Aralar y Montes Vascos, y a numerosas confluencias hidrográficas como el tramo alto del Ebro, genera variados ecosistemas, hábitats y refugios para vertebrados.
El segundo sector, el Sistema Central, entre el sur de Ávila, Segovia y norte de Madrid, presenta sierras como Malagón, Guadarrama y Somosierra que rompen la monotonía de la submeseta norte, creando gradientes altitudinales que permiten diversidad de biotopos y pisos bioclimáticos. En contraste, zonas de Castilla-La Mancha, el valle del Guadalquivir, la costa murciana y almeriense, el valle del Ebro y áreas llanas y antropizadas de Badajoz, Valladolid, Ciudad Real y Toledo muestran baja diversidad, fruto de siglos de transformación humana que han reducido los espacios favorables para la fauna terrestre.
La riqueza de la fauna marina aún está por conocer completamente. No obstante, España posee áreas clave para aves marinas en Baleares, Canarias, bahía de Cádiz, rías Baixas, costa da Morte, delta del Ebro, bahía de Almería e isla de Alborán. Espacios como el sur de Fuerteventura, banco de la Concepción al nordeste de Lanzarote, cañón de Avilés, delta del Ebro-Columbretes o montañas submarinas de Alborán, son relevantes para cachalotes, calderones, tortugas, tiburones, túnidos y delfines residentes, todos incluidos en la Red de Áreas Marinas Protegidas de España (RAMPE).
España presenta un elevado número de especies endémicas, especialmente anfibios y peces continentales. Los anfibios endémicos se concentran en áreas aisladas, como en Pirineos el tritón pirenaico (Calotriton asper) o en la Cordillera Cantábrica la salamandra rabilarga (Chioglossa lusitanica). En Mallorca, el aislamiento promovió la especiación a partir del sapo partero, originando el sapo común (Alytes obstetricans) y el balear o ferreret (Alytes muletensis), mientras que en la Península la fragmentación del relieve permitió diferenciar al sapo ibérico (Alytes cisternasii) y al bético (Alytes dickhilleni).
En los endemismos ictícolas continentales el aislamiento entre cuencas fluviales facilita la especiación por pérdida de flujo genético, generando taxones únicos, algunos de ellos representados en el mapa de Principales peces continentales endémicos. Así ocurre con el jarabugo (Anaecypris hispanica), exclusivo del Guadiana medio y bajo, o la pardilla (Iberochondrostoma lemmingii), presente en las cuencas del Tajo, Guadiana, Guadalquivir y Odiel. Los barbos muestran endemismos por toda la península: de amplia distribución destacan el barbo común (Luciobarbus bocagei) en Duero y Tajo y el barbo comizo (Luciobarbus comizo) en Tajo y Guadiana; otros tienen presencia más limitada, como el barbo de montaña (Barbus meridionalis) en cuencas gerundenses, el barbo de Graells (Luciobarbus graellsii) en Asón, Ebro y Ter, o el barbo cabecicorto (Luciobarbus microcephalus) en el Guadiana.
Esta riqueza está amenazada por contaminación, reducción de caudales y presas que bloquean la dispersión, así como por especies introducidas. Destaca el caso del cangrejo de río (Austropotamobius pallipes), diezmado por el cangrejo rojo americano (Procambarus clarkii), que lo desplaza y le transmite el hongo mortal Aphanomyces astaci.
En la costa mediterránea, especialmente la levantina, los cauces cortos y aislados favorecen la especiación y endemicidad. Ejemplos son el fartet (Aphanius iberus) en albuferas y marismas desde Alt Empordà hasta Adra (Almería), y el samaruc (Valencia hispanica), distribuido en marjales entre el delta del Ebro y el golfo de Valencia.
Los grandes lagartos tienen limitados sus movimientos. En la Península conviven cuatro especies: lagarto verde (Lacerta bilineata) en la zona atlántica y norte, lagarto ocelado (Timon lepidus) en la mediterránea, lagarto verdinegro (Lacerta schreiberi) en la franja transicional entre ambos, y lagarto ágil (Timon lepidus), restringido al Pirineo (Andorra, Cerdanya, Ripollès), con distribución más amplia en Europa y Asia. En Canarias, el aislamiento insular ha generado alta diversidad y endemicidad entre lacértidos: lagarto atlántico (Gallotia atlantica) en Fuerteventura, Lanzarote y este de Gran Canaria; lagarto de Gran Canaria (G. stehlini) en Gran Canaria y este de Fuerteventura; lagarto de Lehrs (G. caesaris) en sur de Tenerife, La Gomera y El Hierro; lagarto tizón (G. galloti) en Tenerife y La Palma. Otros, como el lagarto gigante de La Gomera (G. bravoana), el lagarto canario moteado (G. intermedia) y el lagarto gigante de El Hierro (G. simonyi) presentan áreas muy reducidas, siendo este último emblemático con menos de 10 km². En Baleares, solo existen lagartijas endémicas (Podarcis lilfordi y P. pytyusensis), mientras que en Columbretes aparece la exclusiva sargantana de las Columbretes (Podarcis atrata).
Los mamíferos terrestres muestran, en general, mayor capacidad de desplazamiento y migración que peces, anfibios o reptiles, aunque varía según la especie. Un juvenil de lobo (Canis lupus signatus) puede recorrer más de cincuenta kilómetros diarios, mientras que algunos lagomorfos se limitan a pocos kilómetros. Un grupo destacado es el género Lepus, que cuenta con cuatro especies de liebres con distribuciones particulares: la liebre europea (Lepus europaeus), de mayor tamaño, ocupa desde el Pirineo oriental hasta Picos de Europa; la liebre ibérica (Lepus granatensis), más pequeña y endémica, habita buena parte de la Península y Mallorca; la liebre de piornal (Lepus castroviejoi), de tamaño intermedio, se restringe a los piornales y brezales de la Cordillera Cantábrica; y la liebre magrebí (Lepus schlumbergeri) aparece en Melilla y Ceuta, preferentemente en cultivos y matorral bajo cerrado.
Un ejemplo de distribución particular lo ofrecen los grandes cápridos de España. La cabra hispánica o cabra montés (Capra pyrenaica), endemismo peninsular, contaba con cuatro subespecies, de las que C. p. lusitanica y C. p. pyrenaica se extinguieron en el siglo XIX y finales del XX, respectivamente. Actualmente, la cabra montés habita las grandes cadenas montañosas ibéricas, aprovechando roquedos y pastos esenciales para su desarrollo. Junto a estos, destacan otros ungulados, como el ciervo (Cervus elaphus), el corzo (Capreolus capreolus), el gamo (Dama dama) y el jabalí (Sus scrofa) que, gracias a la ausencia de depredadores, la expansión del matorral y la recuperación de bosques, ha incrementado su presencia.
Entre los mamíferos, además de la población de oso pardo (Ursus arctos), existen depredadores como el lobo (Canis lupus signatus), el zorro (Vulpes vulpes), el lince ibérico (Lynx pardinus) y el gato montés (Felis sylvestris), destacando dos familias bien representadas: mustélidos y vivérridos. Los mustélidos incluyen al tejón (Meles meles), la nutria (Lutra lutra), la garduña (Martes foina), la marta (Martes martes), el turón (Mustela putorius), el visón europeo (Mustela lutreola), el armiño (Mustela erminea) y la comadreja (Mustela nivalis); los vivérridos se reducen a la gineta (Geneta geneta) y el meloncillo (Herpestes ichneumon). Ambas familias, de distribución originalmente indomalaya y paleotropical, ocupan hábitats muy variados en España.
Por último, es importante destacar que, en el momento actual, como se observa en el mapa Aves e invertebrados relictos, también se localizan especies relictas, cuya presencia se explica por el devenir climático y geológico que ha sufrido la península ibérica.
La alternancia de periodos glaciares e interglaciares durante el Cuaternario generó desplazamientos norte-sur de especies, haciendo de la Península un refugio para la fauna del centro y norte de Europa en los periodos fríos, mientras que en los periodos interglaciares fue el paso obligatorio de las especies entre Europa, África y el Mediterráneo. De esta forma, se explica la presencia de aves boreales como el urogallo (Tetrao urogallus), la perdiz nival (Lagopus muta) y el mochuelo boreal (Aegolius funereus) en nuestro territorio, del mismo modo que se explica la distribución disyunta de la mariposa isabelina (Graellsia isabellae) en localidades aisladas de montañas orientales de España y un pequeño sector de los Alpes franceses.
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Fauna amenazada
Se considera especie amenazada aquella en riesgo de desaparecer en toda o parte de su área de distribución. En España existen dos categorías: “en peligro de extinción”, cuando la supervivencia es poco probable si persisten los factores que la afectan, y “vulnerable”, cuando existe riesgo de pasar a la categoría anterior si no se corrigen las amenazas. La pérdida de hábitat, la contaminación, el cambio climático y la presión humana son los principales factores de riesgo. Los mapas muestran, por grupos taxonómicos, la distribución de las principales especies amenazadas en España. Entre las aves destacan el águila imperial ibérica, una de las rapaces más escasas de Europa; la cerceta pardilla y la malvasía cabeciblanca, ligadas a humedales; la cigüeña negra, en dehesas, roquedos y marismas bien conservadas; el cormorán moñudo; la pardela balear, endémica del Mediterráneo, y el quebrantahuesos, en proceso de recuperación. Entre los mamíferos marinos amenazados, por tráfico marítimo y contaminación, destacan el delfín mular y el rorcual común; en ríos, el visón europeo y el desmán ibérico, dependiente de aguas frías y limpias. En montañas del norte sobrevive el oso pardo, mientras el lince ibérico mejora gracias a programas de conservación. El grupo de peces, crustáceos y moluscos incluye la lamprea marina, el cangrejo de río, la cigarra de mar y varios bivalvos de agua dulce, como la náyade auriculada y la náyade de río. En anfibios y reptiles destacan la tortuga boba y la tortuga verde en el mar, y en tierra el ferreret, la rana pirenaica, la lagartija carpetana, la lagartija de Columbretes y la lagartija de Valverde, todas con distribución muy restringida y dependientes de hábitats frágiles. |
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Fauna invasora
En España, la fauna exótica invasora constituye una de las amenazas más importantes para la biodiversidad. Son especies introducidas en un ecosistema o hábitat natural o seminatural, generadoras de cambio y amenaza para las especies nativas por su comportamiento invasor o por el riesgo de contaminación genética. Para su control, se llevan a cabo medidas de seguimiento y erradicación, costosas y complejas, siendo la prevención y la sensibilización las herramientas más efectivas para evitar liberaciones de mascotas y el comercio de especies exóticas. Se muestran mapas con una selección representativa de estas especies tan dañinas agrupadas por grupos taxonómicos. Las aves invasoras muestran un patrón disperso de ocupación relacionado con humedales y áreas urbanas. Destaca la malvasía canela, originaria de América, que llega a Europa al escaparse de poblaciones asilvestradas del Reino Unido, alcanzando lagunas de interior y costeras de España. Su principal impacto es la hibridación con la malvasía cabeciblanca, especie autóctona y amenazada en la península ibérica, comprometiendo la genética de esta especie. Por su parte, la cotorra argentina, procedente de Sudamérica, llega a España como comercio de mascotas y se expanden en las ciudades al producirse escapes, llegando a formar grandes colonias en árboles y torres eléctricas, lo que genera riesgos y afecciones, además de los efectos de competir con aves autóctonas. El ganso del Nilo, procedente de África subsahariana, ha incrementado su presencia en embalses y lagunas, desplazando a especies nativas por su comportamiento agresivo y llegando a afectar a cultivos. En el caso de los mamíferos, los ungulados como el arruí y el muflón, introducidos como especies cinegéticas en sierras del sureste peninsular y Canarias, compiten por el alimento con la cabra montés, el ciervo común y el gamo; en Canarias, además, ejercen presión sobre especies de flora endémica y amenazada. El visón americano, de origen norteamericano y presente en España por escapes de granjas peleteras, es el depredador invasor más dañino; afecta a aves acuáticas, anfibios, peces y pequeños mamíferos, además de competir por el mismo hábitat con el visón europeo, especie autóctona en grave peligro de extinción, a la que desplaza y transmite enfermedades. En el grupo de los crustáceos, el protagonista es el cangrejo rojo originario de Norteamérica. Fue introducido en los años setenta en Extremadura y Sevilla, y desde allí se expandió por ríos y marismas de toda la península ibérica, favorecido por traslados humanos hasta otras cuencas fluviales, desplazando y erradicando al cangrejo de río autóctono, al transmitirle la afanomicosis, enfermedad letal para este último. También afecta a las poblaciones de anfibios y genera problemas en orillas y campos próximos por su capacidad de excavar. Sin embargo, se ha convertido al mismo tiempo en base alimenticia para garzas, cigüeñas y nutrias. Dentro de los reptiles, el galápago americano, introducido como mascota y liberado de forma voluntaria en ríos y estanques, se ha convertido en un competidor letal por el alimento y los lugares de soleamiento para los galápagos europeo y leproso, autóctonos, que han visto reducidas sus poblaciones y comprometida su conservación, en especial como se aprecia en el litoral mediterráneo, la cuenca del Ebro, el País Vasco y el entorno de Madrid. Los ecosistemas acuáticos son los más afectados por especies exóticas invasoras, algunas de ellas, como la gambusia, introducida para el control de mosquitos en aguas calmadas, se ha extendido por las principales cuencas. Sin embargo, depreda también sobre larvas de anfibios y peces nativos, afectando a especies como el sapillo pintojo o el fartet. Del mismo modo, el siluro, pez de gran tamaño y depredador de aguas dulces, originario de Europa central, ha colonizado embalses y ríos ibéricos debido a introducciones ilegales para su pesca. Su presencia altera drásticamente las cadenas tróficas, al alimentarse de aves acuáticas, peces autóctonos y otros vertebrados. Por último, el mejillón cebra, introducido en el tramo bajo del río Ebro, es una de las especies invasoras exóticas más dañinas del mundo por su capacidad de colonización y afección a infraestructuras hidráulicas. Su forma y rapidez de colonización genera un gran coste económico para su control. Ocupa tuberías, presas y conducciones de agua, lo que causa problemas de funcionamiento y mantenimiento, compitiendo con moluscos nativos filtradores, lo que cambia la dinámica ecológica de ríos y embalses. |
BOE núm. 46, de 23/02/2011. Real Decreto 139/2011, de 4 de febrero, para el desarrollo del Listado de Especies Silvestres en Régimen de Protección Especial y del Catálogo Español de Especies Amenazadas.
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